A veces me pregunto cómo es posible que no
pueda escribir ni siquiera un comentario al día sobre alguno de los sucesos
acaecidos en el mundo, habiendo tantos como hay: enfrentamientos
bélicos aquí y allá; muertes, asesinatos, robos; desastres ecológicos;
problemas económicos; violaciones a mujeres del propio pueblo, de la propia
familia; corrupción política; movimientos de extrema izquierda y extrema
derecha conquistando lenta pero - parece ser - que inexorablemente el Poder. Un
Poder que ya no se puede decir exactamente quién lo detenta: si el Pueblo, el
Gobierno autonómico, el nacional, el europeo, o el financiero internacional o si todos juntos o ninguno. Eso
sin contar con los varios Poderes manejados entre las sombras por desconocidos y
no tan desconocidos fantasmas a los que atravesar paredes, escuchar y observar
a los mortales sin ser descubiertos no les supone ninguna dificultad. Es la
ventaja de ser fantasmas.
Pues bien. No.
Es imposible. No. No puedo.
La imposibilidad se debe a ese cansancio que
suele experimentar el alma cuando ha de enfrentarse una y otra vez a las mismas
clases de noticias. El mundo parece un campeonato mundial de fútbol. Los unos
contra los otros. Los otros contra los demás y los demás contra el resto. ¿Quién será el ganador? Imposible saberlo. Lo
mejor es especular. Hagan sus apuestas.
Sí. A veces el alma siente un gran cansancio.
El cansancio del que ya no se asombra de nada porque en el fondo nada le afecta.
Zapea por el mundo sin moverse del
sillón y asiste a sus grandes crisis sin que le sea posible resolverlas. Sin que tampoco le resulte imprescindible hacerlo para seguir sintiéndose vivo. Es un
espectador. Da igual que se conmueva como que no. Sigue siendo un espectador.
El espectador se levanta del sillón. Ni siquiera sabe qué hacer para resolver
sus propios dilemas. Vuelve a sentarse en su sillón. Una pequeña presión sobre
un botón y ¡zas! ya ha llegado a otro país, a otros conflictos, a otras
miserias. ¿Y las suyas? Dejémoslas olvidadas por un momento. Después de todo tampoco
puede hacerse gran cosa. Los defensores y los detractores de la globalización
se sientan delante de la misma pantalla, delante de las mismas imágenes. “Guía de viaje
para sus vacaciones. Elija el destino de su preferencia.” Hay tantos… Decidir
resulta difícil. Al fin y al cabo todos son una cosa y la misma: destino de
vacaciones. Ir para volver.
Aun así el espectador lo intenta. Vuelve a
escuchar una vez más y en una cadena distinta de televisión qué sucede en el mundo.
“Sí. Es cierto:” - piensa - “El mundo es un pañuelo.”
“Lástima que no sea un pañuelo limpio.”
Y a mitad de programa, el espectador va y se
duerme.