Monday, September 15, 2014

Qué será, será… Disquisiciones nocturnas sobre el futuro de Europa antes de irme a dormir


Bien mirado, nuestros tiempos no son más extraños de lo que otros lo fueron. Sólo nos lo parecen porque estamos ínmersos en su devenir y guardar la distancia mínima necesaria para reflexionar sobre ellos con sensatez y tranquilidad de espíritu se hace imposible. Guerras, enfermedades, mentiras, traiciones, difamaciones... todo lo que de la vida, incluso de nuestra propia vida, nos parece absurdo e irracional lo vivieron y experimentaron otras vidas y otras sociedades. Por eso es importante el estudio de la Historia: porque proporciona respuestas a problemas similares. Muchos convierten esa similitud en el Principio de Identidad, lo cual es un error porque como ya en su momento advirtió Heráclito, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Sabia observación que muchos desean olvidar para no tener que preocuparse del Pasado ni del Futuro. Hoy es lo mismo que ayer y por tanto lo mismo que mañana. Curiosamente los heraldos del Principio de Identidad afirman que hoy es igual que ayer pero que ellos pueden cambiar el mañana. ¡Qué listos son! Y todo porque el ayer como el hoy están regidos por los mismos grupos de poder y ellos –los redentores- van a salvar a Fuenteovejuna de dichos grupos e incluso de sí misma,  si es necesario. ¡Ah! Estos redentores... ¿Por qué me dan tanto miedo? ¿Por qué me lo han dado siempre? Ya de niña la figura de Jesús me agradaba hasta llegar a este punto: el de la redención que, justo es confesarlo, me resultaba incomprensible. Nunca entendí que Jesús permitiera ser crucificado para salvar a un mundo que de todas formas había de seguir siendo el mismo mundo imperfecto de siempre. La introducción del Bautismo y con ello la limpieza del Pecado Original me parecía un tema igualmente difícil de entender. Se me liberaba de un pecado cometido por unos antepasados a los cuales yo no había tenido el gusto de conocer y que no tardaría mucho en ser reemplazado con los muchos pecados que yo misma iba a cometer a lo largo de toda mi vida y para los cuales, en cambio, bastaba con una sencilla confesión. ¿No hubiera sido mejor un Bautismo general y dejarnos de sacrificios humanos? ¿Puede la muerte de alguien, aunque ese alguien sea Jesús, limpiar un pecado original? ¿Puede de verdad limpiarse un pecado original? ¿Fueron Sodoma y Gomorra y el diluvio universal intentos fallidos? ¿Era necesario mandar a morir al mísmisimo hijo de Dios para conseguirlo?

Sí. A qué negarlo. La redención me daba miedo. Al día de hoy sigue dándome miedo, mucho más cuando a los nuevos redentores les falta la naturaleza divina que poseía Jesús.

Los nuevos redentores, en virtud de su carácter redentor, deciden lo qué está bien y lo qué está mal; quiénes son los buenos y quiénes son los malos; quién se libra y quén no.

Nuestra única esperanza: que haya tantos redentores con tantas ideas que terminen por anularse las unas a las otras. En eso justamente consiste una sociedad plural. Tantas opiniones diferentes que encontrar la verdad exige un arduo trabajo y ni siquiera cuando uno la tiene entre sus manos está seguro de haberla encontrado. Desesperación o Juicio Crítico, cada cual elige su camino en función de su estado de ánimo.

Y bien, en nuestra vieja Europa, que al parecer sigue siendo el campo de batalla adecuado para que los distintos redentores luchen entre sí y las diferentes ideas se enfrenten las unas a las otras, se están produciendo movimientos sumamente complejos que deben ser analizados tranquila y sosegadamente, incluso cuando, como alguien dijo, “todo en torno hace ruido”. He de decir que mucho, mucho, no he reflexionado. ¿Se puede reflexionar sobre el futuro de los pueblos? Como dice Chesterton en las primeras páginas del Napoleón de Notting Hill, los profetas dicen una cosa y luego va el pueblo y hace otra.

Así que más que reflexionar, me he dedicado a divagar mientras me dedicaba a otras actividades más provechosas aunque no tan divertidas. Son los últimos acontecimientos los que me han invitado a especular sobre algo tan incierto como el futuro de Europa. No espero que mis “profecías” se cumplan. Sería un aburrimiento y la historia perdería emoción. Como les pasa a esos que en los primeros cinco minutos ya saben quién es el asesino y se pasan el resto de la película bostezando para terminar farfullando un “ya te lo dije”.

Y pese a todo ¡qué divertido es divagar profecías! No me resisto a contestar a ese: ”qué será, será...”

El primer aspecto a considerar es el de la religión.

El islamismo radical reaviva en muchos la cuestión por la religión. No creo, francamente, que el islamismo radical vaya a conseguir devolver a los feligreses católicos a la Iglesia Católica de donde salieron, pero al menos tal vez consigan apaciguar las críticas que la sociedad laica ha dirigido normalmente a la Iglesia cristiana. Lo que en mi opinión sí va sin duda alguna a despertar es el interés por el Islam y sus corrientes de pensamiento. Ello contribuirá de un modo más o menos rápido a la islamización de la sociedad europea. Y si se termina aceptando la teoría que afirma que el impulso cultural que se produjo en Europa fue resultado de los conocimientos que desde Oriente se exportaron a Occidente a través de las Cruzadas, podemos deducir, en virtud de nuestro famoso Principio de Identidad, tan de moda hoy en día, que Occidente es Oriente. A partir de ahí, la orientalización no es un acto de conquista sino el natural resultado del reconocimiento de la verdad. El origen se reencuentra con su producto. El círculo se cierra.

El segundo aspecto es el ideológico y la consideración de cuál es la ideología que se va a imponer en ese nuevo mundo oriental al que bien podríamos denominar Nuevo Orden Mundial.

Dos movimientos parecen haberse puesto en marcha: la extrema derecha y la extrema izquierda. Ninguno de los dos movimiento va a impedir la islamización-orientalización de Europa. Los dos sienten poca simpatía por los grupos judíos y hay que admitir que en la actualidad “judío” e “islam” aparecen como conceptos contrarios.

Los extremos terminan tocándose tanto en sus propuestas como en sus soluciones. Si además utilizamos el Principio de Identidad llegamos a la conclusión de que no se diferencian ni en el modo. Ambos grupos carecen de escrúpulos a la hora de utilizar el autoritarismo totalitario con la buena y sana intención de redimir a la siempre irredimible Fuenteovejuna por lo que su trabajo redentor es siempre una ardua y difícil tarea. ¡Pobres!

 

¿Cuál de ellos se impondrá?  Desde mi punto de vista, la extrema izquierda.

Tres son los motivos que me llevan a pensar así.

En primer lugar,  la ideología de la extrema izquierda está más arraigada en los grupos que muestran una simpatía por el pensamiento islámico. Con lo cual es muy posible que al principio sea ésta la ideología acogida.

En segundo lugar, la Iglesia Católica –cuya experiencia milenaria no debe despreciarse a la ligera-  se muestra en los últimos tiempos especialmente obsesionada por lanzar un mensaje social basado en la solidaridad, hasta el punto de que se ha convertido en casi una neurosis. Ya dije en uno de mis blogs que la Iglesia dice a y no a, por lo que resulta difícil conseguir un análisis certero. Pero ultimamente el mensaje se centra sobre todo en la justicia social y tal y como lo trata nos encamina hacia los esquemas de la Teología de la Liberación, que ha abandonado sus elucubraciones teológicas sobre la personalidad de Jesús, para centrarse en la doctrina social.

En tercer lugar, viene escuchándose desde hace varias décadas el rumor de que en los subterráneos europeos trabajan movimientos secretos de extrema izquierda de cuya existencia muy pocos conocen. Poco a poco y a medida que sus obras dan los frutos esperados van saliendo a la luz. Dudo que los verdaderos cerebros lo hagan. A los topos la luz les molesta y prefieren quedarse en la oscuridad.

Sí. La extrema izquierda será la que con la excusa de controlar y repartir los escasos recursos se encargará de redimir a Fuenteovejuna de sus necesidades materiales.

 Así que hete aquí, de momento, nuestras conclusiones.

Una cultura: la oriental.

Una religión: la musulmana.

Una ideología: la extrema izquierda.

 ¿Y Europa? ¿Unida o fragmentada? ¿Realmente importa esto mucho? A algunos sí les importa. Aquí las ideologías dejan paso al pensamiento político. No son lo mismo aunque estén profundamente conectadas. Las ideologías, incluso cuando se ocupan de temas tan concretos como la economía son emocionales y románticas. El pensamiento político, incluso cuando es utópico, funda sus argumentos en la razón y en el pragmatismo. ¿Qué pensamiento político podría desear la fragmentación de Europa? Todas las miradas señalan –equivocadamente o no- a la masonería. Esta sospecha tiene una explicación.

Tradicionalmente la masonería ha sido amiga de los movimientos independentistas. Por tanto, esas historias que afirman que los masones son los inspiradores de un Nuevo Orden Mundial  global y totalitario carecen de todo fundamento. Más aún, en dicho Nuevo Orden Mundial, la masonería y sus componentes serían uno de los primeros en ser perseguidos. La masonería está muy poco centralizada y las logias disponen de una gran dosis de autonomía e independencia, en consonancia con el grado de autonomía e independencia de que ha de disponer el individuo para su autodesarrollo.

Solo a partir de esa libertad y de esa auto construcción puede ayudar a la construcción de la sociedad. Una sociedad que se crea con pequeños núcleos firmemente construidos a partir de elementos igualmente firmes. Así pues, es lógico pensar que la masonería no esté de acuerdo con una globalización a gran escala. Cosa distinta es su esfuerzo  en conseguir que los valores que la inspiran lleguen a ser universales, pero la universalización de los valores no tiene nada que ver con el dominio político global. La masonería como tal no está de acuerdo con una centralización del poder. Quizás alguna logia, lo esté. Pero desde luego no los principios masónicos. De todas formas, a la hora de hablar de centralismo, tenemos que recordar la división que Tocqueville en su obra “La democracia en América” trazaba entre centralismo político, con el cual se mostraba de acuerdo porque facilitaba la organización de la defensa en caso de un ataque del exterior y el centralismo administrativo hacia el que no se sentía especialmente atraído por considerarlo innecesario.

Algo parecido, en mi opinión, están intentando expresar los movimientos independentistas regionales actuales. No se muestran contrarios a pertenecer a Europa y al Euro, pero sí a mantenerse sujetos a la administración central de sus respectivas naciones. El sentimiento de que están siendo sometidos por la Administración central es tan profundo que ni siquiera el federalismo será capaz de superarlo. Tales movimientos se han iniciado en España, en Inglaterra y en Bélgica pero no creo que tarden en aparecer en otros lugares de Europa.

La crisis acelera tales movimientos pero no los genera. Frente a la masonería, que protege a los movimientos independentista se alza la Iglesia, la Protestante radical, sobre todo, que los combate. Por independentistas y por masónicos, claro. Más aún que la Católica, que en este momento prefiere centrarse en los temas ideológicos antes que en los políticos.

En cualquier caso y le pese a quien le pese, las pretensiones de independencia de algunas regiones de Europa no hubiera debido tomarse tan a la ligera por sus respectivos gobiernos centrales. Independencia sí o no, la falta de consideración y la miopía política de los gobiernos centrales y de parte de la prensa que se empeña en desacreditar sistemáticamente a sus líderes y a sus ideas va a recrudecer la situación. No sería de extrañar que el movimiento independentista adopte actitudes violentas.

Lo que a mi juicio hubiera debido hacerse es considerar que la Nación como tal no existe. Es simplemente un constructo que nace de la voluntad de una serie de ciudadanos. Existe mientras dicha voluntad persiste y termina cuando tal voluntad desaparece.

Convocar y permitir la celebración de un referendum no sólo es sensato sino indispensable aunque para ello hubiera habido que llevar a cabo una reforma de la Constitución. Eso sí: exigiendo no una mayoría simple sino una mayoría de dos tercios y una participación de un 80%, a fin de que no quedara duda alguna acerca de la voluntad popular. Decir 51% no es decir nada. Lo único que señala es que la voluntad de los ciudadanos no es clara ni en uno ni en otro sentido y por tanto pueden ser dirigidos con cierta facilidad en la dirección contraria. El miedo a perder una parte del territorio nacional ha obligado a los gobiernos centrales a endurecer sus posiciones nacionalistas. Lo cierto es que nada volverá a ser como era antes.
Si los gobiernos centrales ganan, su victoria no tardará en revelarse como un grave error político que deberá subsanarse con un gran número de concesiones y sumas de dinero a dichas regiones o con severas represiones. Si los gobiernos centrales pierden, queda abierta la caja de Pandora. El movimiento independentista europeo se pondría automáticamente en marcha imparable. En cualquier caso ha quedado puesto de manifiesto que determinadas naciones no expresan el sentir de grandes partes de la población.

Tanto si ganan como si pierden los movimientos independentistas, las naciones han sufrido una grave herida.

Y pese a todo, no debe olvidarse que la nación o expresa la voluntad del pueblo de permanecer en ella o se convierte en una cárcel que cada vez exige más fuerzas de seguridad para controlarla.

Mi perspectiva pues, es una Europa orientalizada, musulmana, de ideología de extrema izquierda y fragmentada pero no, como aconsejaba Tocqueville, en el aspecto administrativo sino en el político. No me extrañaría que el deseo de contener la fragmentación administrativa provocase la contraria, o sea, la política.

Los grandes perdedores de esta nueva Europa serían la Masonería y la Iglesia Judeo-cristiana. Europa  habría adquirido una nueva identidad o –al menos- una nueva dimensión de su identidad y estas dos corrientes, aun en el supuesto caso de que lograsen sobrevivir, serían minoritarias.

¿Y Estados Unidos y Rusia?

Una parte de Estados Unidos, la maniqueísta, sería feliz al ver al mundo nuevamente dividido en blanco y negro. Otra parte, la liberal, se dedicaría  a organizar en la sombra en colaboración con grupos europeos a iniciar la resistencia.

En cuanto a Rusia, si jugara bien sus cartas podría convertirse en el nuevo corazón de la vieja y desaparecida Europa. Pero tener las cartas no es lo mismo que saber jugar. Para conseguir ganar sería necesario que resolviera los dos grandes problemas que la acucian: la corrupción moral y la corrupción económica.

Cuando me refiero a la corrupción moral no me refiero a las cuestiones del aborto y de la homosexualidad, que es donde Putin quiere iniciar su particular limpieza. Cuando hablo de corrupción económica no me refiero solo a los grandes mafiosos. Es sobre todo una cuestión estructural la que ha de ser resuelta y no sé cómo lo que no ha podido ser solucionado en siglos, ni siquiera con una revolución  como la bolchevique, pueda ser solucionado en unas pocas décadas.

Rusia debería preocuparse de rebajar el consumo del alcohol y de la droga en la que gran parte del pueblo ruso anda sumido y que sólo ofrece a la sociedad bebés con síndrome etílico, dependientes de la droga desde su nacimiento y con sida. En segundo lugar, habría de ser una sociedad trasparente en el que el cumplimiento de la ley fuera igual y equitativa para todos. Los procesos kafkianas habrían de acabarse. El miedo a expresar una opinión genera una sociedad obediente pero débil. La desconfianza se apodera de cada resquicio de la sociedad y es justamente esa imposibilidad de fiarse los unos de los otros lo que genera el aumento de la violencia, la cólera y la agresividad tanto como la pasividad y la indolencia. Las relaciones contractuales se hacen lentas y pesadas. El comercio sufre y se debilita.

Si Rusia fuera capaz de superar todo esto, le esperarían grandes momentos. Es muy posible que el centro de la Iglesia Católica se viera obligado a dirigirse hacia Moscú o hacia el continente Latinoamericano. En cualquier caso, ambas regiones no van a tardar en incrementar sus relaciones políticas y religiosas. Tal vez en Europa sea la Iglesia ortodoxa - ¡quién lo iba a decir! - la que se convierta en el estandarte y centro de la cristiandad. Y ello, justamente, porque Rusia, como nunca participó en las Cruzadas, no le debe nada a Oriente. Su naturaleza oriental le libera de la obligación de aceptar orientalizarse en virtud de su pasado. Del mismo modo, justamente porque la Federación Rusa está  compuesta también por Estados con una mayoría de ciudadanos que profesa la religión musulmana, se ve exenta de tener que aceptarla puesto que ya forma parte de ella. En este sentido Rusia no representa el Principio de Identidad sino el Principio de Contradicción, de la cual ella es la síntesis.

Sin embargo, si  la población permanece sometida al miedo, al silencio y a las injusticias, seguirá sus mismas costumbres y sólo una ferréa militarización podrá canalizar su agresividad y su apatía.

Son las dos y dieciséis de la mañana. Las disquisiciones nocturnas se han alargado más de lo que yo pensaba. Algún que otro noctámbulo pasea por la calle. El mundo se opone con firmeza a la globalización pero acepta una moneda virtual llamada bitcoin. Los escoceses se enfrentan a una tarea terriblemente complicada. Se les ha ofrecido la posibilidad de votar sobre su independencia a condición de que la respuesta sea “no”. Será que “no”. Si un divorcio genera conflictos, imagínense un proceso de independencia. El resto del mundo sigue con sus propios asuntos. Yo prefiero ocuparme del mio propio: dormir. Como dice la canción el futuro me hará saber qué será por más que, como dice el texto original inglés, el futuro no sea nuestro para ver qué será, será.

 

Qué será, será...                                                                                 Qué será, será....

Será lo que habrá de ser                                                          Whatever will be, will be

El futuro te hará saber                                                             the future’s not ours to see

Qué será, será..                                                                                   Qué será, será....

 

Isabel Viñado Gascón

 

 

Wednesday, September 3, 2014

El silencio de los corderos


¿Debe escribirse un blog cuándo se está triste? ¿Cuándo los sentimientos tal vez no le permiten a uno juzgar la situación adecuadamente?

Debe escribirse, sí. Debe escribirse.

La consigna “Os ganaremos con vuestras reglas y os gobernaremos con las nuestras”, resume – me han dicho- el método que utilizan los islamistas radicales para conquistar el mundo occidental. Por su parte, el mundo occidental absorto en los entretenimientos creados especialmente para él por los medios de comunicación de masas, levanta la cabeza, mira sin comprender qué diantres están diciendo y sigue jugando.  Sólo cuando los fundamentalistas empiezan a cortar cabezas parece que se despierta la atención de los occidentales hacia ellos. No por mucho tiempo. Total, eso también se ve en el cine... Y vuelven a perderse en los laberintos intrincados de los juegos de videoconsola. A veces más sangrientos y violentos que la realidad misma.

No. No nos ganarán con nuestras reglas. ¡Qué más quisiéramos nosotros! Nos vencerán cómo ya en su día vencieron en la Península Ibérica los recién llegados árabes a los visigodos que ya estaban en ella, cómo vencieron los germanos a los romanos y, en definitiva, nos vencerán igual que todos los vencedores logran vencer: aprovechando en su favor no sólo nuestros vicios - que más que conducir nuestras pesadas almas al infierno constituyen, prioritariamente, nuestras debilidades -  sino, y esto es lo peor y más grave, aprovechando la carencia de las virtudes que una vez pudimos llamar “nuestras”: el honor individual, que se atreve a responder de sus actos ante Dios y los hombres; la lealtad al amigo más allá de las convenciones sociales y que no tiene nada que ver con el sexo, sino con la moral. Indiferentemente de lo que digan de una persona, indiferentemente de la situación en la que se encuentre, la amistad se mantiene intacta contra viento y marea. Por lo menos hasta que la tormenta haya amainado;  la fidelidad a la persona amada. Y sí. Ya sé. La fidelidad ha sido un sueño más que una realidad. Pero qué bonito sueño. Ahora, se empiezan las relaciones pensando en ver “cuánto dura” o, peor aún, sabiendo que no van a durar más de una noche. Una semana a lo sumo. ¡Pero qué horror! Sí. ¡Qué horror! Qué horror transformar el sexo en simple placer. Qué horror despojarlo del sueño del amor eterno donde alma y cuerpo rompen el plano en el que nos encontramos para trasladarnos a niveles más elevados del conocimiento, donde Dos se hacen Uno y ese Uno, Tres. Y encima, creen, los muy imbéciles que el sexo les abre directamente la puerta a dimensiones astrales superiores. ¡Ja! Sólo porque han leído un par de libros esotéricos que divagan sobre la importancia del sexo en los viajes a mundos desconocidos. ¡Pandilla de memos sin sueños que duren más de veinte minutos!; Y enlazando con esto último, la falta de la virtud de la paciencia, que un día encumbró a nuestros artesanos, a nuestros científicos y a nuestros literatos. Queremos todo y lo queremos ya. Todo igual. ¡Incluso las copias de los cuadros famosos se producen en China en cadena! ¡Traigan las copiadoras 3d! Adiós a la manufactura. ¿El ahorro paciente? ¿Para qué? Los bancos no dan intereses. El monto de sus deudas provocado por no se sabe qué problemas con la coyuntura económica mundial, amenaza con quedarse con lo que pacientemente hemos conseguido con el sudor de nuestra frente. Y sí hemos perdido la unión del individuo con Dios. – “ ¡oh! ¡Qué divertido! ¡No me haga usted reir! ¡Pero si no hay Dios!” – “¿Ah no? ¿Y usted cómo lo sabe? ¿Quiére salvar al mundo y no quiere usted salvar su relación con Dios? ¿Ha visto al Mundo? ¡No! Usted no ha visto al Mundo. Es imposible ver al Mundo. Usted sólo ha visto una parte del mundo. Usted sólo ha visto –caso de que se haya parado a verlo- a su mundo. Y sin embargo, usted se siente parte del Mundo. Usted se siente parte de él. Usted se siente, al menos como individuo, dentro del Mundo. Como ciudadano puede usted sentirse dentro de una sopa. De todas formas está dentro de ella. Dentro de la sopa, me refiero. Y como todos los otros ciudadanos que en ella se encuentran, haciendo lo posible por sobrevivir sin ahogarse en el intento. Pues bien. Ahora nos falta esa conexión interna entre el individuo y lo superior. Da igual cómo se llame a eso superior. Eso que nos impulsa a ser mejores, a darnos tortas por la noche cuando hemos fallado tanto cómo hemos fallado y a seguir luchando al día siguiente no sólo por nuestra supervivencia ¡por la del Universo entero! ¡Sí! Hemos perdido esa conexión y con ella hemos perdido también la mayor de nuestras virtudes: la heroicidad que, déjense de tonterías, no consiste en llegar al Everest sino en superar las debilidades de la vida cotidiana. La principal cuestión no es quién inventó antes la justicia social: si Marx, la Iglesia Católica, o los Hebreos en su Éxodo por el desierto, cuando decidieron desprenderse de todo su oro para construir un becerro de oro. La principal cuestión es cómo mantener las pequeñas virtudes cotidianas que son las que al fin de cuentas construyen, mantienen y embellecen a las sociedades.

Nos faltan las  virtudes y aún osamos creer que otros nos van a ganar con ellas. No lo conseguirán por poseerlas sino justamente porque las hemos perdido. Pero nosotros, cínicos e hipócritas, todavía nos atrevemos a criticar el cinismo y la hipocresía rusa. O sea, la de Putin. Nosotros, cínicos e hipócritas, que no paramos de hablar de solidaridad para los desheredados del Tercer Mundo permitimos, y a veces incluso justificamos, la existencia del mobbing en el colegio, en la empresa y hasta en la vecindad. El intento de cualquier persona normal de hacer valer su honor por medio de los instrumentos judiciales está llamado a perecer en el intento y si alguna lo consigue, como aquélla señora de Valencia enfrentada a su vecina, será después de haber pagado abultados honorarios al abogado de turno  amén de un detective y años de humillación porque muchos no creen que sea para tanto, otros la toman por loca y algunos no dudan en afirmar que miente. Nosotros, que hablamos de amor universal y no somos capaces de soportar al distinto que vive a nuestro lado, salvo cuando soportarlo entra dentro de lo políticamente correcto dentro de la pequeña esfera en la que nos movemos. Nosotros que hemos hecho del becerro de oro nuestro dios, después de haber afirmado que Dios no existe, o que ha muerto, o que nadie sabe dónde está. Nosotros, digo, seguimos jugando con las tabletas portátiles, informáticas, electrónicas y no sé cuántas cosas más y sólo nos importa que el discurso sea bello. Y de todo, esto es lo más cínico. En una cultura de la anti cultura como es la nuestra se desea, se exige casi, que el discurso sea bello. Que todo suene bien, aunque sea mentira, o aunque sea una media verdad – de la que siempre se olvida que es también una media mentira.

¡Qué suenen las campanas!

Mi tristeza se debe a la desaparición de un chico alemán de veintiocho años de edad, Lars Mittank. Un buen chico. Uno de esos muchachos de provincia criado en los valores tradicionales de amor al trabajo y a la familia. Un día él y sus amigos deciden irse de vacaciones a Bulgaria. A uno de esos multitudinarios mercados de carne –ya es hora de que nombremos a las cosas por su nombre- que huelen, a pesar de celebrarse al aire libre, a sudor humano. Sudor, miseria y estupidez masificada. Allí se ve envuelto, o lo envuelven, en una pelea. Le revientan un tímpano de los oídos. No puede volar. Todos sus amigos regresan a Alemania. Él se queda en tierra. Solo. Herido y acompañado únicamente por la sensación de soledad que le invade a uno cuando ve partir a sus amigos. Busca un hotel. “Un extraño hotel”, le dice a su madre. A partir de ahí, todo se torna confuso. Algunos aseguran haberle visto envuelto en pánico; otros aseguran que estaba drogado, y creo que un médico afirma que acudió a su consulta pero cuando vio a dos policías huyó gritando que no quería morir.

Y yo me pregunto  - me lo pregunto porque la edad debe haberme convertido en una de esas moralistas insoportables de las que todos hablan, ese mismo tipo de moralista insoportable que también fueron Nietzsche, Brecht, Kant y Lutero –cada cual a su modo y manera-  ¿cómo es posible que sus amigos le dejaran solo y herido? ¿qué tipo de amigos y qué tipo de personas son esas que ante el dolor del prójimo, del de al lado, se olvidan de la solidaridad, de la amistad y de todas esas cosas?

He llamado a Carlos Saldaña. Lo he llamado después de haber llorado por ese chico y por sus padres desconsolados y después de haber rezado a Dios para que lo encuentren. “ ¡Oh, Oh! ¡Ha rezado! ¡Qué bien lo disimulaba!” – dirán algunos. Y ante cualquier comentario de este tipo únicamente cabe responder con un improperio. “¿Qué pasa?¿Es que sólo pueden rezar los curas o qué?  Sí. He rezado a Dios. A Dios y al Universo. Porque no es justo que siempre mueran los inocentes, los justos. Porque si es terrible que el enemigo te asesine aún lo es mucho más verte abandonada por aquéllos que siempre has llamado amigos”.

Carlos, como de costumbre, no ha cogido el teléfono. Primero hay que dejarle un mensaje en el contestador automático y luego esperar a que su contenido le interese lo suficiente como para decidirse a llamarte. Esta vez lo ha hecho.

-“A mí me sucedió algo parecido”  - me ha dicho en cuanto ha notado que descolgaba el auricular – “Nada de drogas, nada de heridas ni de reyertas. Unos terribles dolores en el abdomen inferior y vómitos. Pero mis amigos tenían que regresar sin demora. Un par de ellos debía incorporarse al trabajo y el resto no podía permitirse el lujo de perder el billete de avión y mucho menos quedarse conmigo.”

-“¿Te acompañaron al hospital?” – le he preguntado

Su voz se ha tornado dura. - “No.” – ha sido su respuesta.

-¿Qué hiciste?

- Caerme en medio del asfalto y esperar la muerte. –ha dicho riendo.

-¿Y?

- “Mala hierba nunca muere.” –  Y ha seguido riéndose – Créeme Isabel, si alguna vez te pasa algo por el estilo no se te ocurra buscar un hotel ni nada que se le parezca. Grita lo más alto que puedas y déjate caer al suelo. En dos minutos tienes la vida resuelta. No hay nada que incomode más al viandante que encontrar a gente tirada por la calle.

-¿Cómo superaste el trauma?

- Primero me llevaron al hospital. Apendicitis. Luego estudié Medicina. “Por si las moscas...”

-¿Y tus amigos?

-¿Qué amigos? – pregunta.

Y sé que no tiene sentido insistir. Su pregunta es una pregunta retórica.

He salido a la terraza. Un sol brillante pinta rayos de luz sobre mis geranios.

¿Por qué entonces estoy tan triste? ¿Por qué por primera vez en mi vida comprendo la misantropía de Carlos Saldaña? Tal vez debería haber llamado al sociable y tranquilo Jorge Iranzo que nunca tiene problemas porque nunca los ve... ¿Me hubiera conseguido animar su ánimo?

Creo que no.

Hoy necesitaba oir la verdad más despiadada.

 

Isabel Viñado Gascón.