Bien mirado, nuestros tiempos no son más extraños de lo que otros lo
fueron. Sólo nos lo parecen porque estamos ínmersos en su devenir y guardar la
distancia mínima necesaria para reflexionar sobre ellos con sensatez y
tranquilidad de espíritu se hace imposible. Guerras, enfermedades, mentiras,
traiciones, difamaciones... todo lo que de la vida, incluso de nuestra propia
vida, nos parece absurdo e irracional lo vivieron y experimentaron otras vidas
y otras sociedades. Por eso es importante el estudio de la Historia: porque
proporciona respuestas a problemas similares. Muchos convierten esa similitud
en el Principio de Identidad, lo cual es un error porque como ya en su momento
advirtió Heráclito, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Sabia
observación que muchos desean olvidar para no tener que preocuparse del Pasado
ni del Futuro. Hoy es lo mismo que ayer y por tanto lo mismo que mañana.
Curiosamente los heraldos del Principio de Identidad afirman que hoy es igual
que ayer pero que ellos pueden cambiar el mañana. ¡Qué listos son! Y todo
porque el ayer como el hoy están regidos por los mismos grupos de poder y ellos
–los redentores- van a salvar a Fuenteovejuna de dichos grupos e incluso de sí
misma, si es necesario. ¡Ah! Estos
redentores... ¿Por qué me dan tanto miedo? ¿Por qué me lo han dado siempre? Ya
de niña la figura de Jesús me agradaba hasta llegar a este punto: el de la
redención que, justo es confesarlo, me resultaba incomprensible. Nunca entendí
que Jesús permitiera ser crucificado para salvar a un mundo que de todas formas
había de seguir siendo el mismo mundo imperfecto de siempre. La introducción
del Bautismo y con ello la limpieza del Pecado Original me parecía un tema
igualmente difícil de entender. Se me liberaba de un pecado cometido por unos
antepasados a los cuales yo no había tenido el gusto de conocer y que no tardaría
mucho en ser reemplazado con los muchos pecados que yo misma iba a cometer a lo
largo de toda mi vida y para los cuales, en cambio, bastaba con una sencilla
confesión. ¿No hubiera sido mejor un Bautismo general y dejarnos de sacrificios
humanos? ¿Puede la muerte de alguien, aunque ese alguien sea Jesús, limpiar un
pecado original? ¿Puede de verdad limpiarse un pecado original? ¿Fueron Sodoma
y Gomorra y el diluvio universal intentos fallidos? ¿Era necesario mandar a morir al
mísmisimo hijo de Dios para conseguirlo?
Sí. A qué negarlo. La redención
me daba miedo. Al día de hoy sigue dándome miedo, mucho más cuando a los nuevos
redentores les falta la naturaleza divina que poseía Jesús.
Los nuevos redentores, en virtud de su carácter redentor, deciden lo qué
está bien y lo qué está mal; quiénes son los buenos y quiénes son los malos;
quién se libra y quén no.
Nuestra única esperanza: que haya
tantos redentores con tantas ideas que terminen por anularse las unas a las
otras. En eso justamente consiste una sociedad plural. Tantas opiniones
diferentes que encontrar la verdad exige un arduo trabajo y ni siquiera cuando uno
la tiene entre sus manos está seguro de haberla encontrado. Desesperación o
Juicio Crítico, cada cual elige su camino en función de su estado de ánimo.
Y bien, en nuestra vieja Europa,
que al parecer sigue siendo el campo de batalla adecuado para que los distintos
redentores luchen entre sí y las diferentes ideas se enfrenten las unas a las
otras, se están produciendo movimientos sumamente complejos que deben ser
analizados tranquila y sosegadamente, incluso cuando, como alguien dijo, “todo
en torno hace ruido”. He de decir que mucho, mucho, no he reflexionado. ¿Se
puede reflexionar sobre el futuro de los pueblos? Como dice Chesterton en las
primeras páginas del Napoleón de Notting Hill, los profetas dicen una cosa y
luego va el pueblo y hace otra.
Así que más que reflexionar, me he dedicado a divagar mientras me dedicaba
a otras actividades más provechosas aunque no tan divertidas. Son los últimos
acontecimientos los que me han invitado a especular sobre algo tan incierto como
el futuro de Europa. No espero que mis “profecías” se cumplan. Sería un
aburrimiento y la historia perdería emoción. Como les pasa a esos que en los
primeros cinco minutos ya saben quién es el asesino y se pasan el resto de la
película bostezando para terminar farfullando un “ya te lo dije”.
Y pese a todo ¡qué divertido es
divagar profecías! No me resisto a contestar a ese: ”qué será, será...”
El primer aspecto a considerar es el de la religión.
El islamismo radical reaviva en
muchos la cuestión por la religión. No creo, francamente, que el islamismo
radical vaya a conseguir devolver a los feligreses católicos a la Iglesia
Católica de donde salieron, pero al menos tal vez consigan apaciguar las
críticas que la sociedad laica ha dirigido normalmente a la Iglesia cristiana. Lo
que en mi opinión sí va sin duda alguna a despertar es el interés por el Islam y
sus corrientes de pensamiento. Ello contribuirá de un modo más o menos rápido a
la islamización de la sociedad europea. Y si se termina aceptando la teoría que
afirma que el impulso cultural que se produjo en Europa fue resultado de los
conocimientos que desde Oriente se exportaron a Occidente a través de las Cruzadas, podemos
deducir, en virtud de nuestro famoso Principio de Identidad, tan de moda hoy en
día, que Occidente es Oriente. A partir de ahí, la orientalización no es
un acto de conquista sino el natural resultado del reconocimiento de la verdad.
El origen se reencuentra con su producto. El círculo se cierra.
El segundo aspecto es el ideológico y la consideración de cuál es la
ideología que se va a imponer en ese nuevo mundo oriental al que bien podríamos
denominar Nuevo Orden Mundial.
Dos movimientos parecen haberse puesto en marcha: la extrema derecha y la
extrema izquierda. Ninguno de los dos movimiento va a impedir la
islamización-orientalización de Europa. Los dos sienten poca simpatía por los
grupos judíos y hay que admitir que en la actualidad “judío” e “islam” aparecen
como conceptos contrarios.
Los extremos terminan tocándose tanto en sus propuestas como en sus
soluciones. Si además utilizamos el Principio de Identidad llegamos a la
conclusión de que no se diferencian ni en el modo. Ambos grupos carecen de
escrúpulos a la hora de utilizar el autoritarismo totalitario con la buena y
sana intención de redimir a la siempre irredimible Fuenteovejuna por lo que su
trabajo redentor es siempre una ardua y difícil tarea. ¡Pobres!
¿Cuál de ellos se impondrá? Desde mi punto de vista, la extrema izquierda.
Tres son los motivos que me llevan a pensar así.
En primer lugar, la ideología de la
extrema izquierda está más arraigada en los grupos que muestran una simpatía
por el pensamiento islámico. Con lo cual es muy posible que al principio sea
ésta la ideología acogida.
En segundo lugar, la Iglesia Católica –cuya experiencia milenaria no debe
despreciarse a la ligera- se muestra en
los últimos tiempos especialmente obsesionada por lanzar un mensaje social
basado en la solidaridad, hasta el punto de que se ha convertido en casi una
neurosis. Ya dije en uno de mis blogs que la Iglesia dice a y no a, por lo que
resulta difícil conseguir un análisis certero. Pero ultimamente el mensaje se
centra sobre todo en la justicia social y tal y como lo trata nos encamina
hacia los esquemas de la Teología de la Liberación, que ha abandonado sus
elucubraciones teológicas sobre la personalidad de Jesús, para centrarse en la
doctrina social.
En tercer lugar, viene escuchándose desde hace varias décadas el rumor de
que en los subterráneos europeos trabajan movimientos secretos de extrema
izquierda de cuya existencia muy pocos conocen. Poco a poco y a medida que sus
obras dan los frutos esperados van saliendo a la luz. Dudo que los verdaderos cerebros
lo hagan. A los topos la luz les molesta y prefieren quedarse en la oscuridad.
Sí. La extrema izquierda será la
que con la excusa de controlar y repartir los escasos recursos se encargará de
redimir a Fuenteovejuna de sus necesidades materiales.
Una cultura: la oriental.
Una religión: la musulmana.
Una ideología: la extrema
izquierda.
Tradicionalmente la masonería ha
sido amiga de los movimientos independentistas. Por tanto, esas historias que
afirman que los masones son los inspiradores de un Nuevo Orden Mundial global y totalitario carecen de todo
fundamento. Más aún, en dicho Nuevo Orden Mundial, la masonería y sus
componentes serían uno de los primeros en ser perseguidos. La masonería está muy
poco centralizada y las logias disponen de una gran dosis de autonomía e
independencia, en consonancia con el grado de autonomía e independencia de que
ha de disponer el individuo para su autodesarrollo.
Solo a partir de esa libertad y
de esa auto construcción puede ayudar a la construcción de la sociedad. Una
sociedad que se crea con pequeños núcleos firmemente construidos a partir de
elementos igualmente firmes. Así pues, es lógico pensar que la masonería no
esté de acuerdo con una globalización a gran escala. Cosa distinta es su esfuerzo en conseguir que los valores que la inspiran lleguen a ser
universales, pero la universalización de los valores no tiene nada que ver con
el dominio político global. La masonería como tal no está de acuerdo con una
centralización del poder. Quizás alguna logia, lo esté. Pero desde luego no los
principios masónicos. De todas formas, a la hora de hablar de centralismo,
tenemos que recordar la división que Tocqueville en su obra “La democracia en
América” trazaba entre centralismo político, con el cual se mostraba de acuerdo
porque facilitaba la organización de la defensa en caso de un ataque del
exterior y el centralismo administrativo hacia el que no se sentía
especialmente atraído por considerarlo innecesario.
Algo parecido, en mi opinión,
están intentando expresar los movimientos independentistas regionales actuales.
No se muestran contrarios a pertenecer a Europa y al Euro, pero sí a mantenerse
sujetos a la administración central de sus respectivas naciones. El sentimiento
de que están siendo sometidos por la Administración central es tan profundo que
ni siquiera el federalismo será capaz de superarlo. Tales movimientos se han
iniciado en España, en Inglaterra y en Bélgica pero no creo que tarden en
aparecer en otros lugares de Europa.
La crisis acelera tales
movimientos pero no los genera. Frente a la masonería, que protege a los
movimientos independentista se alza la Iglesia, la Protestante
radical, sobre todo, que los combate. Por independentistas y por masónicos, claro. Más aún
que la Católica, que en este momento prefiere centrarse en los temas
ideológicos antes que en los políticos.
En cualquier caso y le pese a
quien le pese, las pretensiones de independencia de algunas regiones de Europa
no hubiera debido tomarse tan a la ligera por sus respectivos gobiernos
centrales. Independencia sí o no, la falta de consideración y la miopía
política de los gobiernos centrales y de parte de la prensa que se empeña en
desacreditar sistemáticamente a sus líderes y a sus ideas va a recrudecer la
situación. No sería de extrañar que el movimiento independentista adopte
actitudes violentas.
Lo que a mi juicio hubiera debido
hacerse es considerar que la Nación como tal no existe. Es simplemente un
constructo que nace de la voluntad de una serie de ciudadanos. Existe mientras
dicha voluntad persiste y termina cuando tal voluntad desaparece.
Convocar y permitir la
celebración de un referendum no sólo es sensato sino indispensable aunque para
ello hubiera habido que llevar a cabo una reforma de la Constitución. Eso sí:
exigiendo no una mayoría simple sino una mayoría de dos tercios y una
participación de un 80%, a fin de que no quedara duda alguna acerca de la
voluntad popular. Decir 51% no es decir nada. Lo único que señala es que la
voluntad de los ciudadanos no es clara ni en uno ni en otro sentido y por tanto
pueden ser dirigidos con cierta facilidad en la dirección contraria. El miedo a
perder una parte del territorio nacional ha obligado a los gobiernos centrales
a endurecer sus posiciones nacionalistas. Lo cierto es que nada volverá a ser
como era antes.
Si los gobiernos centrales ganan, su victoria no tardará en revelarse como un grave error político que deberá subsanarse con un gran número de concesiones y sumas de dinero a dichas regiones o con severas represiones. Si los gobiernos centrales pierden, queda abierta la caja de Pandora. El movimiento independentista europeo se pondría automáticamente en marcha imparable. En cualquier caso ha quedado puesto de manifiesto que determinadas naciones no expresan el sentir de grandes partes de la población.
Si los gobiernos centrales ganan, su victoria no tardará en revelarse como un grave error político que deberá subsanarse con un gran número de concesiones y sumas de dinero a dichas regiones o con severas represiones. Si los gobiernos centrales pierden, queda abierta la caja de Pandora. El movimiento independentista europeo se pondría automáticamente en marcha imparable. En cualquier caso ha quedado puesto de manifiesto que determinadas naciones no expresan el sentir de grandes partes de la población.
Tanto si ganan como si pierden
los movimientos independentistas, las naciones han sufrido una grave herida.
Y pese a todo, no debe olvidarse
que la nación o expresa la voluntad del pueblo de permanecer en ella o se
convierte en una cárcel que cada vez exige más fuerzas de seguridad para
controlarla.
Mi perspectiva pues, es una Europa orientalizada, musulmana, de ideología
de extrema izquierda y fragmentada pero no, como aconsejaba Tocqueville, en el
aspecto administrativo sino en el político. No me extrañaría que el deseo de
contener la fragmentación administrativa provocase la contraria, o sea, la
política.
Los grandes perdedores de esta
nueva Europa serían la Masonería y la Iglesia Judeo-cristiana. Europa habría adquirido
una nueva identidad o –al menos- una nueva dimensión de su identidad y estas
dos corrientes, aun en el supuesto caso de que lograsen sobrevivir, serían
minoritarias.
¿Y Estados Unidos y Rusia?
Una parte de Estados Unidos, la
maniqueísta, sería feliz al ver al mundo nuevamente dividido en blanco y negro.
Otra parte, la liberal, se dedicaría a
organizar en la sombra en colaboración con grupos europeos a iniciar la
resistencia.
En cuanto a Rusia, si jugara bien
sus cartas podría convertirse en el nuevo corazón de la vieja y desaparecida
Europa. Pero tener las cartas no es lo mismo que saber jugar. Para conseguir
ganar sería necesario que resolviera los dos grandes problemas que la acucian:
la corrupción moral y la corrupción económica.
Cuando me refiero a la corrupción
moral no me refiero a las cuestiones del aborto y de la homosexualidad, que es
donde Putin quiere iniciar su particular limpieza. Cuando hablo de corrupción
económica no me refiero solo a los grandes mafiosos. Es sobre todo una cuestión
estructural la que ha de ser resuelta y no sé cómo lo que no ha podido ser
solucionado en siglos, ni siquiera con una revolución como la bolchevique, pueda ser solucionado en unas pocas
décadas.
Rusia debería preocuparse de
rebajar el consumo del alcohol y de la droga en la que gran parte del pueblo
ruso anda sumido y que sólo ofrece a la sociedad bebés con síndrome etílico,
dependientes de la droga desde su nacimiento y con sida. En segundo lugar, habría
de ser una sociedad trasparente en el que el cumplimiento de la ley fuera igual
y equitativa para todos. Los procesos kafkianas habrían de acabarse. El miedo a
expresar una opinión genera una sociedad obediente pero débil. La desconfianza
se apodera de cada resquicio de la sociedad y es justamente esa imposibilidad
de fiarse los unos de los otros lo que genera el aumento de la violencia, la
cólera y la agresividad tanto como la pasividad y la indolencia. Las relaciones
contractuales se hacen lentas y pesadas. El comercio sufre y se debilita.
Si Rusia fuera capaz de superar
todo esto, le esperarían grandes momentos. Es muy posible que el centro de la
Iglesia Católica se viera obligado a dirigirse hacia Moscú o hacia el continente
Latinoamericano. En cualquier caso, ambas regiones no van a tardar en
incrementar sus relaciones políticas y religiosas. Tal vez en Europa sea la
Iglesia ortodoxa - ¡quién lo iba a decir! - la que se convierta en el
estandarte y centro de la cristiandad. Y ello, justamente, porque Rusia, como
nunca participó en las Cruzadas, no le debe nada a Oriente. Su naturaleza
oriental le libera de la obligación de aceptar orientalizarse en virtud de su
pasado. Del mismo modo, justamente porque la Federación Rusa está compuesta también por
Estados con una mayoría de ciudadanos que profesa la religión musulmana, se ve
exenta de tener que aceptarla puesto que ya forma parte de ella. En este
sentido Rusia no representa el Principio de Identidad sino el Principio de
Contradicción, de la cual ella es la síntesis.
Sin embargo, si la población permanece sometida al miedo, al
silencio y a las injusticias, seguirá sus mismas costumbres y sólo una ferréa
militarización podrá canalizar su agresividad y su apatía.
Son las dos y dieciséis de la
mañana. Las disquisiciones nocturnas se han alargado más de lo que yo pensaba.
Algún que otro noctámbulo pasea por la calle. El mundo se opone con firmeza a
la globalización pero acepta una moneda virtual llamada bitcoin. Los escoceses
se enfrentan a una tarea terriblemente complicada. Se les ha ofrecido la
posibilidad de votar sobre su independencia a condición de que la respuesta sea
“no”. Será que “no”. Si un divorcio genera conflictos, imagínense un proceso de
independencia. El resto del mundo sigue con sus propios asuntos. Yo prefiero
ocuparme del mio propio: dormir. Como dice la canción el futuro me hará saber
qué será por más que, como dice el texto original inglés, el futuro no sea
nuestro para ver qué será, será.
Qué será, será...
Qué será, será....
Será lo que habrá de ser
Whatever will be, will be
El futuro te
hará saber
the future’s
not ours to see
Qué será, será..
Qué será, será....
Isabel Viñado Gascón
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