Tuesday, June 9, 2015

La magia del caos, el caos de la magia.

En realidad me había propuesto no volver a escribir. No merece la pena. No tiene sentido. Pero una tropieza con gentes, con libros y con sucesos que le instan, le obligan casi, a reemprender la tarea. Uno de esos libros son los “Discursi” de Maquiavelo que, para qué negarlo, me resultan mucho más brillantes que su archiconocido “El Príncipe” y lo primero que me asalta es la pregunta de por qué a pesar de ser conocidos, no se invita a su lectura;  por qué un profesor de politología y un político como es Pablo Iglesias, silencia a Maquiavelo, al que seguramente ha leído, y en vez de eso recomienda fehacientemente a sus estudiantes, y hasta regala al mismísimo Rey de España, - para que todos ellos, al parecer, aprendan estrategia política -,  una serie televisiva llamada “Juego de Tronos”, serie en la que no cesan de rodar cabezas y fluir sangre, al menos durante los únicos cinco minutos de mi vida en que le dediqué mi atención. Digo “cinco minutos”pero quizás fueron sólo tres. Los suficientes para comprender que se trataba de uno de esos mundos en los que o matas o te matan.

El mundo político y académico no recomienda encarecidamente ni los “Discursi” ni otras obras de calidad, cosa que deberían hacer – pero que no hacen - no se sabe muy bien si porque ellos mismos no llegan a mayores profundidades o porque están convencidos de que Fuenteovejuna es ignorante y no tiene ninguna intención de salir de su ignorancia o, peor aún, ninguna posibilidad porque su imbecilidad es congénita; o tal vez porque anclados en su populismo, en esa estúpida discriminación positiva de la que el pueblo es objeto y víctima a la vez y en la que se apoyan todos y cada uno de los populismos, sean del carácter que sean, para alcanzar el poder, prefieren recomendar a Fuenteovejuna lo que saben que a Fuenteovejuna no le supone ningún esfuerzo, en vez de animarla a lanzarse al conocimiento y a la reflexión, que es más trabajoso y exige una mayor concentración. Francamente, la franja que separa el método  tradicional usado por las diversas religiones, consistente en elaborar una lista de libros prohibidos y el nuevo método de nuestros días que silencia las obras clásicas e inteligentes a base de proponer otras alternativas que no son ni clásicas ni inteligentes, es una franja gris sumamente difícil de determinar.

Un lider salido de las Aulas Universitarias de la Facultad de Politología, que se jacta de que su curriculum rebosa matrículas de honor y lo único que se le ocurre es recomendar a su Rey y a su Pueblo... ¡Juego de Tronos!

Y lo peor: ni el Rey ni el Pueblo, cada cual por sus razones, lo envían al destierro.

Al rey le regalan “Juegos de Tronos”.

La reina, en la feria del Libro, adquiere, según el periódico “El Mundo”, “Ángeles fósiles”, de Alan Moore, adepto seguidor de la magia del caos.

En fin...

Créanme: apaguen la televisión, ignoren esos libros, rechacen todos aquellos análisis político-económico-sociológico-climático publicados en el momento oportuno, con los cuales sus autores sólo pretenden incrementar sus cuentas corrientes y no tardan en ser olvidados por superficiales en cuanto el momento ha pasado, dejen aparcados los tomos de “Juegos de Tronos” en las estanterías de las librerías y en vez de todo eso, disfruten de la lectura de los “Discursi” de Maquiavelo. 
Allí no se enseña a morir. Se enseña – y esto nunca viene mal – a dilucidar cómo mantenerse vivo. Para lograrlo, afirma Maquiavelo, no hay mejor maestra que la Historia, (la Historia del mundo y no la Historia de Juegos de Tronos),  siempre y cuando se la sepa considerar adecuadamente y no simplemente como una sucesión de hechos susceptibles únicamente de ser admirados.

No creo que mis palabras sean atendidas. La sociedad en la que vivo descansa en dos columnas. La primera es la teoría virtual, o sea, la identidad entre lo que parece y lo que es. La segunda, es la Filosofía del Caos, según la cual, las combinaciones desordenadas y no pretendidas de unos elementos con otros termina originando sistemas altamente inteligentes.

Lo que ambas columnas sostienen no es ni más ni menos que la ideología del Pensamiento Positivo. Según dicha ideología, cada uno de nosotros puede llegar a ser cualquier cosa que se proponga. Ésto, que en un principio no parece perjudicial, más bien todo lo contrario,  se convierte, sin embargo, en un grave problema en el momento en que creemos, o se nos hace creer, que el pensamiento positivo sustituye al esfuerzo personal, en vez de sostenerlo. De repente el pensamiento positivo deja de ser un apoyo para convertirse en una poción mágica gracias a la cual cualquiera puede crear  el mundo que  más se ajuste a sus intereses, construir una realidad puede ser lo que él desee: pintor, matemático e incluso mago. Ya no es la lucha entre la verdad y la mentira sino la confrontación entre tu mundo y el mío, entre tu palabra y la mía, entre tu visión y mi visión.
Al fin y al cabo, todo es un juego ¿recuerdan? 

Es por esto mismo por lo que para practicar la magia ya no hace falta estudiar alquimia, química, tratados de hierbas y fitoterapia; ya no hace falta aprender de memoria largos y complicados conjuros, ya no es necesario ascender lenta y esforzadamente los peldaños de la escalera, ni abrir pesadas puertas que conducen a cámaras en las que los aprendices han de superar pruebas en las que han de  afanarse, sobre todo, en distinguir, la verdad de la mentira, lo que es de lo que parece. Nada de esto importa ya. Goethe escribió un poema titulado “el aprendiz de brujo”, en el que advertía de los peligros que entrañaba el jugar a ser mago sin estar adecuadamente preparado para ello. “La pequeña brujita”, el personaje de un libro de Otfried Preußler, consigue salvarse en la reunión de las viejas brujas durante la noche de Walpurgisnacht gracias a que ha estado aprendiendo firmemente su libro de embrujos.

Esos, claro, eran otros tiempos. Lo que ahora se lleva es la “Magia del Caos”. Nada de aprendices y maestros, nada de esfuerzo. Visualizar – por resumirlo en una palabra- es lo importante; concentrarse en un punto sin más. Nada de esquemas ni de estructuras, nada de perder el sueño con largos y difíciles aprendizajes. “Homemade Pasta”, ya saben, aquélla entrada de hace unas semanas en este mismo Blog: cualquiera puede fácilmente convertirse en un cocinero, en un artesano o en un músico.

En este edificio de espejismos, la irracionalidad es el friso.

¿Comprenden ahora porque una y otra vez me digo y me repito que no voy a volver a escribir ni un sólo comentario?

Isabel Viñado Gascón



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