La amonestación que hace dos días lanzaron los Estados Unidos a los soldados del ejército iraquí recriminándoles sus pocas ganas de luchar me parece del todo inaceptable. Esos hombres a los que pública y notoriamente se les recrimina su cobardía llevan más de veinticinco años involucrados en una lucha que en muy pocos momentos han podido considerar "suya". Tan pronto eran "los malos", como "los sometidos", como "los liberados", como "los rebeldes". Esos soldados han visto morir a sus padres y abuelos, han visto morir a sus amigos, a sus hijos y, francamente, lo que los unos y los otros y los del más aquí y los del más allá hagan, les resulta indiferente. Han visto cómo caían derrocados regímenes totalitarios y cómo los que les sucedieron no fueron mejores. No tienen ganas de luchar por nada y mucho menos por nadie. Los intereses por los que se supone que esta vez tendrían que morir no son sus intereses. Su único interés radica en seguir vivos y si tienen que dejar pasar al ejército cortacabezas para no perder la suya le dejarán pasar. En realidad, a estas alturas, dejarán pasar a cualquiera que llame a su puerta. A esto unos le llaman cobardía. Otros, le llaman sensatez. El papel que han jugado los Estados Unidos en la guerra del Golfo ha sido cuestionado por casi todos, y eso incluye a los países aliados; imagínense ustedes qué no habrá sido dicho y pensado en el propio Irak.
¿A quién le preocupa realmente el bienestar del pueblo iraquí?
¿A quién le preocupa otra cosa que no sea su propio interés?
Los grupos de soldados chiitas que tan eficazmente están luchando tienen un interés: anexionarse una parte del Irak, cuanto más mejor. Los grupos iraquíes luchan contra el IS porque los Estados Unidos así lo han determinado. Se trata de estabilizar la zona. "Qué estabilización", se deben preguntar los soldados iraquíes, "en una zona en la que nunca la ha habido". Arabia Saudí, por su parte, apoya a los Estados Unidos no por amiga sino porque la unión hace la fuerza y ella está bastante interesada en mantener el Poder que detenta. Turquía tiene sus propias intenciones y es un colaborador un tanto misterioso: si bien su colaboración con el Occidente le reporta grandes beneficios, no está dispuesta en modo absoluto a permitir el establecimiento de un Estado Kurdo. Y en lo que a los kurdos se refiere, han sido puestos por los Estados Unidos como ejemplo de valentía olvidando con ello, o queriendo olvidar, que la lucha de los Kurdos sirve, sobre todo, a conseguir el objetivo por el que desde hace tanto tiempo luchan: un Estado Kurdo que Turquía nunca aceptará libremente.
Lo hemos dicho desde el principio: en esta guerra los aliados de los Estados Unidos no son aliados ni de los Estados Unidos ni del Occidente; ni siquiera son aliados entre sí. En realidad la alianza contra el IS la conforman países que luchan juntos para defender sus propios intereses económicos y políticos. Con los americanos no les une ni siquiera el sentimiento de la simpatía y si estuvieran seguros de que ayudar a los extremistas les permitiría seguir en el poder, más de uno de ellos se mostraría bastante dispuesto a colaborar para que el Imperio saliera derrotado.
El problema es que no pueden confiar en el IS.
El IS en su radicalidad quiere transformar el mundo espiritual y políticamente y por tanto no está dispuesto a acatar las órdenes de gobiernos de la zona que ellos consideran decadentes y corruptos, y que no han observado las leyes del islam adecuadamente.El IS es antioccidental, anticristiano, sí. Pero el IS es también el movimiento "anticorrupción" de la zona. Ése justamente es uno de los elementos que los periódicos occidentales desatienden. La reiterada pregunta de por qué tantos jóvenes están dispuestos a abandonar a sus familias y una vida en la que las necesidades materiales están más o menos cubiertas, se responde atendiendo a los crímenes y vejaciones que cometen. Esta respuesta es aceptada por los espectadores del sillón que, con "!qué monstruosidad!" por comentario, vuelven a cambiar de canal.
Pero no es válida. Los jóvenes no se van para asesinar así sin más. No es una banda de psicópatas los que se están yendo y los que se quieren ir. Los jóvenes se van para buscar la regeneración moral y espiritual que su sociedad no tiene.
Están equivocados, sí. La renovación moral de un individuo nunca está fuera de él. Nunca son los otros los que pueden conseguirlo, es cierto. El joven también lo sabe. Pero el joven es idealista y cree en su cambio y en el cambio de los otros y a partir de ese cambio y de esa unión de los regenerados, en una transformación del grupo. El joven cree que es posible una reforma espiritual del mundo. Acepta la necesidad de la violencia para "limpiar" el mundo. Lo que buscan esos jóvenes es transformación espiritual. Y esta búsqueda es algo que no debería infravalorarse, porque esa búsqueda, al contrario de otras, está llevada por una Fe Viva. Éste, éste es el verdadero problema al que hay que enfrentarse. Los jóvenes no van atraídos por la violencia sino por la transformación espiritual que creen que se va a producir y en la que desean tomar parte. Que ese deseo de colaborar en dicha transformación viene reforzada e incluso producida por el miedo al futuro, por la inseguridad laboral y por el odio a los valores occidentales, es total y absolutamente cierto. Que esos jóvenes están equivocados, también.
Pero repito: no estaría de más dedicarse a pensar en el tema de la renovación espiritual, de la Fe en cambiar el mundo y en crear sociedades de hombres santos y libres por aquello de que la Fe hace libre, por mucho que a más de uno le parezca un asunto baladí, apto únicamente para ingenuos. Los jóvenes que van son ingenuos y en su ingenuidad creen y en su creencia luchan y matan. Esto es algo que, repito, no hay que olvidar si se quiere entender el problema en su justa medida en vez de conformarse con respuestas cada vez más simples y más asombrosas por incomprensibles.
Pero repito: no estaría de más dedicarse a pensar en el tema de la renovación espiritual, de la Fe en cambiar el mundo y en crear sociedades de hombres santos y libres por aquello de que la Fe hace libre, por mucho que a más de uno le parezca un asunto baladí, apto únicamente para ingenuos. Los jóvenes que van son ingenuos y en su ingenuidad creen y en su creencia luchan y matan. Esto es algo que, repito, no hay que olvidar si se quiere entender el problema en su justa medida en vez de conformarse con respuestas cada vez más simples y más asombrosas por incomprensibles.
El IS tiene un brazo militar, sí; pero también tiene un brazo político y una cabeza económica, amén de piernas informáticas. Mientras un brazo se dedica a perpetrar crímenes inenarrarables, los otros se reúnen para planificar las fases posteriores. No olvidemos que ya están en la segunda fase y al paso que van no tardarán en alcanzar la tercera. Su territorio se expande, sus aliados crecen no sólo en esa zona; también en África. Los enemigos están debilitados, exhaustos y divididos. Se habla del ejército iraquí, pero el ejército sirio no tardará -suponiendo que no lo esté ya- en encontrarse en sus mismas circunstancias. Los sirios hoy buscan refugio en Europa, es muy posible que mañana la busquen en el IS, con el que a fin de cuentas comparten la misma cultura y la misma religión, aunque entendidas de forma distinta.
Los que no tardarán en entrar dentro de poco en acción son los grupos religiosos occidentales. El problema al que éstos se enfrentan es, sobre todo, de orden interno. La Iglesia cristiana está debilitada y muy pocos fieles están llevados de una Fe viva.
Si Occidente quiere sobrevivir y vivir necesita apoyarse en una Fe Viva, una Fe que le permita sostener su existencia y luchar por ella. El laicismo ha perdido la guerra. La mujer ha perdido la guerra. Los valores de pluralidad, tolerancia, solidaridad, van palideciendo a medida que la crisis económica amenaza el Estado de Bienestar, por mucho que no dejen de repetirse una y otra y otra vez.
El problema, más bien la tragedia, es que la pluralidad de valores y el escepticismo de los últimos tiempos han determinado que ningún valor, ninguna virtud, nos parezca demasiado importante, ya no digo para morir, ni siquiera para vivir con ella, no vaya a ser que seamos tachados de "serios", de "dogmáticos" y de "soberbios".
El problema, más bien la tragedia, es que la pluralidad de valores y el escepticismo de los últimos tiempos han determinado que ningún valor, ninguna virtud, nos parezca demasiado importante, ya no digo para morir, ni siquiera para vivir con ella, no vaya a ser que seamos tachados de "serios", de "dogmáticos" y de "soberbios".
¿Qué valor ha quedado al final en Occidente?
- El dictamen de la Opinión Pública.
¿Dónde están los virtuosos de Occidente?
En sus casas, meditando, haciendo oración, leyendo, reflexionando.
Igual que en estos momentos está haciendo Benedicto XVI.
Afuera llueve y hay demasiado ruido.
Isabel Viñado Gascón
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