Noticia 1
Recogida en EL PERIÓDICO.es. Política. 23/06/2014
LUIS GIMÉNEZ
SAN MIGUEL Madrid 23/06/2014 11:58
Actualizado: 23/06/2014 17:03
Recogida en: EL CORREO. com POLITICA
EUROPA PRESS | MADRID 23 junio 201411:24
El eurodiputado y líder de
Podemos, Pablo Iglesias, ha sido increpado este lunes durante un desayuno
informativo en el Hotel Ritz de Madrid por un español que residió en Venezuela
y que ha interrumpido el acto para preguntar al politólogo si asesoró al
Gobierno venezolano en la "represión" contra su hija.
"Mi esposa no puede
comprar papel higiénico ni comida ¿Ha asesorado al Gobierno de Venezuela en
eso?", ha denunciado a gritos Alberto Casillas, que se hizo conocido en
España el 25 de septiembre de 2012, cuando impidió a los antidisturbios entrar
en un bar a detener manifestantes.
En respuesta, Iglesias ha
asegurado que "jamás" ha asesorado "para que repriman a nadie ni
para que golpeen a nadie". "No he asesorado para que dejen a nadie en
una situación económica difícil ni para que muerdan el cuello a los niños y le
saquen la sangre", ha manifestado.
"En América Latina en los
últimos años han pasado cosas muy interesantes, y se puede debatir con
argumentos, pero desde la amenaza, desde el grito y desde la crispación es muy
difícil discutir. Estaré encantado de discutir de cualquier tema con cualquier
persona", ha apostillado.
Asimismo, Iglesias ha asegurado
que la intervención del hombre que ha criticado su relación con Venezuela es
"sintomática del miedo que tienen los que no se atreven a discutir con
prudencia y buenas formas y con argumentos".
Comentario
Hace años, en mis tiempos de estudiante, conocí a un tipo curioso. Era
inteligente pero sobre todo era divertido. Las personas que reúnen estas dos
cualidades no abundan y llaman siempre la atención. Sus modales eran rudos y su
apariencia imitaba a la de esos pueblerinos que sólo se ven en el cine, en las
películas de Paco Soria. Lejos de querer ocultar dichos aspectos o tan siquiera
pulirlos, los cuidaba con esmero a fin de que pudieran desarrollarse y
mostrarse adecuadamente. Uno no sabía muy bien de dónde había podido salir
aquél hombre que se comportaba con una campechanía que ya no existía ni en las
tabernas del pueblo y que quizás no hubiera existido nunca. Lo que más nos
asombraba, de todas formas, es que aquella campechanía era contagiosa y hacía
que nos sintiéramos partícipes de un grupo, de una colectividad. Nos hacía
sentirnos “pueblo” en el mejor sentido de la palabra. Aquél chico estudiaba
Filosofía y votaba al partido comunista.
En fin, gracias a su buen talante, a sus graciosos aunque lerdos ademanes y
a su soltura en el habla, le elegimos como Delegado de Facultad.
A partir de ese momento, nuestro buen amigo cambió su carácter. Se
convirtió en un ser desconfiado. Su campechanía era hiriente e insultante. Controlaba la información que entraba como si
de actas secretas se tratara. Se rodeó de un grupo de “leales” y se atrincheró
en el despacho del Delegado quejándose, eso sí, del poco tiempo que le restaba
para estudiar.
Tal vez por esto, tal vez no, empezó a preocuparse por la calidad de
enseñanza. Los otros Delegados de Facultades, también lo hicieron. En aquél
tiempo todavía éramos tan inocentes que estábamos convencidos de que la calidad
de enseñanza puede venir desde fuera y automáticamente y no con nuestro trabajo
y esfuerzo personal. Se convocaron unas cuantas manifestaciones y unas cuantas
revueltas. Ya en aquél tiempo la política me resultaba una “cosa” extraña.
Escribo “cosa” y no “asunto”, porque como “asunto” me resultaba francamente interesante pero como “cosa real”,
sumamente complicada. La “cosa” política estaba hecha de un material muy
maleable que se dejaba fácilmente dar forma por las ambiciones de cada uno que
la tocaba. Pero ¿quién puede escapar a su poder de atracción? En sus
conversaciones, aquél “revolucionario comunista y ateo”, sacaba siempre a
relucir la palabra Dios. Estaba convencido de que había una serie de individuos
–los que disfrutaban de ventajas económicas- que necesariamente creían en Dios. Él, explicaba, estaba estudiando no
gracias a Dios sino a una beca. Por
consiguiente tenía que luchar.
Y luchó. Vaya que si luchó. Consiguió lo que nadie había conseguido y lo
que después de él nadie pudo mantener: ser Vicedecano de la Facultad de
Filosofía, en calidad de estudiante. Con sueldo, claro. De todos sus
compañeros, él fue el primero que tuvo un coche. Huelga decir, que conforme
“ascendía” social y económicamente, también ascendía la escala social a la que
pertenecían sus novias. ¡Ah! ¡el amor!
Esta anécdota me sirvió para comprender varias cosas.
Una: es cierto que hay muchas injusticias sociales y económicas. En dicho tiempo, el
paro en el campo había reforzado el caciquismo ya existente. La maquinaria
hacía prácticamente innecesario el trabajo humano y los jornaleros habían de
avenirse a las condiciones que fijaran los señoritos para que éstos les firmaran
el número de jornadas necesarias para cobrar el paro, a pesar de no haber trabajado dichas jornadas.
Dos:
no se puede otorgar el Poder Político al que denuncia esas injusticias sino al
que realmente las combate.
Tres: Es
cierto que cierto que muchos individuos que tienden a creer en un Ser
espiritual y perfecto que recompensará en el más allá lo que no se ha podido
conseguir “en el más acá”, disponen de abultadas cuentas bancarias. Pero no es
cierto que el axioma Dios sea el único axioma que garantice el éxito económico.
“Donde no veas a Dios, pon al Estado”, hubiera sido seguramente la frase con
que Groucho Marx hubiera resumido las ideas bolcheviques.
Cuarto: Justamente por aquello de que el Estado (entendiendo por
tal: el “Estado Gubernamental”) está en el “más acá” y no en el “más allá”,
resulta más peligroso que Dios y el castigo eterno pero también es verdad que recompensa más
rápido.
Quinto: el panteísmo en
religión es una herejía. En la “cosa” política, también. Dios está presente en
nuestras vidas, pero no somos Dios. El Estado gubernamental está presente en
nuestras vidas pero no somos el Estado Gubernamental. Somos el pueblo de Dios y
somos el pueblo del Estado Gubernamental. La diferencia entre Dios y el Estado
Gubernamental descansa en el hecho de que a Dios no se le puede matar. A decir
de Nietzsche, simplemente ha muerto. En el
Estado Gubernamental, en cambio, las cabezas ruedan. El mayor éxito: el de
sobrevivir, depende de mantener la justa distancia. En esto, ha de considerarse
a Joseph Fouché maestro de maestros.
No he vuelto a ver a aquél revolucionario en mi vida. He de confesar, no
obstante, que el legado que me dejó supera con creces a lo que los
bienintencionados libros sobre teorías políticas me han proporcionado después.
Nada mejor para formarse en el “arte de la vida” que adentrarse en el “arte de la “cosa”
política”.
Ahora, aparece un nuevo partido: “Podemos”, que trae a todos de cabeza. Y
yo – que me asombro fácilmente- vuelvo, claro a asombrarme de que ese partido
les traiga de cabeza. No consigo explicármelo ¿Qué es lo que les desconcierta?
¿Por qué lo llaman “fenómeno? ¿Por qué se comportan todos como gallinas en un
gallinero en el que acaba de entrar un zorro? ¿Qué esperaban?
Por si no lo saben la situación es la siguiente: El paro ha aumentado hasta
llegar a cifras que traspasan lo humanamente admisible. Muchas familias no
tienen con qué pagar las facturas. La mayor parte de los jóvenes han estudiado
tradicionalmente sin saber por qué pero creyendo que sabían el para qué. Ahora
no saben ni lo uno ni lo otro. España, en la social Europa, se está
convirtiendo en un país dividido entre enseñanza pública y enseñanza privada;
entre sanidad pública y sanidad privada. Entre los que pueden permitirse viajes
de fin de semana de lujo y los que tienen que seguir viviendo con sus padres
aunque tengan cincuenta años porque les cogió la crisis de paro de los años
ochenta, noventa, trabajaron cuatro o cinco años y han vuelto a ser arrasados
por la actual. La corrupción de las costumbres corre pareja a la inseguridad económica y a la corrupción
política. Sólo unos cuantos pueden permitirse el lujo de pensar en crear una
familia. Decidirse a tener hijos exige una valentía mayor que la de India Jones
en cualquiera de sus películas, sobre todo porque exige una valentía real y no
sólo cinematográfica. En fin ¿para qué
seguir? ¿Se debería crear una renta básica? Se debería, sí. Se debería. No,
como dicen algunos, para tener una excusa para no trabajar sino para sobrevivir
cuando no se tiene la posibilidad de hacerlo. Pero ¿qué ser en su sano juicio
es capaz de estar sin hacer nada durante todo el día años enteros? ¡Ni que se
fuera monos en un zoo! Es cierto, hay seres que son incapaces de trabajar. Pero
esos son incapaces de hacerlo incluso cuando hay trabajo. A tomar la parte por
el todo, se le llama metonimia. La metonimia es un recurso literario y como tal
ha de seguir siendo considerada. A lo que hay que oponerse no es a la
introducción de una renta básica, sino a la corrupción. Lo que hay que introducir
son controles férreos y eficaces, en los que todos colaboremos.
“A grandes males, grandes remedios.”
Eso son los hechos. Que aparezca un partido como “Podemos” no es un
fenómeno. Es lo lógico. Lo necesario, incluso. Después de tantas mentiras, de tantos
escándalos de uno y otro lado, de tanto orgullo soez, de tanta arrogancia
vacía, era lo mínimo, lo mínimo, que podía surgir. El problema es que
lamentablemente la estructura con la “Podemos” ha nacido le va a impedir
solucionar absolutamente todos y cada uno de los puntos que ellos pretenden resolver. “Podemos” corre el
peligro de que le pase lo que a aquél estudiante: que empiece con chamarra de
cuero negra y termine con coche nuevo para él solito. No es el único caso que
conocemos.
El primer inconveniente que “Podemos” presenta es, aunque suene redundante,
el liderazgo del líder. No hay más cabeza visible que Pablo Iglesias, amén de
un tal Juan Carlos Monedero, que es su acompañante. En cada rueda de prensa, en cada
programa de televisión el único adalid es el señor Iglesias. Para cualquier
institución esto constituye un grave problema. En una sociedad industrial como
la nuestra, lo importante no es el individuo, sino la institución. Es necesario
que el individuo funcione bien para que la institución lo haga, pero también es
importante que ese individuo pueda ser sustituible sin que su cambio suponga
una gran conmoción en el sistema. Si dicho individuo no es sustituible sin que
al mismo tiempo las estructuras se vengan abajo, es que ese individuo es
“Dios”- lo cual nos sume en graves diatribas.
El segundo obstáculo es el discurso. Y esto de una doble forma. Por un lado
utilizan el discurso religioso, que digan ellos lo que digan, es siempre
maniqueo y se caracteriza por ese empeño en dividir a la sociedad en
“buenos” y “malos”. “Buenos” , dicen, somos
nosotros y los que piensan como nosotros. Si son de los nuestros pero piensan
de forma distinta es que andan “despistados”, “equivocados”, en periodo de
“reflexión”, en crisis… Pero recapacitarán, aseguran. Recapacitarán por la cuenta que les
trae. Si no, pasarán al bando de los otros. O sea, al bando de los “Malos” que,
como su propio nombre indica, son los que piensan de forma contraria a los "Buenos".
Lo curioso del caso es que una estrategia tan traída y llevada como ésta, sigue funcionando incluso en nuestros tiempos. El haber
englobado a los otros, a los "malos", bajo el concepto de “casta” ha
impresionado tanto a los aludidos que, en efecto, se lo han creído y ahora deambulan todos
ellos callados, sumidos como están en su sentimiento de culpabilidad. No digo
que sin razón pero meter a socialistas y a conservadores en el mismo cesto,
resulta cuando menos, asombroso. Compartir la misma opinión en algunos temas no
les convierte en clones. “Podemos” ha demostrado que hay tácticas que nunca envejecen. Y así más de un socialista de pro se está cuestionando el hecho de ir
a engrosar sus listas de afiliados para estar nuevamente con los “buenos”
Este aspecto religioso del discurso se refuerza con otro elemento que tiene, ya lo hemos dicho,
muy poco de panteísmo y mucho de deísmo . La religiosidad de “Podemos” es, desde luego, deísta y bien deísta. Ese elemento es la
Redención. “Podemos” redime al Pueblo de todas sus culpas. El Pueblo no es
culpable. Es víctima. No es culpable de haber elegido a los corruptos, sabiendo
que eran corruptos. No es culpable de haber participado en los beneficios de la
corrupción hasta donde su posición y su puesto se lo permitían. El pueblo no es
culpable. El pueblo permanece fuera de “Dios” . El pueblo puede estar tranquilo: es “Dios” quien le redime.
¿Cuándo deja de ser religioso el discurso de “Podemos” y se convierte en político?
Cuando en vez de utilizar el
término “Dios”, emplea el de:“Estado Gubernamental”. No es Dios el que redime sino el
“Estado Gubernamental”, o sea, Pablo Iglesias. En ese momento, el discurso, como digo, deja de ser
religioso para convertirse en un discurso científico, en tanto que
racional.
En efecto, a partir de ahí el discurso es
( o al menos lo pretende) sumamente racional y dialéctico, al estilo de
la racionalidad y dialéctica del comunismo clásico; Pero al igual que el
comunismo clásico en la práctica termina cayendo inevitablemente en el discurso bolchevique. Su
insulto, dicen ellos, no es insulto. Es la verdad. (¿Qué es la verdad?,
preguntó consternado Pilatos.) En cambio, el
insulto con que los otros les contraatacan es falta de formas y de prudencia. Carencia de argumentos, sentencian sin levantar la ceja. La indignación
ciudadana en forma de violencia callejera es legítima y se atiene al derecho de
expresión libre de los ciudadanos, repiten. La actuación de la policía es calificada por ellos de
tirana, dictatorial y carente de medida. Si entra un camarero en el Ritz e
indignado en su indignación se dirige al señor Pablo Iglesias, que nunca dice
una palabra más alta que la otra, ni siquiera cuando insulta, éste, el señor Iglesias se mantiene
silencioso. ¿Qué digo “silencioso”? ¡Imperturbable! es la palabra. Y espera,
con una cara extraña, con una mirada fría e insensible que él cree serena, hasta que los de seguridad
se lleven a ese que ha osado interrumpir su discurso para contestarle. Contesta cuando el intruso ya no puede escuchar su respuesta. No importa. Tampoco es una respuesta. Es simplemente una excusa -que él denomina explicación - para que se comprenda su silencio. Pablo Iglesias, dice Pablo Iglesias, discute con argumentos pero no con amenazas. ¿Y entonces por qué su análisis de
los disturbios de hace unos meses fue como fue? ¡Viva Zapata! (Pero que viva
sólo cuando yo lo diga)
“Podemos” o “Pablo Iglesias” va al
Ritz y suelta un discurso en el que se ríe de aquéllos que creen que va a ir al
Ritz a quitarles a los poderoso sus relojes y sus joyas. ¿Ah no? ¿Entonces a
qué ha ido? ¡Qué cosas! ¿No es Robin Hood? ¡Y nosotros sin saberlo!
Un discurso comunista y racional hubiera comenzando diciendo lo que Pablo
Iglesias dijo: ‘Muchos me imaginarían entrando en este hotel con militares
mandando expropiar el visón de las señoras y los relojes de los caballeros”.
Pero desde luego, nunca ¡NUNCA! lo hubiera dicho en plan irónico y en tono
jocoso, como él lo dijo. Un discurso comunista, racional y coherente hubiera empezado así y
hubiera terminado afirmando seria, muy seriamente: “Hoy todavía no puedo hacerlo. No somos bastantes.
Pero vengo a advertirles de que mañana lo seremos. Da igual dónde escondan
ustedes sus objetos de valor. Da igual dónde ustedes se escondan, de todas
formas les encontraremos. Ustedes igual que sus pertenencias volverán al
Pueblo". Y si se hubiera atrevido a ser radicalmente sincero hubiera añadido:
"Ustedes volverán al Pueblo. Sus pertenencias pasaran al “Estado Gubernamental”.
Y quiero dejar claro que con esto no estoy aludiendo a mis propias
convicciones políticas sino a la ruptura de coherencia en un determinado discurso político que se las da de racional. ¿O es que era otro el discurso y no lo habíamos comprendido bien?
Una de dos. O no ha sido sincero y
se ha presentado con piel de cordero en el Ritz igual que otros se
presentan con su visón - lo cual, en Junio y en Madrid me parece un poco
exagerado – o ha sido sincero y en primer lugar, no tiene ninguna intención de
expropiar nada a nadie, mucho menos el visón y los relojes de oro, y en segundo
lugar, sólo habla con los camareros que no le insultan, que no le increpan con
amenazas, con los camareros que sólo insultan a otros e increpan a otros. Hay
una tercera posibilidad: la de que cuando niega que vaya a “expropiar con
militares” no se refiera a “expropiar” sino a hacerlo con “militares”. Oh, oh ¡la
revolución! ¿Qué revolución? ¡Ah! ¡ya sé! : "Rebelión en la Granja", de George Orwell.
O sea, la de siempre. Camareros luchando contra camareros. Militares luchando
contra milicianos. Y él, Pablo Iglesias, tranquilo, imperturbable, sereno. Tal vez un poco
consternado ante las malas maneras de algunos - de los otros - que no son capaces
de argumentar con prudencia y guardando las formas.
No. No “Podemos”. Los empresarios muestran escrúpulos por su estatus social
y sus riquezas e invitan a Pablo Iglesias al Ritz. Pablo Iglesias siente
escrúpulos ante sus ideales revolucionarios y se ríe de aquello que le imaginan
entrando en el Ritz con militares a expropiar los objetos de valor de los allí
presentes, de un modo y una forma en la que el término “expropiar” suena a
“robar”. De repente todos forman un grupo divertido y ameno. Decir los precios de las habitaciones del hotel Ritz, recordar que el pasar una noche cuesta lo que muchos ciudadanos cobran al mes, no es decir nada nuevo. Nada que no se supiera. Hacer una historia de la crisis desde una determinada perspectiva, tampoco. Pablo Iglesias ha ido al Ritz a lo de siempre: a redimir. Pablo Iglesias ha redimido al pueblo y ahora acude a ese hotel de lujo a redimir a los empresarios españoles. Ha ido a decirles que la culpa de la crisis no la tienen ellos sino Wall Street, Merkel, Bruselas, el Fondo Monetario Internacional. O sea, los otros, los extranjeros. A partir de ahí: Santiago y cierra España. Pablo Iglesias es un patriota. Y su facilidad para adaptarse al medio, sin duda envidiable. Vaya donde vaya lo primero que reconoce que es un honor para él estar allí y luego redime. Redime al pueblo en los medios de comunicación,a los independentistas radicales vascos - por llamarlos de alguna manera - en su taberna, a los empresarios en su Ritz (Aunque luego, ante las críticas de los periodistas por tantas redenciones, distinga entre pueblo de su situación socioeconómica y lúmpenes, entre apoyo al terrorismo y análisis político, afirme que él habla con todos y va allí donde le invitan y llame mentiroso y miserable a todo el que le lleve la contraria.) Pablo Iglesias se siente honrado de hablar con todos en cualquier sitio, aunque sea en el infierno, o sea, en el Ritz. La armonía la
rompe aquél burdo camarero, que no es de su clase, que no guarda la forma, ni
la prudencia, ni la compostura. Y unos y otros coinciden en que a ese camarero hay que echarlo
de allí, sin ni siquiera interesarse de si dice la verdad o es un farsante. ¡Camarero! ¡Una mosca en la sopa! ¡Pero si el camarero es la mosca! ¡Qué falta de prudencia! ¡Qué insensato!
No. No ‘Podemos."
Yo sigo echando de menos a aquél Luis XIV majestuoso y brillante como el
mismo Sol que, a pesar de admitir que era Rey por “la Gracia de Dios”,
en un alarde de insuperable honestidad, jamás después igualada, no dudó en asegurarse el trono a diestras y siniestras afirmando,
para que no le cupiera a nadie la menor duda:
“El Estado soy yo”
Isabel Viñado Gascón.