Friday, June 27, 2014

¿”Podemos”? No. No “Podemos”. Luis XIV sí podía.


Noticia 1

Recogida en EL PERIÓDICO.es. Política. 23/06/2014
"Muchos me imaginarían entrando en este hotel con militares mandando expropiar el visón de las señoras y los relojes de los caballeros", dice el eurodiputado de Podemos en una conferencia celebrada en el lujoso hotel madrileño.
LUIS GIMÉNEZ SAN MIGUEL Madrid 23/06/2014 11:58 Actualizado: 23/06/2014 17:03

Noticia 2

Recogida en: EL CORREO. com  POLITICA

EUROPA PRESS | MADRID  23 junio 201411:24

El eurodiputado y líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha sido increpado este lunes durante un desayuno informativo en el Hotel Ritz de Madrid por un español que residió en Venezuela y que ha interrumpido el acto para preguntar al politólogo si asesoró al Gobierno venezolano en la "represión" contra su hija.

"Mi esposa no puede comprar papel higiénico ni comida ¿Ha asesorado al Gobierno de Venezuela en eso?", ha denunciado a gritos Alberto Casillas, que se hizo conocido en España el 25 de septiembre de 2012, cuando impidió a los antidisturbios entrar en un bar a detener manifestantes.

En respuesta, Iglesias ha asegurado que "jamás" ha asesorado "para que repriman a nadie ni para que golpeen a nadie". "No he asesorado para que dejen a nadie en una situación económica difícil ni para que muerdan el cuello a los niños y le saquen la sangre", ha manifestado.

"En América Latina en los últimos años han pasado cosas muy interesantes, y se puede debatir con argumentos, pero desde la amenaza, desde el grito y desde la crispación es muy difícil discutir. Estaré encantado de discutir de cualquier tema con cualquier persona", ha apostillado.

Asimismo, Iglesias ha asegurado que la intervención del hombre que ha criticado su relación con Venezuela es "sintomática del miedo que tienen los que no se atreven a discutir con prudencia y buenas formas y con argumentos".


Comentario

Hace años, en mis tiempos de estudiante, conocí a un tipo curioso. Era inteligente pero sobre todo era divertido. Las personas que reúnen estas dos cualidades no abundan y llaman siempre la atención. Sus modales eran rudos y su apariencia imitaba a la de esos pueblerinos que sólo se ven en el cine, en las películas de Paco Soria. Lejos de querer ocultar dichos aspectos o tan siquiera pulirlos, los cuidaba con esmero a fin de que pudieran desarrollarse y mostrarse adecuadamente. Uno no sabía muy bien de dónde había podido salir aquél hombre que se comportaba con una campechanía que ya no existía ni en las tabernas del pueblo y que quizás no hubiera existido nunca. Lo que más nos asombraba, de todas formas, es que aquella campechanía era contagiosa y hacía que nos sintiéramos partícipes de un grupo, de una colectividad. Nos hacía sentirnos “pueblo” en el mejor sentido de la palabra. Aquél chico estudiaba Filosofía y votaba al partido comunista.

En fin, gracias a su buen talante, a sus graciosos aunque lerdos ademanes y a su soltura en el habla, le elegimos como Delegado de Facultad.

A partir de ese momento, nuestro buen amigo cambió su carácter. Se convirtió en un ser desconfiado. Su campechanía era hiriente e insultante.  Controlaba la información que entraba como si de actas secretas se tratara. Se rodeó de un grupo de “leales” y se atrincheró en el despacho del Delegado quejándose, eso sí, del poco tiempo que le restaba para estudiar.

Tal vez por esto, tal vez no, empezó a preocuparse por la calidad de enseñanza. Los otros Delegados de Facultades, también lo hicieron. En aquél tiempo todavía éramos tan inocentes que estábamos convencidos de que la calidad de enseñanza puede venir desde fuera y automáticamente y no con nuestro trabajo y esfuerzo personal. Se convocaron unas cuantas manifestaciones y unas cuantas revueltas. Ya en aquél tiempo la política me resultaba una “cosa” extraña. Escribo “cosa” y no “asunto”, porque como “asunto” me resultaba  francamente interesante pero como “cosa real”, sumamente complicada. La “cosa” política estaba hecha de un material muy maleable que se dejaba fácilmente dar forma por las ambiciones de cada uno que la tocaba. Pero ¿quién puede escapar a su poder de atracción? En sus conversaciones, aquél “revolucionario comunista y ateo”, sacaba siempre a relucir la palabra Dios. Estaba convencido de que había una serie de individuos –los que disfrutaban de ventajas económicas- que necesariamente creían en Dios. Él, explicaba, estaba estudiando no gracias a Dios sino a una beca. Por consiguiente tenía que luchar.

Y luchó. Vaya que si luchó. Consiguió lo que nadie había conseguido y lo que después de él nadie pudo mantener: ser Vicedecano de la Facultad de Filosofía, en calidad de estudiante. Con sueldo, claro. De todos sus compañeros, él fue el primero que tuvo un coche. Huelga decir, que conforme “ascendía” social y económicamente, también ascendía la escala social a la que pertenecían sus novias. ¡Ah! ¡el amor!

Esta anécdota me sirvió para comprender varias cosas.
Una: es cierto que hay muchas injusticias sociales y económicas. En dicho tiempo, el paro en el campo había reforzado el caciquismo ya existente. La maquinaria hacía prácticamente innecesario el trabajo humano y los jornaleros habían de avenirse a las condiciones que fijaran los señoritos para que éstos les firmaran el número de jornadas necesarias para cobrar el paro, a pesar de no haber trabajado dichas jornadas.
Dos: no se puede otorgar el Poder Político al que denuncia esas injusticias sino al que realmente las combate.
 Tres: Es cierto que cierto que muchos individuos que tienden a creer en un Ser espiritual y perfecto que recompensará en el más allá lo que no se ha  podido conseguir “en el más acá”, disponen de abultadas cuentas bancarias. Pero no es cierto que el axioma Dios sea el único axioma que garantice el éxito económico. “Donde no veas a Dios, pon al Estado”, hubiera sido seguramente la frase con que Groucho Marx hubiera resumido las ideas bolcheviques.
Cuarto: Justamente por aquello de que el Estado (entendiendo por tal: el “Estado Gubernamental”) está en el “más acá” y no en el “más allá”, resulta más peligroso que Dios y el castigo eterno pero también es verdad que recompensa más rápido.
Quinto: el panteísmo en religión es una herejía. En la “cosa” política, también. Dios está presente en nuestras vidas,  pero no somos Dios.  El Estado gubernamental está presente en nuestras vidas pero no somos el Estado Gubernamental. Somos el pueblo de Dios y somos el pueblo del Estado Gubernamental. La diferencia entre Dios y el Estado Gubernamental descansa en el hecho de que a Dios no se le puede matar. A decir de Nietzsche, simplemente ha muerto. En el  Estado Gubernamental, en cambio, las cabezas ruedan. El mayor éxito: el de sobrevivir, depende de mantener la justa distancia. En esto, ha de considerarse a Joseph Fouché maestro de maestros.

No he vuelto a ver a aquél revolucionario en mi vida. He de confesar, no obstante, que el legado que me dejó supera con creces a lo que los bienintencionados libros sobre teorías políticas me han proporcionado después. Nada mejor para formarse en el “arte de la vida”  que adentrarse en el “arte de la “cosa” política”.

Ahora, aparece un nuevo partido: “Podemos”, que trae a todos de cabeza. Y yo – que me asombro fácilmente- vuelvo, claro a asombrarme de que ese partido les traiga de cabeza. No consigo explicármelo ¿Qué es lo que les desconcierta? ¿Por qué lo llaman “fenómeno? ¿Por qué se comportan todos como gallinas en un gallinero en el que acaba de entrar un zorro? ¿Qué esperaban?

Por si no lo saben la situación es la siguiente: El paro ha aumentado hasta llegar a cifras que traspasan lo humanamente admisible. Muchas familias no tienen con qué pagar las facturas. La mayor parte de los jóvenes han estudiado tradicionalmente sin saber por qué pero creyendo que sabían el para qué. Ahora no saben ni lo uno ni lo otro. España, en la social Europa, se está convirtiendo en un país dividido entre enseñanza pública y enseñanza privada; entre sanidad pública y sanidad privada. Entre los que pueden permitirse viajes de fin de semana de lujo y los que tienen que seguir viviendo con sus padres aunque tengan cincuenta años porque les cogió la crisis de paro de los años ochenta, noventa, trabajaron cuatro o cinco años y han vuelto a ser arrasados por la actual. La corrupción de las costumbres corre pareja  a la inseguridad económica y a la corrupción política. Sólo unos cuantos pueden permitirse el lujo de pensar en crear una familia. Decidirse a tener hijos exige una valentía mayor que la de India Jones en cualquiera de sus películas, sobre todo porque exige una valentía real y no sólo cinematográfica.  En fin ¿para qué seguir? ¿Se debería crear una renta básica? Se debería, sí. Se debería. No, como dicen algunos, para tener una excusa para no trabajar sino para sobrevivir cuando no se tiene la posibilidad de hacerlo. Pero ¿qué ser en su sano juicio es capaz de estar sin hacer nada durante todo el día años enteros? ¡Ni que se fuera monos en un zoo! Es cierto, hay seres que son incapaces de trabajar. Pero esos son incapaces de hacerlo incluso cuando hay trabajo. A tomar la parte por el todo, se le llama metonimia. La metonimia es un recurso literario y como tal ha de seguir siendo considerada. A lo que hay que oponerse no es a la introducción de una renta básica, sino a la corrupción. Lo que hay que introducir son controles férreos y eficaces, en los que todos colaboremos.
“A grandes males, grandes remedios.”

Eso son los hechos. Que aparezca un partido como “Podemos” no es un fenómeno. Es lo lógico. Lo necesario, incluso. Después de tantas mentiras, de tantos escándalos de uno y otro lado, de tanto orgullo soez, de tanta arrogancia vacía, era lo mínimo, lo mínimo, que podía surgir. El problema es que lamentablemente la estructura con la “Podemos” ha nacido le va a impedir solucionar absolutamente todos y cada uno de los puntos que ellos pretenden resolver. “Podemos” corre el peligro de que le pase lo que a aquél estudiante: que empiece con chamarra de cuero negra y termine con coche nuevo para él solito. No es el único caso que conocemos.

El primer inconveniente que “Podemos” presenta es, aunque suene redundante, el liderazgo del líder. No hay más cabeza visible que Pablo Iglesias, amén de un tal Juan Carlos Monedero,  que es su acompañante. En cada rueda de prensa, en cada programa de televisión el único adalid es el señor Iglesias. Para cualquier institución esto constituye un grave problema. En una sociedad industrial como la nuestra, lo importante no es el individuo, sino la institución. Es necesario que el individuo funcione bien para que la institución lo haga, pero también es importante que ese individuo pueda ser sustituible sin que su cambio suponga una gran conmoción en el sistema. Si dicho individuo no es sustituible sin que al mismo tiempo las estructuras se vengan abajo, es que ese individuo es “Dios”-  lo cual nos sume en graves diatribas.

El segundo obstáculo es el discurso. Y esto de una doble forma. Por un lado utilizan el discurso religioso, que digan ellos lo que digan, es siempre maniqueo y  se caracteriza por ese empeño en dividir a la sociedad en “buenos”  y “malos”. “Buenos” , dicen, somos nosotros y los que piensan como nosotros. Si son de los nuestros pero piensan de forma distinta es que andan “despistados”, “equivocados”, en periodo de “reflexión”, en crisis… Pero recapacitarán, aseguran. Recapacitarán por la cuenta que les trae. Si no, pasarán al bando de los otros. O sea, al bando de los “Malos” que, como su propio nombre indica, son los que piensan de forma contraria a los "Buenos".

Lo curioso del caso es que una estrategia tan traída y llevada como ésta, sigue funcionando incluso en nuestros tiempos. El haber englobado a los otros, a los "malos", bajo el concepto de “casta” ha impresionado tanto a los aludidos que, en efecto, se lo han creído y ahora deambulan todos ellos callados, sumidos como están en su sentimiento de culpabilidad. No digo que sin razón pero meter a socialistas y a conservadores en el mismo cesto, resulta cuando menos, asombroso. Compartir la misma opinión en algunos temas no les convierte en clones. “Podemos” ha demostrado que hay tácticas que nunca envejecen. Y así más de un socialista de pro se está cuestionando el hecho de ir a engrosar sus listas de afiliados para estar nuevamente con los “buenos”

Este aspecto religioso del discurso se refuerza con otro elemento que tiene, ya lo hemos dicho, muy poco de panteísmo y mucho de deísmo . La religiosidad de “Podemos” es, desde luego, deísta y bien deísta. Ese elemento es la Redención. “Podemos” redime al Pueblo de todas sus culpas. El Pueblo no es culpable. Es víctima. No es culpable de haber elegido a los corruptos, sabiendo que eran corruptos. No es culpable de haber participado en los beneficios de la corrupción hasta donde su posición y su puesto se lo permitían. El pueblo no es culpable. El pueblo permanece fuera de “Dios” . El pueblo puede estar tranquilo: es “Dios” quien le redime.

¿Cuándo deja de ser religioso el discurso de “Podemos” y se convierte en político?
Cuando en vez de utilizar el término “Dios”, emplea el de:“Estado Gubernamental”. No es Dios el que redime sino el “Estado Gubernamental”, o sea, Pablo Iglesias. En ese momento, el discurso, como digo, deja de ser religioso para convertirse en un discurso científico, en tanto que racional.

En efecto, a partir de ahí el discurso es ( o al menos lo pretende) sumamente racional y dialéctico, al estilo de la racionalidad y dialéctica del comunismo clásico; Pero al igual que el comunismo clásico en la práctica termina cayendo inevitablemente en el discurso bolchevique. Su insulto, dicen ellos, no es insulto. Es la verdad. (¿Qué es la verdad?, preguntó  consternado Pilatos.) En cambio, el insulto con que los otros les contraatacan es falta de formas y de prudencia. Carencia de argumentos, sentencian sin levantar la ceja. La indignación ciudadana en forma de violencia callejera es legítima y se atiene al derecho de expresión libre de los ciudadanos, repiten. La actuación de la policía es calificada por ellos  de tirana, dictatorial y carente de medida. Si entra un camarero en el Ritz e indignado en su indignación se dirige al señor Pablo Iglesias, que nunca dice una palabra más alta que la otra, ni siquiera cuando insulta, éste, el señor Iglesias se mantiene silencioso. ¿Qué digo “silencioso”? ¡Imperturbable! es la palabra. Y espera, con una cara extraña, con una mirada fría e insensible que él cree serena, hasta que los de seguridad se lleven a ese que ha osado interrumpir su discurso para contestarle. Contesta cuando el intruso ya no puede escuchar su respuesta. No importa. Tampoco es una respuesta. Es simplemente una excusa -que él denomina explicación - para que se comprenda su silencio. Pablo Iglesias, dice Pablo Iglesias, discute con argumentos pero no con amenazas. ¿Y entonces por qué su análisis de los disturbios de hace unos meses fue como fue? ¡Viva Zapata! (Pero que viva sólo cuando yo lo diga)

 “Podemos” o “Pablo Iglesias” va al Ritz y suelta un discurso en el que se ríe de aquéllos que creen que va a ir al Ritz a quitarles a los poderoso sus relojes y sus joyas. ¿Ah no? ¿Entonces a qué ha ido? ¡Qué cosas! ¿No es Robin Hood? ¡Y nosotros sin saberlo!

Un discurso comunista y racional hubiera comenzando diciendo lo que Pablo Iglesias dijo: ‘Muchos me imaginarían entrando en este hotel con militares mandando expropiar el visón de las señoras y los relojes de los caballeros”. Pero desde luego, nunca ¡NUNCA! lo hubiera dicho en plan irónico y en tono jocoso, como él lo dijo. Un discurso comunista, racional y coherente hubiera empezado así y hubiera terminado afirmando seria, muy seriamente: “Hoy todavía no puedo hacerlo. No somos bastantes. Pero vengo a advertirles de que mañana lo seremos. Da igual dónde escondan ustedes sus objetos de valor. Da igual dónde ustedes se escondan, de todas formas les encontraremos. Ustedes igual que sus pertenencias volverán al Pueblo". Y si se hubiera atrevido a ser radicalmente sincero hubiera añadido: "Ustedes volverán al Pueblo. Sus pertenencias pasaran al “Estado Gubernamental”. 
Y quiero dejar claro que con esto no estoy aludiendo a mis propias convicciones políticas sino a la ruptura de coherencia en un determinado discurso político que se las da de racional. ¿O es que era otro el discurso y no lo habíamos comprendido bien?

Una de dos. O no ha sido sincero y  se ha presentado con piel de cordero en el Ritz igual que otros se presentan con su visón - lo cual, en Junio y en Madrid me parece un poco exagerado – o ha sido sincero y en primer lugar, no tiene ninguna intención de expropiar nada a nadie, mucho menos el visón y los relojes de oro, y en segundo lugar, sólo habla con los camareros que no le insultan, que no le increpan con amenazas, con los camareros que sólo insultan a otros e increpan a otros. Hay una tercera posibilidad: la de que cuando niega que vaya a “expropiar con militares” no se refiera a “expropiar” sino a hacerlo con “militares”. Oh, oh ¡la revolución! ¿Qué revolución?   ¡Ah!  ¡ya sé! : "Rebelión en la Granja", de George Orwell.

O sea, la de siempre. Camareros luchando contra camareros. Militares luchando contra milicianos. Y él, Pablo Iglesias, tranquilo, imperturbable, sereno. Tal vez un poco consternado ante las malas maneras de algunos -  de los otros -  que no son capaces de argumentar con prudencia y guardando las formas.

No. No “Podemos”. Los empresarios muestran escrúpulos por su estatus social y sus riquezas e invitan a Pablo Iglesias al Ritz. Pablo Iglesias siente escrúpulos ante sus ideales revolucionarios y se ríe de aquello que le imaginan entrando en el Ritz con militares a expropiar los objetos de valor de los allí presentes, de un modo y una forma en la que el término “expropiar” suena a “robar”. De repente todos forman un grupo divertido y ameno. Decir los precios de las habitaciones del hotel Ritz, recordar que el pasar una noche  cuesta lo que muchos ciudadanos cobran al mes, no es decir nada nuevo. Nada que no se supiera. Hacer una historia de la crisis desde una determinada perspectiva, tampoco.  Pablo Iglesias ha ido al Ritz a lo de siempre: a redimir.  Pablo Iglesias ha redimido al pueblo y ahora acude a ese hotel de lujo  a redimir a los empresarios españoles. Ha ido a decirles que la culpa de la crisis no la tienen ellos  sino Wall Street, Merkel, Bruselas, el Fondo Monetario Internacional. O sea, los otros, los extranjeros. A partir de ahí: Santiago y cierra España. Pablo Iglesias es un patriota. Y su facilidad para adaptarse al medio, sin duda envidiable. Vaya donde vaya lo primero que  reconoce que es un honor para él estar allí y luego redime. Redime al pueblo en los medios de comunicación,a los  independentistas radicales vascos - por llamarlos de alguna manera -  en su taberna, a los empresarios en su Ritz (Aunque luego, ante las críticas de los periodistas por tantas redenciones, distinga entre pueblo de su situación socioeconómica y lúmpenes, entre apoyo al terrorismo y análisis político, afirme que él habla con todos y va allí donde le invitan y llame mentiroso y miserable a todo el que le lleve la contraria.) Pablo Iglesias se siente honrado de hablar con todos en cualquier sitio, aunque sea en el infierno, o sea, en el Ritz.  La armonía la rompe aquél burdo camarero, que no es de su clase, que no guarda la forma, ni la prudencia, ni la compostura. Y unos y otros coinciden en que a ese camarero hay que echarlo de allí, sin ni siquiera interesarse de si dice la verdad o es un farsante.  ¡Camarero!  ¡Una mosca en la sopa!  ¡Pero si el camarero es la mosca!  ¡Qué falta de prudencia!  ¡Qué insensato!

No. No ‘Podemos."

Yo sigo echando de menos a aquél Luis XIV majestuoso y brillante como el mismo Sol que, a pesar de admitir que era Rey por “la Gracia de Dios”, en un alarde de insuperable honestidad, jamás  después igualada, no dudó en asegurarse el trono a diestras y siniestras afirmando, para que no le cupiera a nadie la menor duda:

 “El Estado soy yo”

Isabel Viñado Gascón.

Wednesday, June 25, 2014

İBuenos días, Señor Putin!

Cita recogida de Libertad Digital. lIBRE MERCADO: 2014-06-25
“En la rueda de prensa, recogida por The Telegraph, Rasmussen aseguró tener fuentes aliadas "que puedan informar de que Rusia colabora activamente con las organizaciones ecologistas que trabajan contra el gas de esquisto para mantener la dependencia europea del gas ruso importado". Pese a que la OTAN como organización deja claro que esta interpretación de Rasmussen es a título personal, es muy significativo que la cabeza de la organización militar de Occidente se haya pronunciado con tanta rotundidad. »

Comentario

En mi opinión hay tres tipos de personas que compran periódicos. Las que disponen de muchísimo tiempo y lo leen como quien se lee una novela al día. Los que se interesan por una sección determinada y por último, los que los utilizan para manualidades varias, ya sea empapelar una pared o hacer muñecos con pasta de papel. En mi niñez, el día destinado en casa a la lectura de los periódicos era el Domingo. Ese día mi padre iba a comprar “sus” periódicos con la misma religiosidad con la que otros iban a misa. Digo “periódicos” y no “periódico” porque mi padre compraba varios, cada uno de una tendencia política diferente, para asegurarse una perspectiva más amplia de los sucesos. Las tardes eran “sagradas”. Después de comer y con la taza de café aún humeante, mi madre y él iban al salón a leerlos. No era una lectura silenciosa. Cada cinco minutos el uno interrumpía al otro para analizar el artículo que estaba leyendo o para discutir las distintas ideas de cada uno de los comentaristas. Durante ese tiempo, nosotros, niños, podíamos escuchar pero de ningún modo interrumpir. No era una cuestión de autoritarismo. Era una cuestión de amor matrimonial. Leer los periódicos era sagrado porque las mentes de mis padres se encontraban allí en un diálogo en el que sólo cabían dos. Tres era multitud y más de tres una pesadilla. Dicha “comunión” se alargaba justo hasta la hora de la cena.Todo esto ha determinado, seguramente, que guardar silencio mientras leo un periódico me resulte imposible y que no me conforme nunca con una opinión sino con varias, a fin de labrarme la mía propia. He de decir que la escolástica no me gusta, salvo cuando la autoridad citada afirma lo mismo que yo. Aunque lo haya afirmado quinientos años antes. En esto de buscar distintas opiniones también ha influído, sin duda alguna, mi “memoria histórica” de la guerra civil, puesto que cada uno de mis progenitores provenía de una afiliación diferente. Hasta cierto punto podría afirmarse que la unión de mis padres era una versión con final feliz de “Romeo y Julieta”. Sin embargo, para no faltar a la verdad, - o sea - a lo que me han contado, he de añadir que tanto mi abuela materna (“facha”) como mi abuelo paterno (“rojo”) cayeron en manos del enemigo y – por causas diversas- fueron las propias manos del enemigo las que los salvaron.  Ya que he sacado a colación lo de “memoria histórica” he de señalar que hace falta paciencia, mucha paciencia, para aceptar que el significado de “memoria histórica” esté únicamente restringido a lo que le pasó a mi abuelo en la guerra civil y no lo que le pasó a mi tatarabuelo en la batalla de Lepanto. Yo, personalmente, me acuerdo tan poco de la una como de la otra. Y ya que estamos en ello, tampoco entiendo por qué se le denomina “la” memoria histórica en vez de “mi” memoria histórica si, por lo que he podido comprobar, cada español tiene una; dos, a lo más: la que su propia familia le ha contado y la que le cuenta su ideología política.

En cualquier caso, el interés de mi padre por los periódicos fue decayendo conforme observaba que “todos” decían lo mismo. Al mismo tiempo, la gente dejaba también de ir a misa. No sé si se debió a una casualidad, a una conspiración de alguien en la sombra o sencillamente al cansancio que las luchas de ideologías habían provocado en los ciudadanos durante décadas y que podía, al fin, manifestarse libremente. La crisis de la Iglesia vino acompañada de la crisis del sistema político ruso al que ya no sé si calificar de bolchevique, comunista o “sui generis”: İTantas son las descripciones que nos han dado de él! Lo curioso – İah! İ¿qué haría el mundo sin la Iglesia Católica?! - es que el empujocito final que llevó a la URSS al desastre total vino desde Polonia en forma de Papa y sindicato. ¿Nada de CIA? ¿Nada de Bilderberg? ¿Nada de Illuminatis? ¿Nada de Logias Masónicas?


En fin, adios a la URSS. Y ahora ¿qué? Fin de las ideologías, fin del comunismo, fin de la Iglesia Católica. Busquemos nuevos proyectos ¿nuevas dictaduras contra las que luchar? ¿nuevos retos universales que vencer? ¿La ecología, tal vez? ¿Qué ecología? ¿No tirar papeles al suelo? Bien ¿Reciclar la basura? Mejor ¿El calentamiento del planeta?  İnueva misión de la Humanidad!

Mi mente aceptó cada uno de los retos propuestos hasta llegar a esa extraña historia de la lucha contra el calentamiento del planeta. Mi amigo Jorge Iranzo, hijo burgués de padres hippy-intelectuales, dice siempre:  “Lo grande te hace perder la noción del tamaño de las cosas. Lo gigantesco te pierde a tí.” La lucha contra el calentamiento terráqueo sobrepasó mis ya de por sí limitadas fuerzas. Sobre todo porque desde los más diversos medios de comunicación y a través de las formas más rocambolescas posibles, se nos hacía a la población responsable de algo de lo que ni nos imaginábamos que podíamos serlo. De hecho, al principio no sabíamos ni de qué nos estaban hablando. Era como en esas películas de detective en las que uno está tranquilamente cenando y la policía llama a su puerta a comunicarle que queda detenido porque junto al cadáver se ha encontrado un papel con sus huellas. Quizás el papel estuviera allí y quizás lo estuvieran también nuestras huellas, pero desde luego nosotros no habíamos matado al planeta Tierra. No obstante los remordimientos nos asaltan. Es tan fácil hacer sentir culpable a un inocente... Así que de un modo u otro los ciudadanos honestos y responsables se prestaron a colaborar en lo que parecía “misión X: salvar el planeta.” Es una misión fracasada. ¿Cómo no va a serlo si ni siquiera los representantes de los países se ponen de acuerdo? Ni siquiera aquéllos que salen en la televisión con cara compungida para hacer una llamada “desesperada” a la conciencia cívica a fin de evitar el “desastre total e inminente” Las medidas que se toman son siempre parciales y hay que seguir discutiéndolas en nuevas conferencias. Y el ciudadano de a pie termina por pensar que tal vez el desastre que anuncian no vaya a ser ni tan total ni tan inminente y que a lo mejor le están hablando de eso para que no se fije en el paro, en la subida de precios o en la bajada de calidad de enseñanza y educación. Así que termina encogiendo los hombros y yéndose a su casa.

Lo cierto es que el verdadero reto de la Humanidad se conocía al menos desde los años 70. Sí: la crisis del petróleo. La famosa crisis del petróleo que la energía nuclear pareció solventar hasta que se descubrió que quizás fuera “peor el remedio que la enfermedad.” Lo descubrimos con la catástrofe de Chernobyl. Lo admitimos con la tragedia de Fukushima. Los alemanes, hartos de estar entre Unos y Otros (y todos sabemos quiénes son los Unos y quiénes son los Otros), fueron los primeros en Europa que tomaron conciencia del problema que se nos echaba encima. Los alemanes llevan décadas buscando nuevas posibilidades y nuevas alternativas para salvar a la desesperada algo que parece que no tiene remedio. Las energías renovables funcionan pero presentan grandes problemas. El mayor no es el de que los ciudadanos se nieguen a que sus jardines sean inundados por los aparatos de las nuevas tecnologías sino el de que no es posible guardar la energía sobrante. Así que a veces se dispone de demasiada mientras que en otras ocasiones no se tiene bastante.

El panorama no puede ser más desolador. El petróleo se agota sin que los beneficios que ha generado hayan repercutido en las poblaciones de los países productores. La energía atómica es enormemente peligrosa. No sólo su existencia; también lo es la de almacenar los desechos radiactivos, amén de lo que cuesta desmantelar las instalaciones que ya no se utilizan. Las nuevas energías no están suficientemente desarrolladas. Mientras tanto, las necesidades mundiales aumentan a un ritmo vertiginoso. El capitalismo se ha devorado a sí mismo. La sobreproducción, una de las enfermedades crónicas del capitalismo industrial, sólo puede solucionarse con la apertura de mercados que ofrezcan nuevos clientes. La exigencia capitalista de generar consumo está ligada inevitablemente a la necesidad de elevar la capacidad adquisitiva de la población. Los recursos energéticos son uno de los motores de todo este proceso. Es lo que ha pasado en China, en India y en general en todos los países en vías de industrialización. El gran desastre es que las necesidades energéticas han aumentado más rápidamente que las posibilidades de consumo de la población. Ello ha convertido a estos países en grandes terrenos en construcción, en los que por un lado aparecen edificios futuristas y lujosos y por el otro, edificios abandonados y medio caídos en los que se refugian los que no tienen otro lugar en el que cobijarse. Este paisaje - magnifico y desolado a la vez- ofrece al espectador una sensación extraña.

La solución que de la noche a la mañana y de forma sumamente silenciosa, como si de un prodigio divino se tratara, es el fracking. El fracking es la panacea que, según se dice,  permitirá a los ciudadanos vivir bien hasta que las nuevas energías terminen de ser desarrolladas por los sesudos científicos. Que consuma enormes cantidades de agua potable, que se utilicen productos químicos contaminantes que hayan de ser enterrados dentro de fosas de cemento, que se desconozcan las terribles consecuencias que causaría en el medio ambiente el hecho de que tales “ataúdes” se abrieran por causas naturales o no tan naturales, que sea imposible determinar la cantidad de gas que se va a encontrar antes de perforar, que todo ello incida negativamente sobre el ecosistema... todo eso, digo, se pasa por alto; por el bien de una humanidad que ha nacido y crecido oyendo el motor de la lavadora.

El ciudadano, sin embargo, se opone. Rasmussen (y los de la OTAN) no saben por qué. No saben que el ciudadano honesto y responsable lleva años escuchando hablar de la escasez de agua potable, de la obligación de ahorrar agua;  y de su atención pacientemente prestada a cada una de las explicaciones que regularmente le mostraban cómo hacerlo. Rasmussen (y los de la OTAN), claro, no saben lo preocupado que está el honesto y responsable ciudadano por el futuro de sus hijos y nietos. Mucho más después de haber oído cientos de discursos que apelaban a la solidaridad entre las generaciones y a construir un presente para el mañana. Ahora les vienen con técnicas que precisan de miles de litros de agua y claro, están que echan chispas. Rasmussen (y los de la OTAN) no saben que los ciudadanos que, después de todo tampoco son tan honestos ni tan responsables como dicen ser pero tampoco tan cínicos como piensan, han llegado  a ese extremo en el que se levantan de la silla  gritan: İbasta ya! İustedes me están volviendo loco! Y a continuación se van.

A partir de entonces, el ciudadano ya no se cree nada y se ríe de todo. Lo único que quiere es que le dejen en paz y eso significa “en paz con su programa favorito de televisión”. Ése en el que la gente cuenta los problemas más triviales y absurdos del mundo y uno siente vergüenza ajena al oírlos contar de la forma tan natural y obscena en la que los protagonistas lo están contando. A partir de ese momento, cualquiera puede llegar y hacer lo que le dé la gana.

Pero hete aquí que el fracking está levantando protestas. Entre ellas, la mía. Rasmussen (y los de la OTAN) van y dicen que los rusos están infiltrando opiniones contrarias al fracking. O sea, que estan aleccionando a grupos de ecologistas para que éstos manipulen a la población a fin de lograr su oposición al fracking.

Y uno – yo - se desespera. ¿Qué clase de personas está en la OTAN?

Es cierto. No tengo ni idea a qué se dedican los rusos. No sé cuánta información negativa acerca del francking están introduciendo.Por no saber, no sé ni quién está detras de las teorías de la conspiración, aunque de algunas puedo imaginármelo. Pero de una cosa estoy segura: Empeñarse en trazar una conexión entre la infiltración de noticias rusas tendentes a dañar los intereses americanos y la oposición de los ciudadanos en contra del fracking es un error. Y lo es por varios motivos.

En primer lugar constituye un insulto al ciudadano. A su capacidad para formarse un juicio crítico, sereno y maduro de la situación utilizando los diversos medios de información a su alcance. Personalmente he de confesar que ignoraba que los rusos estuvieran a favor o en contra del fracking. Que estén en contra me alegra. No porque sean rusos, sino porque piensan lo mismo que yo. Ya lo he explicado antes. Por otra parte, si ellos introducen furtivamente sus objeciones a tales sistemas no es menos cierto que los americanos también utilizan los mismos métodos para convencer a la población reticente de sus ventajas. Infiltrar, infiltran todos. Por eso, algunos ciudadanos andan empachados y no se les ocurre nada más que improperios. Y ésto, no por maleducados e incultos, como algunos piensan, sino porque cuando ya no quedan palabras salen los abruptos. Así de sencillo. Otros que llevan toda su vida oyendo discutir y argumentar de los mismos temas en sus más variadas formas y que además han leído a Lutero, a Kant y a unos cuantos más, no conciben cómo alguien puede creerles tan maleables como para no ser capaces de pensar por sí mismos y formarse –escuchando a todos y juzgando críticamente- sus propias opiniones.

En segundo lugar, esta declaración cierra la puerta al debate libre y abierto. A partir de ahora aquél que se pronuncie en contra del fracking será sospechoso de ser un agente del Kremlin.
¿Seré un espía ruso? İY yo sin saberlo!
İQue llamen a McArthur!

En tercer lugar consiguen lo contrario de lo que pretendían. La oposición rusa al fracking, lejos de enemistar a la población europea con “los rusos”, provoca un profundo sentimiento de simpatía, anteriormente inexistente debido, entre otras cosas, a nuestro desconocimiento de ellos.El famoso telón de acero, ¿recuerdan? Lo que sí sabemos, en cambio, es que nosotros, los europeos, estamos más cerca –territorialmente hablando- de los rusos que de los americanos. Lo admito, lo mismo dijo Putin. ¿Pero qué puedo hacer si es verdad? A los americanos no les afecta la degradación medioambiental de Europa. A los rusos, sí. Los americanos nos ofrecen Monsanto. Muchos europeos nos oponemos a Monsanto tanto como al fracking. Si los rusos se oponen a Monsanto y si defienden mantener el cultivo con semillas naturales, ya saben dónde nos tienen. Sigan diciéndonos de qué están en contra los rusos. Hasta ahora nos parece bien. Lástima que nos invada la sospecha de que eso no sea cierto y de que unos y otros estén utilizando pesticidas y productos químicos por doquier hasta que los Unos, los Otros y Nosotros, terminemos envenenados. ¿Conspiración de algunos? No. Sólo mediocridad.

En cuarto lugar la declaración de la OTAN implica la existencia real de conspiraciones. “Atención ciudadanos: los rusos conspiran”. Pero la explicación que ofrecen es amarga: lo hacen para vender su gas. Sí. Es cierto. Es triste que el enemigo disponga de recursos de los que uno carece. Suena a envidia.

En quinto lugar es un error hacer de los rusos nuestros enemigos. Cómo dice el refrán: “éramos pocos y parió la burra.” Estados Unidos ya tiene bastantes enemigos como para querer incrementar la lista con sus propios aliados. En uno de mis blogs de literatura: “La casa de Matriona”, comentaba que la diferencia entre Estados Unidos y Rusia descansaba en el hecho de que en la literatura americana hay héroes y en la rusa sólo aparecen anti-héroes. Pues bien, he de hacer un inciso. Lo cierto es que en las últimas películas americanas sobre héroes (X-Men) estos se han dedicado a pelearse entre ellos. Así que más que películas y comics de héroes que luchan por la Justicia parece una sesión de “lucha entre Titanes.”

Señor Rasmussen, señores de la OTAN:

Con todos mis respetos:

Reflexionen.          
                                                                
Isabel Viñado Gascón




Thursday, June 19, 2014

Reflexiones sobre la Monarquía en España


Unas líneas a modo de comentario y reflexión personal acerca de la subida al trono de Felipe VI.
He de confesar que mi indiferencia ante un hecho que puede calificarse de histórico me tiene bastante más preocupada que el tema por el sentido de la monarquía que tanta tinta ha hecho correr en los últimos días. ¿Necesita España un rey? ¿No lo necesita? Me da igual. Y este “me da igual” es terrible, insultante, casi doloroso, porque supone y presupone mi opinión de que la presencia de un rey al frente de un Estado no va a repercutir ni positiva ni negativamente en el curso de los acontecimientos. ¿Es culpa mía esta impresión? ¿Se debe a una insuficiente educación política? ¿Es tal vez producto de la apatía existencial? En vez de aceptar mi ataraxia – o tal vez justamente por el miedo a tener que aceptarla- empecé a considerar otras posibilidades y para ello no tuve más remedio que reflexionar sobre las explicaciones que se han venido dando hasta ahora de lo que era la figura del rey.
Lo que aprendíamos en el colegio, es que el rey reinaba pero no gobernaba. Para nosotros, niños, entender algo así resultaba harto difícil. Si no gobernaba ¿qué hacía allí? La respuesta es que al rey le correspondían las funciones de representación. En un país como España, ello generaba dos preguntas clave. Una ¿a quién representaba? Y la otra ¿qué representaba?
Aparentemente, responder a estas cuestiones no revestía dificultad alguna. El rey representaba a los españoles y a España. La dificultad surgía cuando alguien osaba preguntar quiénes eran los españoles y qué era España. Los catalanes habían hablado catalán incluso en los tiempos de Franco; en los nuevos tiempos ya no se trataba de mantener el idioma, sino de conseguir una autonomía cada vez más autónoma. Los de Madrid actuaron como aquellos padres que creen que concediendo más libertad y paga mensual (¡ah! la paga mensual…) a los hijos, estos nunca se van a ir de casa. Ahora, claro, les pasa lo que a ellos: que cuando a causa de su vejez no les pueden poner la sopa caliente en la mesa o han de recortarles la paga semanal porque la pensión no da para más, sus polluelos cogen las maletas y se van a fundar su nuevo nido.  Y al igual que esos polluelos, los catalanes han dicho “que tampoco era para tanto lo que les daban…”. Por su parte, los vascos fueron tal vez los primeros que se atrevieron a gritar en público que ellos de españoles, nada; y de monárquicos, menos. Por lo menos no borbones. Ellos, creo, habían sido férreos defensores del bastante más conservador movimiento carlista. Hay que recordar que fueron los hermanos Arana en 1895 los que, a decir de Wikipedia, evolucionaron “desde el carlismo hasta el nacionalismo vasco, reclamando los fueros de los territorios vascos, fundando el partido vasco (PNV).”
Así que las dos preguntas de a quién y a qué seguían en pie. Debido, tal vez, a la dificultad de contestarlas satisfactoriamente se ofreció otra respuesta: la función del rey consistía en dar estabilidad a España.
Esta nueva explicación, lejos de resolver los problemas, los acrecentaba. Porque lo cierto es que con rey o sin rey en España siempre se ha cumplido aquello que con tanta precisión advirtió Machado: “Españolito que al mundo vienes, te libre Dios. Una de las dos España ha de helarte el corazón.” Y este carácter dual lo ha tenido siempre. Desde el principio de los tiempos, desde la prehistoria, cuando todavía era simplemente la Península Ibérica y lo ha arrastrado a lo largo de su historia: Íbera y celta; Árabe y Cristiana; de la Península y de Allende; Conceptista y Culteranista; Borbónica y Carlista; Republicana y Monárquica; Roja y Facha; del Norte y del Sur…
Pretender que un rey consiga en España lo que la historia misma no ha conseguido, significa obligarle a luchar contra la naturaleza intrínseca de un pueblo que consiste en ser todo menos estable. La estabilidad no la puede ofrecer el rey. La estabilidad es cosa del pueblo. Eso, sin olvidar: Uno, que aquella frase de “el rey tiene que mantener contento al pueblo” choca frontalmente con aquella otra de “nunca llueve a gusto de todos.” Y dos, que en España cada uno de esos “todos” es un volcán no extinguido que puede, por tanto, entrar en erupción en cualquier momento. Algunos partidos políticos que lo saben, intentan provocar el estallido. No obstante, y aunque es cierto que el pueblo tiene más cerca a los nobles que al rey y por tanto escucha más a menudo sus voces, también lo es el hecho de que el pueblo no estalla cuando lo quieren los nobles sino que el pueblo estalla cuando él quiere estallar. Generalmente en el momento menos pensado y para algunos, en el menos oportuno. Pero esto es otro tema…
Todos hemos estudiado la Historia Medieval. Los reyes medievales nunca lucharon contra el pueblo. Esa contraposición Rey/Pueblo es bastante más moderna. Antes hubiera sido impensable. El rey y el pueblo nunca han sido enemigos naturales. Muy al contrario. Ambos debían establecer alianzas contra el enemigo común. Esto es: los nobles.
Los nobles eran los verdaderos opresores del pueblo y los conspiradores contra cualquier Poder que pretendiese imponerse por encima de ellos. Al mismo tiempo ni el pueblo ni el rey podían prescindir de ellos. El pueblo porque sabía que en caso de ataque eran ellos los que podían organizar la defensa. El rey porque necesitaba aliados de los que servirse. Cuantos más aliados, mejor. La estabilidad real hacía referencia  al equilibrio entre las concesiones que debía hacer a los nobles y la fuerza que debía ejercer para conservar su propio poder. Y desde luego, a la larga, la mejor forma posible de conservar tal poder era nuevamente asunto de mesura: la necesaria entre el uso de la fuerza y el uso de la razón; la necesaria para no ser ni demasiado violento en sus acciones ni demasiado generoso en sus dádivas, no fuera que se confundiera “generosidad” con “debilidad.”
El pueblo germano, estable aun sin estar unido, era consciente de la dureza de las regiones que habitaban. En los primeros albores, no importaba tanto la sangre como la valía persona. Aquél que pretendía ser Primus inter Pares debía probar que reunía las características suficientes para ello. Pero al fin y al cabo “malo conocido es mejor que bueno por conocer” y con el tiempo se adoptó la misma postura que en el resto de Europa: aceptar como rey al hijo de rey.
Vista así, la historia europea de los primeros tiempos puede  definirse como “una constante negociación entre el rey y los nobles.”
 En resumen: El rey no puede dar estabilidad al pueblo cuando el pueblo no es estable, y en segundo lugar, el rey sí está obligado –salvo si es absoluto, e incluso entonces-  a procurar un equilibrio entre su poder y el poder de los nobles.
 ¿Bajo qué premisas se establece, entonces,  la relación entre el rey y el pueblo?
-          Por un lado, ya lo hemos dicho, el rey ha de defender al pueblo de la tiranía que los nobles ejercen (o pretenden ejercer) sobre él, sin aprovechar su triunfo para caer él mismo en la tiranía. (Ustedes decidirán quiénes hoy en día son los nobles del pueblo. ¿Los políticos? ¿Los medios de comunicación? ¿Los bancos? ¿Todos?) La respuesta me sobrepasa.
-          Por otro, el rey ha de convencer al pueblo de que “él es el sol”. Esto no tiene nada que ver con el absolutismo y  sí, en cambio, con aquella primera idea de la auto-representación. El rey se representa a sí mismo. El rey no quiere otra cosa que ser el rey.  Y el pueblo se siente atraído por su calor, por su luz, por aquella imagen casi celestial que se aparece ante su vista. Ese rey ha vencido a los tiranos.  Se ha convertido en liberador y disfruta de su poder y de su fuerza con la majestuosidad con que lo hace un dios olímpico. Es entonces, cuando el pueblo se siente parte de ese poder. El rey tiene una naturaleza “divina” y el pueblo como buen “panteísta” disfruta participando de esa naturaleza. El rey es el pueblo.  Esto poco o nada tiene que ver con la “representación” o con la admiración mutua que pueblo y soberano se puedan profesar. Esto tiene que ver con la “existencia” misma.
Comprender esta sencilla premisa es lo que ha permitido a la Corona Británica mantener su estabilidad. Su estabilidad, que no la estabilidad del pueblo. Y esto a pesar de todos los avatares y conflictos internos. Gran Bretaña, el pueblo británico es la monarquía real. En cada desfile, en cada lío familiar, cada vez que los príncipes visitan un país o un nuevo heredero nace, Gran Bretaña lo siente como suyo. Lo hace suyo. El pueblo británico es la corona británica. Hay una identificación del pueblo con las heroicidades y villanías de la corona. Una identificación, que no es una representación. La reina británica no representa a su país. Eso lo harán, tal vez, otros reyes en otros países. La reina británica es su pueblo. (Dudo que deje reinar a su hijo. Entre otras cosas porque éste  “traicionó” al pueblo que es ella misma y a ella misma que es su pueblo, casándose con quien no amaba,  destrozando de este modo no sólo el corazón de una bella y tierna muchacha, sino la confianza del pueblo: ¡Qué mentiroso decir que se ama a quién no se ama!)
Como digo. Es imposible pensar en el pueblo inglés sin su rey. La corona es patrimonio nacional. Algo sin lo cual el pueblo no puede ser entendido. Peor aún: él mismo no puede entenderse a sí mismo.
Hoy en día el rey ya no puede cumplir su primera función: la de librar al pueblo de la tiranía de los nobles. La Constitución lo impide. Y lo impide con razón. Hubo un momento en que el poder absoluto del rey fue aún más terrible que la tiranía de los nobles. Y ya hemos visto que la condición que el pueblo estableció en su alianza  con el rey era la de que le librara de dicha tiranía sin caer en ella. Las limitaciones que le impone la Constitución es el castigo que el pueblo impone a una institución que se abusó de su buena voluntad.
España es y será inestable. Sus guerras civiles han sido más numerosas y cruentas que las guerras con sus vecinos. Tal y como se presenta el panorama actual no parece que vaya a dejar de ser un polvorín. El rey en España, para ser el pueblo, ha tenido que ser lo que es el pueblo: dialéctico. O sea: “a” y “no a”. Teniendo en cuenta lo complicado del asunto, no me extraña que la monarquía en España haya sido un “voy y vengo”. En este momento, la persona más dialéctica dentro de la corona es la reina Letizia, que siendo republicana es reina y que siendo periodista controla personalmente tanto la posibilidad de obtener imágenes fotográficas de ella y su familia, como las apariciones públicas de sus hijas; de manera que tenemos más datos del pequeño príncipe George, que de la dulce Leonor; nombre y nacionalidad de la niñera incluidos. Tal vez y en función a ese carácter dialéctico, pueda alcanzar la reina Letizia  mantener la corona.
¿Será ella la síntesis?
¡Ah, la síntesis!
¿Qué pueblo inestable quiere la síntesis?
A veces tengo la impresión de que la síntesis en España llegará el mismo día que el Fin de la Historia.
Veremos.
Entretanto:
¡Dios salve al pueblo!
Isabel Viñado-Gascón

Tuesday, June 17, 2014

Comentario sobre algunas frases del Papa Francisco en el Congreso Diocesano de Roma


Frases del Papa Francisco, tomadas de la edición de “Periodista Digital”, dentro de la sección "Religión Digital, del 17 de Junio del 2014
 
"La maternalidad de la Iglesia. Si la Iglesia no es madre se torna en una solterona, no es fecunda"
"La identidad de la Iglesia es hacer hijos"
"La Iglesia tiene que cambiar y convertirse y ser madre fecunda"
"No se trata de hacer proselitismo. La Iglesia no crece por el proselitismo, sino por la atracción materna"
 
Comentario
Dos ideas fundamentales: la primera, la necesidad de procreación;  la segunda, la necesidad de que la Iglesia atraiga no a través del proselitismo sino a través de las virtudes maternales; en caso contrario, dice el Papa Francisco, la Iglesia  es “una solterona, no es fecunda” 
 
Mi primera sorpresa es que La Santa Madre Iglesia confiese la necesidad de procreación (entendida en un sentido espiritual) y que además pretenda conseguirlo  sin hacer uso del proselitismo.
A mi modo de ver, las diferentes Iglesias  sólo tienen dos formas naturales de hacer hijos: o a las buenas o a las malas. El proselitismo, (convencer), es la buena manera; la persecución, (obligar), la mala. Hay todavía una tercera: la de que, bien porque se ha perdido, bien porque quiere cenar gratis, alguien llame a la puerta y ya de paso se quede.  En este caso, la Iglesia más que Madre sería una posadera. Considerando que el Papa Francisco no pretende ni lo uno ni lo otro, me pregunto qué otra manera tiene la Santa Madre para procrear por medios no naturales.  Con el ejemplo, dice. ¿Qué ejemplo? ¿El ejemplo de qué ? El ejemplo de la maternidad. Y como antítesis a la maternidad ofrece el ejemplo de la solterona, no fecunda”.
A mí me parece que ese ataque gratuito a las  solteronas está de más. Sobre todo tratándose de una especie en extinción. ¿Qué es una solterona? Tal y como lo hemos aprendido, se trata de una mujer amargada por no haber encontrado el amor de su vida. Bien. ¿Y qué es una madre no casada cuyo hijo es producto de un amor imposible o simplemente de un amor que se ha terminado? Siguiendo nuestras enseñanzas,  es una madre soltera y hasta hace muy poco tiempo una pecadora a la que la sociedad no debía admitir. Sigamos. ¿Y qué es una madre soltera que ha tenido su hijo gracias a un banco de esperma? Sin palabras.
El Papa Francisco habla de las mujeres que no han encontrado el amor de su vida con un desprecio poco merecido. Sobre todo porque la mayoría de ellas ha acatado férreamente las reglas de la Madre Iglesia. “Una solterona, no fecunda”, dice el Papa Francisco. Entre solterona y fecunda hay una coma. Ese “no es fecunda” ¿se refiere a la solterona que no ha parido porque no ha querido o a la solterona que no puede tener hijos porque es infértil? ¿Y qué pasa con las mujeres casadas no fecundas? ¿Hay alguna diferencia de matiz entre “no fecunda” e “infértil”?  ¿Tal vez la misma diferencia que existe entre “el querer” y “el poder”? El Papa Francisco no arremete – o parece que no arremete- contra las solteronas infértiles sino únicamente contra aquéllas que no han fecundado. O sea, aquellas mujeres que pudiendo tener hijos han decidido seguir las normas que dictaban –al menos, hasta hace pocos días- las normas de la Santa Madre Iglesia. Esto es: castidad salvo en el matrimonio.
Con su frase, el Papa Francisco se olvida del papel desempeñado por las solteronas en la Iglesia. Ellas han sido, si, es cierto, las mujeres agrias y agriadas. Esas de las que todos huían porque su presencia resultaba asfixiante y estrangulaba la creatividad. Sin embargo hay que reconocer también que ellas han sido igualmente las mujeres que se han dedicado en cuerpo y alma a esa Madre. En su romanticismo infantil, casi enfermizo, se veían como heroínas de la Fe, como Juanas de Arco enarbolando la bandera de la religión, convirtiendo a los herejes, ayudando a los enfermos, organizando a las mujeres de la comunidad, preparando los cursos de catequesis. Ellas apoyaban las decisiones de los párrocos y colaboraban en todo lo que hiciera falta para ponerlas en práctica. Y ahora.... ¡Su propia Madre las traiciona! En fin... Si yo fuera una de esas mujeres solteronas, una de esas a las que los creyentes siempre se han referido despectivamente como “esas que se han quedado para vestir santos” estaría sumamente desesperada. A pesar del desprecio general que siempre han sufrido, no han dejado de luchar y trabajar. De luchar por sus convicciones, de trabajar para su Madre: la Iglesia. Esa Madre que para ellas era la Madre más bella de todas las Madres y a la que ellas adoraban precisamente porque ellas mismas se sabían feas. Feas desde su nacimiento. Esa Madre a la que ellas amaban incondicionalmente porque era buena y dulce y la única que soportaba el terrible carácter que siempre las había caracterizado. Esa Madre que era Luz aunque ellas fueran oscuras. Si yo fuera una de esas mujeres, digo, me sentiría traicionada por mi Madre y, francamente, no sé qué haría.
Estoy confusa y en mi confusión veo a la Madre Iglesia como esas madres narcisistas que en público repiten cuánto quieren a sus hijas al mismo tiempo que transmiten la idea de que las hijas no las quieren, que son unas desagradecidas. Y un buen dia, la hija, recibe las llamadas de vecinos furiosos por su actitud. La hija no entiende nada. Está consternada. ¿Cómo explicar al vecino los muchos regalos que ha hecho a su madre sin que ésta apreciara ninguno de ellos? ¿Cómo explicarles que  ha llamado a su madre a diario porque necesitaba oír su voz pero que cuando la ha necesitado, su madre estaba demasiado ocupada para ir a verla o tan siquiera llamarla? ¿Cómo explicar que su madre ha ido a cuidar de buena gana a todos los vecinos y parientes porque eso le daba puntos de cara a la galería pero que no dejó de lamentarse de lo duro que estaba el sillón y de lo que le dolían los huesos la única noche que tuvo que quedarse con ella, pobre solitaria, en un hospital? Así que la hija, la pobre y amargada  hija, da por finalizada la conversación sin haber proferido una palabra, o tal vez gritando improperios al vecino inoportuno. En cualquier caso, no puede evitar ser considerada “la mala hija”. Y esa, considerada por la sociedad “mala hija”, es la que en realidad se ha estado preocupando de esa madre que ni siquiera la veía porque era demasiado fea, oscura y aburrida.  Y su madre prefiere disfrutar con los cotilleos de los vecinos y la alegría de la vida, mientras la hija se desangra porque no sabe, no comprende,  por qué razón su madre no la acepta;  por qué  admite a todos menos a ella; por qué no la ha enseñado a maquillarse y a reírse, como hacían las otras madres con sus hijas.  Y de repente, ante el espejo, se pregunta por qué es una solterona, no fecunda. Tal vez lo sea porque su propia Madre, con su desprecio la ha dejado sola ante los embates sociales; tal vez lo sea porque sus esfuerzos nunca han sido valorados por nadie. Ni por su propia Madre. Tal vez porque ha querido tanto a su Madre que no ha sabido rebelarse, como las otras hijas. Y se siente hundida en su doble fracaso: como mujer y como persona.
La frase, repito, me parece injusta. Sobre todo porque es una frase innecesaria. Es cierto que la idea del Papa Franciso, al menos eso creo, no es la de destrozar a las solteronas, no fecundas sino la de animar a la maternidad. A la maternidad espiritual, claro. Lo terrible, sin embargo, es que en su discurso utilice la figura de las solteronas, no fecundas como imagen negativa, en unos momentos en los que la Iglesia deberia pensar que a lo mejor las necesita más que nunca. Son aburridas. Lo sabemos todos. Son de miras estrechas. También. No tienen grandes conocimientos teóricos. Cierto. Pero han sido capaces de mantenerse fiel a los principios aprendidos y a su Madre, a pesar del poco reconocimiento y el mucho desprecio obtenido. ¡Quién sabe! A lo mejor son capaces de proporcionar el contrapeso que nuestra sociedad necesita…
En cualquier caso, en vez de arremeter contra sus solteronas no fecundas, la Iglesia debería detenerse a pensar que ser madre de familia numerosa conlleva grandes quebraderos de cabeza. La Iglesia quiere ser fecunda. Me parece bien, pero la madre que tiene una gran prole tiene solteronas fecundas, no fecundas, homosexuales, adúlteros, adúlteras, drogadictos, delincuentes, santos, santurrones... En fin, hijos e hijas de toda clase y condición. Tal vez antes de empeñarse en ser familia numerosa debería pensar qué tipo de Madre quiere ser ¿La madre abnegada que sufre en silencio o la madre bestia que coge a su hijo por los pelos en cuanto ve que no va por el sitio marcado? (Esto es: el sitio que ella ha marcado) ¿Quiere ser una madre consentidora o una madre que levanta a voces a los hijos que no se levantan temprano para trabajar? ¿La madre que perdona todo o la madre que exige todo?
Hasta hace poco la Santa Madre Iglesia era una madre que aterrorizaba con el infierno hasta por la más pequeña bagatela. Ahora admite a todos. ¿Bajo qué normas? Lo pregunto seriamente. De repente tenemos la impresión de que en la Iglesia es admitido todo aquél que lo desee. La pregunta es: ¿Los admite tal y como son, esto es, aceptando en unos casos su naturaleza – por ejemplo la homosexualidad- y en otros su condición –la de ladrón, por ejemplo- o los admite como pecadores arrepentidos? La Madre debería reflexionar qué tipo de Madre va a ser y para quién va a ser Madre. Antes de pedir más hijos, la Madre debería explicar qué educacion les va a dar y qué exigencias les va a pedir. Suponiendo que les vaya a pedir alguna. Antiguamente se vendía el perdón. Ahora se regala. Es una gran Madre.
A mí, personalmente, me parece fantástico.
Simplemente me arremete la duda: ¿Dónde estamos: en la Iglesia o en una logia masónica?
Pero siguiendo con el tema que nos ocupaba… Curiosamente, hoy mismo, he leído en “Der Spiegel” en su edición digital, un artículo sobre las jovencitas que en Estados Unidos organizan una fiesta para declarar públicamente que se comprometen a llegar virgen al matrimonio. ¡Aleluya!
¿Es verdaderamente necesario hacer de una decisión privada un alarde público? ¿Se recrimina a las solteronas que se consideren más virtuosas que el resto de las mujeres porque han salvaguardado su castidad y se hace un alarde de ello cuando se trata de jovencitas que aún no han empezado a vivir? ¿Saben ellas adónde las puede llevar su amor? ¿Y qué pasa si el amor se acaba? Virgen hasta el matrimonio. Pero ¿y divorcio? ¿Y aborto después del matrimonio? ¿Saben a edad tan temprana que sus convicciones van a ser más fuertes que sus circunstancias? No. No lo saben. Y estoy casi segura que están dispuestas a admitir que no lo saben. Sin embargo deciden expresar ante todos  y en alta voz su resolución. Una resolución que es una proclamación. Una proclamación que hasta hace poco hubiera resultado baladí  y que hoy en día representa un desafío. Un desafío dirigido ¿a quién?, pregunto.
 Y la respuesta, justamente, es lo que el Papa Francisco todavía no ha comprendido. En la actualidad, la figura a superar ya no son las solteronas, no fecundas. En realidad, en lo que a la Iglesia respecta, no lo han sido nunca y para la sociedad, tal vez lo fueron en los tiempos de Huxley y de Woolf, empeñada como estaba en luchar contra todo lo que supusiera un dique a la libertad creadora. Entonces ¿hacia quien se dirige el reto de esas muchachas? No a su familia. No a su religiosa comunidad. Para eso no sería necesario celebrar una fiesta pública ni lanzarlo a los cuatro vientos, o sea, a las redes sociales.

¿A quién, entonces?
A las mismas contra las que Huxley expresaba su preocupación. A esas mujeres de las que ya he hablado en mi blog sobre las “Cartas Persas” o “Contrapunto”:
 ¡A las “it-girls”!
¡Si al menos el Papa Francisco hubiera dicho “it girls, no fecundas”! Entonces lo hubiera entendido. Lo hubiéramos entendido todos.
Los tiempos cambian.
Los hijos, también.
A la maternidad hoy ya no se contrapone la figura de la solterona. Esos son términos obsoletos y caducos. El antagonista absoluto de la madre, su figura opuesta es la de la "it girl".  Mujeres objeto que tienen como meta ser exclusivamente objetos. Su imagen constituye su principio y su fin. Cómo presentarse al mundo es el  "grave" problema al que deben hacer frente diariamente. La estética por encima de la ética... La estética por la estética. Y esto es algo absolutamente distinto al deseo de alcanzar la belleza por la belleza. No hay que olvidar que existe una diosa de la belleza pero ninguna de la estética.
 
Es necesario que la Iglesia decida qué camino a seguir, tanto en su función de madre (consentidora/exigente) como con respecto a sus figuras antagónicas y decidir si prefiere centrarse en la interioridad o exclusivamente en la imagen exterior. Utilizar la imagen de la solterona es tan injusto como equivocado.
 
 Mis mejores deseos en lo que a la maternidad de la Santa Madre Iglesia se refiere.
 
Isabel Viñado Gascón.