Friday, June 27, 2014

¿”Podemos”? No. No “Podemos”. Luis XIV sí podía.


Noticia 1

Recogida en EL PERIÓDICO.es. Política. 23/06/2014
"Muchos me imaginarían entrando en este hotel con militares mandando expropiar el visón de las señoras y los relojes de los caballeros", dice el eurodiputado de Podemos en una conferencia celebrada en el lujoso hotel madrileño.
LUIS GIMÉNEZ SAN MIGUEL Madrid 23/06/2014 11:58 Actualizado: 23/06/2014 17:03

Noticia 2

Recogida en: EL CORREO. com  POLITICA

EUROPA PRESS | MADRID  23 junio 201411:24

El eurodiputado y líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha sido increpado este lunes durante un desayuno informativo en el Hotel Ritz de Madrid por un español que residió en Venezuela y que ha interrumpido el acto para preguntar al politólogo si asesoró al Gobierno venezolano en la "represión" contra su hija.

"Mi esposa no puede comprar papel higiénico ni comida ¿Ha asesorado al Gobierno de Venezuela en eso?", ha denunciado a gritos Alberto Casillas, que se hizo conocido en España el 25 de septiembre de 2012, cuando impidió a los antidisturbios entrar en un bar a detener manifestantes.

En respuesta, Iglesias ha asegurado que "jamás" ha asesorado "para que repriman a nadie ni para que golpeen a nadie". "No he asesorado para que dejen a nadie en una situación económica difícil ni para que muerdan el cuello a los niños y le saquen la sangre", ha manifestado.

"En América Latina en los últimos años han pasado cosas muy interesantes, y se puede debatir con argumentos, pero desde la amenaza, desde el grito y desde la crispación es muy difícil discutir. Estaré encantado de discutir de cualquier tema con cualquier persona", ha apostillado.

Asimismo, Iglesias ha asegurado que la intervención del hombre que ha criticado su relación con Venezuela es "sintomática del miedo que tienen los que no se atreven a discutir con prudencia y buenas formas y con argumentos".


Comentario

Hace años, en mis tiempos de estudiante, conocí a un tipo curioso. Era inteligente pero sobre todo era divertido. Las personas que reúnen estas dos cualidades no abundan y llaman siempre la atención. Sus modales eran rudos y su apariencia imitaba a la de esos pueblerinos que sólo se ven en el cine, en las películas de Paco Soria. Lejos de querer ocultar dichos aspectos o tan siquiera pulirlos, los cuidaba con esmero a fin de que pudieran desarrollarse y mostrarse adecuadamente. Uno no sabía muy bien de dónde había podido salir aquél hombre que se comportaba con una campechanía que ya no existía ni en las tabernas del pueblo y que quizás no hubiera existido nunca. Lo que más nos asombraba, de todas formas, es que aquella campechanía era contagiosa y hacía que nos sintiéramos partícipes de un grupo, de una colectividad. Nos hacía sentirnos “pueblo” en el mejor sentido de la palabra. Aquél chico estudiaba Filosofía y votaba al partido comunista.

En fin, gracias a su buen talante, a sus graciosos aunque lerdos ademanes y a su soltura en el habla, le elegimos como Delegado de Facultad.

A partir de ese momento, nuestro buen amigo cambió su carácter. Se convirtió en un ser desconfiado. Su campechanía era hiriente e insultante.  Controlaba la información que entraba como si de actas secretas se tratara. Se rodeó de un grupo de “leales” y se atrincheró en el despacho del Delegado quejándose, eso sí, del poco tiempo que le restaba para estudiar.

Tal vez por esto, tal vez no, empezó a preocuparse por la calidad de enseñanza. Los otros Delegados de Facultades, también lo hicieron. En aquél tiempo todavía éramos tan inocentes que estábamos convencidos de que la calidad de enseñanza puede venir desde fuera y automáticamente y no con nuestro trabajo y esfuerzo personal. Se convocaron unas cuantas manifestaciones y unas cuantas revueltas. Ya en aquél tiempo la política me resultaba una “cosa” extraña. Escribo “cosa” y no “asunto”, porque como “asunto” me resultaba  francamente interesante pero como “cosa real”, sumamente complicada. La “cosa” política estaba hecha de un material muy maleable que se dejaba fácilmente dar forma por las ambiciones de cada uno que la tocaba. Pero ¿quién puede escapar a su poder de atracción? En sus conversaciones, aquél “revolucionario comunista y ateo”, sacaba siempre a relucir la palabra Dios. Estaba convencido de que había una serie de individuos –los que disfrutaban de ventajas económicas- que necesariamente creían en Dios. Él, explicaba, estaba estudiando no gracias a Dios sino a una beca. Por consiguiente tenía que luchar.

Y luchó. Vaya que si luchó. Consiguió lo que nadie había conseguido y lo que después de él nadie pudo mantener: ser Vicedecano de la Facultad de Filosofía, en calidad de estudiante. Con sueldo, claro. De todos sus compañeros, él fue el primero que tuvo un coche. Huelga decir, que conforme “ascendía” social y económicamente, también ascendía la escala social a la que pertenecían sus novias. ¡Ah! ¡el amor!

Esta anécdota me sirvió para comprender varias cosas.
Una: es cierto que hay muchas injusticias sociales y económicas. En dicho tiempo, el paro en el campo había reforzado el caciquismo ya existente. La maquinaria hacía prácticamente innecesario el trabajo humano y los jornaleros habían de avenirse a las condiciones que fijaran los señoritos para que éstos les firmaran el número de jornadas necesarias para cobrar el paro, a pesar de no haber trabajado dichas jornadas.
Dos: no se puede otorgar el Poder Político al que denuncia esas injusticias sino al que realmente las combate.
 Tres: Es cierto que cierto que muchos individuos que tienden a creer en un Ser espiritual y perfecto que recompensará en el más allá lo que no se ha  podido conseguir “en el más acá”, disponen de abultadas cuentas bancarias. Pero no es cierto que el axioma Dios sea el único axioma que garantice el éxito económico. “Donde no veas a Dios, pon al Estado”, hubiera sido seguramente la frase con que Groucho Marx hubiera resumido las ideas bolcheviques.
Cuarto: Justamente por aquello de que el Estado (entendiendo por tal: el “Estado Gubernamental”) está en el “más acá” y no en el “más allá”, resulta más peligroso que Dios y el castigo eterno pero también es verdad que recompensa más rápido.
Quinto: el panteísmo en religión es una herejía. En la “cosa” política, también. Dios está presente en nuestras vidas,  pero no somos Dios.  El Estado gubernamental está presente en nuestras vidas pero no somos el Estado Gubernamental. Somos el pueblo de Dios y somos el pueblo del Estado Gubernamental. La diferencia entre Dios y el Estado Gubernamental descansa en el hecho de que a Dios no se le puede matar. A decir de Nietzsche, simplemente ha muerto. En el  Estado Gubernamental, en cambio, las cabezas ruedan. El mayor éxito: el de sobrevivir, depende de mantener la justa distancia. En esto, ha de considerarse a Joseph Fouché maestro de maestros.

No he vuelto a ver a aquél revolucionario en mi vida. He de confesar, no obstante, que el legado que me dejó supera con creces a lo que los bienintencionados libros sobre teorías políticas me han proporcionado después. Nada mejor para formarse en el “arte de la vida”  que adentrarse en el “arte de la “cosa” política”.

Ahora, aparece un nuevo partido: “Podemos”, que trae a todos de cabeza. Y yo – que me asombro fácilmente- vuelvo, claro a asombrarme de que ese partido les traiga de cabeza. No consigo explicármelo ¿Qué es lo que les desconcierta? ¿Por qué lo llaman “fenómeno? ¿Por qué se comportan todos como gallinas en un gallinero en el que acaba de entrar un zorro? ¿Qué esperaban?

Por si no lo saben la situación es la siguiente: El paro ha aumentado hasta llegar a cifras que traspasan lo humanamente admisible. Muchas familias no tienen con qué pagar las facturas. La mayor parte de los jóvenes han estudiado tradicionalmente sin saber por qué pero creyendo que sabían el para qué. Ahora no saben ni lo uno ni lo otro. España, en la social Europa, se está convirtiendo en un país dividido entre enseñanza pública y enseñanza privada; entre sanidad pública y sanidad privada. Entre los que pueden permitirse viajes de fin de semana de lujo y los que tienen que seguir viviendo con sus padres aunque tengan cincuenta años porque les cogió la crisis de paro de los años ochenta, noventa, trabajaron cuatro o cinco años y han vuelto a ser arrasados por la actual. La corrupción de las costumbres corre pareja  a la inseguridad económica y a la corrupción política. Sólo unos cuantos pueden permitirse el lujo de pensar en crear una familia. Decidirse a tener hijos exige una valentía mayor que la de India Jones en cualquiera de sus películas, sobre todo porque exige una valentía real y no sólo cinematográfica.  En fin ¿para qué seguir? ¿Se debería crear una renta básica? Se debería, sí. Se debería. No, como dicen algunos, para tener una excusa para no trabajar sino para sobrevivir cuando no se tiene la posibilidad de hacerlo. Pero ¿qué ser en su sano juicio es capaz de estar sin hacer nada durante todo el día años enteros? ¡Ni que se fuera monos en un zoo! Es cierto, hay seres que son incapaces de trabajar. Pero esos son incapaces de hacerlo incluso cuando hay trabajo. A tomar la parte por el todo, se le llama metonimia. La metonimia es un recurso literario y como tal ha de seguir siendo considerada. A lo que hay que oponerse no es a la introducción de una renta básica, sino a la corrupción. Lo que hay que introducir son controles férreos y eficaces, en los que todos colaboremos.
“A grandes males, grandes remedios.”

Eso son los hechos. Que aparezca un partido como “Podemos” no es un fenómeno. Es lo lógico. Lo necesario, incluso. Después de tantas mentiras, de tantos escándalos de uno y otro lado, de tanto orgullo soez, de tanta arrogancia vacía, era lo mínimo, lo mínimo, que podía surgir. El problema es que lamentablemente la estructura con la “Podemos” ha nacido le va a impedir solucionar absolutamente todos y cada uno de los puntos que ellos pretenden resolver. “Podemos” corre el peligro de que le pase lo que a aquél estudiante: que empiece con chamarra de cuero negra y termine con coche nuevo para él solito. No es el único caso que conocemos.

El primer inconveniente que “Podemos” presenta es, aunque suene redundante, el liderazgo del líder. No hay más cabeza visible que Pablo Iglesias, amén de un tal Juan Carlos Monedero,  que es su acompañante. En cada rueda de prensa, en cada programa de televisión el único adalid es el señor Iglesias. Para cualquier institución esto constituye un grave problema. En una sociedad industrial como la nuestra, lo importante no es el individuo, sino la institución. Es necesario que el individuo funcione bien para que la institución lo haga, pero también es importante que ese individuo pueda ser sustituible sin que su cambio suponga una gran conmoción en el sistema. Si dicho individuo no es sustituible sin que al mismo tiempo las estructuras se vengan abajo, es que ese individuo es “Dios”-  lo cual nos sume en graves diatribas.

El segundo obstáculo es el discurso. Y esto de una doble forma. Por un lado utilizan el discurso religioso, que digan ellos lo que digan, es siempre maniqueo y  se caracteriza por ese empeño en dividir a la sociedad en “buenos”  y “malos”. “Buenos” , dicen, somos nosotros y los que piensan como nosotros. Si son de los nuestros pero piensan de forma distinta es que andan “despistados”, “equivocados”, en periodo de “reflexión”, en crisis… Pero recapacitarán, aseguran. Recapacitarán por la cuenta que les trae. Si no, pasarán al bando de los otros. O sea, al bando de los “Malos” que, como su propio nombre indica, son los que piensan de forma contraria a los "Buenos".

Lo curioso del caso es que una estrategia tan traída y llevada como ésta, sigue funcionando incluso en nuestros tiempos. El haber englobado a los otros, a los "malos", bajo el concepto de “casta” ha impresionado tanto a los aludidos que, en efecto, se lo han creído y ahora deambulan todos ellos callados, sumidos como están en su sentimiento de culpabilidad. No digo que sin razón pero meter a socialistas y a conservadores en el mismo cesto, resulta cuando menos, asombroso. Compartir la misma opinión en algunos temas no les convierte en clones. “Podemos” ha demostrado que hay tácticas que nunca envejecen. Y así más de un socialista de pro se está cuestionando el hecho de ir a engrosar sus listas de afiliados para estar nuevamente con los “buenos”

Este aspecto religioso del discurso se refuerza con otro elemento que tiene, ya lo hemos dicho, muy poco de panteísmo y mucho de deísmo . La religiosidad de “Podemos” es, desde luego, deísta y bien deísta. Ese elemento es la Redención. “Podemos” redime al Pueblo de todas sus culpas. El Pueblo no es culpable. Es víctima. No es culpable de haber elegido a los corruptos, sabiendo que eran corruptos. No es culpable de haber participado en los beneficios de la corrupción hasta donde su posición y su puesto se lo permitían. El pueblo no es culpable. El pueblo permanece fuera de “Dios” . El pueblo puede estar tranquilo: es “Dios” quien le redime.

¿Cuándo deja de ser religioso el discurso de “Podemos” y se convierte en político?
Cuando en vez de utilizar el término “Dios”, emplea el de:“Estado Gubernamental”. No es Dios el que redime sino el “Estado Gubernamental”, o sea, Pablo Iglesias. En ese momento, el discurso, como digo, deja de ser religioso para convertirse en un discurso científico, en tanto que racional.

En efecto, a partir de ahí el discurso es ( o al menos lo pretende) sumamente racional y dialéctico, al estilo de la racionalidad y dialéctica del comunismo clásico; Pero al igual que el comunismo clásico en la práctica termina cayendo inevitablemente en el discurso bolchevique. Su insulto, dicen ellos, no es insulto. Es la verdad. (¿Qué es la verdad?, preguntó  consternado Pilatos.) En cambio, el insulto con que los otros les contraatacan es falta de formas y de prudencia. Carencia de argumentos, sentencian sin levantar la ceja. La indignación ciudadana en forma de violencia callejera es legítima y se atiene al derecho de expresión libre de los ciudadanos, repiten. La actuación de la policía es calificada por ellos  de tirana, dictatorial y carente de medida. Si entra un camarero en el Ritz e indignado en su indignación se dirige al señor Pablo Iglesias, que nunca dice una palabra más alta que la otra, ni siquiera cuando insulta, éste, el señor Iglesias se mantiene silencioso. ¿Qué digo “silencioso”? ¡Imperturbable! es la palabra. Y espera, con una cara extraña, con una mirada fría e insensible que él cree serena, hasta que los de seguridad se lleven a ese que ha osado interrumpir su discurso para contestarle. Contesta cuando el intruso ya no puede escuchar su respuesta. No importa. Tampoco es una respuesta. Es simplemente una excusa -que él denomina explicación - para que se comprenda su silencio. Pablo Iglesias, dice Pablo Iglesias, discute con argumentos pero no con amenazas. ¿Y entonces por qué su análisis de los disturbios de hace unos meses fue como fue? ¡Viva Zapata! (Pero que viva sólo cuando yo lo diga)

 “Podemos” o “Pablo Iglesias” va al Ritz y suelta un discurso en el que se ríe de aquéllos que creen que va a ir al Ritz a quitarles a los poderoso sus relojes y sus joyas. ¿Ah no? ¿Entonces a qué ha ido? ¡Qué cosas! ¿No es Robin Hood? ¡Y nosotros sin saberlo!

Un discurso comunista y racional hubiera comenzando diciendo lo que Pablo Iglesias dijo: ‘Muchos me imaginarían entrando en este hotel con militares mandando expropiar el visón de las señoras y los relojes de los caballeros”. Pero desde luego, nunca ¡NUNCA! lo hubiera dicho en plan irónico y en tono jocoso, como él lo dijo. Un discurso comunista, racional y coherente hubiera empezado así y hubiera terminado afirmando seria, muy seriamente: “Hoy todavía no puedo hacerlo. No somos bastantes. Pero vengo a advertirles de que mañana lo seremos. Da igual dónde escondan ustedes sus objetos de valor. Da igual dónde ustedes se escondan, de todas formas les encontraremos. Ustedes igual que sus pertenencias volverán al Pueblo". Y si se hubiera atrevido a ser radicalmente sincero hubiera añadido: "Ustedes volverán al Pueblo. Sus pertenencias pasaran al “Estado Gubernamental”. 
Y quiero dejar claro que con esto no estoy aludiendo a mis propias convicciones políticas sino a la ruptura de coherencia en un determinado discurso político que se las da de racional. ¿O es que era otro el discurso y no lo habíamos comprendido bien?

Una de dos. O no ha sido sincero y  se ha presentado con piel de cordero en el Ritz igual que otros se presentan con su visón - lo cual, en Junio y en Madrid me parece un poco exagerado – o ha sido sincero y en primer lugar, no tiene ninguna intención de expropiar nada a nadie, mucho menos el visón y los relojes de oro, y en segundo lugar, sólo habla con los camareros que no le insultan, que no le increpan con amenazas, con los camareros que sólo insultan a otros e increpan a otros. Hay una tercera posibilidad: la de que cuando niega que vaya a “expropiar con militares” no se refiera a “expropiar” sino a hacerlo con “militares”. Oh, oh ¡la revolución! ¿Qué revolución?   ¡Ah!  ¡ya sé! : "Rebelión en la Granja", de George Orwell.

O sea, la de siempre. Camareros luchando contra camareros. Militares luchando contra milicianos. Y él, Pablo Iglesias, tranquilo, imperturbable, sereno. Tal vez un poco consternado ante las malas maneras de algunos -  de los otros -  que no son capaces de argumentar con prudencia y guardando las formas.

No. No “Podemos”. Los empresarios muestran escrúpulos por su estatus social y sus riquezas e invitan a Pablo Iglesias al Ritz. Pablo Iglesias siente escrúpulos ante sus ideales revolucionarios y se ríe de aquello que le imaginan entrando en el Ritz con militares a expropiar los objetos de valor de los allí presentes, de un modo y una forma en la que el término “expropiar” suena a “robar”. De repente todos forman un grupo divertido y ameno. Decir los precios de las habitaciones del hotel Ritz, recordar que el pasar una noche  cuesta lo que muchos ciudadanos cobran al mes, no es decir nada nuevo. Nada que no se supiera. Hacer una historia de la crisis desde una determinada perspectiva, tampoco.  Pablo Iglesias ha ido al Ritz a lo de siempre: a redimir.  Pablo Iglesias ha redimido al pueblo y ahora acude a ese hotel de lujo  a redimir a los empresarios españoles. Ha ido a decirles que la culpa de la crisis no la tienen ellos  sino Wall Street, Merkel, Bruselas, el Fondo Monetario Internacional. O sea, los otros, los extranjeros. A partir de ahí: Santiago y cierra España. Pablo Iglesias es un patriota. Y su facilidad para adaptarse al medio, sin duda envidiable. Vaya donde vaya lo primero que  reconoce que es un honor para él estar allí y luego redime. Redime al pueblo en los medios de comunicación,a los  independentistas radicales vascos - por llamarlos de alguna manera -  en su taberna, a los empresarios en su Ritz (Aunque luego, ante las críticas de los periodistas por tantas redenciones, distinga entre pueblo de su situación socioeconómica y lúmpenes, entre apoyo al terrorismo y análisis político, afirme que él habla con todos y va allí donde le invitan y llame mentiroso y miserable a todo el que le lleve la contraria.) Pablo Iglesias se siente honrado de hablar con todos en cualquier sitio, aunque sea en el infierno, o sea, en el Ritz.  La armonía la rompe aquél burdo camarero, que no es de su clase, que no guarda la forma, ni la prudencia, ni la compostura. Y unos y otros coinciden en que a ese camarero hay que echarlo de allí, sin ni siquiera interesarse de si dice la verdad o es un farsante.  ¡Camarero!  ¡Una mosca en la sopa!  ¡Pero si el camarero es la mosca!  ¡Qué falta de prudencia!  ¡Qué insensato!

No. No ‘Podemos."

Yo sigo echando de menos a aquél Luis XIV majestuoso y brillante como el mismo Sol que, a pesar de admitir que era Rey por “la Gracia de Dios”, en un alarde de insuperable honestidad, jamás  después igualada, no dudó en asegurarse el trono a diestras y siniestras afirmando, para que no le cupiera a nadie la menor duda:

 “El Estado soy yo”

Isabel Viñado Gascón.

No comments:

Post a Comment