Tuesday, September 15, 2015

El sofá azul




Los americanos tienen su Casa Blanca

Los rusos tienen su Plaza Roja

Los argentinos tienen su Casa Rosada

 e Isabel...

ISABEL TIENE SU SOFÁ AZUL!!!!


A todos aquéllos que me impulsaron a emprender la tarea,
a todos aquéllos que me animaron a proseguirla,
a todos los que se rieron de la idea,
a todos los que pensaron que nunca lo conseguiría,
a todos los que decidieron seguir la iniciativa,
a todos ellos....

GRACIAS!!!!


GRACIAS POR VUESTRA MOTIVACIÓN POSITIVA

Y

GRACIAS TAMBIÉN POR VUESTRA MOTIVACIÓN NEGATIVA


Un viejo sofá cansado de trotar el mundo conmigo durante dos décadas  necesitaba una nueva tapicería.
Muchos me propusieron llevarlo al tapicero, otros comprar una funda...
Ni lo uno ni lo otro. "Homemade Pasta", recuerdan mi artículo?
Decidí tomar el asunto en mis manos.
Nunca mejor dicho porque, a decir verdad,  ni siquiera he usado una máquina de coser.

Eso, lo sé y lo dije,  no me convierte en tapicera.

Pero me hace...

MUY FELIZ!!!!!

Especialmente  porque el sofá azul de Isabel es exactamente igual que ella...

PERFECTO EN SU IMPERFECCIÓN!!!!!!!!






Wednesday, September 2, 2015

La pesadilla surrealista del espectador.

El espectador se despierta envuelto en un sudor frío y su ritmo cardiaco es inestable. Tarda unos minutos en reconocer la habitación en la que transcurre su cotidiana existencia y al final consigue a duras penas levantarse de la cama. Está agotado pero sobre todo, está asustado. Una parte de su espíritu todavía permanece inmersa en la pesadilla vivida durante la noche. Una pesadilla tan nítida, tan real, que es su propio mundo el que ahora se le antoja ilusorio y ficticio. El espectador se mira preocupado en el espejo. Grandes y profundas ojeras, como si de dos grandes moratones producidos por alguna pelea callejera se tratara, marcan su rostro.Se asea para intentar, sin éxito, deshacerse del mal sueño y se dirige a la cocina a prepararse un café con la esperanza, una esperanza que de antemano sabe vana, de que el humeante aroma y el amargo sabor le ayuden a superar el desasosiego que hoy cerca su ánimo.
El espectador se sienta pero enseguida se incorpora debido a la velocidad y dureza con la que las palpitaciones sacuden su corazón. La sangre se agolpa en el pecho, casi llega a la garganta, y muy a su pesar lanza un grito. Apenas logra respirar. Abre la ventana. El frío de la mañana le proporciona un cierto alivio. Inhala el aire con fuerza. Exhausto por las emociones pasadas, se deja caer en su sillón. La televisión permanece apagada. Nota que alguien a sus espaldas le contempla vigilante: es la pesadilla. Su presencia sigue flotando en el ambiente

¿Pero qué es exactamente lo que he soñado? – se pregunta.

El espectador cierra los ojos y regresa al mundo auténtico que el nuevo día le ha permitido abandonar. (¿O es más bien "obligado"?). Sea como fuere el caso es que el espectador se encuentra en una calle oscura y solitaria, limitada a izquierda y derecha por altos edificios de cemento y cristal en los que todas las luces han sido apagadas. A decir verdad, ahora que la observa por segunda vez nota consternado que no hay ni una sola farola, ni un solo coche aparcado. Es una calle recta e interminable. Ningún sonido, ni una leve brisa. Vacío y negrura son las palabras que definen el lugar en que se encuentra. Sus propias vestimentas han adquirido el color de las tinieblas y sus facciones han quedado ocultas por la densidad de la oscuridad que le rodea. El espectador es una sombra.

No tarda, sin embargo, en descubrir que la calle no está tan despoblada como él creía. En la oscuridad comienza a vislumbrar a otras sombras negras y sin rostro que deambulan firmes e imperturbables de un lado a otro. Una de esas sombras le saluda sin emoción y le invita a acompañarle. El espectador le sigue. Bajan unas escaleras. La sombra abre la puerta de su casa. Ninguna luz. Se dirigen a un salón grande y decimonónico. El espectador es incapaz de explicar por qué sabe, pese a las tinieblas que reinan en la estancia, que el salón es grande y decimonónico. Toman asiento. Los sillones están tapizados con terciopelo. El espectador recuerda vagamente haber conversado con el amigo desconocido pero es incapaz de reproducir el diálogo en su totalidad.
Recuerda, eso sí, que la sombra parece sorprendida, o tal vez simplemente divertida, por la consternación que domina al espectador, por su ignorancia respecto a la situación política del momento.
- “Estamos gobernados por un régimen fascista” - le explica la sombra despreocupadamente.
-“¿Un gobierno fascista? –replica el espectador atónito ante la información- ¿y no hay nadie que se levante en contra, nadie que se rebele?”
La sombra no sale de su asombro. - ¿Rebelión? – pregunta admirada- ¿Por qué y para qué?” El espectador calla unos instantes. Quizás estén siendo vigilados, piensa inquieto. . Su acompañante, en cambio, se muestra relajado. Se levanta con la amable agilidad que caracteriza al buen anfitrión y le sirve una copa llena de un extraño líquido rojo parecido al vino. -“No sé qué te pasa hoy.” – le dice al tiempo que le acerca la bebida - "Te veo extraño." El espectador no responde. - “¿Por qué habríamos de alzarnos contra un gobierno que ha permitido nuestra supervivencia?” –pregunta nuevamente la sombra. El espectador está nervioso. El penetrante aliento de la sombra le intranquiliza más y más. -“Debo sufrir algún tipo de amnesia” – reconoce nervioso. El tono de su interlocutor se torna comprensivo. -“Hace unos diez años el mundo sufrió una gran conmoción" -explica-  "Los terroristas islámicos se hicieron cada vez más fuertes, hasta el punto de amenazar con invadir Europa. Rusia y China tenían sus propios problemas. Rusia debía hacer frente a una posible invasión de grupos chinos a través de Siberia y a una ocupación islamista en el Este. Eso, sin contar, con los problemas ocasionados por las sanciones y contrasanciones occidentales. China, por su parte, debía mantener su filosofía política de “la armonía de los contrarios” al tiempo que se veía obligada a solucionar los problemas económicos internos y a constatar que las inversiones en el extranjero no proporcionaban los frutos esperados. En lo que a los Estados Unidos se refiere, viéndose acuciados por deudas, mafias y mafiosi, implantaron la ley marcial. Estaban completamente seguros de que ello les permitiría regresar a las raíces que un día les encumbraron a la hegemonía mundial. Lamentablemente olvidaron el hecho de que la soberanía no la consigue la fuerza bruta sino la fuerza disciplinada, organizada y bien dirigida. La consecuencia de todo este panorama de luchas por aquí y lucha por allá fue un mundo sin luz.” –“Sin energía, querrás decir” – balbucea el espectador. La sombra sonríe. - “Cuando digo “sin luz” quiero decir exactamente eso: sin luz”. El espectador siente la sonrisa benevolente de su interlocutor. “La energía, al menos mientras el Universo sea Universo, es inagotable. En mi opinión seguiría existiendo incluso en el caso de que éste llegara a desaparecer... Pero esto, mi querido amigo, es otro tema que no nos concierne en este instante... En cualquier caso, el mundo se quedó sin luz en unas circunstancias geo-socio-políticas digamos... poco favorables. Los Estados Unidos perdieron la mayor parte de su población en hecatombes climáticas, en terremotos infernales y en enfermedades apocalípticas. Creo que incluso les llegó a caer un meteorito. O tal vez fue un misíl atómico. ¡Quién sabe!” – “¡Dios mío!” –exclama aterrorizado el espectador. La sombra se ríe. “Sí “¡Dios mío” era justamente lo que una y otra vez repetían. De repente sus miedos ancestrales, cada uno de los miedos que habían dejado plasmados en eientos de películas, se hacían realidad. Al día de hoy, los Estados Unidos son un pequeño país sin tan apenas importancia dividido en una inmensidad de provincias y reinos de taifas. Supongo que los que corresponden al número de oligarcas que lo habitan.” – “¿Y Europa?” – pregunta el espectador cada vez más aterrorizado. – “La pobre y vieja Europa despertó de su sueño de bienestar y riqueza y tuvo que hacer frente a unas cruzadas que esta vez iban a tener lugar en su suelo. Por aquéllo de la revancha, ya sabes.” – “¿Y quién venció?”- inquiere el confuso espectador. – “Nosotros, naturalmente, ¿quién si no?” – replica divertida la sombra. “A los gobiernos democráticos europeos les resultó imposible hacer frente a toda aquella masa de guerreros religiosos que se les venía encima. Reconozcámoslo: no lo hubieran conseguido nunca. Demasiados principios, demasiados derechos, demasiados discursos de buena voluntad, pero nada con lo que enfrentarse a un enemigo que creía firmemente que era la mismísima Verdad la que apoyaba sus victorias. Al final no les quedó más remedio que unirse democráticamente y aprobar la formación un régimen fascista. Como alguien afirma una y otra vez “a” no siempre es “a”. - La sombra ríe maliciosamente antes de continuar hablando. “En fin, el mismo fascismo que tantas miserias trajo a Europa es el que ahora le ha otorgado una nueva fuerza. Europa rige el mundo. Su poder se ha extendido a los Estados Unidos, a Rusia y a China. El nuevo fascismo es el que ha devuelto la paz y la prosperidad al planeta.”

La sombra enciende una vela. “Voy a bajar al sótano”, explica, “necesitas beber un poco más.” El espectador permanece paralizado por la imagen que se alza ante sus ojos: la sombra es un vampiro.
- “Eres un vampiro” – balbucea el espectador. La sombra se ríe estrepitosa y jovialmente. – “Tú también”- le señala- “Todos los supervivientes somos vampiros” – “Así pues, los hombres están muertos” – musita el espectador consternado. –“¿Hombres? – pregunta la sombra con extrañeza- ¿hombres? Nosotros somos hombres. Hombres vampiro.” –aclara. “Verdaderamente sufres una profunda amnesia. Intenta al menos hacer memoria. Conforme la energía tradicional se acababa, los alimentos empezaron a escasear. Hambre, guerra y enfermedades sembraron los campos de cadáveres a mitad de morir: o sea, zombis. En este sentido tengo que reconocer que los zombis fueron un peligro conmensurable únicamente con el que suponían los terroristas. Curiosamente, la misma falta de luz que les había hecho surgir de la nada fue también la causa de su desaparición. La total y absoluta oscuridad les espantaba tanto como la luz del día. Los zombis sólo pueden vivir en ese espacio intermedio que constituye la penumbra y puede imaginarse, querido amigo, que en un mundo atroz, empobrecido y bárbaro como aquél las tinieblas no tardaron en hacer su aparición y cubrir el planeta casi en su totalidad. Nuestra llegada determinó el fascismo y consiguió la paz...” - ¿Cuántos inocentes han tenido que morir por la paz?” – tartamudea el espectador.  La sombra vampiresca le mira dulcemente. –“¿Inocentes?”- pregunta- “Ninguno que yo sepa. Los inocentes son siempre los primeros en morir y generalmente mueren por cualquier cosa. O lo que es lo mismo: por nada que pueda denominarse "heroico". En cualquier caso, matar no nos resultó imprescindible. No lo fue y no lo es y esto por dos motivos. Al principio la sangre llegaba a borbotones, hasta el punto de que se hizo preciso crear industrias de envasado y conserva. Más adelante sólo hubo que buscar donantes de sangre. En este momento tenemos superávit...”  – “¿Y qué hay de América Central y del Sur?” pregunta el espectador cada vez más asustado.  - “Una sangre sumamente deliciosa pero muy, muy peligrosa. Ya sabes, el realismo fantástico que padecen sus donantes confiere al plasma propiedades alucinógenas que no todos son capaces de soportar...”

El espectador grita espantado, grita, grita, grita, grita....

Un timbre suena.
Es su joven vecina de quince años.
“¿Sería tan amable de bajar el volumen de su televisión?” – pregunta con una formalidad que de ningún modo pretende esconder su enfado – No puedo concentrarme en mi libro.
“¿Qué libro estás leyendo?” – le pregunta el espectador, deseoso de recuperar la paz vecinal.
“La historia interminable, de Michael Ende” – responde la vecinita, más amable.
“¿Termina bien?”
“Eso espero.” – Su enfado parece haber desaparecido. – “De momento la situación es sumamente complicada. El mundo de la fantasía está desapareciendo consumido por la Nada y  ...”

El espectador ya no escucha.

“Hasta el mundo de la fantasía...” piensa compungido.


Isabel Viñado Gascón

Wednesday, August 19, 2015

Reflexiones en forma de pregunta

¿Es normal que los jóvenes necesiten de drogas y alcohol  para divertirse porque por sí solos no lo consiguen, para acto seguido tener que recurrir al uso de la viagra porque las grandes dosis de estupefacientes y sustancias varias que han tomado les dejan inútiles para utilizar su cuerpo adecuadamente? ¿Es necesario que haya de elaborarse una viagra femenina para que las mujeres deseen el acto sexual más a menudo porque el amor ya no las estimula lo suficiente o tal vez para que puedan ser violadas con su consentimiento y por tanto ya no se pueda hablar de violación?¿Es comprensible que los viejos utilicen la viagra para alargar una juventud corporal porque están absolutamente convencidos de que ello les permite alargar su salud mental? ¿Se equivocaba Cicerón cuando escribió su obra “De Senectute” (“De la vejez”)? ¿Es la eterna juventud, la lucha por conservarla, el auténtico modelo que ha de servir de guía a las nuevas generaciones o es la constatación de la irresponsabilidad de los nuevos viejos, que se niegan a cumplir la misión que la edad les dicta? ¿Es irrelevante para una sociedad que la industria del porno (que ahora se llama “industria para adultos”) y los video-juegos sean dos de los sectores que más dinero mueven en la economía mundial? ¿Y qué pasa con aquéllos jóvenes que se niegan a seguir todos estos parámetros? ¿Qué pasa con aquellos viejos que se complacen en una vejez serena y reflexiva? ¿Todavía existen? ¿Dónde están? ¿Cómo transcurren las vidas de esos jóvenes y de esos ancianos? ¿En soledad o en guetos religiosos? ¿Son hombres fuertes e inquebrantables o mojigatos timoratos que no se atreven a salir de la fortaleza solitaria en la que se han visto obligados a convertir su vida para no morir asesinados por el mobbing, bullying y todas esas psicosis que tal vez han existido siempre pero que hoy en día los bárbaros se regodean en filmar?
¿Es todo lo que acabamos de decir una simple invención de los periódicos y de los medios de información para vender más titulares? ¿Nada de las denuncias sobre la crisis de la familia es cierto? ¿Es verdad que los niños se recuperan pronto de un divorcio y que se adaptan a las familias “remiendo” de forma rápida y sin traumas porque lo más importante para ellos es ver a sus padres felices, antes que unidos? ¿Entonces por qué todos los amigos profesionales de la educación mueven la cara con preocupación cuando hablamos de este tema y callan; callan por más que sus rostros griten? Callan, sí. Callan, como callan los sacerdotes que saben de las profundas grietas en el alma de sus parroquianos, de sus incurables heridas, de sus irremediables pasiones... Callan y lloran por no poder solucionar los problemas de las almas tiernas e inocentes de los alumnos que tienen ante sus ojos. Discotecas en las que se encuentran los padres con sus amigos y los hijos con los suyos.

¿Preguntar todo esto me convierte en una moralista insoportable? ¿Me han de recordar que no hay nadie perfecto y que “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”? ¿Se trata realmente de una cuestión de pecados y pecadores? ¿Es la historia del mundo la historia de su degradación o es que el hombre está condenado a afrontar la tragedia de permanecer sumido en medio de la batalla eterna de dos seres terribles: Dios y el Diablo? ¿Nos encontramos ante un problema religioso y entonces es verdad que el hombre no tiene la palabra porque en ese caso la lucha que tiene que librar le viene  sin remedio impuesta desde fuera? ¿Se trata, más bien, de una cuestión social y es el hombre el que decide y tiene la última palabra acerca de cómo quiere que sea su sociedad, o simplemente se trata de una cuestión política-económica y el hombre no es juguete de Dios, ni juguete de Satán, ni siquiera controla su voluntad,  sino que es única y exclusivamente marioneta de las fuerzas que dirigen los hilos de las finanzas?

No busco respuestas religiosas, ni siquiera morales. No las busco. No las quiero. No quiero respuestas compactas, tan compactas como inútiles. No quiero un Orden Eterno e inquebrantable. No. No lo quiero. Ese Orden Eterno e inquebrantable es el reverso de ese terrible “Todo en el Uno y Uno en el Todo”, que tantos dolores de cabeza me produce. Mayores aún que los que me causan la esquizofrenia en la que nuestras vidas parecen transcurrir últimamente. Aunque tal vez el mundo siempre fue esquizofrénico. A decir verdad, el maniqueísmo: Bien y Mal siempre fue una forma de esquizofrenia. No quiero el Orden Eterno e inmutable pero tampoco es mi deseo deambular como carne con ojos pero sin alma. Ese empeño de convertir a los robots en individuos es el empeño de convertir a los individuos en robots. La afirmación teológica según la cual somos contigentes y finitos pero tendemos a lo incontigente e infinito parece haber quedado obsoleta. Seguir seguimos siendo contingentes y finitos pero nuestra pretensión no se dirige al Infinito Absoluto sino a mantener lo contigente en perpetuo movimiento. Equiparación de robot y de hombre. Equiparación de hombre y Dios. ¿Equiparación de robot y Dios? 
“a” es “a”. Ese terrible Principio de Identidad, axioma del Orden Inmutable y Eterno.

¿Quién es el “no a”? 

¿El que dicta las normas a seguir o el distinto, el que sobra? 

Ambos. Por eso son enemigos 
¿Qué tienen en común? Su irreverencia al “a”: Ni robot, ni hombre, ni Dios.  
Ellos, sólo ellos, dicen ellos, son y pueden ser Individuos;  individuos con alma. Ante el riesgo que implica que “No a” sea “No a” y ello se transforme en un nuevo Principio de Identidad,  los dictadores de normas y los rebeldes se enfrentan en una eterna lucha en la que tratan de demostrar que “no a” no es “no a”. Ellos, tan obsesionados con ese Principio de Identidad para el resto de los mortales se niegan a aceptarlo porque ambos se guían por el mismo principio, ése que exigía el mejicano rey sin trono ni reina: “Que mi palabra es la ley”

¿Pero qué hacer en un mundo en el que la palabra no es ni ley, ni concepto sino solo sonido?

No sé ni por qué voy a publicar este artículo.

Hay días en las que uno escribe bagatelas sin sentido y aún tiene la osadía de publicarlas para que aumente el volumen de los escritos inservibles.

Hija de mi tiempo, sin duda: un saco de preguntas sobre la mesa que no espera respuesta, que no la busca, que no la quiere.    

Demasiadas falsas respuestas.
                                                  
Me voy al jardín.

Un día oscuro y sin agua.

¿Cómo lo sobrellevarán mis flores?

¿Morirán secas y tristes o conseguirán salir adelante?

¿He de regarlas o es preferible aceptar su destino?

¿He de dirigir su crecimiento o he de abandonarlas a su libertad?

¿Por qué ya casi nadie, ni siquiera los letristas de canciones, tienen dudas excepto en lo que al mal de amores se refiere?

¿Por qué, sin embargo,  los psicólogos tienen las consultas llenas de personas empeñadas en que alguien, aunque sea pagando, se ocupe – lo cual no significa, ni mucho menos, que se preocupe - de sus problemas emocionales? ¿Es eso síntoma de una epidemia hedonista-narcisista o de la profunda soledad que azota al individuo moderno? ¿Sólo al hombre moderno o a todos los hombres desde su aparición?

¿Por qué los misántropos como Carlos Saldaña no necesitan de psicólogos ni de sacerdotes ni de gurús económicos?

¿Por qué hay tantos hombres con ansias de liderazgo y ninguno al que se le pueda considerar lider porque todos, lo sabemos, buscan su propio provecho?

¿Por qué hay tantos falsos profetas?

Me voy al jardín.

A ver qué piensan las flores acerca de su destino.

Quizás ellas tengan algo que decir.

Al paso que vamos ya ni se sabe...

Isabel Viñado Gascón

Tuesday, August 18, 2015

Nosotros y los Otros

No llueve pero afuera me espera un día gris y frio.

Los intelectuales se dedican a luchar por sus derechos de autor y por fingir un aire bohemio y disconforme con los dictámenes socio-políticos mientras beben un Rioja de la mejor cosecha en alguno de los bares de moda de su ciudad; los ciudadanos indignados reivindican la libertad a todas horas y en todo lugar. Una libertad que consiste básica y fundamentalmente en poder disfrutar de una casa en propiedad, coche último modelo y vacaciones de lujo en lugares exóticos; los políticos se centran en las próximas batallas electorales y los financieros se sirven de las matemáticas para explicar que el final del cuento de la lechera es, considerado en términos económicos, falso. El fallo de la joven, aclaran, no radica en sus cálculos sino en la ausencia de un experto que le aconseje convertir los trozos rotos del cántaro en obras de arte bajo el lema: “la ruptura de lo auténtico”, “el fin de la materia”, “el alma rota del hombre moderno”, o algo por el estilo, mientras vende la leche derramada en el suelo a un laboratorio a fin de que los sesudos científicos puedan elaborar un profundo estudio de los efectos que ésta produce sobre la tierra en la que ha caído. Sus ganancias, afirman, hubieran superado sin duda alguna, todas sus pronósticos iniciales. Rusia y Estados Unidos se lanzan a una nueva carrera: esta vez por el Ártico y todo ¿para qué? Para concentrarse en la prospección de nuevos pozos petrolíferos mientras los precios del barril de petróleo se mantienen en bajos históricos. Grecia es salvada “in extremis”. Al día siguiente leemos los titulares que informan de que ha pagado una parte de su deuda con el dinero del rescate recibido, dos días más tarde somos informados del éxito económico de Grecia y tres días después se comenta en algún periódico las riquezas de las que dispone el país heleno. En Alemania se jura y se perjura que no habrá ningún quite de la deuda a Grecia. Ayer leí en “Der Spiegel” que sí existiría finalmente un quite de la deuda, aunque en términos económicos estrictos no hay un quite de la deuda. Locura de locuras, todo es irracionalidad y mi pobre cabeza está a punto de explotar.

El hombre-fuenteovejuna, el hombre masa europeo, que un día se creyó hombre-individuo, hombre-mundo, hombre-universo-universal, despierta de su sueño ilustrado y comprueba horrorizado que  sigue anclado en la barbarie. La suya es una barbarie informatizada, alimentada por un alud de palabras e imágenes que no significan nada y cuya pretensión última no es la de razonar sino la de sugestionar; una barbarie bañada en vocablos inertes e insensibles utilizados como fórmulas mágicas y atendiendo, por eso, más al sonido que al significado. “¿Qué importa lo que signifique “Abracadabra”?”, termina preguntándose, “¿A quién le interesa? Lo importante es que funcione y que nos permita conseguir aquéllo que queremos, lo más rápidamente. Todo lo demás es irrelevante.”

El problema es que el caos parece aproximarse sin remedio. El hombre-fuenteovejuna duda entre bostezar o buscar aprisa y corriendo alguna cueva en la que resguardarse. Ganas de ayudar, lo que se dice “ganas”, no tiene. “Qué otros ayuden a esos "otros"”, declara indignado. Y ese “otros” no tiene nada que ver con los “otros” de Levinás, esos "otros" de los cuales somos responsables total e incondicionadamente, incluso con nuestra vida. Los “otros” a los que se refiere el hombre-funteovejuna tienen más que ver con el “Andere” o con el “Fremd” que aparecen en la novela titulada “El informe de Brodeck” de Philippe Claudel: “Otros” que no tienen nada que ver con “nosotros”, “Otros” que permanecen ajenos a nuestra vida, opuestos incluso a ella, fantasmas sin ojos y sin voz que con su mera presencia nos recuerdan todas y cada una de nuestras miserias y por eso, justamente por eso, deben morir o marcharse.

¿No sería mejor buscar la redención de nuestro pecado?, pregunta un ingenuo. “¿Qué pecado?”, responde el hombre-fuenteovejuna sin mostrar ninguna emoción. “El pecado no es del pecador sino de quien lo padece” – afirma. Y concluye: “Muerto el perro, se acabó la rabia.”

Pero, hoy en día,  ya no es necesario que la víctima muera, ni siquiera que se marche. En la actualiad se ha puesto en marcha un nuevo método: el de la realidad alternativa. Dicho procedimiento permite que el Otro pase de ser víctima para convertirse en verdugo: nuestro verdugo y básicamente descansa en el siguiente argumento: por culpa del Otro nos hemos visto obligados a enfrentarnos al terrible hecho de que miserias que creíamos muertas y enterradas, casi olvidadas, siguen firmes y en pie deambulando alegremente junto a nosotros como sombras desvergonzadas y altivas. Ese Otro es el que nos ha despertado del sueño del olvido y nos devuelve a la realidad trágica, sucia e incómoda. Es ese Otro el que ha roto la armonía en la que creíamos estar envueltos. Por eso, y sólo por eso, ese Otro es culpable.

Así, de una forma tan sencilla, es convertido el verdugo en víctima y la víctima en verdugo. Tu palabra contra la mía. Mi palabra contra la tuya. La diosa Opinión Pública y su fiel sirviente, Fuenteovejuna, declaran al Otro culpable de nuestro infortunio y nuestra tristeza. El “Otro”, aquél “Otro” de Levinás queda hoy, como siempre, oculto, inmóvil y silencioso, en medio de cientos de libros. Lo dije en su momento y lo repito ahora:  Teoría, pura y simple teoría para santos, no para hombres.

 ¿La verdad? Ya ni siquiera nos esforzamos en saber qué es la verdad. A lo sumo alguien levanta la cabeza del ordenador y con tono indiferente inquiere: “¿Qué verdad?”. Lo pregunta impasible, casi desganado, porque sabe que los esquemas del  Todo en el Uno y el Uno en el Todo siempre triunfan. Y por eso, sin esperar respuesta, regresa a su pantalla.

Como mostró Claudel, lo mejor que puede hacer el otro, si no quiere ser convertido en verdugo o en cadáver, es marcharse, simplemente marcharse.

Pero esta vez los “otros” no quieren marcharse; esta vez los “otros” no sólo se quedan sino que además llegan a centenas, a millares. Cada día más. A las sociedades europeas - cada vez ellas mismas más conflictivas pero en las que, paradójicamente, la negativa de los ciudadanos a empuñar un rifle al servicio de su patria disminuye en la misma medida en que aumentan los asesinatos de unos ciudadanos a otros ya sea con armas o a golpes – llegan grupos de hombres, mujeres y niños para los que la vida es sinónimo de violencia y a los que, por tanto, la violencia no les asusta.

Maquiavelo, el pragmáticamente idealista Maquiavelo, advierte en el Segundo Libro de los Discursos que las guerras vienen causadas por dos motivos: una por deseos de expansión y la otra por invasiones de pueblos que, impulsados por la necesidad, guerras y hambre, se ven obligados a abandonar su propio territorio y a buscar nuevas tierras en las que asentarse. Los recién llegados ahuyentan y asesinan a los habitantes originarios. 
“Son pues” –afirma Maquiavelo- peligrosísimos los pueblos que abandonan sus tierras por extrema necesidad y sólo se les puede contener con formidable ejército. Pero cuando los emigrantes no son en gran número, el peligro es menor, pues no pudiendo emplear la fuerza, apelan a la astucia para ocupar algún terreno y, ocupado, mantenerse en él como amigos y aliados.” (Capítulo VIII, Segundo Libro de los Discursos de Maquiavelo. Puede verse en mi Blog “el libro de la semana”) 

A la vista de todo esto, el hombre-fuenteovejuna decide construir vallas y muros alrededor de Europa. Decide hacerlo porque no ha leído los Discursos de Maquiavelo y desconoce lo inútiles que las murallas resultan. 
“Hay que deliberar”, explica el florentino, “si las fortalezas se erigen para defenderse del enemigo o para sujetar a los súbditos. En el primer caso, dice Maquiavelo, resultan inútiles y, en el segundo, perjudiciales porque en este caso el problema es que el príncipe se ha hecho odioso a su propio pueblo (...). Si es para defenderse del enemigo, tampoco sirven de nada porque se pierden, o por traición de quien las guarda, o por fuerza de quien las ataca o por hambre. Lo más importante, pues, es disponer de un buen ejército.” (Capítulo XXIV, segundo Libro de los Discursos)

Y así, los Estados afectados por el caos logístico y social buscan ayuda aquí y allá. La técnica aplicada a las cuestiones civiles tiene la misma eficacia que la técnica empleada en la guerra: no cabe duda de que en los conflictos armados la técnica resulta de utilidad pero no tanto como un ejército valeroso y disciplinado. ¿De qué sirven armas gobernadas por cobardes desorganizados?, viene a preguntarse Maquiavelo. Por eso no es de extrañar que desconfíe de la ayuda de otros estados cuando ellos mismos no son afectados por el conflicto militar (Capítulo XI, segundo libro de los Discursos), se oponga a la contratación de mercenarios (capítulo XX, segundo libro de los Discursos) y considere a la infantería el elemento más importante de un ejército, más aún que la caballería y la artillería (Capítulos XVI-XVIII del segundo libro de los Discursos). 
Y todo ello porque el valor no depende ni de la tecnología ni de los caballos sino de la disciplina.

Así pues, es necesario que la infantería de Europa, esto es, la sociedad europea, decida unida la resolución del conflicto y es imprescindible que lo decida de forma valiente, unida y honesta, sin esperar ayuda de terceros. Es justamente el problema de los refugiados el que va a mostrar y demostrar cuál es el nivel de cohesión interna de la sociedad europea y si los valores que con tanta insistencia ha defendido son también los valores en los que realmente cree.

Porque lo cierto es que este caso, el problema de los refugiados deja al descubierto un problema aún mayor: el de los migrantes, el de los extranjeros. ¿Cómo distinguir uno de otro? Ese principio de identidad del que siempre me lamento expresa una igualdad: "El refugiado “a” es igual al extranjero “a”." Ninguno de los dos habla el idioma del lugar sin acento, los dos buscan un modo u otro, ya sea encontrando un puesto de trabajo o casándose con un lugareño, que les permita asentarse y descansar de tantas fatigas. Los dos aspiran a ser reconocidos por la nueva sociedad y si para ello es necesario utilizar la astucia, se utiliza." Y a esto todavía se hace preciso añadir una identidad más a considerar: la de los ciudadanos de la Unión Europea que se trasladan, poco importa el motivo, a vivir a otro país dentro de la Unión Europea. De tal manera que el refugiado “a” es igual al extranjero “a” igual al ciudadano de la Unión Europea “a”. Y en países como España, en los que algunas Comunidades Autónomas reivindican su independencia, esta identidad se amplía al habitante de la Región de al lado. Al final resulta que todos, incluso en nuestro propio continente, en nuestro propio país, en nuestra propia región, en nuestra propia comarca,  somos extranjeros.

¿Qué vamos a hacer?

Es Maquiavelo el que nuevamente aclara que la indecisión que muestran los estados débiles a la hora de tomar resoluciones únicamente consigue agravar los problemas. (Capítulo XV, segundo libro de los Discursos)  

Así pues, se hace necesario que decidamos rápidamente lo que vamos a hacer con los “Otros”, con esos que día a día desembarcan hasta nuestras costas: o les damos asilo, o no. O les ofrecemos un refugio, o no. Afirmar que los recién llegados no constituyen un riesgo, resulta ingenuo, cuando no cínico. Los recién llegados, sean de la naturaleza que sean, constituyen un riesgo siempre. Son ellos los que nos muestran nuestra fuerza pero también nuestras debilidades. Son ellos los que nos admiran pero también los que con mayor certeza descubren nuestros defectos. Los Otros son el reflejo de nuestras posibilidades pero también de nuestros límites.

Si somos fuertes, podemos acogerles. Si somos débiles, no.

Si somos fuertes, habremos de darle cobijo sin tardanza. La población civil ha de prestar su ayuda solidaria y gratuitamente. Hemos de colaborar con los organismos que se dediquen a acogerlos, poniendo a sus servicios nuestros conocimientos: con el lenguaje, con las cuestiones burocráticas...
Si somos débiles, no podemos prestar ayuda y habremos de buscar otros modos de solucionar el problema. Por ejemplo, devolverlos sanos y salvos a su lugar de origen y tratar “in situ” de paralizar los conflictos bélicos, promover la paz y organizar esquemas que posibiliten la vida. 

El problema de los refugiados implica, lo queramos o no, la confrontación sincera y honesta con nuestras propias posibilidades humanas. No se trata, como siempre digo, de ser ni ángeles ni demonios. Se trata, lisa y sencillamente, de calibrar nuestra fuerza humana. No sólo económica, no sólo política, también social. La fuerza que nos sobra una vez que la hemos dedicado a nuestra propia sociedad.

Mi justificado temor:

Que nuestra fuerza sea menor de la que pensamos.

Que no tengamos fuerza ni para ofrecer refugio a los otros.

Ni para detener el embate del otro.

El hombre-fuenteovejuna sabe, al modo en que saben los profetas,  que esta vez no puede escapar: que los “víctima-verdugo” arribados a las costas europeas no entienden sus frases mágico-slogan y están dispuestos a todo. A todo. Es la muerte lo que los recién llegados han dejado atrás, es la muerte a la que llevan burlando toda su vida impulsados por un deseo de vida que el hombre-fuenteovejuna concentrado en lo gótico, en la cultura de la anti cultura, en la desidia del ocio-aburrimiento-vejez, ya no acierta a entender.

No. No son nuestros vicios los que nos quitan la fuerza. No son los Otros los que nos despojarán de nuestros bienes. No son los Otros los que nos sumirán en la barbarie. No fueron los vicios los que permitieron a las hordas germanas hacerse con el control en Roma.

Es nuestra falta de virtudes la que nos despoja de la fuerza y nos aboca al abismo.

Los vicios son humanos y nos pertenecen. Son ellos los que conforman nuestra naturaleza trágica; los que dan cuenta de nuestra naturaleza débil y al mismo tiempo heroíca. Los Otros luchan por sus intereses como nosotros por los nuestros. Y si existen intereses comunes no tardaremos en luchar unidos.

No. No son nuestros vicios sino nuestra falta de virtudes la que determina que digamos una cosa, hagamos otra y expliquemos la contraria. Todo con tal de evitar enfrentarnos a la realidad. Y la realidad es que los Otros nos han mostrado nuestra debilidad y nuestro cinismo al sorprendernos defendiendo con la lengua lo que nuestros corazones rechazan. Estamos asustados y tenemos miedo. Y queremos vallas, vallas, vallas, al par que gritamos solidaridad, solidaridad, solidaridad.La triste Europa está más vieja de lo que ella misma creía.Si los desvalidos de la vida la asustan, imagínense ustedes qué no la atemorizarán los bestias de Aquí, de Allí y del Más Allá.

Han bastado unos cuantos miles de refugiados para que de repente, el hombre-fuenteovejuna- europeo, aquél que un día soñó en ser hombre-universo-universal, se convierta en el hombre-jardín-seto-valla.

Isabel Viñado Gascón.

Quizás sea necesario aclarar mi punto de vista a todos aquéllos que leen en diagonal, a aquéllos que se sumergen en un texto llevados por sus propios y personales prejuicios, a aquéllos que buscan "el punto" donde no hay más que una reflexión.
En mi opinión es Europa la única que estos momentos puede y debe responder a la cuestión que se le plantea. No la  política Europa sino la sociedad Europa es la que serena y reflexivamente ha de determinar su fuerza a la hora de ayudar a los "otros". A esos "otros" que vienen perseguidos por la violencia, esos "otros" desarraigados de su país, esos que en estos instantes no tienen ni patria, ni idioma, ni suelo.

Nadie sino los propios europeos pueden resolver los problemas europeos. Somos nosotros por tanto,  los ciudadanos europeos, los que hemos de responder a la cuestión de los que arriban a nuestros puertos y ciudades.

Algunos lectores de periódicos dejan entrever la desconfianza que sienten ante los recién llegados. Temen que a la sociedad europea le acabe pasando lo que a veces sucede con esos invitados ingratos e insufribles: que confunden al anfitrión con un posadero y se creen con el derecho a exigir todo sin regatear en gritos y malas formas cuando las cosas no se ejecutan según su capricho en cada momento y en cada situación.

Es verdad, y negarlo sería de necios,  que el riesgo de que se confunda generosidad y  buena voluntad con debilidad y servilismo subsiste siempre. Pero si somos fuertes para ayudar -y es esencial recordar que prestar asistencia exige siempre disciplina, lo cual conforma y moldea el valor- sabremos igualmente defender nuestras posiciones, si se presentan dichas circunstancias.

Otros lectores expresan su miedo a perder su identidad, a la confusión social, a que sus costumbres y creencias se vean alteradas. A éstos, he de recordarles que son, e efecto,  nuestras virtudes - y esto incluye la donación de auxilio tanto como la defensa de nuestras convicciones y nuestras formas de vida- las que en estos instantes se están poniendo a prueba.  Quién dijo que el Paraíso era limpio? Les recomiendo, además, la lectura de mi artículo "Inspector Barnaby en Ferguson" contenido en mi Blog "El libro de la semana".

Mi razonable e individual temor: que no seamos tan fuertes como nos creíamos.
Son los "otros", justamente los "otros" los que nos muestran nuestras posibilidades y nuestras limitaciones. Que sea la zona económica y demográficamente más pobre de Alemania el lugar en el que más conflictos se están produciendo mientras que otros lugares del país germano son desbordados por la ayuda prestada constata lo que digo.











Monday, July 20, 2015

Kuhhandel

Salgo a deambular. Las últimas tormentas han enfriado las temperaturas. Unos pocos ancianos vienen o van a la compra. Algunas madres regresan tras haber dejado a sus hijos en la guardería. El precio del oro ha caído y el de la carne va a subir. “No me importa”, dicen algunos, “si la calidad aumenta”. Que utilicen el condicional “si” en vez del causal “porque” muestra, aunque ellos mismos lo ignoren, su desconfianza al respecto. Los ganaderos franceses luchan por una subida de los precios de la carne pero no precisamente para que los cerdos vayan a recibir un trato de nobles porcinos sino para que el dinero que los intermediarios les paguen cubran, por lo menos eso, los costes de la producción.

No obstante –aseguran preocupados los sesudos economistas - no hay inflación. Bolsas a punto de explotar por aquí y por allá pero no hay inflación. Impuestos salidos de la Nada, descenso en la calidad, intereses negativos en los bancos, pero no hay inflación. Que los bancos tengan cada vez más ingresos y puedan nuevamente iniciarse en negocios de alto riesgo no es inflación.La inflación - dicen los sesudos economistas - es otra cosa. Lo que tenemos es una deflación. O lo que es lo mismo: no hay extraterrestres sino intraterrestres (seres extraterrestres que habitan en el interior de la Tierra)
No me extraña que mal que les pese, todos aquéllos que en estos momentos se consideran víctimas de los efectos de una inflación encubierta - inflación,  porque cada vez pagan más por menos y encubierta porque los expertos afirman una y otra vez que los precios se mantienen a la baja  -se sientan como deben sentirse los avistadores de ovnis, ufos y similares: o es cierto que los sentidos les engañan, o el mundo está ciego.
Digan lo que digan los sesudos economistas, lo cierto es que el  I.V.A ha aumentado y el precio de las consumiciones, también. Los camareros se quejan de la falta de propina y en los comercios hay que tener cuidado con los despistes de las cajeras que te cobran los artículos que has comprado, los pagas mecánicamente y luego, a la salida, un sexto sentido te avisa de que algo no funciona. Miras tu bolsa, miras tu factura y, en efecto, descubres que te han cobrado dos pantalones, has pagado dos pantalones pero sólo llevas un pantalón.

Un despiste, claro, lo tiene cualquiera.

Lástima que sean tan frecuentes.

Pero no hay inflación, cosa que preocupa sobremanera a los sesudos economistas, y por eso los consumidores, los productores y todos los participantes de la cadena de producción-compra-venta están contentos si, después de dejar unos euros de más aquí y unos euros de más allá, llegan a fin de mes con el bolsillo vacio. El único que esta mañana parece estar preocupado es el espectador, que se afana en pensar en qué puede seguir ahorrando: decoración minimalista, transporte público, alimentos de oferta, ropa de hace cinco o seis temporadas, un ordenador tan viejo como él, y una única diversión: la televisión, ese maravilloso invento que le mantiene conectado al mundo; él, que no tiene a nadie más que a su soledad.
- “Me estoy haciendo viejo”, suspira, “estoy empezando a sentir lástima de mí mismo. El día que pierda el interés por la televisión será el anuncio de mi muerte.”

Asustado por su propio pensamiento y tal vez para demorar la llegada de ese desagradable instante , el espectador deja sus preocupaciones a un lado,  encamina resoluto sus pasos hacia el sillón y se vuelve a acomodar en él para hacer lo que siempre hace: dormitar arrullado por el ruido monótono que sale de su caja favorita.
El precio del oro ha caído, es lo último que escucha  decir antes de sumergirse en esa zona gris existente entre la vigilia y el sueño.

El precio del oro ha caído. Hace tres o cuatro años oí comentar a alguien que el precio del oro seguiría subiendo hasta que empezara a bajar. En ese momento, todos venderían espantados, los verdaderos especuladores se harían con el poder del mercado y luego volvería a subir. No llego a tantas profundidades. Realmente: ¿Esperaban ustedes algo distinto?  Como todos los entendidos saben y los no entendidos sospechan, el oro es el anti-dólar. Puedo imaginarme que los últimos acuerdos con Irán han proporcionado nuevas fuerzas a la maltrecha moneda americano-occidental. ¿Cuánto tiempo? Ése es, sin duda,  el enigma a resolver en un mundo de espejos deformados y deformantes. Nadie lo sabe. Ni siquiera el ganador. Esta situación me recuerda a un juego que muchos padres alemanes regalan al amiguito de sus hijos en su cumpleaños. No para que lo juegue el amiguito de sus hijos - a decir verdad, el cumpleaños es sólo una excusa -, sino para que lo jueguen sus papás. 
El juego es emocionante, exige nervios de acero, un poderoso e indestructible deseo de ganar y ninguna turbación al perder. Se llama “Kuhhandel”, en alemán, “You´re Bluffing”, en inglés, “Pague para ver”, en portugués y “Boursicocotte”, en francés. A mi modo de ver, constituye, sin duda, un buen entrenamiento para iniciarse en los secretos del muno de las finanzas.

A veces, me asalta la sospecha – ya conocen ustedes este surrealista humor mío – de que a eso - a jugar a Kuhhandel- es, en realidad, a lo que se dedican esos serios y encorbatados hombres durante sus reuniones a puertas cerradas.

Grecia ha utilizado el dinero que los acreedores le han prestado para devolverles la deuda. Conocemos la historia: algo parecido sucedió con los Bancos, que hubieron de prestar dinero a los gobiernos para conseguir que éstos les salvaran. Hace poco me contaron de una conocida que utiliza el dinero que saca de una tarjeta para pagar las deudas de otra tarjeta y así sucesivamente. No me pregunten cómo lo consigue. Lo realmente extraordinario es lo similares que están empezando a ser los comportamientos a pequeña y a gran escala, a nivel individual y a nivel global, lo micro y lo macro.

 No me sorprende: Al fin y al cabo, la crisis, esta vez, parece ser global.

A grosso modo hay tres modos de resolverla:

Una: ir a Marte y establecer allí colonias.

Dos: encontrar extraterrestres, o intraterrestres –  e iniciar relaciones comerciales con ellos.

Tres: el follón.

No me extraña que a estas alturas, y dadas las circunstancias, algunos empresarios y agencias espaciales anden organizando futuros viajes al planeta rojo; otros, como el ruso Milner, se dediquen a donar millones para colaborar en la búsqueda de vida inteligente en otros lugares del Universo mientras que Tusk avisa del peligro de las alianzas de los radicales.

El espectador ronca en su sillón.

Isabel Viñado Gascón





Sunday, July 19, 2015

La pesadilla de una Europa que se rompe no me deja dormir y me impide callar

Proverbios y Cantares. XXI
“Ayer soñé que veía
A Dios y que a Dios hablaba;
Y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.”
 Antonio Machado

Lo he dicho siempre: la filosofía es alemana; la novela, inglesa; el teatro francés y la poesía ... ¡ah! La poesía es española... El sentimiento hecho verbo. El que queda cuando la razón ha agotado sus argumentos hasta la saciedad. Y esta vez, en lo que al asunto griego respecta, es claro que el discurso de la razón se asemeja bastante a “la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera que mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”, de la que Cervantes hablaba en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. 
A ese punto ha llegado, se mire por donde se mire, la razón. ¿Cómo, si no, poder entender el artículo que hace un par de días publicaba Der Spiegel  según el cual,  el Presidente americano llamó al Presidente ruso para agradecerle su apoyo en las negociaciones con Irán? ¿Ustedes se imaginan? Desde hace prácticamente un año están jugando a los plantes y desplantes, al ajedrez e incluso al “te tiro un guante”, mantienen en vilo a la Fuenteovejuna, despiertan al espectador a golpe de tambor y ahora, van y se agradecen mutuamente los servicios prestados.

Y yo, fatigada de tantos juegos Lewis-Carrolianos me voy a la cama a dormir y a soñar. Pero en mis sueños, ¡qué le vamos a hacer!,  no encuentro a Dios sino a Obama hablando con Putin. En mis sueños le veo coger el teléfono y llamar a Rusia para agradecer a su más alto mandatario la ayuda en temas tan delicados pero, para mi horror, el motivo ya no es Irán sino Europa. “Gracias” – le dice Obama a Putin en español - “por tu colaboración en la causa griega. Gracias por recomendar al gobierno griego que lo más inteligente era seguir en la zona euro. Hubo un momento en el que nosotros, ya sabes, tuvimos que presionar a los alemanes. Ese escepticismo alemán: siempre tan en búsqueda de la verdad...” Y Putin, responde igualmente, como no podía ser menos, en español. - “Sí. –-asegura. -  A nosotros también nos costó un gran esfuerzo conseguir que los griegos reflexionasen.”

Me despierto envuelta en sudor y aterrorizada por la pesadilla. ¿Es posible que Estados Unidos y Rusia estén de acuerdo en mantener a una Europa debilitada, que le permitan cometer uno de los errores  más terribles de su historia económica? No. No. No. Imposible. Imposible. Ha sido un mal sueño, me repito. ¿Qué interés reportaría una Europa empobrecida en medio de dos grandes potencias?

Vuelvo a dormirme con la intranquilidad del que teme encontrarse con un fantasma a un lado de la cama y un extraterrestre al otro.

Al día siguiente suena mi teléfono. Suspiro aliviada: no son ni Obama ni Putin. Es Jorge, el tranquilo Jorge, que llama para tranquilamente comentarme que en algunos círculos se compara el acuerdo adoptado en Bruselas con la capitulación de Versalles. A mi edad, uno debería haber aprendido a conversar sobre las más grandes perogrulladas sin mover una ceja. Lamentablemente no es mi caso. “¿Pero qué nueva estulticia es ésa?”- respondo encolerizada.- “En primer lugar, la capitulación de Versailles se firmó después de que muchos europeos perdieran sus vidas, cosa que aquí no ha sucedido; en segundo lugar, fue un acuerdo  impuesto  por los enemigos vencedores a los enemigos vencidos, mientras que en Bruselas se han estado desarrollando negociaciones entre acreedores y deudores que, no sólo no son enemigos sino que encima son socios que han hecho lo posible y lo imposible, incluso mentir, para que les permitieran entrar allí y que ahora, debido a un par de faltas irremediables, tienen que enfrentarse conjuntamente a la resolución de serios problemas económicos. Francamente, Jorge, no sé qué extraña dimensión es ésta en la que tan pronto todo es “a”, como “a” es idéntica con “no a” y “a” es la misma cosa que “b”. Es mejor que colguemos - le digo - , la cabeza me da vueltas.”

No. El acuerdo de Bruselas no ha sido un acuerdo versallesco. Ha sido uno de los más grandes errores históricos, proteste quién proteste, incluida esa paupérrima neo-izquierda – paupérrima por falta de ideales y objetivos, no por falta de dinero y títulos; paupérrima por falta de honor y de honorabilidad, no por falta de vanidad y soberbia; paupérrima porque ignoro a qué señor sirve, pero desde luego no al ideal europeo; paupérrima y miserable porque se ha traicionado a sí misma. Y esto, de todo, es lo peor. Una neo-izquierda que utiliza incansable, igual que utilizan los santurrones, las mismas palabras grandilocuentes de sus inicios: democracia, libertad, solidaridad, unión internacional de los trabajadores. En las raíces tales expresiones no eran simplemente términos lingüísticos. Eran reivindicaciones justas y necesarias. Democracia no era un simple sonido, ni siquiera un concepto: era un objetivo, un fin. Lo mismo que libertad. Lo mismo que Justicia. Lo mismo que Igualdad.  Pero ahora, esa neo-izquierda piensa una cosa, dice otra y termina ejecutando una completamente distinta. Y, al final, para aclarar tanto desorden caótico no le queda más remedio que ampararse en el maniqueismo: "Buenos y malos". "Buenos" los que dicen lo que yo digo y me dejan hacer lo que yo quiero. "Malos" los que me contradicen. 
La libertad se la dejan a los pensamientos, a los pensamientos silenciosos, claro. Esos son los únicos que son libres. Los pensamientos expresados son condenables y condenados si no se ajustan a lo que ellos afirman, en el momento en el que lo afirman y cuando lo afirman. El asunto a considerar queda subsumido al triunfo personal. Al adversario le llaman anti-solidario egoista, le llaman anti-demócrata, le llaman tirano y ya está todo arreglado. Ya no son ellos, sino el oponente, el contrario, el que tiene que dejar a un lado el asunto para dedicarse a demostrar a la diosa "Opinión Pública" que él no es antidemócrata, que no está en contra de la libertad, que quiere una Europa fuerte, sana y unida en la que todos trabajen y en la que la palabra de un hombre valga tanto como sus hechos, en vez de una Europa en la que ni la palabra ni los hechos tienen un gran valor y en la cual no tiene nada que ver lo que se dice y hace hoy con lo que se dice y hace al día siguiente. Una cosa es adaptarse a las circunstancias y otra, muy distinta, crear unas circunstancias que se ajusten a los veleidosos caprichos de quienes sostienen el micrófono en la mano. Pero a nadie le interesan las palabras de alguien que ha sido clasificado de  "anti-demócrata". Algunas voces de la izquierda clásica se levantan en contra de esta neo-izquierda salida no se sabe muy bien de dónde y lo único que consiguen es que les recriminen lo mismo que Pablo Iglesias a Alberto Garzón: "Os avergonzáis de vuestro país y de vuestro pueblo. Consideráis que la gente es idiota, que ve televisión basura y que no se qué y que vosotros sois muy cultos y os encanta reconoceros en esa especie de cultura de la derrota. El típico izquierdista, tristón, aburrido, amargado... la lucidez del pesimismo (...) Me parece súper respetable, pero a mí dejadme en paz. Nosotros no queremos hacer eso. Queremos ganar.(...) Me parecen respetables los que se conforman con el 5 por ciento, pero que nos dejen en paz. Siguen viviendo en el pesimismo existencial." (Extraído de "Libertad Digital, Jueves 25 de Junio 2015)

Así que para la neo-izquierda, las cuestiones de vital trascendencia no son la cultura y la ilustración de Fuenteovejuna: Demos a Fuenteovejuna lo que Fuenteovejuna quiere, lo fácil, así tendremos menos obstáculos en nuestra conquista del Poder. No "los Discursos" de Maquiavelo, No la "Democracia en América", de Tocqueville. No. Recomendémosle "Juegos de Tronos".
Pobre escritor, !pobre hombre! Él, que seguramente sólo pretendía divertirse un rato y también ganar  un poco de dinero, porque esto, a qué negarlo, nunca viene mal, pero sobre todo divertirse, contempla de repente atónito, cómo su obra es abducida por unos extraños seres. Seres que han surgido de las aulas académicas y que han sido iniciados socialmente en las redes mediáticas. Seres que no tienen nada en contra de la incultura de Fuenteovejuna porque para la neo-izquierda, lo mismo que para los programas de televisión, sólo hay un elemento a considerar: la Audiencia.

Las grandes palabras, los grandes gestos, sirven al show: cuanto más público mejor, cuanto más inculto mejor. El espectador no necesita la cultura. La cultura aburre. Para la cultura ya están ellos: los líderes de la neo-izquierda, sesudos profesores universitarios de la facultad de Politología. Ellos serán los que le indiquien a Fuenteovejuna qué es cultura y qué no, qué necesita saber y qué no. Información es Poder y ellos, que nadie se preocupe, ya se encargarán de suministrarle la información adecuada. No hace falta que otros accedan a ella. Al fin y al cabo los índices de audiencia lo demuestran: cuanto peor el programa, mayor número de espectadores.

Si Brecht levantara la cabeza la volvería a tumbar de nuevo, o se la volverían a tumbar, ni lo sé. No me sorprendería nada que esta neo-izquierda le criticara por aburrido, por dedicarse a hacer teatro con el ánimo de despertar la conciencia. Esta neo-izquierda usa y abusa de las grandes palabras y de los grandes ideales por los que tantos hombres dieron su vida para.... !conseguir Audiencia!

Hay cosas que no sé si claman al Cielo pero desde luego sí a la Razón.

Y sí, querida neo-izquierda, yo soy una de esas cenizas aburridas que todavía creen que la cultura, el saber, el conocimiento y la reflexión son necesarias en una sociedad para que ésta se desarrolle o, al menos, se mantenga. Una de esas amargadas que estan absolutamente convencidas de que la cultura es el único elemento que salva a Fuenteovejuna de la esclavitud de la que vosotros, en vuestro cínico populismo, no dejáis de hablar desde hace años.  Cínico porque de vuestras palabras se desprende que no es el pueblo quien os importa sino vuestros índices en las encuestas electorales, que el pueblo es vuestro medio pero no vuestro fin, que consiste lisa y llanamente en ganar.

Sí. Lo confieso y lo reconozco. Yo soy una de esas pesimistas existenciales que, a pesar de ser consciente de que el esfuerzo es cosa de unos pocos, de que el mérito no siempre se reconoce  y de saber que el éxito es aleatorio, considera que hay que intentarlo pese a todo. Intentarlo hasta donde nuestras fuerzas alcancen y eso, en efecto, es siempre algo individual. Pero por lo menos hay que intentarlo. Cada cual a su forma y manera. Unos en el estrado y otros recopilando obras de autores que todavía hoy nos susurran al oido el camino a seguir y los peligros a esquivar. Y sí, soy una de esas pelmazas que creen en la absoluta verdad del "Sapere Aude", que no entendía de joven y cuyo profundo significado descubro a medida que envejezco y que, desde luego, no descansa en manera alguna en los porcentajes del cinco, del diez o del noventa por ciento. 

Grecia debería haber sufrido un Grexit. Sí. Debería. Y lo debería haber hecho por varias razones. 

La principal: Por solidaridad con Europa y el resto de los europeos
Los que con tanta fuerza exigen y reclaman solidaridad, deberían estar ellos mismos en situación de concederla.

Pero hay también otros muchos más motivos.

En primer lugar  aquéllos que con tanta ligereza hablan de solidaridad y utilizan grandes palabras y elocuentes gestos, deberían increpar a los insolidarios millonarios griegos, que han sido – hora es recordarlo- los primeros en abandonar un barco que se hundía y remar en busca de puertos seguros para ellos y sus haciendas. ¿Cómo es posible que no haya ni una sola manifestación de la izquierda reclamando su vuelta y sus bienes? ¿Cómo es posible que no se haya organizado ninguna manifestación en Europa para que la Fuenteovejuna griega pague sus impuestos al erario público? ¿Ninguna voz que exija la solidaridad de los griegos para con los otros griegos?

En segundo lugar se impone, a base de martillo ideológico, la solidaridad de los europeos con los griegos sin considerar los terribles problemas económicos en los que esos mismos europeos están sumidos. El caso de España, por ejemplo, resulta sumamente interesante: Un país que se ha visto obligado a realizar duros recortes en todos los niveles de la economía, que se enfrenta a un enorme nivel de paro, a un grave envejecimiento social y a una juventud desesperada, va a prestar más dinero a Grecia del que a ella le fue concedido en el rescate. “No hay problema” – dicen en alguno de los periódicos de la semana pasada-  “Con lo que nos han de devolver más los intereses tenemos para pagar nuestro rescate.” ¿Explicación racional y razonable o cuento de la lechera
Vamos a ver, respondan: ¿Cuándo ha pagado Grecia sus deudas?

En tercer lugar, los políticos que hablan de solidaridad y otras grandes palabras ignorando con ello la falta de solidaridad de los griegos con los propios griegos y de los problemas económicos de los prestamistas, ocultan, igualmente, que dicha solidaridad puede practicarse sólo y únicamente con Grecia. No es posible salvar a otros países. Es decir, que si algún otro país atravesara las circunstancias por las que está pasando Grecia, ese país se vería obligado a abandonar inmediatamente la zona euro. Esos grandes y elocuentes gestos de bondad de la paupérrima izquierda que rozan la beatería santurrona eluden hablar de otros rescates a otros países porque saben que eso sería imposible.

¿Solidaridad para Grecia y no para los otros países europeos? 

¡Protesto! 

Esto es, cuando menos: anti-igualitario, anti-democrático, anti-solidario y anti-estético.

En cuarto lugar son los contribuyentes los que van a tener que hacer frente con el sudor de su frente y con su dinero a esas ideas sacrosantas. ¿Alguien puede explicarme cómo van a reaccionar cuándo vean que su dinero no repercute en la mejora de la educación, en el incremento de los planes de investigación, ni siquiera en el estado de las carreteras? 
Y yo, qué quieren que les diga, vuelvo a pensar en Lutero, mi buen Lutero. Aquél hombre de Iglesia que se enfrentó a la misma Iglesia a la que tan fiel y lealmente había servido no llevado, curiosamente, por desacuerdos teológicos – esos tuvo casi que improvisarlos- sino porque, sencillamente, estaba en contra de que el dinero que generaba las ventas del perdón a los pecadores fuera a parar a la construcción del Vaticano en vez de quedarse dentro de la comunidad de fieles. Había pues, dos problemas: Uno el de la venta y otro el del destino de las ganancias.
Los mismos que aquí: uno el de la deuda a liquidar y la necesidad de la austeridad y otro el de que la finalidad de tanto esfuerzo sea Grecia, un país – recordemos- abandonado por todos los griegos que pudieron abandonarlo.

En quinto lugar, a los problemas de superar sus propias dificultades económicas y ser solidarios con Grecia se suma el deber –porque esto sí que es un deber- de prestar ayuda humanitaria y asilo a los refugiados que llegan a Europa.
Gran Bretaña se niega y los demás no se atreven a hablar tan claramente pero llegado el momento buscan excusas para quitarse “el mochuelo de encima.”

El Cisma europeo es más que seguro.

Cuando se tiene gangrena en una mano, es mejor amputarla antes de que se extienda por el cuerpo.
Mi miedo: que el cáncer ya esté tan extendido que sea preferible dejar morir en paz a la moribunda Europa que someterla a inútiles y dolorosas operaciones.
Entonces, y sólo entonces, entendería a esa neo-izquierda ñoña e hipócrita y comprendería, al fin, que cuando reivindican “solidaridad” lo que quieren decir en realidad es “¡pelillos a la mar!”

En este terrible y desolador panorama la neo-izquierda suspira por los rincones recordando su gloria pasada y la extrema derecha se frota las manos esperando una victoria que no creía ni tan fácil ni tan cercana, sobre todo en Francia.

¿Qué hará la neo-izquierda gala? 

Vamos, vamos, lo sospechamos todos: apelar al voto musulmán y a la confrontación con el vecino, o sea, con el vecino alemán. Olvidemos nuestras fracciones internas y unámonos contra el poderoso y rico vecino alemán, aunque saben de sobras  que ese vecino alemán no es ni tan poderoso ni rico como todos quieren hacer creer hasta que incluso consiguen que él mismo se lo crea y entonces le asalta un sentimiento confuso: entre orgullo y vergüenza. 
No Alemania no es rica pero a la neo-izquierda francesa no le queda más camino que éste si quiere conservar el Poder. Otra posibilidad no veo. En este instante lo único que acierto a ver es a una Marine LePen sumamente complacida con el vuelco, no sé si inesperado, que han tomado las circunstancias.

En medio de este panorama desolador dos hombres, a los que muy bien se podría denominar héroes, sostienen con todas sus fuerzas la casi extinta Razón.

Uno es Schäuble al que, claro, incluso los propios compañeros de partido critican porque ¿a quién se le ocurre parapetarse en la insolidaridad hacia otros pueblos de Europa?, le preguntan en tono conciliador.

El otro es Varoufakis, que se fue, que fingió irse y al que criticamos por considerar que su marcha se había tratado de una huida en toda regla, pero que ha vuelto y ha vuelto, parece, para decir lo que piensa, aunque esto a lo mejor sea nuevamente un espejismo como el de su peineta a los alemanes, que todos veían que era una peineta y que él juraba y perjuraba que no lo era, hasta que consiguió que dudaran todos de lo que veían y ya no supieran si aquél dedo levantado con gesto desafiante e insolente era una sombra, o una falsificación, o qué. Y ha vuelto para decir la verdad: que el programa fracasará, aunque siga sin reconocer - igual que no reconoce la peineta- que el acuerdo alcanzado en Bruselas después de tantas discusiones y noches en vela, no significa una capitulación de los vencidos a los vencedores porque no se trata de pactar el final de una guerra. Varoufakis no quiere o no puede aceptar que el acuerdo de Bruselas es, ni más ni menos, que un acuerdo alcanzado entre acreedores y deudores aunque, ciertamente, un inadecuado e ineficaz final.

Y es que, pese a las diferencias que les separan, una cosa hay que admitir: que ambos hombres - Schäuble y Varoufakis - tienen razón: el acuerdo es un acuerdo imposible, en efecto.
Y lo es porque los acreedores que han prestado su dinero y a los que se insiste en que sigan prestándolo, desean recuperarlo cueste el tiempo que cueste, - no por egoístas sino porque ellos mismos lo necesitan imperiosamente para sobrevivir; por su parte, los deudores precisan de más crédito sin que les sea posible satisfacer las deudas anteriores porque, sencillamente, no disponen ni de capital ni de estructuras adecuadas para generarlo. Los deudores consideran que los acreedores son unos ladrones explotadores y los acreedores están convencidos de que los deudores son unos aprovechados y unos vagos que quieren vivir a costa del resto. Tan materialista y trivial como suena; tan similar a los conflictos de la vida diaria.

Cualquiera que intente analizarlo de otra manera, o pretende aumentar las audiencias mediáticas y los porcentajes electorales políticos, o se equivoca.

Salgo a la terraza. El cielo azul no deja adivinar la tormenta de rayos y truenos que cinco minutos más tarde se desencadena. “Lo mismo que va a ocurrir con la serena e imperturbable Bolsa de Valores,” me digo. “Tras la calma, la tormenta. En mi vida había visto una cosa así: cataclismos políticos, vaivenes económicos, rupturas sociales, confrontaciones sociales y el mercado bursátil ni se inmuta. Cosas de la realidad virtual – pienso – siempre tan separada y distante de la realidad real. 

¿Pero qué es aquí lo real y qué lo virtual? 

La Razón no puede explicarlo.

Sólo la poesía, el sentimiento hecho verbo, puede. 

Y por eso Calderón de la Barca resuelve el dilema sin miedo a equivocarse:

Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son."

Duerman bien, repongan y reúnan fuerzas. 

Al paso que vamos, dudo mucho que nos despertemos, como cantaba Franco Battiato, en Primavera.

Isabel Viñado Gascón.

Nota:
Pido perdón por la gran cantidad de correcciones que he ido introduciendo a lo largo del día. No ha sido un artículo emocionalmente fácil.