Proverbios y Cantares. XXI
“Ayer soñé que veía
A Dios y que a Dios hablaba;
Y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.”
Antonio
Machado
Lo he dicho siempre: la filosofía es
alemana; la novela, inglesa; el teatro francés y la poesía ... ¡ah! La poesía
es española... El sentimiento hecho verbo. El que queda cuando la razón ha agotado
sus argumentos hasta la saciedad. Y esta vez, en lo que al asunto
griego respecta, es claro que el discurso de la razón se asemeja bastante a “la
razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera que mi razón
enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”, de la que
Cervantes hablaba en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
A ese punto ha llegado, se mire por donde se mire, la razón. ¿Cómo, si no, poder entender el artículo que hace un par de días publicaba Der Spiegel según el cual, el Presidente americano llamó al Presidente ruso para agradecerle su apoyo en las negociaciones con Irán? ¿Ustedes se imaginan? Desde hace prácticamente un año están jugando a los plantes y desplantes, al ajedrez e incluso al “te tiro un guante”, mantienen en vilo a la Fuenteovejuna, despiertan al espectador a golpe de tambor y ahora, van y se agradecen mutuamente los servicios prestados.
A ese punto ha llegado, se mire por donde se mire, la razón. ¿Cómo, si no, poder entender el artículo que hace un par de días publicaba Der Spiegel según el cual, el Presidente americano llamó al Presidente ruso para agradecerle su apoyo en las negociaciones con Irán? ¿Ustedes se imaginan? Desde hace prácticamente un año están jugando a los plantes y desplantes, al ajedrez e incluso al “te tiro un guante”, mantienen en vilo a la Fuenteovejuna, despiertan al espectador a golpe de tambor y ahora, van y se agradecen mutuamente los servicios prestados.
Y yo, fatigada de tantos juegos Lewis-Carrolianos me voy a la cama a
dormir y a soñar. Pero en mis sueños, ¡qué le vamos a hacer!, no encuentro a Dios
sino a Obama hablando con Putin. En mis sueños le veo coger el teléfono
y llamar a Rusia para agradecer a su más alto mandatario la ayuda en temas tan delicados pero,
para mi horror, el motivo ya no es Irán sino Europa. “Gracias” – le dice
Obama a Putin en español - “por tu colaboración en la causa griega. Gracias por
recomendar al gobierno griego que lo más inteligente era seguir en la zona euro.
Hubo un momento en el que nosotros, ya sabes, tuvimos que presionar a los
alemanes. Ese escepticismo alemán: siempre tan en búsqueda de la
verdad...” Y Putin, responde igualmente, como no podía ser menos, en español. -
“Sí. –-asegura. - A nosotros también nos
costó un gran esfuerzo conseguir que los griegos reflexionasen.”
Me despierto envuelta en sudor y
aterrorizada por la pesadilla. ¿Es posible que Estados Unidos y Rusia estén de
acuerdo en mantener a una Europa debilitada, que le permitan cometer uno de los errores más terribles de su
historia económica? No. No. No. Imposible. Imposible. Ha sido un mal sueño, me
repito. ¿Qué interés reportaría una Europa empobrecida en medio de dos
grandes potencias?
Vuelvo a dormirme con la intranquilidad
del que teme encontrarse con un fantasma a un lado de la cama y un
extraterrestre al otro.
Al día siguiente suena mi teléfono.
Suspiro aliviada: no son ni Obama ni Putin. Es Jorge, el tranquilo Jorge, que
llama para tranquilamente comentarme que en algunos círculos se compara el
acuerdo adoptado en Bruselas con la capitulación de Versalles. A mi edad, uno
debería haber aprendido a conversar sobre las más grandes perogrulladas sin mover una
ceja. Lamentablemente no es mi caso. “¿Pero qué nueva estulticia es ésa?”-
respondo encolerizada.- “En primer lugar, la capitulación de Versailles se
firmó después de que muchos europeos perdieran sus vidas, cosa que aquí no ha
sucedido; en segundo lugar, fue un acuerdo
impuesto por los enemigos vencedores
a los enemigos vencidos, mientras que en Bruselas se han estado desarrollando negociaciones entre
acreedores y deudores que, no sólo no son enemigos sino que encima son socios
que han hecho lo posible y lo imposible, incluso mentir, para que les
permitieran entrar allí y que ahora, debido a un par de faltas irremediables, tienen
que enfrentarse conjuntamente a la resolución de serios problemas económicos. Francamente,
Jorge, no sé qué extraña dimensión es ésta en la que tan pronto todo es “a”,
como “a” es idéntica con “no a” y “a” es la misma cosa que “b”. Es mejor que colguemos
- le digo - , la cabeza me da vueltas.”
No. El acuerdo de Bruselas no ha sido un
acuerdo versallesco. Ha sido uno de los más grandes errores históricos,
proteste quién proteste, incluida esa paupérrima neo-izquierda – paupérrima por
falta de ideales y objetivos, no por falta de dinero y títulos; paupérrima por
falta de honor y de honorabilidad, no por falta de vanidad y soberbia;
paupérrima porque ignoro a qué señor sirve, pero desde luego no al ideal europeo;
paupérrima y miserable porque se ha traicionado a sí misma. Y esto, de todo, es
lo peor. Una neo-izquierda que utiliza incansable, igual que utilizan los santurrones, las mismas palabras grandilocuentes de sus inicios: democracia, libertad, solidaridad, unión internacional de los trabajadores. En las raíces tales expresiones no eran simplemente términos lingüísticos. Eran reivindicaciones justas y necesarias. Democracia no era un simple sonido, ni siquiera un concepto: era un objetivo, un fin. Lo mismo que libertad. Lo mismo que Justicia. Lo mismo que Igualdad. Pero ahora, esa neo-izquierda piensa una cosa, dice otra y termina ejecutando una completamente distinta. Y, al final, para aclarar tanto desorden caótico no le queda más remedio que ampararse en el maniqueismo: "Buenos y malos". "Buenos" los que dicen lo que yo digo y me dejan hacer lo que yo quiero. "Malos" los que me contradicen.
La libertad se la dejan a los pensamientos, a los pensamientos silenciosos, claro. Esos son los únicos que son libres. Los pensamientos expresados son condenables y condenados si no se ajustan a lo que ellos afirman, en el momento en el que lo afirman y cuando lo afirman. El asunto a considerar queda subsumido al triunfo personal. Al adversario le llaman anti-solidario egoista, le llaman anti-demócrata, le llaman tirano y ya está todo arreglado. Ya no son ellos, sino el oponente, el contrario, el que tiene que dejar a un lado el asunto para dedicarse a demostrar a la diosa "Opinión Pública" que él no es antidemócrata, que no está en contra de la libertad, que quiere una Europa fuerte, sana y unida en la que todos trabajen y en la que la palabra de un hombre valga tanto como sus hechos, en vez de una Europa en la que ni la palabra ni los hechos tienen un gran valor y en la cual no tiene nada que ver lo que se dice y hace hoy con lo que se dice y hace al día siguiente. Una cosa es adaptarse a las circunstancias y otra, muy distinta, crear unas circunstancias que se ajusten a los veleidosos caprichos de quienes sostienen el micrófono en la mano. Pero a nadie le interesan las palabras de alguien que ha sido clasificado de "anti-demócrata". Algunas voces de la izquierda clásica se levantan en contra de esta neo-izquierda salida no se sabe muy bien de dónde y lo único que consiguen es que les recriminen lo mismo que Pablo Iglesias a Alberto Garzón: "Os avergonzáis de vuestro país y de vuestro pueblo. Consideráis que la gente es idiota, que ve televisión basura y que no se qué y que vosotros sois muy cultos y os encanta reconoceros en esa especie de cultura de la derrota. El típico izquierdista, tristón, aburrido, amargado... la lucidez del pesimismo (...) Me parece súper respetable, pero a mí dejadme en paz. Nosotros no queremos hacer eso. Queremos ganar.(...) Me parecen respetables los que se conforman con el 5 por ciento, pero que nos dejen en paz. Siguen viviendo en el pesimismo existencial." (Extraído de "Libertad Digital, Jueves 25 de Junio 2015)
Así que para la neo-izquierda, las cuestiones de vital trascendencia no son la cultura y la ilustración de Fuenteovejuna: Demos a Fuenteovejuna lo que Fuenteovejuna quiere, lo fácil, así tendremos menos obstáculos en nuestra conquista del Poder. No "los Discursos" de Maquiavelo, No la "Democracia en América", de Tocqueville. No. Recomendémosle "Juegos de Tronos".
Pobre escritor, !pobre hombre! Él, que seguramente sólo pretendía divertirse un rato y también ganar un poco de dinero, porque esto, a qué negarlo, nunca viene mal, pero sobre todo divertirse, contempla de repente atónito, cómo su obra es abducida por unos extraños seres. Seres que han surgido de las aulas académicas y que han sido iniciados socialmente en las redes mediáticas. Seres que no tienen nada en contra de la incultura de Fuenteovejuna porque para la neo-izquierda, lo mismo que para los programas de televisión, sólo hay un elemento a considerar: la Audiencia.
Las grandes palabras, los grandes gestos, sirven al show: cuanto más público mejor, cuanto más inculto mejor. El espectador no necesita la cultura. La cultura aburre. Para la cultura ya están ellos: los líderes de la neo-izquierda, sesudos profesores universitarios de la facultad de Politología. Ellos serán los que le indiquien a Fuenteovejuna qué es cultura y qué no, qué necesita saber y qué no. Información es Poder y ellos, que nadie se preocupe, ya se encargarán de suministrarle la información adecuada. No hace falta que otros accedan a ella. Al fin y al cabo los índices de audiencia lo demuestran: cuanto peor el programa, mayor número de espectadores.
Si Brecht levantara la cabeza la volvería a tumbar de nuevo, o se la volverían a tumbar, ni lo sé. No me sorprendería nada que esta neo-izquierda le criticara por aburrido, por dedicarse a hacer teatro con el ánimo de despertar la conciencia. Esta neo-izquierda usa y abusa de las grandes palabras y de los grandes ideales por los que tantos hombres dieron su vida para.... !conseguir Audiencia!
Hay cosas que no sé si claman al Cielo pero desde luego sí a la Razón.
Y sí, querida neo-izquierda, yo soy una de esas cenizas aburridas que todavía creen que la cultura, el saber, el conocimiento y la reflexión son necesarias en una sociedad para que ésta se desarrolle o, al menos, se mantenga. Una de esas amargadas que estan absolutamente convencidas de que la cultura es el único elemento que salva a Fuenteovejuna de la esclavitud de la que vosotros, en vuestro cínico populismo, no dejáis de hablar desde hace años. Cínico porque de vuestras palabras se desprende que no es el pueblo quien os importa sino vuestros índices en las encuestas electorales, que el pueblo es vuestro medio pero no vuestro fin, que consiste lisa y llanamente en ganar.
Sí. Lo confieso y lo reconozco. Yo soy una de esas pesimistas existenciales que, a pesar de ser consciente de que el esfuerzo es cosa de unos pocos, de que el mérito no siempre se reconoce y de saber que el éxito es aleatorio, considera que hay que intentarlo pese a todo. Intentarlo hasta donde nuestras fuerzas alcancen y eso, en efecto, es siempre algo individual. Pero por lo menos hay que intentarlo. Cada cual a su forma y manera. Unos en el estrado y otros recopilando obras de autores que todavía hoy nos susurran al oido el camino a seguir y los peligros a esquivar. Y sí, soy una de esas pelmazas que creen en la absoluta verdad del "Sapere Aude", que no entendía de joven y cuyo profundo significado descubro a medida que envejezco y que, desde luego, no descansa en manera alguna en los porcentajes del cinco, del diez o del noventa por ciento.
La libertad se la dejan a los pensamientos, a los pensamientos silenciosos, claro. Esos son los únicos que son libres. Los pensamientos expresados son condenables y condenados si no se ajustan a lo que ellos afirman, en el momento en el que lo afirman y cuando lo afirman. El asunto a considerar queda subsumido al triunfo personal. Al adversario le llaman anti-solidario egoista, le llaman anti-demócrata, le llaman tirano y ya está todo arreglado. Ya no son ellos, sino el oponente, el contrario, el que tiene que dejar a un lado el asunto para dedicarse a demostrar a la diosa "Opinión Pública" que él no es antidemócrata, que no está en contra de la libertad, que quiere una Europa fuerte, sana y unida en la que todos trabajen y en la que la palabra de un hombre valga tanto como sus hechos, en vez de una Europa en la que ni la palabra ni los hechos tienen un gran valor y en la cual no tiene nada que ver lo que se dice y hace hoy con lo que se dice y hace al día siguiente. Una cosa es adaptarse a las circunstancias y otra, muy distinta, crear unas circunstancias que se ajusten a los veleidosos caprichos de quienes sostienen el micrófono en la mano. Pero a nadie le interesan las palabras de alguien que ha sido clasificado de "anti-demócrata". Algunas voces de la izquierda clásica se levantan en contra de esta neo-izquierda salida no se sabe muy bien de dónde y lo único que consiguen es que les recriminen lo mismo que Pablo Iglesias a Alberto Garzón: "Os avergonzáis de vuestro país y de vuestro pueblo. Consideráis que la gente es idiota, que ve televisión basura y que no se qué y que vosotros sois muy cultos y os encanta reconoceros en esa especie de cultura de la derrota. El típico izquierdista, tristón, aburrido, amargado... la lucidez del pesimismo (...) Me parece súper respetable, pero a mí dejadme en paz. Nosotros no queremos hacer eso. Queremos ganar.(...) Me parecen respetables los que se conforman con el 5 por ciento, pero que nos dejen en paz. Siguen viviendo en el pesimismo existencial." (Extraído de "Libertad Digital, Jueves 25 de Junio 2015)
Así que para la neo-izquierda, las cuestiones de vital trascendencia no son la cultura y la ilustración de Fuenteovejuna: Demos a Fuenteovejuna lo que Fuenteovejuna quiere, lo fácil, así tendremos menos obstáculos en nuestra conquista del Poder. No "los Discursos" de Maquiavelo, No la "Democracia en América", de Tocqueville. No. Recomendémosle "Juegos de Tronos".
Pobre escritor, !pobre hombre! Él, que seguramente sólo pretendía divertirse un rato y también ganar un poco de dinero, porque esto, a qué negarlo, nunca viene mal, pero sobre todo divertirse, contempla de repente atónito, cómo su obra es abducida por unos extraños seres. Seres que han surgido de las aulas académicas y que han sido iniciados socialmente en las redes mediáticas. Seres que no tienen nada en contra de la incultura de Fuenteovejuna porque para la neo-izquierda, lo mismo que para los programas de televisión, sólo hay un elemento a considerar: la Audiencia.
Las grandes palabras, los grandes gestos, sirven al show: cuanto más público mejor, cuanto más inculto mejor. El espectador no necesita la cultura. La cultura aburre. Para la cultura ya están ellos: los líderes de la neo-izquierda, sesudos profesores universitarios de la facultad de Politología. Ellos serán los que le indiquien a Fuenteovejuna qué es cultura y qué no, qué necesita saber y qué no. Información es Poder y ellos, que nadie se preocupe, ya se encargarán de suministrarle la información adecuada. No hace falta que otros accedan a ella. Al fin y al cabo los índices de audiencia lo demuestran: cuanto peor el programa, mayor número de espectadores.
Si Brecht levantara la cabeza la volvería a tumbar de nuevo, o se la volverían a tumbar, ni lo sé. No me sorprendería nada que esta neo-izquierda le criticara por aburrido, por dedicarse a hacer teatro con el ánimo de despertar la conciencia. Esta neo-izquierda usa y abusa de las grandes palabras y de los grandes ideales por los que tantos hombres dieron su vida para.... !conseguir Audiencia!
Hay cosas que no sé si claman al Cielo pero desde luego sí a la Razón.
Y sí, querida neo-izquierda, yo soy una de esas cenizas aburridas que todavía creen que la cultura, el saber, el conocimiento y la reflexión son necesarias en una sociedad para que ésta se desarrolle o, al menos, se mantenga. Una de esas amargadas que estan absolutamente convencidas de que la cultura es el único elemento que salva a Fuenteovejuna de la esclavitud de la que vosotros, en vuestro cínico populismo, no dejáis de hablar desde hace años. Cínico porque de vuestras palabras se desprende que no es el pueblo quien os importa sino vuestros índices en las encuestas electorales, que el pueblo es vuestro medio pero no vuestro fin, que consiste lisa y llanamente en ganar.
Sí. Lo confieso y lo reconozco. Yo soy una de esas pesimistas existenciales que, a pesar de ser consciente de que el esfuerzo es cosa de unos pocos, de que el mérito no siempre se reconoce y de saber que el éxito es aleatorio, considera que hay que intentarlo pese a todo. Intentarlo hasta donde nuestras fuerzas alcancen y eso, en efecto, es siempre algo individual. Pero por lo menos hay que intentarlo. Cada cual a su forma y manera. Unos en el estrado y otros recopilando obras de autores que todavía hoy nos susurran al oido el camino a seguir y los peligros a esquivar. Y sí, soy una de esas pelmazas que creen en la absoluta verdad del "Sapere Aude", que no entendía de joven y cuyo profundo significado descubro a medida que envejezco y que, desde luego, no descansa en manera alguna en los porcentajes del cinco, del diez o del noventa por ciento.
Grecia debería haber sufrido un Grexit.
Sí. Debería. Y lo debería haber hecho por varias razones.
La principal: Por solidaridad con Europa y el resto de los europeos.
Los que con tanta fuerza exigen y reclaman solidaridad, deberían estar ellos mismos en situación de concederla.
Pero hay también otros muchos más motivos.
La principal: Por solidaridad con Europa y el resto de los europeos.
Los que con tanta fuerza exigen y reclaman solidaridad, deberían estar ellos mismos en situación de concederla.
Pero hay también otros muchos más motivos.
En primer lugar aquéllos que con tanta
ligereza hablan de solidaridad y utilizan grandes palabras y elocuentes gestos,
deberían increpar a los insolidarios millonarios griegos, que han sido – hora es
recordarlo- los primeros en abandonar un barco que se hundía y remar en busca
de puertos seguros para ellos y sus haciendas. ¿Cómo es posible que no haya ni
una sola manifestación de la izquierda reclamando su vuelta y sus bienes? ¿Cómo
es posible que no se haya organizado ninguna manifestación en Europa para que
la Fuenteovejuna griega pague sus impuestos al erario público? ¿Ninguna voz que
exija la solidaridad de los griegos para con los otros griegos?
En segundo lugar se impone, a base de
martillo ideológico, la solidaridad de los europeos con los griegos sin
considerar los terribles problemas económicos en los que esos mismos europeos están sumidos. El caso de España, por ejemplo, resulta sumamente interesante: Un país
que se ha visto obligado a realizar duros recortes en todos los niveles de la
economía, que se enfrenta a un enorme nivel de paro, a un grave envejecimiento
social y a una juventud desesperada, va a prestar más dinero a Grecia del que a
ella le fue concedido en el rescate. “No hay problema” – dicen en alguno de los
periódicos de la semana pasada- “Con lo
que nos han de devolver más los intereses tenemos para pagar nuestro rescate.” ¿Explicación
racional y razonable o cuento de la
lechera?
Vamos a ver, respondan: ¿Cuándo ha pagado Grecia sus deudas?
Vamos a ver, respondan: ¿Cuándo ha pagado Grecia sus deudas?
En tercer lugar, los políticos que
hablan de solidaridad y otras grandes palabras ignorando con ello la falta de
solidaridad de los griegos con los propios griegos y de los problemas económicos
de los prestamistas, ocultan, igualmente, que dicha solidaridad puede
practicarse sólo y únicamente con Grecia. No es posible salvar a otros países. Es decir, que si algún otro país atravesara las circunstancias por las que está pasando Grecia, ese país se vería obligado a abandonar inmediatamente la zona euro. Esos grandes y elocuentes gestos de
bondad de la paupérrima izquierda que rozan la beatería santurrona eluden
hablar de otros rescates a otros países porque saben que eso sería imposible.
¿Solidaridad para Grecia y no para los
otros países europeos?
¡Protesto!
Esto es, cuando menos:
anti-igualitario, anti-democrático, anti-solidario y anti-estético.
En
cuarto lugar son los contribuyentes los que van a tener que hacer frente con el
sudor de su frente y con su dinero a esas ideas sacrosantas. ¿Alguien puede
explicarme cómo van a reaccionar cuándo vean que su dinero no repercute en la
mejora de la educación, en el incremento de los planes de investigación, ni
siquiera en el estado de las carreteras?
Y yo, qué quieren que les diga, vuelvo a pensar en Lutero, mi buen Lutero. Aquél hombre de Iglesia que se enfrentó a la misma Iglesia a la que tan fiel y lealmente había servido no llevado, curiosamente, por desacuerdos teológicos – esos tuvo casi que improvisarlos- sino porque, sencillamente, estaba en contra de que el dinero que generaba las ventas del perdón a los pecadores fuera a parar a la construcción del Vaticano en vez de quedarse dentro de la comunidad de fieles. Había pues, dos problemas: Uno el de la venta y otro el del destino de las ganancias.
Y yo, qué quieren que les diga, vuelvo a pensar en Lutero, mi buen Lutero. Aquél hombre de Iglesia que se enfrentó a la misma Iglesia a la que tan fiel y lealmente había servido no llevado, curiosamente, por desacuerdos teológicos – esos tuvo casi que improvisarlos- sino porque, sencillamente, estaba en contra de que el dinero que generaba las ventas del perdón a los pecadores fuera a parar a la construcción del Vaticano en vez de quedarse dentro de la comunidad de fieles. Había pues, dos problemas: Uno el de la venta y otro el del destino de las ganancias.
Los mismos que aquí: uno el de la deuda
a liquidar y la necesidad de la austeridad y otro el de que la finalidad de
tanto esfuerzo sea Grecia, un país – recordemos- abandonado por todos los
griegos que pudieron abandonarlo.
En quinto lugar, a los problemas de
superar sus propias dificultades económicas y ser solidarios con Grecia se suma
el deber –porque esto sí que es un deber- de prestar ayuda humanitaria y asilo
a los refugiados que llegan a Europa.
Gran Bretaña se niega y los demás no se
atreven a hablar tan claramente pero llegado el momento buscan excusas para
quitarse “el mochuelo de encima.”
El Cisma europeo es más que seguro.
Cuando se tiene gangrena en una mano, es
mejor amputarla antes de que se extienda por el cuerpo.
Mi miedo: que el cáncer ya esté tan extendido
que sea preferible dejar morir en paz a la moribunda Europa que someterla a
inútiles y dolorosas operaciones.
Entonces, y sólo entonces, entendería a
esa neo-izquierda ñoña e hipócrita y comprendería, al fin, que cuando reivindican “solidaridad”
lo que quieren decir en realidad es “¡pelillos a la mar!”
En este terrible y desolador panorama la neo-izquierda suspira por los rincones recordando su gloria pasada y la extrema
derecha se frota las manos esperando una victoria que no creía ni tan fácil ni
tan cercana, sobre todo en Francia.
¿Qué hará la neo-izquierda gala?
Vamos, vamos, lo sospechamos todos: apelar al voto musulmán y a la confrontación con el vecino, o sea, con el vecino alemán. Olvidemos nuestras fracciones internas y unámonos contra el poderoso y rico vecino alemán, aunque saben de sobras que ese vecino alemán no es ni tan poderoso ni rico como todos quieren hacer creer hasta que incluso consiguen que él mismo se lo crea y entonces le asalta un sentimiento confuso: entre orgullo y vergüenza.
No Alemania no es rica pero a la neo-izquierda francesa no le queda más camino que éste si quiere conservar el Poder. Otra posibilidad no veo. En este instante lo único que acierto a ver es a una Marine LePen sumamente complacida con el vuelco, no sé si inesperado, que han tomado las circunstancias.
¿Qué hará la neo-izquierda gala?
Vamos, vamos, lo sospechamos todos: apelar al voto musulmán y a la confrontación con el vecino, o sea, con el vecino alemán. Olvidemos nuestras fracciones internas y unámonos contra el poderoso y rico vecino alemán, aunque saben de sobras que ese vecino alemán no es ni tan poderoso ni rico como todos quieren hacer creer hasta que incluso consiguen que él mismo se lo crea y entonces le asalta un sentimiento confuso: entre orgullo y vergüenza.
No Alemania no es rica pero a la neo-izquierda francesa no le queda más camino que éste si quiere conservar el Poder. Otra posibilidad no veo. En este instante lo único que acierto a ver es a una Marine LePen sumamente complacida con el vuelco, no sé si inesperado, que han tomado las circunstancias.
En medio de este panorama desolador dos
hombres, a los que muy bien se podría denominar héroes, sostienen con todas sus
fuerzas la casi extinta Razón.
Uno es Schäuble al que, claro, incluso
los propios compañeros de partido critican porque ¿a quién se le ocurre
parapetarse en la insolidaridad hacia otros pueblos de Europa?, le preguntan en tono conciliador.
El otro es Varoufakis, que se fue, que
fingió irse y al que criticamos por considerar que su marcha se había tratado
de una huida en toda regla, pero que ha vuelto y ha vuelto, parece, para decir
lo que piensa, aunque esto a lo mejor sea nuevamente un espejismo como el de su
peineta a los alemanes, que todos veían que era una peineta y que él juraba y
perjuraba que no lo era, hasta que consiguió que dudaran todos de lo que veían
y ya no supieran si aquél dedo levantado con gesto desafiante e insolente era una sombra, o una falsificación, o qué. Y ha vuelto para decir la verdad: que el programa fracasará, aunque siga sin reconocer - igual que no reconoce la peineta- que el acuerdo alcanzado en Bruselas después de tantas discusiones y noches en vela, no significa una capitulación de los vencidos a los vencedores porque no se trata de pactar el final de una guerra. Varoufakis no quiere o no puede aceptar que el acuerdo de Bruselas es, ni más ni menos, que un acuerdo alcanzado entre acreedores y deudores aunque, ciertamente, un inadecuado e ineficaz final.
Y es que, pese a las diferencias que les separan, una cosa hay que admitir: que ambos hombres - Schäuble y Varoufakis - tienen razón: el acuerdo es un acuerdo imposible, en efecto.
Y lo es porque los acreedores que han prestado su dinero y a los que se insiste en que sigan prestándolo, desean recuperarlo cueste el tiempo que cueste, - no por egoístas sino porque ellos mismos lo necesitan imperiosamente para sobrevivir; por su parte, los deudores precisan de más crédito sin que les sea posible satisfacer las deudas anteriores porque, sencillamente, no disponen ni de capital ni de estructuras adecuadas para generarlo. Los deudores consideran que los acreedores son unos ladrones explotadores y los acreedores están convencidos de que los deudores son unos aprovechados y unos vagos que quieren vivir a costa del resto. Tan materialista y trivial como suena; tan similar a los conflictos de la vida diaria.
Cualquiera que intente analizarlo de otra manera, o pretende aumentar las audiencias mediáticas y los porcentajes electorales políticos, o se equivoca.
Y es que, pese a las diferencias que les separan, una cosa hay que admitir: que ambos hombres - Schäuble y Varoufakis - tienen razón: el acuerdo es un acuerdo imposible, en efecto.
Y lo es porque los acreedores que han prestado su dinero y a los que se insiste en que sigan prestándolo, desean recuperarlo cueste el tiempo que cueste, - no por egoístas sino porque ellos mismos lo necesitan imperiosamente para sobrevivir; por su parte, los deudores precisan de más crédito sin que les sea posible satisfacer las deudas anteriores porque, sencillamente, no disponen ni de capital ni de estructuras adecuadas para generarlo. Los deudores consideran que los acreedores son unos ladrones explotadores y los acreedores están convencidos de que los deudores son unos aprovechados y unos vagos que quieren vivir a costa del resto. Tan materialista y trivial como suena; tan similar a los conflictos de la vida diaria.
Cualquiera que intente analizarlo de otra manera, o pretende aumentar las audiencias mediáticas y los porcentajes electorales políticos, o se equivoca.
Salgo a la terraza. El cielo azul no
deja adivinar la tormenta de rayos y truenos que cinco minutos más tarde se
desencadena. “Lo mismo que va a ocurrir con la serena e imperturbable Bolsa de
Valores,” me digo. “Tras la calma, la tormenta. En mi vida había visto una cosa
así: cataclismos políticos, vaivenes económicos, rupturas sociales,
confrontaciones sociales y el mercado bursátil ni se inmuta. Cosas de la
realidad virtual – pienso – siempre tan separada y distante de la realidad
real.
¿Pero qué es aquí lo real y qué lo virtual?
La Razón no puede explicarlo.
Sólo la poesía, el sentimiento hecho verbo, puede.
Y por eso Calderón de la Barca resuelve el dilema sin miedo a equivocarse:
Y por eso Calderón de la Barca resuelve el dilema sin miedo a equivocarse:
” Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son."
Duerman bien, repongan y reúnan fuerzas.
Al paso que vamos, dudo mucho que nos despertemos, como cantaba Franco Battiato, en Primavera.
Isabel Viñado Gascón.
Nota:
Pido perdón por la gran cantidad de correcciones que he ido introduciendo a lo largo del día. No ha sido un artículo emocionalmente fácil.
Nota:
Pido perdón por la gran cantidad de correcciones que he ido introduciendo a lo largo del día. No ha sido un artículo emocionalmente fácil.
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