Monday, July 20, 2015

Kuhhandel

Salgo a deambular. Las últimas tormentas han enfriado las temperaturas. Unos pocos ancianos vienen o van a la compra. Algunas madres regresan tras haber dejado a sus hijos en la guardería. El precio del oro ha caído y el de la carne va a subir. “No me importa”, dicen algunos, “si la calidad aumenta”. Que utilicen el condicional “si” en vez del causal “porque” muestra, aunque ellos mismos lo ignoren, su desconfianza al respecto. Los ganaderos franceses luchan por una subida de los precios de la carne pero no precisamente para que los cerdos vayan a recibir un trato de nobles porcinos sino para que el dinero que los intermediarios les paguen cubran, por lo menos eso, los costes de la producción.

No obstante –aseguran preocupados los sesudos economistas - no hay inflación. Bolsas a punto de explotar por aquí y por allá pero no hay inflación. Impuestos salidos de la Nada, descenso en la calidad, intereses negativos en los bancos, pero no hay inflación. Que los bancos tengan cada vez más ingresos y puedan nuevamente iniciarse en negocios de alto riesgo no es inflación.La inflación - dicen los sesudos economistas - es otra cosa. Lo que tenemos es una deflación. O lo que es lo mismo: no hay extraterrestres sino intraterrestres (seres extraterrestres que habitan en el interior de la Tierra)
No me extraña que mal que les pese, todos aquéllos que en estos momentos se consideran víctimas de los efectos de una inflación encubierta - inflación,  porque cada vez pagan más por menos y encubierta porque los expertos afirman una y otra vez que los precios se mantienen a la baja  -se sientan como deben sentirse los avistadores de ovnis, ufos y similares: o es cierto que los sentidos les engañan, o el mundo está ciego.
Digan lo que digan los sesudos economistas, lo cierto es que el  I.V.A ha aumentado y el precio de las consumiciones, también. Los camareros se quejan de la falta de propina y en los comercios hay que tener cuidado con los despistes de las cajeras que te cobran los artículos que has comprado, los pagas mecánicamente y luego, a la salida, un sexto sentido te avisa de que algo no funciona. Miras tu bolsa, miras tu factura y, en efecto, descubres que te han cobrado dos pantalones, has pagado dos pantalones pero sólo llevas un pantalón.

Un despiste, claro, lo tiene cualquiera.

Lástima que sean tan frecuentes.

Pero no hay inflación, cosa que preocupa sobremanera a los sesudos economistas, y por eso los consumidores, los productores y todos los participantes de la cadena de producción-compra-venta están contentos si, después de dejar unos euros de más aquí y unos euros de más allá, llegan a fin de mes con el bolsillo vacio. El único que esta mañana parece estar preocupado es el espectador, que se afana en pensar en qué puede seguir ahorrando: decoración minimalista, transporte público, alimentos de oferta, ropa de hace cinco o seis temporadas, un ordenador tan viejo como él, y una única diversión: la televisión, ese maravilloso invento que le mantiene conectado al mundo; él, que no tiene a nadie más que a su soledad.
- “Me estoy haciendo viejo”, suspira, “estoy empezando a sentir lástima de mí mismo. El día que pierda el interés por la televisión será el anuncio de mi muerte.”

Asustado por su propio pensamiento y tal vez para demorar la llegada de ese desagradable instante , el espectador deja sus preocupaciones a un lado,  encamina resoluto sus pasos hacia el sillón y se vuelve a acomodar en él para hacer lo que siempre hace: dormitar arrullado por el ruido monótono que sale de su caja favorita.
El precio del oro ha caído, es lo último que escucha  decir antes de sumergirse en esa zona gris existente entre la vigilia y el sueño.

El precio del oro ha caído. Hace tres o cuatro años oí comentar a alguien que el precio del oro seguiría subiendo hasta que empezara a bajar. En ese momento, todos venderían espantados, los verdaderos especuladores se harían con el poder del mercado y luego volvería a subir. No llego a tantas profundidades. Realmente: ¿Esperaban ustedes algo distinto?  Como todos los entendidos saben y los no entendidos sospechan, el oro es el anti-dólar. Puedo imaginarme que los últimos acuerdos con Irán han proporcionado nuevas fuerzas a la maltrecha moneda americano-occidental. ¿Cuánto tiempo? Ése es, sin duda,  el enigma a resolver en un mundo de espejos deformados y deformantes. Nadie lo sabe. Ni siquiera el ganador. Esta situación me recuerda a un juego que muchos padres alemanes regalan al amiguito de sus hijos en su cumpleaños. No para que lo juegue el amiguito de sus hijos - a decir verdad, el cumpleaños es sólo una excusa -, sino para que lo jueguen sus papás. 
El juego es emocionante, exige nervios de acero, un poderoso e indestructible deseo de ganar y ninguna turbación al perder. Se llama “Kuhhandel”, en alemán, “You´re Bluffing”, en inglés, “Pague para ver”, en portugués y “Boursicocotte”, en francés. A mi modo de ver, constituye, sin duda, un buen entrenamiento para iniciarse en los secretos del muno de las finanzas.

A veces, me asalta la sospecha – ya conocen ustedes este surrealista humor mío – de que a eso - a jugar a Kuhhandel- es, en realidad, a lo que se dedican esos serios y encorbatados hombres durante sus reuniones a puertas cerradas.

Grecia ha utilizado el dinero que los acreedores le han prestado para devolverles la deuda. Conocemos la historia: algo parecido sucedió con los Bancos, que hubieron de prestar dinero a los gobiernos para conseguir que éstos les salvaran. Hace poco me contaron de una conocida que utiliza el dinero que saca de una tarjeta para pagar las deudas de otra tarjeta y así sucesivamente. No me pregunten cómo lo consigue. Lo realmente extraordinario es lo similares que están empezando a ser los comportamientos a pequeña y a gran escala, a nivel individual y a nivel global, lo micro y lo macro.

 No me sorprende: Al fin y al cabo, la crisis, esta vez, parece ser global.

A grosso modo hay tres modos de resolverla:

Una: ir a Marte y establecer allí colonias.

Dos: encontrar extraterrestres, o intraterrestres –  e iniciar relaciones comerciales con ellos.

Tres: el follón.

No me extraña que a estas alturas, y dadas las circunstancias, algunos empresarios y agencias espaciales anden organizando futuros viajes al planeta rojo; otros, como el ruso Milner, se dediquen a donar millones para colaborar en la búsqueda de vida inteligente en otros lugares del Universo mientras que Tusk avisa del peligro de las alianzas de los radicales.

El espectador ronca en su sillón.

Isabel Viñado Gascón





Sunday, July 19, 2015

La pesadilla de una Europa que se rompe no me deja dormir y me impide callar

Proverbios y Cantares. XXI
“Ayer soñé que veía
A Dios y que a Dios hablaba;
Y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.”
 Antonio Machado

Lo he dicho siempre: la filosofía es alemana; la novela, inglesa; el teatro francés y la poesía ... ¡ah! La poesía es española... El sentimiento hecho verbo. El que queda cuando la razón ha agotado sus argumentos hasta la saciedad. Y esta vez, en lo que al asunto griego respecta, es claro que el discurso de la razón se asemeja bastante a “la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera que mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”, de la que Cervantes hablaba en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. 
A ese punto ha llegado, se mire por donde se mire, la razón. ¿Cómo, si no, poder entender el artículo que hace un par de días publicaba Der Spiegel  según el cual,  el Presidente americano llamó al Presidente ruso para agradecerle su apoyo en las negociaciones con Irán? ¿Ustedes se imaginan? Desde hace prácticamente un año están jugando a los plantes y desplantes, al ajedrez e incluso al “te tiro un guante”, mantienen en vilo a la Fuenteovejuna, despiertan al espectador a golpe de tambor y ahora, van y se agradecen mutuamente los servicios prestados.

Y yo, fatigada de tantos juegos Lewis-Carrolianos me voy a la cama a dormir y a soñar. Pero en mis sueños, ¡qué le vamos a hacer!,  no encuentro a Dios sino a Obama hablando con Putin. En mis sueños le veo coger el teléfono y llamar a Rusia para agradecer a su más alto mandatario la ayuda en temas tan delicados pero, para mi horror, el motivo ya no es Irán sino Europa. “Gracias” – le dice Obama a Putin en español - “por tu colaboración en la causa griega. Gracias por recomendar al gobierno griego que lo más inteligente era seguir en la zona euro. Hubo un momento en el que nosotros, ya sabes, tuvimos que presionar a los alemanes. Ese escepticismo alemán: siempre tan en búsqueda de la verdad...” Y Putin, responde igualmente, como no podía ser menos, en español. - “Sí. –-asegura. -  A nosotros también nos costó un gran esfuerzo conseguir que los griegos reflexionasen.”

Me despierto envuelta en sudor y aterrorizada por la pesadilla. ¿Es posible que Estados Unidos y Rusia estén de acuerdo en mantener a una Europa debilitada, que le permitan cometer uno de los errores  más terribles de su historia económica? No. No. No. Imposible. Imposible. Ha sido un mal sueño, me repito. ¿Qué interés reportaría una Europa empobrecida en medio de dos grandes potencias?

Vuelvo a dormirme con la intranquilidad del que teme encontrarse con un fantasma a un lado de la cama y un extraterrestre al otro.

Al día siguiente suena mi teléfono. Suspiro aliviada: no son ni Obama ni Putin. Es Jorge, el tranquilo Jorge, que llama para tranquilamente comentarme que en algunos círculos se compara el acuerdo adoptado en Bruselas con la capitulación de Versalles. A mi edad, uno debería haber aprendido a conversar sobre las más grandes perogrulladas sin mover una ceja. Lamentablemente no es mi caso. “¿Pero qué nueva estulticia es ésa?”- respondo encolerizada.- “En primer lugar, la capitulación de Versailles se firmó después de que muchos europeos perdieran sus vidas, cosa que aquí no ha sucedido; en segundo lugar, fue un acuerdo  impuesto  por los enemigos vencedores a los enemigos vencidos, mientras que en Bruselas se han estado desarrollando negociaciones entre acreedores y deudores que, no sólo no son enemigos sino que encima son socios que han hecho lo posible y lo imposible, incluso mentir, para que les permitieran entrar allí y que ahora, debido a un par de faltas irremediables, tienen que enfrentarse conjuntamente a la resolución de serios problemas económicos. Francamente, Jorge, no sé qué extraña dimensión es ésta en la que tan pronto todo es “a”, como “a” es idéntica con “no a” y “a” es la misma cosa que “b”. Es mejor que colguemos - le digo - , la cabeza me da vueltas.”

No. El acuerdo de Bruselas no ha sido un acuerdo versallesco. Ha sido uno de los más grandes errores históricos, proteste quién proteste, incluida esa paupérrima neo-izquierda – paupérrima por falta de ideales y objetivos, no por falta de dinero y títulos; paupérrima por falta de honor y de honorabilidad, no por falta de vanidad y soberbia; paupérrima porque ignoro a qué señor sirve, pero desde luego no al ideal europeo; paupérrima y miserable porque se ha traicionado a sí misma. Y esto, de todo, es lo peor. Una neo-izquierda que utiliza incansable, igual que utilizan los santurrones, las mismas palabras grandilocuentes de sus inicios: democracia, libertad, solidaridad, unión internacional de los trabajadores. En las raíces tales expresiones no eran simplemente términos lingüísticos. Eran reivindicaciones justas y necesarias. Democracia no era un simple sonido, ni siquiera un concepto: era un objetivo, un fin. Lo mismo que libertad. Lo mismo que Justicia. Lo mismo que Igualdad.  Pero ahora, esa neo-izquierda piensa una cosa, dice otra y termina ejecutando una completamente distinta. Y, al final, para aclarar tanto desorden caótico no le queda más remedio que ampararse en el maniqueismo: "Buenos y malos". "Buenos" los que dicen lo que yo digo y me dejan hacer lo que yo quiero. "Malos" los que me contradicen. 
La libertad se la dejan a los pensamientos, a los pensamientos silenciosos, claro. Esos son los únicos que son libres. Los pensamientos expresados son condenables y condenados si no se ajustan a lo que ellos afirman, en el momento en el que lo afirman y cuando lo afirman. El asunto a considerar queda subsumido al triunfo personal. Al adversario le llaman anti-solidario egoista, le llaman anti-demócrata, le llaman tirano y ya está todo arreglado. Ya no son ellos, sino el oponente, el contrario, el que tiene que dejar a un lado el asunto para dedicarse a demostrar a la diosa "Opinión Pública" que él no es antidemócrata, que no está en contra de la libertad, que quiere una Europa fuerte, sana y unida en la que todos trabajen y en la que la palabra de un hombre valga tanto como sus hechos, en vez de una Europa en la que ni la palabra ni los hechos tienen un gran valor y en la cual no tiene nada que ver lo que se dice y hace hoy con lo que se dice y hace al día siguiente. Una cosa es adaptarse a las circunstancias y otra, muy distinta, crear unas circunstancias que se ajusten a los veleidosos caprichos de quienes sostienen el micrófono en la mano. Pero a nadie le interesan las palabras de alguien que ha sido clasificado de  "anti-demócrata". Algunas voces de la izquierda clásica se levantan en contra de esta neo-izquierda salida no se sabe muy bien de dónde y lo único que consiguen es que les recriminen lo mismo que Pablo Iglesias a Alberto Garzón: "Os avergonzáis de vuestro país y de vuestro pueblo. Consideráis que la gente es idiota, que ve televisión basura y que no se qué y que vosotros sois muy cultos y os encanta reconoceros en esa especie de cultura de la derrota. El típico izquierdista, tristón, aburrido, amargado... la lucidez del pesimismo (...) Me parece súper respetable, pero a mí dejadme en paz. Nosotros no queremos hacer eso. Queremos ganar.(...) Me parecen respetables los que se conforman con el 5 por ciento, pero que nos dejen en paz. Siguen viviendo en el pesimismo existencial." (Extraído de "Libertad Digital, Jueves 25 de Junio 2015)

Así que para la neo-izquierda, las cuestiones de vital trascendencia no son la cultura y la ilustración de Fuenteovejuna: Demos a Fuenteovejuna lo que Fuenteovejuna quiere, lo fácil, así tendremos menos obstáculos en nuestra conquista del Poder. No "los Discursos" de Maquiavelo, No la "Democracia en América", de Tocqueville. No. Recomendémosle "Juegos de Tronos".
Pobre escritor, !pobre hombre! Él, que seguramente sólo pretendía divertirse un rato y también ganar  un poco de dinero, porque esto, a qué negarlo, nunca viene mal, pero sobre todo divertirse, contempla de repente atónito, cómo su obra es abducida por unos extraños seres. Seres que han surgido de las aulas académicas y que han sido iniciados socialmente en las redes mediáticas. Seres que no tienen nada en contra de la incultura de Fuenteovejuna porque para la neo-izquierda, lo mismo que para los programas de televisión, sólo hay un elemento a considerar: la Audiencia.

Las grandes palabras, los grandes gestos, sirven al show: cuanto más público mejor, cuanto más inculto mejor. El espectador no necesita la cultura. La cultura aburre. Para la cultura ya están ellos: los líderes de la neo-izquierda, sesudos profesores universitarios de la facultad de Politología. Ellos serán los que le indiquien a Fuenteovejuna qué es cultura y qué no, qué necesita saber y qué no. Información es Poder y ellos, que nadie se preocupe, ya se encargarán de suministrarle la información adecuada. No hace falta que otros accedan a ella. Al fin y al cabo los índices de audiencia lo demuestran: cuanto peor el programa, mayor número de espectadores.

Si Brecht levantara la cabeza la volvería a tumbar de nuevo, o se la volverían a tumbar, ni lo sé. No me sorprendería nada que esta neo-izquierda le criticara por aburrido, por dedicarse a hacer teatro con el ánimo de despertar la conciencia. Esta neo-izquierda usa y abusa de las grandes palabras y de los grandes ideales por los que tantos hombres dieron su vida para.... !conseguir Audiencia!

Hay cosas que no sé si claman al Cielo pero desde luego sí a la Razón.

Y sí, querida neo-izquierda, yo soy una de esas cenizas aburridas que todavía creen que la cultura, el saber, el conocimiento y la reflexión son necesarias en una sociedad para que ésta se desarrolle o, al menos, se mantenga. Una de esas amargadas que estan absolutamente convencidas de que la cultura es el único elemento que salva a Fuenteovejuna de la esclavitud de la que vosotros, en vuestro cínico populismo, no dejáis de hablar desde hace años.  Cínico porque de vuestras palabras se desprende que no es el pueblo quien os importa sino vuestros índices en las encuestas electorales, que el pueblo es vuestro medio pero no vuestro fin, que consiste lisa y llanamente en ganar.

Sí. Lo confieso y lo reconozco. Yo soy una de esas pesimistas existenciales que, a pesar de ser consciente de que el esfuerzo es cosa de unos pocos, de que el mérito no siempre se reconoce  y de saber que el éxito es aleatorio, considera que hay que intentarlo pese a todo. Intentarlo hasta donde nuestras fuerzas alcancen y eso, en efecto, es siempre algo individual. Pero por lo menos hay que intentarlo. Cada cual a su forma y manera. Unos en el estrado y otros recopilando obras de autores que todavía hoy nos susurran al oido el camino a seguir y los peligros a esquivar. Y sí, soy una de esas pelmazas que creen en la absoluta verdad del "Sapere Aude", que no entendía de joven y cuyo profundo significado descubro a medida que envejezco y que, desde luego, no descansa en manera alguna en los porcentajes del cinco, del diez o del noventa por ciento. 

Grecia debería haber sufrido un Grexit. Sí. Debería. Y lo debería haber hecho por varias razones. 

La principal: Por solidaridad con Europa y el resto de los europeos
Los que con tanta fuerza exigen y reclaman solidaridad, deberían estar ellos mismos en situación de concederla.

Pero hay también otros muchos más motivos.

En primer lugar  aquéllos que con tanta ligereza hablan de solidaridad y utilizan grandes palabras y elocuentes gestos, deberían increpar a los insolidarios millonarios griegos, que han sido – hora es recordarlo- los primeros en abandonar un barco que se hundía y remar en busca de puertos seguros para ellos y sus haciendas. ¿Cómo es posible que no haya ni una sola manifestación de la izquierda reclamando su vuelta y sus bienes? ¿Cómo es posible que no se haya organizado ninguna manifestación en Europa para que la Fuenteovejuna griega pague sus impuestos al erario público? ¿Ninguna voz que exija la solidaridad de los griegos para con los otros griegos?

En segundo lugar se impone, a base de martillo ideológico, la solidaridad de los europeos con los griegos sin considerar los terribles problemas económicos en los que esos mismos europeos están sumidos. El caso de España, por ejemplo, resulta sumamente interesante: Un país que se ha visto obligado a realizar duros recortes en todos los niveles de la economía, que se enfrenta a un enorme nivel de paro, a un grave envejecimiento social y a una juventud desesperada, va a prestar más dinero a Grecia del que a ella le fue concedido en el rescate. “No hay problema” – dicen en alguno de los periódicos de la semana pasada-  “Con lo que nos han de devolver más los intereses tenemos para pagar nuestro rescate.” ¿Explicación racional y razonable o cuento de la lechera
Vamos a ver, respondan: ¿Cuándo ha pagado Grecia sus deudas?

En tercer lugar, los políticos que hablan de solidaridad y otras grandes palabras ignorando con ello la falta de solidaridad de los griegos con los propios griegos y de los problemas económicos de los prestamistas, ocultan, igualmente, que dicha solidaridad puede practicarse sólo y únicamente con Grecia. No es posible salvar a otros países. Es decir, que si algún otro país atravesara las circunstancias por las que está pasando Grecia, ese país se vería obligado a abandonar inmediatamente la zona euro. Esos grandes y elocuentes gestos de bondad de la paupérrima izquierda que rozan la beatería santurrona eluden hablar de otros rescates a otros países porque saben que eso sería imposible.

¿Solidaridad para Grecia y no para los otros países europeos? 

¡Protesto! 

Esto es, cuando menos: anti-igualitario, anti-democrático, anti-solidario y anti-estético.

En cuarto lugar son los contribuyentes los que van a tener que hacer frente con el sudor de su frente y con su dinero a esas ideas sacrosantas. ¿Alguien puede explicarme cómo van a reaccionar cuándo vean que su dinero no repercute en la mejora de la educación, en el incremento de los planes de investigación, ni siquiera en el estado de las carreteras? 
Y yo, qué quieren que les diga, vuelvo a pensar en Lutero, mi buen Lutero. Aquél hombre de Iglesia que se enfrentó a la misma Iglesia a la que tan fiel y lealmente había servido no llevado, curiosamente, por desacuerdos teológicos – esos tuvo casi que improvisarlos- sino porque, sencillamente, estaba en contra de que el dinero que generaba las ventas del perdón a los pecadores fuera a parar a la construcción del Vaticano en vez de quedarse dentro de la comunidad de fieles. Había pues, dos problemas: Uno el de la venta y otro el del destino de las ganancias.
Los mismos que aquí: uno el de la deuda a liquidar y la necesidad de la austeridad y otro el de que la finalidad de tanto esfuerzo sea Grecia, un país – recordemos- abandonado por todos los griegos que pudieron abandonarlo.

En quinto lugar, a los problemas de superar sus propias dificultades económicas y ser solidarios con Grecia se suma el deber –porque esto sí que es un deber- de prestar ayuda humanitaria y asilo a los refugiados que llegan a Europa.
Gran Bretaña se niega y los demás no se atreven a hablar tan claramente pero llegado el momento buscan excusas para quitarse “el mochuelo de encima.”

El Cisma europeo es más que seguro.

Cuando se tiene gangrena en una mano, es mejor amputarla antes de que se extienda por el cuerpo.
Mi miedo: que el cáncer ya esté tan extendido que sea preferible dejar morir en paz a la moribunda Europa que someterla a inútiles y dolorosas operaciones.
Entonces, y sólo entonces, entendería a esa neo-izquierda ñoña e hipócrita y comprendería, al fin, que cuando reivindican “solidaridad” lo que quieren decir en realidad es “¡pelillos a la mar!”

En este terrible y desolador panorama la neo-izquierda suspira por los rincones recordando su gloria pasada y la extrema derecha se frota las manos esperando una victoria que no creía ni tan fácil ni tan cercana, sobre todo en Francia.

¿Qué hará la neo-izquierda gala? 

Vamos, vamos, lo sospechamos todos: apelar al voto musulmán y a la confrontación con el vecino, o sea, con el vecino alemán. Olvidemos nuestras fracciones internas y unámonos contra el poderoso y rico vecino alemán, aunque saben de sobras  que ese vecino alemán no es ni tan poderoso ni rico como todos quieren hacer creer hasta que incluso consiguen que él mismo se lo crea y entonces le asalta un sentimiento confuso: entre orgullo y vergüenza. 
No Alemania no es rica pero a la neo-izquierda francesa no le queda más camino que éste si quiere conservar el Poder. Otra posibilidad no veo. En este instante lo único que acierto a ver es a una Marine LePen sumamente complacida con el vuelco, no sé si inesperado, que han tomado las circunstancias.

En medio de este panorama desolador dos hombres, a los que muy bien se podría denominar héroes, sostienen con todas sus fuerzas la casi extinta Razón.

Uno es Schäuble al que, claro, incluso los propios compañeros de partido critican porque ¿a quién se le ocurre parapetarse en la insolidaridad hacia otros pueblos de Europa?, le preguntan en tono conciliador.

El otro es Varoufakis, que se fue, que fingió irse y al que criticamos por considerar que su marcha se había tratado de una huida en toda regla, pero que ha vuelto y ha vuelto, parece, para decir lo que piensa, aunque esto a lo mejor sea nuevamente un espejismo como el de su peineta a los alemanes, que todos veían que era una peineta y que él juraba y perjuraba que no lo era, hasta que consiguió que dudaran todos de lo que veían y ya no supieran si aquél dedo levantado con gesto desafiante e insolente era una sombra, o una falsificación, o qué. Y ha vuelto para decir la verdad: que el programa fracasará, aunque siga sin reconocer - igual que no reconoce la peineta- que el acuerdo alcanzado en Bruselas después de tantas discusiones y noches en vela, no significa una capitulación de los vencidos a los vencedores porque no se trata de pactar el final de una guerra. Varoufakis no quiere o no puede aceptar que el acuerdo de Bruselas es, ni más ni menos, que un acuerdo alcanzado entre acreedores y deudores aunque, ciertamente, un inadecuado e ineficaz final.

Y es que, pese a las diferencias que les separan, una cosa hay que admitir: que ambos hombres - Schäuble y Varoufakis - tienen razón: el acuerdo es un acuerdo imposible, en efecto.
Y lo es porque los acreedores que han prestado su dinero y a los que se insiste en que sigan prestándolo, desean recuperarlo cueste el tiempo que cueste, - no por egoístas sino porque ellos mismos lo necesitan imperiosamente para sobrevivir; por su parte, los deudores precisan de más crédito sin que les sea posible satisfacer las deudas anteriores porque, sencillamente, no disponen ni de capital ni de estructuras adecuadas para generarlo. Los deudores consideran que los acreedores son unos ladrones explotadores y los acreedores están convencidos de que los deudores son unos aprovechados y unos vagos que quieren vivir a costa del resto. Tan materialista y trivial como suena; tan similar a los conflictos de la vida diaria.

Cualquiera que intente analizarlo de otra manera, o pretende aumentar las audiencias mediáticas y los porcentajes electorales políticos, o se equivoca.

Salgo a la terraza. El cielo azul no deja adivinar la tormenta de rayos y truenos que cinco minutos más tarde se desencadena. “Lo mismo que va a ocurrir con la serena e imperturbable Bolsa de Valores,” me digo. “Tras la calma, la tormenta. En mi vida había visto una cosa así: cataclismos políticos, vaivenes económicos, rupturas sociales, confrontaciones sociales y el mercado bursátil ni se inmuta. Cosas de la realidad virtual – pienso – siempre tan separada y distante de la realidad real. 

¿Pero qué es aquí lo real y qué lo virtual? 

La Razón no puede explicarlo.

Sólo la poesía, el sentimiento hecho verbo, puede. 

Y por eso Calderón de la Barca resuelve el dilema sin miedo a equivocarse:

Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son."

Duerman bien, repongan y reúnan fuerzas. 

Al paso que vamos, dudo mucho que nos despertemos, como cantaba Franco Battiato, en Primavera.

Isabel Viñado Gascón.

Nota:
Pido perdón por la gran cantidad de correcciones que he ido introduciendo a lo largo del día. No ha sido un artículo emocionalmente fácil. 







Wednesday, July 15, 2015

La traición de la neo-izquierda a sí misma

Hubo un tiempo en que estuve convencida de que iban a ser los movimientos ideológicos de izquierda quienes iban a tomar las riendas del poder en Europa. Los recursos limitados del planeta, la crisis económica, la incredulidad de la derecha en sus propios planteamientos, el cansancio moral de los fieles, la ausencia de horizontes espirituales de Fuenteovejuna... Todo ello, digo, me llevó a pensar que una izquierda renovadora, dinámica, moralista, materialista y por materialista austera, tomaría las riendas de Europa y le enderezaría el rumbo. Abajo la Europa perezosa en la que el sueño de los jóvenes consiste en llevar con treinta años la vida inactiva de los jubilados, abajo la Europa en la que los hombres fuertes y sanos no saben adónde ir ni a qué dedicarse.
La cooperación en el trabajo, la puesta en marcha de distintos proyectos que dieran de comer y posibilidades de formar una familia, eso es lo que pensé que iba a hacerse. La propuesta de un casino en los alrededores de Madrid,  igual da americano que chino, me paralizó la respiración. Yo hubiera preferido la agricultura, mecanizada e informatizada, para intentar solucionar el problema del paro; no porque enriquezca sino porque al estar en la base de la producción genera empleo, la población aumenta, se hace necesario renovar casas, construir escuelas, introducir nuevas formas de energías...  

Esta es, sin embargo, una posibilidad que se esfuma día a día porque el campo está dejando de pertenecer a propietarios individuales para pasar a manos de grandes empresas que compran las tierras beneficiándose del hecho de que los antiguos propietarios quieren deshacerse de unas tierras que no producen “más que disgustos”.

Pero la izquierda calló y calla acerca de ese tema, a pesar de que es un problema europeo y bien europeo y he de decir que si yo lo conozco no es por ella sino por los pequeños propietarios que se sienten abandonados por todo y por todos sin que a nadie parezca importarles la concentración de capital que la globalización provoca en el sector agrícola en el que enseguida un propietario de tierra es considerado por la izquierda como terrateniente.

Mis dudas acerca de la neo-izquierda se intensificaron justo cuando todos más ilusionados se mostraban con ella. 
Estando en la India, alguien se acercó a hablarme de “los indignados”, de ese movimiento que se dedicaba a acampar en la Plaza del Sol de Madrid... Sentí arder la sangre. Lo confieso: en ese momento la “indignada” era yo. “¡Un movimiento de indignados que se sienta en el suelo, que acampa durante días, no es un movimiento de indignados!”, protesté encolerizada. Y cuando mi interlocutora, para convencerme de que se trataba realmente de una protesta popular, me comentó que habían acudido incluso ancianos, la exaltación de mi indignación estalló sin remedio. “¡No me digas más!, grité,  ¡Eso que me cuentas es la clásica reunión de desocupados de mi pueblo! Cuando hace buen tiempo se reúnen a las diez de la mañana y no vuelven a casa hasta las dos, después del vino. ¡Si fueran verdaderos indignados no se habrían sentado. Habrían organizado un “Mercado del Trabajo callejero”. Todos a vender pasteles, a tricotar, a editar periódicos aunque sea en internet, a pintar camisetas. ¡Pero no a sentarse!”

Huelga decir que me dejó por imposible. Estar al lado de alguien que expresa su opinión “a viva voce”, cuando esa opinión no es la políticamente correcta, no es de agrado. Lo comprendo.

La segunda vez es ahora, con el asunto griego. No sé ni cuántas veces les he escuchado repetir que Grecia debería salir de la zona euro, que Merkel y los socios comunitarios se equivocaban al querer mantener a Grecia, que eso supondría una recesión en Europa, que era mucho mejor que Grecia recuperara su moneda, que no habría ningún problema, que las convulsiones económicas que aseguraba la Troika que se sucederían en caso de salida,  eran mentiras provocadas para satisfacer los intereses creados de unos cuantos empeñados en la construcción de un tenebroso Nuevo Orden Mundial, todo ello aderezado con palabras como democracia, pueblo y libertad....

De repente, llega al poder del gobierno griego un partido de extrema izquierda y los polos han cambiado de situación de la noche a la mañana, pero no los polos magnéticos de la Tierra, de los que tanto se habla últimamente, sino los políticos. Los políticos griegos negocian sin que Fuenteovejuna sepa muy bien qué negocian: ¿La salida de Grecia? ¿Un recorte de la deuda? Los gobernantes griegos aseguran que las condiciones son inadmisibles y convocan un referendum para que sea Fuenteovejuna la que decida. Y Fuenteovejuna perpleja y confusa contesta lo que el presidente griego recomienda: “No”. El presidente griego quiere democracia y la tiene; quiere un referendum y lo tiene; quiere un No y también lo tiene.

¿Qué más se puede pedir?

Lo contrario de lo que se quería.

Así que el “No”, que es un “No” democráticamente pedido y democráticamente otorgado, se transforma a la mañana siguiente, como por arte de magia en un “Sí”. “Sí” a todas y cada una de las propuestas de Europa que el día anterior se habían rechazado.

La neo-izquierda utiliza y destroza el valor de la palabra y de los actos. Un "no" vale igual que un "sí". Un referendum  no vale nada. Y la culpa, claro, es de los otros. De los otros, o de la coyuntura, o de las estructuras, o ...
Curiosamente la culpa no es de que la palabra de un hombre no valga nada, la culpa no es de que un hombre quiera una cosa y pida otra y haga otra, la culpa no es de que, como ya anunció Nietzsche en su día, los hombres hayan perdido incluso la facultad de tomarse en serio a sí mismos.

La neo-izquierda se ha traicionado a sí misma porque ha traicionado al Logos, a la Razón. La neo-izquierda está sumida en la confusión de "a" igual a "a" y "a" igual a "no a". La neo-izquierda ha terminado hundiéndose en los pantanosos lagos de la dialéctica hegeliana, inspirada en ese terrible "Todo en el Uno y Uno en el Todo", cuya verdad, si la posee, significa un principio o un fin, jamás una potencia en desarrollo. Tendrían que comprenderlo, tendrían que saberlo. Pero los alevines de la izquierda están tan ocupados haciendo política real que terminan hundiéndose sin haber tenido tiempo a aprender a nadar y así, intentan sostenerse en cualquier cosa, aunque sea en la cabeza del de al lado, porque en ese "Todo en el Uno y Uno en el Todo", todo vale.

Pero esta no es la única traición a la democracia, hay más.  

Varoufakis, el gran Varoufakis, elegido por sus ciudadanos abandona el cargo en los momentos más difíciles, no por difíciles sino porque le da la real gana. Se marcha como se marchan los auténticos hombres: en una supermoto, vestido de negro, casco incluido, llevando atrás a una bella rubia, sin casco, pero con gafas de sol, para que su cabellera rubia ondee al viento con libertad sin que sus ojos sufran. Ambos se refugian en una isla. Teniendo en cuenta que es Julio y que hace calor, uno malpiensa y se pregunta si no será el refugio para unas más que merecidas vacaciones. 
La neo-izquierda francesa, lejos de enojarse por este abandono que no es un abandono sino la demostración de la indignación que siente el ministro Varoufakis, indignación que le impide seguir en su puesto y luchar por los ideales que le llevaron allí y por el pueblo que le votó, decide apoyar a unos políticos griegos que han dicho tres cosas distintas en tres dias siguiendo la misma estrategia establecida por los helenos, porque es la que está de moda. Así que de cara a la opinión pública prestan su ayuda diplomática a los griegos mientras niegan cualquier tipo de escisión con las líneas alemanes, al tiempo que culpan a los alemanes de todos los males de Europa.

Fuenteovejuna no comprende nada.

Mucho menos aún cuando los acuerdos que se tomaron hace un par de días ya se están poniendo en tela de juicio y además han de ser todavía aprobados por los parlamentos de algunos países comunitarios, como Alemania, Austria y Finlandia, entre otros.

En definitiva: la situación es de locos. Literalmente de locos. O de nuevas dimensiones. Vayan ustedes a saber. A mi amiga Carlota siempre le ha preocupado el interés que siento por temas de extraterrestres y similares.

 - “Tengo miedo de que te los creas”, me dice por Skype.
 - “Tranquila”, le contesto, “es para entender mejor la política.”

 Y eso, claro, la confunde aún más. La confunde a ella; su marido, en cambio, sonríe en silencio mientras estudia los análisis bursátiles.

¿La gran vencedora de todo este espectáculo surrealista?

La derecha. La extrema derecha.

Marie LePen saborea triunfalmente un “ya os lo decía yo” y espera tranquila a que la izquierda termine de abrirle por completo las puertas al Poder y a todo lo que se espera que venga y se sabe que vendrá. Marine Le Pen no tiene miedo. Quizás piense que si ha sobrevivido a su padre, sobrevive a todo lo que se le eche encima.

Pero tal vez sea justamente el miedo a ese "todo lo que se nos viene encima", lo que ha llevado a la neo-izquierda a suicidarse y a arrastrar en su caída a todo aquél que se le acerque.

La Fuenteovejuna europea no sale de su asombro.

Yo tampoco.

Isabel Viñado Gascón.





Terminator, Grecia y Andrés Arconada.

El espectador, cansado de tantas emociones político-económicas, dormita frente al televisor. El agotamiento provocado por las crisis de Grecia, Irán, Is, China, Rusia y Casillas le han sumido en  un cansado silencio y de su boca no sale ni uno de sus acostumbrados improperios. A lo más un triste y resignado suspiro. !Ah!, Sí. La resignación: esa estrecha e inestable línea entre dos terribles abismos: el de la frustración a un lado y el del resentimiento al otro. Pero el espectador todavía no ha caído en ninguno de los dos y se mantiene en ese terrible dilema del que no entiende nada y no sabe si es por la complejidad de los temas o por su incapacidad para comprenderlos. 
Por primera vez en mucho tiempo, el espectador se siente confuso no por los temas que le presentan sino por las emociones que tantas y tan variopintas opiniones generan en su cerebro, por lo general, imperturbable se trate de lo que se trate. Quizás se deba,- piensa - , a que lleva demasiado tiempo delante del televisor. No estaría de más, - reflexiona -,  abandonar por un tiempo  su sillón y cambiar de actividad.  Tal vez sea mejor,- decide -, ir al cine y ver una película. Pero el espectador es indeciso y los últimos acontecimientos han acentuado su indecisión. En la televisión es posible zapear; en el cine, no. Conviene ser cauto –  recomienda a la sombra que de él se proyecta en la pantalla de la televisión – e informarse de qué película es la mejor. “Terminator” no le parece mal así que se dirige a la silla giratoria y enciende el ordenador. En “Libertad Digital” del 15.07. 2015 aparece la crítica que Andrés Arconada hace de la película. Andrés Arconada se declara profundamente decepcionado. El espíritu original ha cambiado por completo, se lamenta Arconada. Eso, afirma,  es lo que no le gusta. Hasta ahora, sigue diciendo el crítico de cine, la saga de Terminator tenía una cierta coherencia y el espectador podía buscar una lógica, dentro de la lógica de estas películas, pero aquí todo les vale y Arconada prosigue su discurso en el mismo tono resignado que envuelve hoy el ambiente: “Se saltan las leyes que tienen que seguir por pura lógica justificándolo diciendo que es una realidad alternativa. No. No vale. Porque en la siguente, si ésta funciona, qué nos van a hacer ¿otra realidad alternativa? Me parece una tomadura de pelo de principio a fin. (...) Los efectos especiales son maravillosos pero yo quiero algo más que efectos especiales. La carga emocional y crítica desaparece al servicio de la Nada.”

El espectador apaga el ordenador y regresa consternado a su sillón. ¿De qué estaba hablando Arconada, de Terminator o de Grecia? “Realidad alternativa”, suspira. Eso, piensa el espectador, es justamente a lo que ha estado asistiendo durante las últimas semanas; efectos especiales al servicio de la Nada.

"Referendum, Democracia, Tiranía, Austeridad, que me voy, que te vas, que no me voy, que vengas.... " Carencia de lógica sustituida por una realidad alternativa que se hace imperiosamente necesaria justo porque no existe la lógica. El espectador se acuerda de mis palabra: "¿Leyó  usted mi artículo “Pequeñas bombas, grandes guerras”¿Recuerda lo que allí le dije?. Se trata de “no cargar con el muerto” y Fuenteovejuna hará lo que la diosa Opinión Pública quiera que haga: ayer en contra, hoy a favor. Y todo eso en menos de una semana."

El espectador se vuelve a recostar en su sillón. Al menos ha dejado atrás su ánimo resignado y ha recuperado el mismo aspecto impertérrito de siempre. El espectador está contento. Ni complejidad, ni falta de capacidad: Falta, absoluta falta de lógica en la realidad tanto como en el cine.Y el espectador antes de regresar a su acostumbrada actividad vuelve, por un momento,  a recordar de lo que le dije la última vez que nos vimos: “El Todo en el uno, el uno en el Todo. Distintos planos, distintas dimensiones ¿para qué? Si al final Todo está en el Uno y el Uno está en el Todo. Por eso, precisamente importa tan poco la lógica.”

El espectador no va a ir al cine. El espectador no quiere gastar su dinero en ir a ver “Terminator”. No por la crítica de Arconada sino porque ya sigue la saga sin moverse de su sillón. Grecia es “Terminator”, suspira satisfecho, y toma el mando del televisor para encenderlo. Un presentador enchaquetado  informa acerca de los últimos acuerdos con Irán. “Ah”, exclama feliz de haber recuperado su acostumbrada indiferencia , “¡La guerra de los mundos!”.

Y se deja caer en su sillón con la satisfacción que invade al que acaba de recuperar su paz interior.

Isabel Viñado Gascón


Tuesday, July 14, 2015

Los acuerdos con Irán y la reacción de Israel

Occidente acaba de alcanzar un acuerdo con Irán relativo al uso de la energía nuclear. Israel califica el hecho de grave y fatal error. Seguramente lo es. Irán, ya lo dije, fue en el pasado el centro del imperio Persa y como suele vulgarmente decirse: el que tuvo, retuvo. Es, sin duda alguna, el país que reúne los mejores científicos e intelectuales de la zona y el único que hizo lo que a un occidental le sigue pareciendo en el día de hoy inexplicable: llamar a finales de los años 70 a la revolución para instaurar un tirano religioso en el poder. Nada de movimientos hippies, nada de consumismo inútil, nada de liberación de la mujer...

Suele decirse:“si no lo veo, no lo creo”; nosotros lo veíamos y seguíamos sin creerlo. En la era espacial, la Fuenteovejuna iraní provocó una revolución para ser gobernada por un régimen político-religioso extremista de modales medievales.

Los israelíes no se equivocan en sus planteamientos.

Un régimen extremista, un pueblo culto amparado en una gran historia, un país intelectualmente desarrollado y militarmente preparado para embestir a cualquier enemigo que se le resista es un contrincante peligroso, no cabe duda. ¿Cómo creer que una nación que nada en petróleo necesita la energía nuclear para hacer un uso pacífico de la misma por mucho que digan y repitan que del petróleo no se saca la electricidad?

Los israelíes, claro, están que trinan.

Lo que algunos confunden con temor, no es temor: es respeto.

El respeto que un enemigo siente ante un enemigo que está a su mismo nivel cultural y militar, si no más. Los israelíes no comprenden la actitud occidental y no saben si calificarla de frívola o de ingenua.

Quizás ambas.

En primer lugar, la simpatía que siente Occidente por Irán y los iraníes es algo difícil de ocultar. No me pregunten de dónde nace dicho sentimiento. Quizás de la admiración. Son inteligentes, son cultos, son fuertes, son amables con la distante y cortés amabilidad propia de los mejores comerciantes del mundo  y tienen un punto de ironía que los aleja del aburrimiento que produce en el alma la rigidez religiosa. La mujer tiene la posibilidad de estudiar y de acceder a puestos de responsabilidad y en cuanto al velo - ¡qué quieren que les diga! -, para alguien como yo, que se educó en un colegio de monjas y vestida de uniforme, la prescripción de una determinada vestimenta no supone ningún trauma; más bien una liberación que permite concentrarse en el tema que ocupa y preocupa.

En segundo lugar, Occidente necesita a Irán para luchar contra el más peligroso y mucho más aburrido, aburrido por intransigente, salvaje y bárbaro, IS. En este instante, los que están consiguiendo detener los ataques del IS son los chiitas y aunque se hable del ejército iraquí, lo cierto es que son los chiitas iraníes los que llevan el peso pesado. ¿Tiene que ver el IS algo en esta casi repentina alianza con Irán? Digamos que el vaso estaba lleno pero faltaba la gota que lo colmara. El IS ha sido esa gota que ha convencido a los occidentales de la necesidad de aceptar a Irán.

En tercer lugar, no cabe duda de que Irán es un interlocutor peligroso. Su inteligencia y su fuerza pueden llevarle, y de hecho le llevan, a tener deseos expansionistas y es posible que termine convirtiéndose en la gran potencia que un día fue pero, quién sabe, tal vez esto terminaría trayendo un poco de paz y de orden a la zona. Lo cierto es que hasta el momento, dejar aislado a Irán no parece que haya contribuido a apaciguar los conflictos y ha privado a Occidente de un socio comercial sumamente interesante. Eso, sin contar que Arabia Saudí y los demás países son tan radicalmente religiosos como Irán sin poseer ni la mitad de su cultura y esto sí que es, a mi modo de ver, peligroso.

En cuarto lugar, y en lo que respecta a Israel, las actuales circunstancias en las que se encuentra inmerso el país hebreo son sumamente delicadas, con o sin Irán. Si no es Irán, será el Is y si no, cualquiera de los otros muchos. Lamentablemente Israel es un pequeño punto odiado por demasiados, incluso por algunos judíos. El mayor peligro de Israel no es Irán. El mayor peligro de Israel es que su existencia representa un poderoso imán que atrae a todos los que lo quieren destruir. Éste es, a mi modo de ver,  el grave problema. Que en un país como España, un concejal del ayuntamiento de la capital, se permita un chiste antisemita y siga en su puesto es, a qué negarlo, desolador y dice mucho de la situación internacional del país. Israel tiene demasiados enemigos y ningún amigo real. Los costes que ha de dedicar a la protección dentro y fuera son enormes, la fuerza intelectual se consume en medio de sospechas, amenazas, conspiraciones y problemas diarios. La droga causa estragos entre la población, los efectos secundarios de la constante situación de alarma en la que sus vidas se desarrollan desde su nacimiento, otra. Irán es un problema, en efecto; pero no es ni el único ni el mayor problema al que Israel ha de hacer frente. Son generaciones las que allí han nacido y muerto alimentándose de miedo y furia. ¿La solución? Si alguien la supiera... En Europa crecen los “anti”: el antisemistismo, el antiislamismo, el antieuropeismo, el antieuro, el antiamericanismo, el antirusia, los antivacunas, los antisistema. Así que de algún modo podríamos decir que crece el sentimiento de oposición a todo lo que se mueva, a todo lo que se defina. Da igual lo que se diga, da igual lo que se haga, el “¡Protesto!” está a la orden del día.

¿El problema de Irán? La droga. Ese es uno de los problemas contra los que las autoridades tendrían que luchar con todas sus fuerzas. Una población drogada es una población perdida. Si la élite también la consume, el país está perdido. La pornografía encubierta es otro de los grandes problemas tanto por las enfermedades venéreas que se transmiten como por la hipocresía y doble moral que introduce. Hipocresía y doble moral que se contagia a otros planos socio-políticos y que a la larga son altamente dañinos para las relaciones comerciales, que exigen, para un éxito a largo plazo y no sólo a corto,  de la honestidad de la palabra y de los actos. De poco sirve educar a palos a la mujer a que cuide su cuerpo, su alma y su lengua si los hombres se empeñan en descuidar los suyos.

El acuerdo de Occidente con Irán era necesario y abre la puerta a la esperanza.

Los temores israelíes son fundados; sus advertencias razonables.

Pero Europa está tan amenazada y cansada como pueda estarlo el propio Israel.

Rusia a un lado; Estados Unidos, al otro. Más allá el IS y Más acá la crisis socio-político-moral. China juega a las sombras chinescas; India, al Todo en el Uno y al Uno en el Todo. En este panorama, Europa deambula de un lado al otro, buscando nuevas perspectivas.

¿Peligro?

Se mire como se mire, vivir siempre es difícil.

 Por lo menos, que sea interesante.

Isabel Viñado Gascón.