Tuesday, February 17, 2015

¿De qué me voy a morir, doctor?


Hace unos años acudí a Zaragoza a ver una exposición de grabados de Goya dedicados sobre todo a reflejar la barbarie de su sociedad. Uno de ellos muestra la escena de un médico examinando a un paciente tendido en la cama. El enfermo le hace la pregunta que da título al grabado: “¿De qué me voy a morir, doctor?”, y no se sabe muy bien si dicha interrogación expresa su desconfianza hacia las dotes curativas del galeno o la certeza de su irremediable e inminente fallecimiento.

Pues bien, algo parecido le sucede a nuestra pequeña y amada Europa. Los dolores que padece son terribles y los médicos no consiguen solucionar los males que le aquejan a pesar de tener a su disposición no a un médico, como era el caso del paciente del grabado de Goya, sino a un equipo completo de eminencias : cirujanos incluidos.

Como suele pasar, las visitas se han alargado más de lo esperado y todos se han ido a casa con el sabor agridulce que cualquier reunión social provoca: ¿Se ha hablado más de lo conveniente? ¿Se ha dicho menos de lo necesario? Todos han vuelto a casa con la satisfacción del deber cumplido y con la duda de si los acuerdos alcanzados  significan una auténtica tregua o una excusa que permite a cada uno de los contrincantes  perfeccionar su propia estrategia militar.

Lo dije y lo digo: el conflicto ucraniano es menos serio de lo que parece y más peligroso de lo que se piensa. Los alemanes, tendentes siempre a la prudencia pero especialmente cuando se trata de inmiscuirse en los asuntos ajenos, se sienten contrariados por tener que servir de árbitros en cuestiones tan "personales". Caso distinto de los franceses, que aman todo lo que no tenga que ver con sus zapatos - que pese a su belleza siempre les aprieta en el callo que más les duele, ¡y encima tienen que sonreir para evitar el escándalo!
Lo dije y lo repito: los alemanes no tienen ningún interés en inmiscuirse en líos de familia, mucho menos cuando estos duran desde hace unas cuantas generaciones. El deseo imperialista ruso se remonta a tiempos muy anteriores a los de Putin. Putin es un simple heredero de su sistema. ¿Qué sistema? El ruso, claro. Y el "sistema ruso" engloba a los esquemas zaristas tanto como a los bolcheviques. Han cambiado los nombres, las estructuras han pervivido. Los conflictos de los rusos con la periferia en la que ejercen el control no son nuevos;  la arrogancia con la que el pueblo ruso la ha tratado y la constante problemática que todo ello ha generado, tampoco. En el capítulo: “La pregunta nacional” recogido en el libro “La verdadera situación en Rusia”, Leon Trotsky se quejaba de que el burocratismo y el chauvinismo de los Sowiets en el Poder había alcanzado tal exceso de paternalismo con respecto a las repúblicas autónomas que éstas ya no tenían ni siquiera el derecho de dirimir sobre las disputas de la tierra entre los autóctonos y la población rusa. El político disidente ruso asegura que ese chauvinismo expresado y sustentado por el aparato del gobierno, representa el mayor obstáculo para conseguir que los trabajadores de las distintas naciones puedan llegar a unirse.

En este sentido, la situación no ha cambiado notablemente.
Hay además otra razón que les impide a los alemanes tomar parte activa en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Alemania, más que ninguna otra nación de Europa, ha sufrido las heridas producto de las locuras del siglo pasado: a la terrible dictadura hitleriana, le sucedió primero la partición de un país que con tanto esfuerzo había alcanzado su unidad, y a renglón seguido, se vió obligada a padecer  la dictadura bolchevique en una de las partes y la guerra fría, en las dos. Las tragedias individuales vividas se llevan en lo más profundo del sentir. Puede suceder que los cerebros no quieran recordar para de este modo poder olvidar más rápido; puede ser que ni las lenguas deseen hablar, pero los corazones... ¡Ay los corazones! ¡cómo sangran todavía los corazones!: Traidores y héroes se encuentran  en el mismo bar, espías y espiados acuden a los mismos cafés, vidas rotas, silenciadas y silenciosas,  a fin de mantener la existencia.
Sobrevivir, era el lema. Sobrevivir, sigue siendo el lema hoy.

Lo dijo Merkel: ellos tuvieron que esperar largos años para reunificarse sin ni siquiera saber si dicha reunificación llegaría a tener lugar algún día. Más que un enunciado históricamente objetivo, era un consejo . Los rusos les superan en fuerza. Para Ucrania, lanzarse a una guerra significa el suicidio. La OTAN no les va a ayudar. Europa tiene otros conflictos que superar. La frase de Merkel era una llamada a los ucranianos a la sensatez y a la esperanza, al mismo tiempo que una aceptación resignada de la realidad: lo de Ucrania, al día de hoy, no tiene remedio.

El problema, el grave problema que de vez en cuando sale a relucir es: ¿Qué sucederá si Rusia-Putin no se conforma con devorar a Ucrania? ¿Hasta dónde le permitirán los aliados llegar?

Es curioso lo actual que el libro de Trotsky, escrito alrededor de 1929, resulta. Aparecen allí dos ideas que a mí me parecen profundamente significativas de lo que es el sentir ruso: De un lado, el deseo – casi deber- que embarga a la Unión Soviética por desempeñar un papel dominante en el sistema mundial; por otro, el profundo convencimiento de que una guerra de los imperialistas contra la Unión soviética es prácticamente inevitable. En Trotsky la hegemonía rusia hace referencia a la cuestión económica, de ahí que recomiende una economía abierta, no encerrada en sí misma, no autárquica.

Estas dos ideas se han mantenido hasta el día de hoy. Si contra algo está luchando Putin eso es contra el aislamiento internacional de Rusia. Creer que Putin es heredero del sistema zarista es un grave error. Putin es heredero de su sistema - el bolchevique- y éste, a su vez, y pese a las diferencias, lo es del sistema zarista. Al mismo Trostky no le quedó más remedio en su época de dirigente que contratar a militares zaristas: un sistema político puede cambiarse de la noche a la mañana; una población, no. Y las poblaciones se asientan sobre modelos morales, religiosos y sociales que no desaparecen tan fácilmente como las estructuras que los gobiernan.

Rusia lleva cien años manteniendo una mentalidad esquizofrénica que consistente por un lado en querer mandar, ( Trotsky se refería a la cuestión económica. Stalin, iba más allá), y por otro lado, en el temor a ser atacada. Los efectos de tal pensamiento son, pueden ustedes imaginarse, sumamente peligrosos. Intenten combinar ése: “pobre de mí” con el :“os váis a enterar de quién soy yo”. En esto precisamente consiste el resentimiento ruso, del que ninguna otra nación es responsable y que nadie - excepto la misma Rusia- puede solucionar.

No me extraña que los americanos estén preocupados por este asunto, que dura ya tantos años...

A mí, en cambio, lo que me asombra es que haya tenido que ser el mísmisimo Trotsky el que – casualidades de la vida- me aleccione sobre el tema.

No sólo en ese tema. También en la cuestión griega. Justamente ahora, que andamos deshojando la margarita de : austeridad sí, austeridad no, hasta el punto que el espectador del sillón no sabe si apretar el botón rojo o el botón verde, llega Trotsky y como quien no quiere la cosa, empieza a hablar de gasto público. ¿Y qué dice tan ilustre pensador político?

Pues dice, que la estabilidad de la unidad monetaria exige por un lado, una bajada de los precios y por otra, un Estado sin déficit. ¡Quién lo hubiera dicho! Y prosigue afirmando que no se debe permitir el gasto de papel moneda para cubrir el déficit del Estado. Lo que Trotsky propone es trabajar estrictamente y sin triunfalismos para lograr un Estado sin déficit.

A Varoufaki ya no le tiende una mano ni Trotsky.

Lo que no puede ser no puede ser.

Lamentablemente los griegos, caso de que lo hayan hecho, han leído a Trostsky demasiado tarde. El Estado heleno está ahogado en deudas.

Lo que no puede ser no puede ser.

Pagar su deuda, tampoco.

No es una cuestión de voluntad, simplemente. Ni siquiera es una cuestión que se refiera simplemente a Grecia. Es global. Con o sin productividad, al mundo le resulta imposible pagar la deuda. Para eso tendríamos que ir a Marte y encontrar unos cuantos marcianitos. Tampoco estaría mal encontrar unos cuantos selenitas allá en la Luna...

Dudo que Grecia consiga sus propósitos ni con los europeos, ni con los rusos, ni con los chinos.
Los acreedores seguirán siendo los que  eran y además serán los que aún no son. Todavía me acuerdo de aquélla práctica de algunas de mis amistades, consistente en pagar con una segunda e incluso una tercera carta de crédito las deudas contraídas en las anteriores. Un auténtico lío, en  efecto. No creo que  a los griegos les vaya mejor el asunto, a  no  ser que sean  radicalmente radicales: creen su propia moneda y la impriman hasta donde sea estrictamente necesario para que no pierda valor, a semejanza de lo que han hecho  y hacen los japoneses.

De momento, sin embargo,  y  bajo las condiciones  actuales, lo que no puede ser no puede ni debe ser. La deuda no se puede pagar y sin embargo debe ser pagada. "¿De qué me voy a morir, doctor?"

Hmm...

Y pese a todo: lo que no puede ser no puede ni debe ser.

Eso es lo que ha pensado y hecho el gobierno egipcio actuando contra el IS sin miramientos.

Lo dijo Jordania. Egipto lo repite:

El IS no es el islam.

.............................................

¿Qué hace mientras tanto el espectador en el sillón?

Oh... El espectador siente un terrible dolor de cabeza.

Demasiados programas que terminan con ese desagradable:

“Continuará”

 

Isabel Viñado Gascón

 

 

 

 

 

No comments:

Post a Comment