- Hay quienes están absolutamente convencidos de que para que un conflicto armado pueda iniciarse debe existir una razón de
peso lo suficientemente grave como para permitir mandar a morir a la población, ocupada
normalmente en sus propios asuntos. Voltaire, agudo observador donde los haya
no sólo se dio cuenta de que tal afirmación es errónea, sino que además dió un
par de ejemplos que mostraban a sus lectores que la mayoría de las guerras se
iniciaban por simple y puro capricho de los poderosos dirigentes.
En nuestros días se ha generalizado esta equivocada concepción. El hecho de que los progresos técnicos se sucedan a
una velocidad vertiginosa, nos ha llevado a pensar
que dicho progreso corre parejo al desarrollo ético. Dicha consideración es tan falsa como peligrosa.
Lo cierto es que hoy como ayer las guerras se inician cuando unos cuantos
desocupados así lo deciden. Poco importan las causas que para ello esgriman:
Dios, Patria, Libertad... Lo que en realidad buscan todos ellos es Poder, Gloria y
Diversión.
- Otra premisa errónea pero comúnmente extendida es esa que reza que “dos no
pelean cuando uno no quiere”. Esto es falso e igualmente peligroso. Falso
porque hay ocasiones en las que si uno no quiere pelear no le queda más destino que el de
la muerte, sobre todo cuando no hay lugar al que poder huir. Y es peligroso porque
niega no sólo la posibilidad de que pueda existir una relación de
ataque-defensa, sino porque incluso cuestiona la legitimidad de la defensa
propia. A la larga aquél que denuncia la injusticia que sufre se encuentra él
mismo denunciado por “alborotador” de la paz social.
- La tercera premisa es pensar que la guerra es más o menos honorable según
el apellido que le corresponda: así una guerra santa es considerada más digna
que una guerra justa y esta más moral que una guerra de expansión que, a su
vez, es preferible a una guerra terrorista.
La verdad es que todas las guerras son terribles, sucias e inmundas. Todas las guerras
destrozan familias, deforman a los seres que toman parte en ellas y sus efectos
se propagan a las generaciones futuras. Lo peor de todo, asegura Voltaire, es
que no hay botín capaz de compensar los perjuicios económicos que las guerras
causan.
Voltaire, sin embargo, era – al fin y al cabo- un ilustrado y prefería
creer que las causas de una guerra se debían más al capricho de los reyes que a
su locura.
Probablemente Chesterton,
le hubiera explicado, que no existe razón más lógica ni mejor fundada que la de
un loco. Dicha razón podrá ser verdadera o no – eso es otra cuestión- pero los argumentos
serán más sólidos y determinantes que los de un cuerdo. Y todo ello – diría Chesterton-
porque la sensatez del cuerdo le lleva a considerar un mismo problema desde
puntos diferentes, lo cual, claro, le conduce a la duda, a la inseguridad
incluso, mientras que el loco sólo tiene, sólo puede tener, un único punto de
vista. (Lo que Chesterton muy posiblemente negaría , es mi afirmación de que si el
loco tiene razón en sus apreciaciones se le llama genio y si no, se le llama
simplemente “loco”.)
La señora Merkel es sensata. Comprende que Ucrania tiene derecho a
defenderse pero no quiere que la defensa de Ucrania sea a costa de la paz en el
resto de Europa. Es consciente de que Ucrania está siendo víctima de una
injusticia pero teme los cortes de gas de Rusia. Impone sanciones pero sabe que
estas sanciones no pueden ser eternas porque el daño económico es mutuo y no
solamente unilateral. Putin responsabiliza a Occidente del desmoronamiento de
la antigua URSS. Es preferible pensar y hacer pensar eso que aceptar que ese
sistema al que él se refiere con temor con la exclamación “¡y qué sistema!” es,
precisamente, su sistema. El sistema
en el que él creció y se formó. En vez de dedicarse a construir una nueva forma de vida para su país, prefiere jugar
a ser poco menos que el ángel de la venganza y hace lo mismo que se hace en los
patios de los vecindarios: criticar a aquélla vecina que no se soporta a base
de comentarios que encierran un punto de verdad y el resto corresponde a la
literatura. Así que mientras la señora Merkel se va de visita a casa de Obama,
Putin decide presentar sus respetos a Egipto y de paso le dice que la culpa de
todos los males de la zona la tiene Occidente.
Esta semana es semana de visitas.
Los americanos por su parte empiezan a estar hartos y cansados de tantos
conflictos mundanos y hacen lo que, según Kissinger, les dicta la otra parte de
su naturaleza: replegarse sobre sí mismos.
Los conflictos externos les han costado ingentes sumas de dinero y no les han
reportado los beneficios que perseguían: su imagen internacional está sumamente deteriorada,
las críticas a su política aumentan incesamente a lo largo de la faz del
planeta, su economía ha quedado profundamente resentida. Los problemas internos
a los que se deben enfrentar son cada vez más serios y no pueden ser ignorados
por más tiempo: la debilidad del dólar parece haberse superado pero ¿por cuánto
tiempo? La mejoría es más un signo que una realidad, el fracking ha solucionado
sus problemas energéticos pero ¿a qué precio? A Estados Unidos, como a Europa,
sólo le quedan dos recursos: la energía atómica o las renovables. La primera es
más barata pero mucho más peligrosa; la segunda es más segura pero los costes son
enormes y todavía se halla en proceso de desarrollo; la mediocridad y corrupción
de las élites y la distancia creciente entre las clases sociales, le obligan a
concentrar su atención en sus propios problemas.
En este instante, América, ha decidido olvidarse hasta donde sea posible de
los problemas exteriores. Estados Unidos ya no quiere ser el séptimo de
caballería que llega en el último instante para salvar a los inocentes. Es
consciente de que las intenciones de Putin no se refieren única y
exclusivamente a Ucrania y del enorme prestigio que goza entre una población
que – a diferencia de la americana- ha sido endurecida durante siglos por una
escasez de alimentos y de recursos y que está dispuesta a sufrir sanciones si
eso ayuda a la Patria. Una Patria que es sinónimo de Sistema.
La cuestión, lo dije ayer y lo repito hoy, es hasta qué punto americanos y
europeos se inmiscuyen en la cuestión ucraniana.
Si deciden no inmiscuirse y dejar que gane el mejor, o sea, el más fuerte,
no entiendo a qué vienen sanciones económicas que dada la crisis económica que
padecemos, no han de tardar en ser retiradas.
Si, por el contrario, deciden actuar no entiendo por qué andan de reunión
en reunión discutiendo frases del tipo “con Rusia y no contra Rusia” que crean
aún más confusiones y organizando conferencias de paz con Putin en las que lo
único que puede alcanzarse es la aceptación de la situación actual. Dicha
aceptación, sin embargo, resulta igualmente equívoca porque la situación actual
es todo menos clara: ¿Hasta dónde, por ejemplo, llega el territorio que quieren
conquistar los separatistas?
En lo que a la escisión del bloque occidental, se refiere, lo cierto es que el papel que haya podido jugar Putin es más bien secundario. Lo cierto es que los desacuerdos entre Estados Unidos y Alemania vienen de lejos y no es la primera cuestión en la que ambos países discrepan y asumen posturas distintas. Sólo hace falta pensar en la guerra de Irak, por ejemplo, en la que el canciller alemán Schröder se negó a participar, con gran sentido común como poco después pudo comprobarse.
Sin embargo es hora de admitir que los desacuerdos internos no son
producidos por Putin sino por la crisis económica que, lejos de solucionarse,
va acentuándose cada vez más. Los partidos de izquierda se consolidan al tiempo
que se descubren, sin que podamos explicarnos cómo ni por qué no se ha hecho
antes, corrupciones y corruptelas.
El problema Putin no es la desestabilización de Europa. La estabilidad de
Europa se acordó, sobre todo, en una época de auge económico y es la decadencia
de esta bonanza la que provoca el periodo de desestabilización en el que nos
encontramos.
El problema Putin es, creo que lo he dicho alguna vez, el problema por el Poder.
¿Cuánto Poder detenta Rusia en el mundo exterior?
El problema es que el Poder tiene dos aspectos: por un lado, el que se
refiere a la zona de influencia; por
otro lado, el que se refiere al respeto-miedo del resto de los países fuera de
esa zona de influencia y que se refiere hasta
qué punto un país puede extender dicha zona de influencia sin que los
otros países se opongan..
Putin quiere extender su zona de influencia.
Los otros países deciden determinar hasta dónde.
Por eso no es de extrañar que el ministro alemán Steinmaier sospeche la
posibilidad de una escalación del conflicto: en el momento en que Putin siga
pretendiendo ampliar dicha zona el resto de las fuerzas internacionales tendrán
que decidir si le dejan seguir haciendo y deshaciendo a su antojo o le detienen
empleando para ello cualquier medio.
El problema de Ucrania no es simplemente el problema de Ucrania. Es la
pregunta por la cantidad de Poder que el bloque Occidental y Europa en
particular, siguen manteniendo.
El problema de Ucrania – y por eso los Estados Unidos están tan
preocupados- es la cuestión por la hegemonía mundial y dependiendo de cómo se
resuelva puede incluso significar el principio del relevo.
Una petición:
Si los representantes europeos van a dejar hacer a
Putin lo que quiera, por favor déjenselo hacer desde el primer momento: nos
evitaremos tremendos dolores de cabeza y podremos seguir sentados en el sillón
del espectador.
A partir de una determinada edad tantas emociones
agotan.
Una última pregunta:
¿Quién dijo que las teorías de la conspiración
eran únicamente teorías?
Isabel Viñado Gascón
No comments:
Post a Comment