Sunday, August 31, 2014

Moriarty


Uno lee en los periódicos la tragedia que han sufrido mil cuatrocientos niños a lo largo de dieciséis años. Sus infancias han sido segadas de raíz por bandas organizadas de pederastas que, según Libertad Digital, están formadas y dirigidas por paquistaníes.

El informe del FAZ es curioso. Por un lado no introduce la palabra “paquistaní”, que sí, en cambio, puede leerse en el artículo de “Libertad Digital”. Sólo afirma que la policía tenía miedo de tomar medidas contra los jóvenes asiáticos ya que no deseaba ser calificada de racista. No obstante junto a los argumentos policiales, el FAZ introduce algunos datos que hacen dudar al lector de que dicho argumento – el del miedo a la consideración de racista - sean del todo ciertos.

En primer lugar, las niñas pertenecían a familias rotas, lo que determinaba que los padres de las niñas que se atrevieron a denunciar los hechos lejos de ser atendidos fueran maltratados por la policía.

No sería descabellado pensar pues que la pobreza de los padres de esas niñas contrastaba con la riqueza de los que pagaban a dichas bandas y que su dinero les mantenía a salvo de molestas investigaciones. Y es que por más que lo intento no me puedo imaginar a una banda de paquistaníes trabajando para autosatisfacerse. El que se quiere auto complacer a sí mismo no organiza una banda. El pederasta generalmente actúa solo. No sé si es más efectivo, pero desde luego sí es más seguro: no hay tantos que puedan traicionarle. Participar en bandas no significa acrecentar las propias necesidades sino el negocio en tanto  que se amplia el territorio de "caza" y se facilita el traspaso de la "mercancía" al mejor postor. 
Así pues el hecho de que sean bandas organizadas implica aceptar – o por lo menos, pensar en la posibilidad,- de la existencia de una "red de pederastas."

En lo que a la expresión "Red de pederastas" se refiere habremos de convenir que se trata en realidad, del eufemismo que se utiliza para denominar un mercado altamente lucrativo y eficazmente organizado, en el que los clientes están dispuestos a desembolsar grandes sumas de dinero para satisfacer su perversión.

Tantos años, tantos niños…

¿Qué ha habido en todo este tiempo? 

El silencio de los medios de comunicación que curiosamente informan puntual y detalladamente de los sucesos acontecidos a miles de kilómetros de su sede pero son incapaces de descubrir, ni tan siquiera intuir, los crímenes que se cometen en la casa de enfrente y mucho menos aún en la suya propia. 
Nos enfrentamos además a la pasividad de la policía – que siente temor a ser considerada racista-  y a la ceguera de la sociedad que prefiere sacrificar a sus propios hijos antes de permitir que la consideren un obstáculo para la construcción de un mundo "multiculti".

Algo huele a carne podrida.

 Y a mí, instintivamente y sin pensar demasiado, el alma me dice, más bien me grita, que la inercia, la inactividad de toda una comunidad no se deriva de los ridículos y absurdos escrúpulos a aparecer como racista sino a una firme ideología clasista.

Ideología clasista, sí. Clasista. Aunque todos y cada uno de ellos voten mayoritariamente a los partidos de la izquierda. Una cosa es la ideología política, que aparece hoy en día absolutamente escindida del individuo y otra, muy distinta, es la ideología clasista que determina la aparición y el mantenimiento de colegios privados, hospitales privados, vuelos privados, clubs privados. Modelos todos ellos en los que  el término privacidad no alude a otra cosa que no sea el de “ financiado directamente por el cliente”.  
Es la proveniencia del capital lo que constituye las clases no la política.
La política únicamente defiende, critica o controla dichos intereses.

En segundo lugar, el hecho de que el artículo afirme que en Rotherham se consideraba muy peligroso para las niñas viajar en taxi, invita a creer que un control policial hubiera sido socialmente admitido, incluso por “el ejército de los anti-racistas”.

En tercer lugar, resulta extraño el argumento que han ofrecido acerca del miedo a liberar a los fantasmas de la derecha radical si publicaban la procedencia de los delincuentes. No he entendido muy bien si dicha explicación provenía de los interrogados o de los periódicos. Viniere de donde viniere, díganme: ¿Desde cuándo la policía se pregunta por las consecuencias que puede desencadenar el hacer cumplir la ley?

¿Por qué mi alma sigue llorando y me dice que detendrán a unos cuantos pero que el comercio de niños sea para lo que sea no va a desaparecer?

¿Puede investigarse, por favor, una posible corrupción policial en este asunto?
¿Puede investigarse un posible miedo real y racional de los componentes de la policía  a sufrir  represalias por parte de esas bandas organizadas de pederastas, caso de que actuaran contra ellas? Porque sospecho que éste, y no el temor a ser considerada racista es el motivo real de la pasividad policial. Casi todos podemos imaginar que ese pobre policía que está pensando en jubilarse sano y salvo, que sabe que haga lo que haga y muera por lo que muera, nadie le va a agradecer su valentía, ha visto lo que pasaba y ha mirado a otro lado pero no a fin de evitar ser calificado de racista, sino para no complicarse una vida ya de por sí bastante complicada.

Lo confieso: me quedaría profundamente satisfecha si el argumento de miedo a ser tildado de racista se comprobara total y absolutamente, hasta sus últimos límites.
Porque lo cierto es que no hay forma de dejar de pensar que las causas de que tantos años y tantos niños hayan sido ignorados obedecen a otras cuestiones. 

Por ejemplo la corrupción y la decadencia en la que la sociedad ha caído. Y lo terrible, perdónenme ustedes porque lo que voy a decir no es “políticamente correcto”, lo terrible, digo, no es la “depravación” de las clases bajas. Lo terrible es que lo estén las élites económicas. Y sí, ya sé que muchos se ofenderán al leer “clases bajas” Pero ¿es que mi silencio hará desaparecer a las clases bajas?

 Que las clases bajas, que no tienen otros medios de subsistencia que sus propios brazos, se emborrachen en las tabernas o se diviertan con los espectáculos vulgares que le ofrecen no es corrupción. Es lo que hay y en esa “realidad real” tienen que luchar y construir sus vidas. La amistad, la lealtad, el amor, nunca son ni valores, ni absolutos, ni eternos. La amistad, la lealtad y el amor son como el dinero: “ahora lo tengo, dentro de un minuto Dios dirá y yo, hasta donde pueda, le ayudaré a Dios a decidirlo. A mi favor, claro”. ¿He de silenciar los  entretenimientos vulgares de las clases bajas? ¿Les llevará mi silencio dedicarse a ocupaciones más intelectuales? ¿Dejarán de comprar las revistas eróticas y las novelitas rosas para adquirir en su lugar obras de los griegos clásicos?

Una cosa es cierta. No son las clases bajas las que destruyen las sociedades. Las sufren, que es distinto.

Los que arrasan no ya una sociedad sino una civilización entera son esos hombres y mujeres a los que su nacimiento les ha ofrecido la posibilidad de una buena educación y de una existencia asegurada y que en vez de luchar y esforzarse por un mundo mejor, más justo, sienten envidia de la libertad de las clases más bajas, de sus mundos dionisiacos, de sus risas fuertes y sinceras y de sus gritos e insultos tan fuertes y violentos como sus risas; de su descaro, de sus instintos nunca  sujetos por la razón, de su razón firmemente dirigida por sus instintos. Y quieren imitarles. Superarles en su vulgaridad. Se empeñan en demostrar, como si de un simple juego se tratara,  que pueden llegar a ser más vulgares que ellos. Y sin embargo, en ese querer ser como las clases bajas, las élites caen en lo que las clases bajas nunca han caído y nunca podrán caer: en la perversión moral. Porque la perversión oculta siempre el verdadero rostro de la maldad.

Las clases bajas, en cambio, saben –siempre lo saben- lo que esos hombres de élite económica no aciertan a distinguir: la diferencia entre el bien y el mal.

Esos hombres que pudiendo ayudar a otros, porque sirven de ejemplo y sirven de ejemplo porque el pedestal convierte a cualquier estatua en una obra de arte, prefieren dedicar sus energías a satisfacer sus perversiones, sus deseos, sus egoísmos y utilizan la posición privilegiada de la que gozan en la sociedad para proteger sus debilidades morales. Debilidades morales a las que ellos denominan extravagancias del hombre superior y en la que han caído a fuerza de tenerlo todo y no saber ya ni qué desear. 
Y lo peor es que en su caída arrastran a universos enteros aquéllos a los que sus cuentas bancarias les hubieran permitido levantarlos.

No. No ha sido el miedo al racismo lo que ha impedido a los  policías ingleses detener a esa banda. Estoy segura de que saben más de lo que reconocen, más de lo que pueden decir si quieren seguir vivos.

¿Una prueba?

¿Se acuerdan del locutor Jimmy Savile? Uno de los presentadores estrellas de la BBC inglesa. En algunos periódicos remontan sus actividades pederastas al inicio de la década de los sesenta. Fue interrogado en el 2007 sin que se formularan cargos en su contra. Durante todas esas décadas y, teniendo en cuenta su longevidad, nadie interpuso una demanda contra él a pesar de que el número de víctimas infantiles que se baraja asciende a doscientos. En vez de eso, fue condecorado caballero en reconocimiento a sus labores caritativas. El escándalo únicamente salió a la luz después de muerto y pese a las reticencias de la BBC que seguía, tal vez por la fuerza de la costumbre, intentando protegerle negándose a emitir “por problemas editoriales” un reportaje sobre el caso de Newsnight. Cuando al fin, después de haber fallecido, sus delitos salieron a la luz, escuchamos  la misma letanía que escuchamos ahora: el terrible sentimiento que provocaba el que sus actividades hubieran durado tanto sin ser detectadas.”

¿De qué tenían miedo los periodistas de investigación de la BBC – centro neurálgico de la información inglesa - para no atreverse a mirar lo que sucedía en sus aposentos? ¿Qué excusa podían alegar en esta ocasión? ¿Temor a ser acusados de falta de compañerismo?

A veces he pensado en escribir una tesis doctoral sobre el uso cínico del lenguaje pero mucho me temo que sería una tarea inacabable. En vez de eso, mi mente, que no mi alma, me recuerda  los varios casos de muertes por asfixia, bien por imprudencia, bien por asesinato, de diputados ingleses durante sus extrañas prácticas de sexo y las enormes sumas que los parlamentarios ingleses gastan en alcohol en el bar del Parlamento y que ha obligado a Cameron a dictar varias normas encaminadas a restringir su consumo.

Existe un artículo escrito por Fiona Measham y Phil Haldfield titulado todo empieza con “E”: Exclusión, etnicidad y formación de élites en las discotecas. En el link que les adjunto encontrarán dicho artículo escrito en pdf.


Lo dije en mi blog titulado “Inspector Barnaby”: el racismo negativo es tan terrible como el positivo y ninguno de los afectados por el racismo lo desea. El uno le destruye a base de puñetazos y el otro, a base de halagos. En ningún caso le permiten ser lo único que quieren ser: iguales. Y ese ser “iguales” significa en su primera y más importante acepción que todos somos iguales ante la ley.  Sin color, sin procedencia y sin rango.

“Os venceremos con vuestras normas y os gobernaremos con las nuestras” sólo puede imponerse en la medida en que el cumplimiento de nuestras leyes basadas en principios a los que hemos llamado “nuestros”,  empiezan a perder importancia y cuando nosotros mismos las despreciamos y les robamos vigencia.

No. No es miedo a ser considerados racistas lo que ha frenado a esos policías a la hora de detener a los delincuentes. Ha sido el simple y puro clasismo. Si en vez de ser niñas de familias sin recursos se hubiera tratado de niñas de buena familia, el caso se hubiera resuelto de otra manera y, desde luego, mucho antes.

Y sin embargo...
Sin embargo, caso de que Sherlock Holmes hubiera aceptado ocuparse de este asunto  y hubiera  comprobado que el tema de racismo sí ha jugado, en efecto, un papel real en esta historia, estoy segura de que sospecharía, sin dudarlo un instante, que se trata de una obra de Moriarty.

Isabel Viñado Gascón
Nota 1.

Poco después de escribir este blog leí en el FAZ que hay indicios de que un policía esté envuelto en el caso.

Nota 2.

No he vuelto a encontrar publicado nada más sobre el caso.

Nota 3

¿Demasiados conflictos internacionales?
 Y entre tantas  preguntas, resuena la voz altiva de Sherlock Holmes:
"Encuentren a Moriarty" - ordena - "Es nuestro hombre."

Isabel Viñado Gascón.



Friday, August 29, 2014

Los puntos en común de los contrarios


Conocí a Bertolt Brecht en mi época de estudiante. Lo había tomado como autor referencial para escribir un trabajo titulado “El arte por el arte y el arte como didáctica”. La figura que representaba la postura antagónica a la de Brecht era, como no podía ser menos, Oscar Wilde. Curiosamente ambos autores, Wilde y Brecht, se convirtieron en mis escritores favoritos. Muchos de mis compañeros se negaban a aceptar que alguien pudiera compartir una fascinación por escritores con teorías y caracteres tan dispares.  “Es como si dijeras que el Desierto y el Polo Norte son los paisajes que más te gustan”, argüían. En mi ayuda vino aquélla vez – justo es confesarlo -  Carlos Saldaña que solía acompañarnos cuando –según él – necesitaba de nuestro “blablear” para descansar de la profundidad de sus estudios de medicina. Ese día, en plena discusión, y ante la mirada atónita de todos reconoció, tan lacónico como de costumbre, que sus parajes favoritos habían sido desde siempre el Polo Norte y el Desierto. Y cuando mis compañeros le preguntaron a qué se debía gusto tan extravagante, su respuesta no tembló: “Son los lugares del planeta con menos habitantes por kilómetro cuadrado”, sentenció.

Bien. Algo parecido me pasaba a mí con Wilde y Brecht. Sin anular sus divergencias yo había conseguido, no obstante, encontrar el nexo de unión  que permitía sentarlos a dialogar en la mesa redonda del rey Habermas. Ese punto común era el distanciamiento que ambos adoptaron frente a sus respectivas sociedades. Aunque a cada uno lo movían teorías y perspectivas distintas, ninguno de ellos llegó a identificarse jamás con la sociedad a la que pertenecía. En vez de eso, la miraron con recelo, por no decir con abierta desconfianza.

Wilde se distanció de su sociedad asumiendo el aire elegantemente cínico del esteta que considera que lo único que puede salvarle de esa sociedad tan aburrida en sus diversiones, como inmoral en su propia ética, es la belleza.

El alejamiento de Brecht es de la misma naturaleza que la del maestro de escuela con respecto a los alumnos: la del hombre que se ha lanzado a la siempre difícil y desagradecida tarea de comunicar su saber a quiénes, salvo contadas excepciones, están allí porque bien sus padres, bien las leyes, así lo ordenan; no porque ellos lo hayan deseado. El buen maestro se ve obligado entonces a desplegar toda su humanidad y fantasía para conseguir que aprendan sin caer en el tedio y que se graben en sus cerebros alguna de las muchas palabras que tienen que memorizar, aunque sea a base de la provocación, de la improvisación, de lo inesperado.

Wilde termina refugiándose en una torre de marfil cuyos cimientos empiezan a temblar y Brecht, que asiste impotente al desmoronamiento de dicha torre, no tiene más remedio que correr por medio mundo para salvarse de las iras de esos padres empeñados en conservar su tradicional “Status quo” y que por tanto no están dispuestos a permitir que las lecciones de un maestrito de escuela revolucionen a sus hijos,  ni siquiera cuando "el maestrito" se llama Brecht.

Que Oscar Wilde y Bertolt Brecht tenían puntos en común lo demuestra igualmente el hecho de que el primero, máximo representante del “arte por el arte” publicara un ensayo sobre el socialismo y que el segundo, artífice insuperable en hacer del arte “un medio de educación del espectador” escribiera su archiconocida poesía “Malos tiempos para la lírica.”

Se hace necesario subrayar que en realidad los tiempos siempre han sido malos para la lírica y cuando han sido buenos, la lírica ha sido especialmente mala. Así de contradictorio es el mundo. O hacemos el amor o lo escribimos. Si nos decidimos por lo primero, la fuerza lírica se resiente. Por eso todos los poetas de este mundo se empeñan en parapetarse tras el dolor y el sufrimiento por el bien amado no conseguido. Si nos dedicamos a escribir  hemos de aceptar que la diferencia entre suspirar por el bien amado o decidirnos a mostrárselo a los espectadores radica en la forma más que en el fondo.

Ahora, pasados ya los años de estudiante, conservada mi amistad con Saldaña pese a su misoginia y a su misantropía,  me enfrento al mismo dilema que me acució entonces: Al de cómo encontrar puntos comunes en los contrarios, sin caer en ese terrible y destructivo Principio de Identidad.

Solo que en este caso ya no se trata de dos autores: Wilde y Brecht, sino de dos principios terriblemente antagónicos: La Paz y la Guerra.

Hace un par de días leí en el FAZ  (27 de Agosto de 2014) un blog de Don Alphonso, en el que se lamentaba del alud de noticias que nos invaden sin que los lectores-espectadores-observadores podamos hacerles frente. Don Alphonso ofrecía como solución “nuclear” pero, en su opinión, efectiva, el abandono de la televisión, de los móviles y de artefactos similares y pasar a concentrarnos en la belleza de la música renacentista que suena en la sala de un bello palacio. Sin pretenderlo pienso en Wilde y en su desmoronada Torre de Marfil.

Hoy, en Youtube, oigo hablar a Gysi, en una de sus posiblemente más conocidas intervención ante el parlamento, afirmando que la guerra no es la solución y la venta de armas, mucho menos. Lo importante es intensificar los recursos diplomáticos.
Gysi, uno de los líderes del partido alemán ‘Die Linken” está convencido de que “hablando se entiende la gente”. Que siga siendo a su edad un ilustrado muestra su gran carisma. Yo, en cambio, me encuentro anclada en esa fase en la que uno ya no cree que las palabras sirvan para otra cosa que no sea discutir. Nunca para llegar a acuerdos. Por tanto ¿para qué diantres hablar de política?

En mí, esta actitud es producto de una crisis de Fe en el discurso. En mi amiga Carlota se trata simplemente de guardar las formas. Expresar la propia opinión en público es considerado por ella como signo de mala educación. “Podrías molestar a las personas que pensaran de forma distinta a la tuya”, sentencia sumamente convencida. Sí. No hay duda. Carlota es y será siempre una dama. La política es una fea y engorrosa cosa sobre la que no merece la pena discutir. Sin embargo Carlota, absolutamente contraria a entrometerse en política tiene un punto en común con un profesional de la política como es Gisy. Ambos están convencidos de la fuerza de las palabras para hacer triunfar a la razón, sea ésta la razón que sea.

En efecto, cuando se trata de un tema que concierne a Carlota directamente, no conozco una rival más entusiasta que ella. Empieza a hablar muy rápido. No atiende a las razones del contrario y si por casualidad atiende a alguna la revoca rápidamente. Su dominio del lenguaje es de tal envergadura que parece un maestro espadachín blandiendo su espada. Todo con tal de salirse con la suya. Esto implica no aceptar ningún compromiso que no contenga todos y cada uno de los puntos que le interesa conseguir. Y lo mejor del caso es que lo hace limpia y silenciosamente: sin tirar un jarrón y sin proferir una palabra más alta que la otra.  No digamos ya improperios. ¡Qué ordinariez! Al único al que se le escucha en tales situaciones es a su pobre e inocente marido que intenta que Carlota le comprenda y que de vez en cuando, llevado por la desesperación, suelta unos alaridos que muy bien podrían calificarse de “hipohuracanados” y termina claudicando con un portazo, lo cual le obliga, claro, a disculparse ante su mujer un poco más tarde.

Además de mi amiga Carlota, hay otro contrario con quien Gysi guarda un punto en común. Este contrario es la Iglesia Católica cada vez que habla de amor universal, perdón universal y unión universal. Sería fantástico si lo universal fuera universal. La experiencia nos dice que aman unos pocos; los otros son amados. Que perdonan unos pocos; los otros son perdonados. La cosa se complica cuando la Iglesia Católica pretende compaginar la idea de amor universal y perdón universal con  la idea de pecado y demonio.  Es la misma situación confusa en la que cae Gysi cuando acepta que un pueblo pueda defenderse si es atacado, pero no debe atacar. Es entonces cuando uno se pregunta ¿con qué armas podrían protegerse aquéllos que solo se preocupan por mantener la paz por medios pacíficos cuando son agredidos por aquéllos que no piensan en otra cosa que no sea la guerra? ¿Y qué pasa con el tema de la OTAN? ¿Podría pertenecer a la OTAN un país que no está dispuesto a participar en ningún conflicto armado? ¿Acabaríamos con el fenómeno de las guerras si Alemania no fabricara armas, no vendiera armas, no comprara armas?  A mi mente acude una magistral obra de Brecht: “Los fusiles de la madre Carrar”. En un primer momento, la madre Carrar se niega a entregar los fusiles de su marido muerto y a que sus hijos se alisten en la guerra a luchar contra los fascistas. Está convencida de que a quien hierro mata a hierro muere. Pero cuando los fascistas asesinan a su hijo Juan mientras estaba en su barca pescando, decide unirse a la batalla armada.
Tal vez esta sea la actitud del señor Gysi. La madre Carrar había perdido a su marido en la guerra y no quería perder a sus hijos. Nada de violencia. Nada de armas. Lo que Brecht muestra es que eso no detiene al que sí persigue la violencia y sí quiere las armas. Y esto, con independencia del nombre y apellidos de los que no se detienen ante la posibilidad de derramar la sangre de los inocentes. ¿Acaso detiene al perverso el que un niño sea un niño y no disponga de medios para defenderse?

En Ucrania habían empezado una guerra civil y cada una de los bandos enfrentados contaba con sus respectivos aliados. Éstos por su parte se dedicaban a jugar al ajedrez con más o menos éxito. Ahora parece que una de las dos partes ha decidido dejar el tablero a un lado y lanzarse no se sabe muy bien si a jugar a policías y ladrones, a fantasmas o a guerrillas.  En Gaza parece que han decidido firmar la paz hasta que vuelvan a sonar las granadas. En Irak y alrededores, el salvajismo se nutre de víctimas y el Occidente no sabe muy bien qué hacer al respecto. En Europa, la sombra de Hamlet deshoja margaritas sin llegar a ninguna determinación concreta. En África el virus del ébola se expande más rápido de lo que pensamos y es una cuestión de tiempo que tengamos un enemigo más en casa. Es también una cuestión de tiempo que hayamos de decidir quiénes son nuestros enemigos más peligrosos, a fin de concentrarnos en detenerlos. Lo cierto es que entre extremistas de aquí, fanáticos de allá, virus de Dios sabe dónde y perversos del internet y del extranet, la cosa se complica.

¿Quién no querría vencerles a todos ellos por medio de instrumentos pacíficos? ¿Quién en su sano juicio se opondría a métodos racionales para asegurar la paz y la armonía en nuestra cultura? ¿Pero quién puede afirmar que mientras nosotros hablamos de paz, hacemos la paz y nos esforzamos por mantener la paz, otros no se empeñan en hacer la guerra? El señor Gysi dice que los otros pueden permitirse hacer la guerra porque Alemania les vende armas.  Aunque sobreseamos el hecho de que el Estado germano no es el único país que vende armas no podemos olvidar que con las armas pasa lo mismo que con la droga y el alcohol. En Rusia cuando no tienen vodka beben lo que les den: incluso etanol. Los drogadictos, a falta de droga esnifan hasta pegamento o la elaboran en cocinas transformadas en laboratorios. Los que quieren armas las tendrían aunque en este mundo no hubiera ningún país que se las proporcionara. Tal vez, en efecto, no tendrían armas tan refinadas pero tendrían armas. Todo el que quiere matar encuentra la forma de hacerlo En cambio ¿con qué podríamos defendernos nosotros? La falta de una industria armamentística y el cumplimiento de una ley pacifista habría hecho imposible tener una forma razonable de oposición militar al enemigo.

Cuenta Voltaire, otro ilustrado, que en tiempos de Luis XIV Europa, tras largas y cruentas guerras, alcanzó finalmente la paz: cuando las fuerzas militares de los posibles contrincantes estaban tan igualadas que todos ellos sabían que lanzarse a un conflicto bélico llevaba aparejado la perdición.

Eso nos remite a la búsqueda de otro interesante punto común entre contrarios: El existente entre la vida y la muerte. Porque al paso que vamos y habiendo tantos ‘suicidas” en potencia, no parece que la guerra fría vaya camino de convertirse en la solución.

Isabel Viñado Gascón

 

 

Tuesday, August 26, 2014

¡Qué viene el lobo!


Todos hemos oído contar alguna vez la historia del pastorcillo travieso que gritaba que un lobo atacaba a sus ovejas para burlarse de sus vecinos. El pastorcillo consiguió engañarles unas cuantas veces. Sin embargo cuando el lobo atacó de verdad a sus ovejas no hubo nadie que le ayudara. Y aunque  el cuento no lo dice, no cabe duda de que el final hubiera sido el mismo si en vez de tratarse de un pastorcito bromista, hubiera sido uno de esos pastorcitos miedosos que hasta de su sombra tiene miedo.

La moraleja que de todo ello se desprende es que hay que ser sumamente cauteloso a la hora de solicitar ayuda y de dramatizar los hechos.  A nadie le gusta perder su tiempo ni sus energías en problemas inexistentes o de poca relevancia.

Esta vez, los americanos han vuelto a gritar ¡que viene el lobo! Pero como estamos acostumbrados a que lo hagan por cualquier cosa que sucede en este mundo, incluso cuando no sucede nada, el mundo occidental, ocupado en sus problemas, no parece hacer mucho caso de sus advertencias.

Y hete aquí que a pesar de la pereza que da el “meterse en camisa de once varas” y sabiendo además que diga lo que diga “lo que haya de ser será”, me he propuesto escribir un blog sobre la guerra de los Estados Unidos contra el ejército de Is. No es tarea fácil. Los informes de los periódicos además de carecer de la profundidad necesaria para hacerse una idea de lo que sucede realmente, se repiten los unos a los otros. No existe una gran diferencia de trato ni en los periódicos de distinta ideología, ni en los de distinta nacionalidad. Tampoco las conclusiones varían demasiado. Al parecer son los Estados Unidos los que luchan contra los terroristas. Ellos les llaman terroristas. Yo me reafirmo en denominar “guerra” a ese conflicto y “ejército” a los hombres que llevan a cabo esas acciones armadas. Es una guerra porque no se trata de ataques esporádicos tendentes a asustar a la población, sino que se trata de una lucha que tiene como objetivo conquistar territorio y Poder. Es un ejército por la estructura que ha adquirido y por las armas de que dispone a pesar de que desde un punto de vista jurídico no se le pueda considerar ejército ya que no lo respalda ningún Estado.

Los periódicos del día de hoy se preguntan si Obama ha infravalorado a este grupo y si va a verse obligado a pactar con el presidente sirio, hasta ahora declarado enemigo de los Estados Unidos, Al Assad. Curiosamente ninguno se detiene a considerar el papel de Rusia en una posible intervención y tampoco se deciden a cuestionar los problemas que una participación o una no participación de Europa podría generar.

La cuestión no es fácil y sí, en cambio, sumamente delicada. No, no es fácil.

En primer lugar, tal y como se está planteando por  los de allá, esta guerra corre el peligro de convertirse en una guerra de Oriente contra Occidente. Lo cual originaría, seguramente, una situación muy parecida a la existente en la Península Ibérica hasta 1492: un permanente Estado de Taifas, donde hoy se está con unos y mañana con otros.  Ni siquiera el gran Cid Campeador se libra de haber cambiado de bandera por su enfrentamiento con el rey cristiano Alfonso VI y haberse ido a servir al rey musulmán Al Mutamán.

En segundo lugar, y a efectos estratégicos, Oriente conoce a Occidente mejor que Occidente a Oriente. Ello se debe al esfuerzo que Occidente ha dedicado a llevar sus formas de vida y de pensamiento hasta los lugares más recónditos del Planeta. Este plan se ha visto truncado por varios motivos.

1. El hedonismo occidental cuesta dinero. Los placeres han estado reservados al alcance de unos pocos: los más privilegiados de la sociedades.

2. En las sociedades occidentales, la religión ha ido perdiendo influencia. Éste es un riesgo que las comunidades religiosas del Oriente no están dispuestas a correr. Sobre todo porque en su caso la pérdida de dominio en el aspecto religioso corre pareja al detrimento de su autoridad en los asuntos políticos.

3. Aunque la crisis de valores que atraviesa el mundo Occidental no se diferencie gran cosa de la crisis de valores que atraviesa el mundo Oriental, si lo hace en cuanto al modo. El mundo oriental, acostumbra a llorar sus penas en los herméticamente cerrados harenes. El mundo occidental en las abiertas posadas. De lo que sucede en los unos no se entera nadie. De lo que pasa en las otras, todos. Y encima, para aquéllos que se han quedado dormidos, hacen fotos y lo publican en los periódicos con grandes titulares. “Hablad de mí, aunque sea mal”, es el lema. En una época en la que rige el Principio de Identidad, no es de extrañar que Occidente y Sodoma y Gomorra sean considerados por algunos como una y la misma cosa.

4. Gran parte de la élite oriental se ha educado en Occidente y domina su lengua franca: el inglés. Así pues, conocen su fuerza tanto como sus debilidades. En cambio, pocos son los Occidentales que conozcan ni las virtudes ni los defectos del Oriente. La mayoría de los que se han adentrado en sus fronteras lo han hecho como turistas, muy pocos como viajeros. E incluso éstos no han sido inmunes a sus propios prejuicios. O han descrito en sus relatos el mundo lujoso y fantástico de “Las mil y una noches”; o se han centrado en los sufrimientos de una población prácticamente analfabeta y sin recursos, que padece los abusos de sus dirigentes; o han rememorado con nostalgia la convivencia pacífica de las tres religiones que existió en el Toledo medieval. Algunos han escrito largos y aburridos tratados sobre el papel –más bien el nulo papel - que la mujer desempeña en la sociedad, sin llegar a profundizar sobre el tema y obviando por tanto un hecho esencial: que tradicionalmente aparezca en público el dirigente y no su consejero, no debería llevar a menospreciar la influencia del consejero en los asuntos de Estado. Lo mismo sucede con la mujer y su relevancia en la toma de decisiones. Pocos son los especialistas en el tema.

5. Ni siquiera los hijos de emigrantes criados en Occidente conocen con profundidad el Oriente. Conocen las historias de la familia por lo que les han contado y sólo se acercan a la patria de sus padres un par de semanas durante las vacaciones. En cualquier caso no asisten a las transformaciones internas que tienen lugar en aquél mundo. Estar entre dos aguas significa muchas veces no pertenecer a ninguna de ellas y esto no es un problema específico suyo. Le sucede a cualquier emigrante que se precie. Por eso, no es de extrañar, que obras como “El volcán”, de Klaus Mann y “Exilio” de Feuchtwanger aparezca la figura del ruso que tuvo que salir de su país debido a la Revolución Bolchevique y que vive, como otros muchos rusos, exilado en París, cuyo hijo lo abandona para unirse al movimiento comunista. Seguramente ha compartido desde pequeño la nostalgia por la patria perdida que sus padres. París no es su patria. Francia no es su lengua. Y los jóvenes necesitan tanto de un hogar que les proporcione calor, de un mundo que le ofrezca cobijo… La primera generación de inmigrantes sabe que no pertenece al lugar al que acaba de llegar. La segunda, aunque haya nacido en el nuevo lugar, crece con la etiqueta de inmigrante. Es a partir de la tercera generación cuando esa etiqueta empieza a difuminarse. Los guetos o las comunidades cerradas de exilados imposibilitan que la tercera generación pueda llamar al país de acogida “patria”. La facilidad para los viajes y las comunicaciones mantienen viva la llama de la nostalgia y se repite lo que ya en el siglo XV señalaba Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre: “como a nuestro parecer/cualquier tiempo pasado fue mejor.”

En tercer lugar, la posible participación en el conflicto, se ve detenida por el deseo de paz de unos ciudadanos europeos que –digan lo que digan-  todavía no se han recuperado de las heridas dejadas por los fascismos, las guerras civiles y las guerras mundiales. Los conflictos ideológicos que “la memoria histórica” ha generado en España, es muestra de ello. Pero también las advertencias del historiador Enmanuel Todd contra de Alemania, o las tradicionales suspicacias entre los isleños británicos y sus socios continentales.

En cuarto lugar, las constantes llamadas de auxilio de los Estados Unidos a Europa en los tiempos pasados más inmediatos, para entrometerse en asuntos que al final, y digan lo que digan, no pasaban de ser locales y en los que, por tanto, la acción exterior ha complicado más que ayudado a la situación interior o, por lo menos, no ha resuelto los problemas más acuciantes que han tenido que ser solucionados finalmente – y como la razón dicta- por las partes en conflicto, ha terminado por mermar las pocas ganas de que se disponían para luchar en otro sitio que no fuera en los juegos de ordenador. La excusa de las guerras por el petróleo tampoco ha causado impacto en los europeos, que nunca han visto peligrar realmente sus recursos energéticos. Lo que sí, en cambio, ha comprobado Europa es que la soluciones diplomáticas resultan en muchas ocasiones más eficaces que los ataques bélicos.

En quinto lugar, Aun en el caso de que quisiera ¿Podría Europa unirse realmente a una guerra armada? Ejércitos en mal estado. A fuerza de no usarlos y no modernizarlos, la armada Europea parece uno de esos anuncios en los que se anima al comprador a adquirir una casa medio derruida porque o bien se trata de una tarea para valientes o bien para profesionales de las chapuzas. (De todos es sabido que los trabajadores de la construcción llegan a tiempo a todas las construcciones menos a las suyas. “En casa del herrero, sartén de palo.”)

 En sexto lugar, la crisis económica europea impide a Europa concentrarse adecuadamente en los asuntos de política exterior. Al menos por el momento. Todavía confiamos en salir de la crisis. Lo cual – y pese a los análisis optimistas de muchos – se complica día a día. Cómo pagar una deuda impagable que hay que pagar entre todos, cuando la mayoría está – nunca mejor dicho – en paro. Y esto se refiere no sólo a las personas individuales sino a todo lo que conforma la actividad de un país. Las empresas, incluso las que participan en la bolsa, acumulan más deudas que beneficios. Lamentablemente, el envolver las deudas en papel de celofán no varía su naturaleza. Las empresas individuales tienen a fracasar a menos que se disponga de un gran capital. Los bancos se ven obligados a trasladar la Imaginación al Poder. Esto es, a ser creativos. Las reestructuraciones internas que hacen resultan, a veces, tan extravagantes como los negocios de alto riesgo en los que se ven obligados a embarcarse para recuperar el dinero perdido. El Estado sube los impuestos y al mismo tiempo se ve obligado a emplearlo en prestaciones para el desempleo, para mantener, al menos eso, la paz social. El gobierno socialista francés viendo que llega con retraso a la política de austeridad retira del gobierno a todos aquéllos que se muestren en contra. El problema es que en contra de tal política no están sólo los ministros cesados sino otros muchos. En realidad, la mayor parte de la sociedad francesa. Desde mi punto de vista, ha sido un grave error político de Valls retirarlos. La crisis interna del partido socialista está servida. La crisis social, también. Curiosamente, en Mónaco se planea la construcción de un edificio cuyo ático –repartidos en tres plantas- costarán cuatrocientos millones de Euros. Uno no se pregunta qué fortuna Europea lo puede comprar. Uno se pregunta a qué fortuna Europa se lo dejarían comprar y no encuentro ninguna que pudiera hacerlo sin originar una revolución. Sospecho que caso de que haya un comprador no pertenecerá al viejo continente.

En séptimo lugar Resulta importante determinar contra quién lucharía Europa caso de unirse a los americanos. ¿Contra el islamismo radical? ¿Contra Is? ¿Son ambos conceptos sinónimos? ¿Seguro? ¿Sabemos que sólo existe una corriente radical islámica: la representada por el Is? ¿Podría haber más/

En octavo lugar ¿Se ayuda a los kurdos y no al PKK? Perdonen ustedes. Eso vuelve a crearme un gran problema. ¿Cómo se va a ayudar a los kurdos si no se da armas a los que saben usarlas? Es una pregunta que nadie me va a contestar. Así que voy a Wikipedia y leo que “El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (en kurdo: Partiya Karkerên Kurdistan, PKK), de tendencia independentista, es un partido político fundado en Turquía en 1978. Su brazo armado se denomina Fuerzas de Defensa Popular (HPG en Turquía). El presidente del partido es Abdullah Öcalan, condenado a cadena perpetua por delitos de terrorismo y separatismo por la justicia turca, que permanece preso desde 1999. Luchaba por la independencia del Kurdistán, territorio que comprende partes de Irak, Siria, Irán y Turquía.

El partido, conocido por sus siglas en kurdo (PKK), luchaba por la independencia de Kurdistán como un Estado socialista y es considerado como organización terrorista tanto por el estado turco como por Estados Unidos y la Unión Europea, que incluyó al PKK en el listado de organizaciones terroristas a petición de Turquía, a pesar de no haber amenazado ningún interés de EEUU o la UE. Hoy día lucha por lograr autonomías democráticas en las diferentes partes donde existe el pueblo kurdo, manteniendo un ideal de construcción de una sociedad comunitaria y socialista desde las propias tradiciones de su pueblo.

Desde hace algunos años, el PKK ha desarrollado a sus ideas marxistas leninistas incorporando elementos ecologistas y confederalistas, inspirados en ideólogos como el norteamericano Murray Bookchin. Esta nueva teoría ha tomado el nombre de "confederalismo democrático", y su principal impulsor ha sido Öcalan.[1]”” 
 (Fin de la cita de Wikipedia.)

Así que me pregunto si los escrúpulos de Europa en general, y de Alemania en concreto, para dar armas a una organización kurdo nacionalista descansan en la ideología marxista del Pkk, en el respeto de Europa y Alemania a Turquía, o al respeto de Europa y Alemania a los turcos que viven dentro de las fronteras alemanas.

Sea cual sea la respuesta lo cierto es que el envío de cuatro mil chalecos de la armada alemana a los kurdos, anunciadas en Der Spiegel no les va a servir de mucho. Dada la gravedad del tema, me he obligado a autocensurarme los numerosos pensamientos cínicos que mi posición de observador facilita.

En noveno lugar ¿Qué papel le corresponde jugar a Rusia? ¿Y a Turquía? Los turcos están en contra del PKK pero ¿están a favor o en contra del Is? ¿Hay grupos de islamistas radicales en Turquía? ¿Cuánta influencia tienen? ¿Ayudaría Turquía a los Estados Unidos a lanzarse en una guerra armada contra Is? ¿Bajo qué condiciones? ¿La entrada en la Unión Europea?

En décimo lugar. ¿Qué consecuencias tiene la neutralidad en Europa? En las calles de más de un país europeo rige la sharía. Hoy mismo, la prensa española anunciaba que un grupo compuesto por veinte, cuarenta o sesenta personas - (las cifras son inciertas )-  con pasaporte español, había partido para unirse a las fuerzas de Is.
La crisis impide a muchos jóvenes trabajar y ven en la guerra la solución a todos sus problemas de identidad. Todavía no se sabe si los que regresan a Europa lo hacen asqueados de lo que es la guerra real o para hacer adeptos.
¿Debe dejarse salir a los que quieren unirse a Is? ¿Se les ha de prohibir la salida?
Un momento. Pensemos. Se pide legalizar la marihuana porque los cigarrillos y el alcohol son legales ¿y no se va a permitir salir del país a quién lo quiera? ¿Qué pasa con esos turistas del sexo, que salen para tener relaciones sexuales de todo tipo, niños incuídos? Si no se permite la salida a los unos, tampoco a los otros. A partir de ahora hay que empezar a controlar los motivos de salida de aquéllos que pretendan salir del país. ¿Dónde estamos?

Estamos en Tierra Miedo. De ahí la prohibición a salir. El prohibir las salidas en una dirección concreta muestra el miedo que existe a que media población de repente decida a unirse. Ese miedo, racional o irracional, debilita a Europa y fortalece a los contrarios. Ni siquiera prohibir entrar a los que salgan resulta sensato. Por lo menos, cuando regresaran, se les podría interrogar qué han hecho y qué han visto en tan lejanos lugares. La prohibición a salir sólo va a ayudar a alimentar el fundamentalismo islamista y a generar conflictos armados internos. En cualquier caso no deberían infravalorarse los sueños de gloria de la gente joven y su deseo de luchar por valores nuevos que ellos creen auténticos, sobre todo cuando en casa no tienen ninguna perspectiva de futuro.

Una cosa es segura. Europa tiene que plantearse seria, serena y, por una vez, sinceramente su posición. El riesgo de que aumente la xenofobia y la intolerancia  religiosa dentro de las fronteras del viejo continente, corre parejo con el riesgo de que los deseos de expansión territorial de Is vayan más allá de las fronteras de Siria e Irak. En realidad, todos los movimientos fundamentalistas radicales islámicos abrigan sueños expansionistas más o menos confesados que alcanzan hasta la Península Ibérica inclusive. Digo “todos” porque no debe olvidarse el hecho de que Is no es el único movimiento fundamentalista radical existente.
En cualquier caso y de un modo u otro, los  principios absolutos y universales en los cuales se apoya el espíritu europeo ilustrado, necesitan ser concretizados en virtud de las circunstancias a que han de hacer frente para que aquella frase de: "Os venceremos con vuestras normas y os gobernaremos con las nuestras" no pueda hacerse realidad.

Tempus fugit

Isabel Viñado Gascón

Friday, August 22, 2014

Humor negro.


Dedicado a Jorge Iranzo.

Y me escribe Jorge Iranzo, el tranquilo Jorge, en uno de sus días “revolucionarios” y me dice que ya es hora de que me posicione en política exterior.” ¿Qué me posicione? ¡Ni que yo fuera un peón de ajedrez!” – le contesto enfadada. Y él, sosegado incluso en sus momentos más agitados, me explica que si yo fuera un peón de ajedrez no me podría posicionar. “Te posicionarían” –replica.

Pero ¿acerca de qué asuntos me he de posicionar? y sobre todo ¿cómo me he de posicionar? La ministra de defensa alemana, Von den Leyen,  hace un chiste en “Die Zeit” nacido a todas luces del “humor negro” y a la pregunta de si el próximo Mundial de Fútbol puede de verdad tener lugar en Rusia y en Catar, contesta que se celebre donde se celebre, Alemania enviará “tiradores”. Con ello se refiere, claro, a los futbolistas. A muchos serios y cabales lectores este comentario les parece fuera de contexto y se apresuran a amonestar a la ministra insensata. Ni por un minuto se  detienen a considerar que tal vez los insensatos sean ellos. En este momento el panorama internacional es tan delicado, tan difícil, tan peligroso, que lo único que puede hacer sostenible la situación para los que se encuentran realmente inmersos en ella es, justamente, el humor negro.

De todas formas, acepto el reto de Jorge. Lo acepto porque sé que si no tendré que soportar sus incisivos comentarios una buena temporada. Así que entre Guate”mala” y Guate “peor” me decanto por lo primero. Es un mal chiste, lo reconozco y pido perdón a los que puedan sentirse ofendidos. Nada más lejos de mi intención. Es simplemente un juego de palabras. Hoy va de humor. Aunque  se trate de un mal humor (¡ups! ¡Otro mal chiste!)

Comencemos, pues.

Gaza. En un blog escribí: “Sin comentarios”. Bien. He aquí mi comentario.  No sé por qué luchan en Gaza y no sé quién tiene la razón. En conflictos de larga duración y numerosos tratados de paz de por medio, los pecados de los unos y de los otros terminan confundiéndose, pero también –estoy segura- quedan entremezcladas las ideas y los sentimientos de ambas partes. En este sentido fuerza es admitir que las actividades conjuntas, los matrimonios mixtos y la cooperación ante determinadas cuestiones coexisten con los enfrentamientos. Que los observadores externos sean “pro-palestinos” o “pro-israelíes” no significa nada y oculta mucho: una determinada simpatía por una ideología y por una cultura. ¿Por una religión? Eso ya no lo sé. Para unos pocos, tal vez. En las últimas contiendas, laicos y religiosos han estado jugando al corro y es difícil determinar hasta qué punto Dios juega un papel en un sitio en el que, permítanme mi humor negro: “no hay Dios que se ponga de acuerdo.”

Sin embargo, he de hacer una anotación. Una cosa es el cinismo de los observadores; otra, muy distinta, la necedad. Cuando esos “sesudos” comentaristas llaman a los israelíes “nazis”, cuando califican sus acciones de “genocidio”, cuando identifican a “Israel” - que es un Estado laico - con “Judaísmo’ - que es una religión- a mí , la verdad, se me contrae el alma y me quedo helada ante tanta insensatez, ante tanto absurdo. El silencio helado es lo único que me invade ante semejante necedad. Un silencio frío ante aquéllos empeñados en dirigir la historia mediante el Principio de Identidad, olvidando los verdaderos sucesos y obviando los conceptos subyacentes. Convirtiendo, como suele ser costumbre de muchos, el Todo en Uno y el Uno en todo. Olvidando, o fingiendo olvidar, que una guerra es una guerra. O sea, un modo de solucionar las diferencias por medios violentos. Gana el fuerte. Pierde el débil. La guerra es un juego sangriento en el que los refuerzos y la estrategia tienen tanta relevancia como la técnica militar propiamente dicha. Un ejército dotado de los últimos adelantos pero con un personal humano degenerado y desmotivado, sirve de muy poco. Por eso la disciplina y la propaganda son instrumentos tan importantes. Ese es el primer punto que hay que aceptar. El segundo punto que algunos parecen haber olvidado es que la guerra tiene lugar en Gaza, no en Europa.

Rusia. Bien. Rusia. ¿Qué decir de Rusia? Siempre que pienso en los Estados Unidos y en Rusia me viene al pensamiento aquélla canción de Don Mclean, titulada “American Pie” que Hernaldo Zúñiga tradujo al español con el nombre de “Siglo XX” y que decía: “By, by, siglo XX te vas. No te acerques al puerto porque el mar ya no está.  Amigos y enemigos beben para olvidar y se dicen entre dientes: adiós, mañana moriremos los dos.”  Es lo de siempre. Los largos conflictos – y éste, hay que reconocerlo dura bastante -, estrechan los lazos espirituales de los beligerantes.

Tanto dentro de sus propias fronteras como fuera de ellas Rusia y los Estados Unidos se enfrentan a problemas similares y aspiran a los mismos objetivos. De ahí, los follones. Pero nadie quiere ser “el malo” de la película. En vez de andar organizando partidas de ajedrez en la que cualquiera de ellos puede un día perder los estribos y arrojar el tablero por los aires, deberían concentrarse en arreglar conjuntos la grave –realmente grave- situación en la que se encuentran las clases socialmente más desprotegidas en general y las jóvenes generaciones en concreto de sus respectivos países. La droga y el alcohol están literalmente destrozando no sólo a las clases bajas sino también a las altas. No sólo al proletariado. También a las élites. La suciedad no puede ocultarse por más tiempo. La pregunta es si la prohibición, las duras medidas carcelarias y la guerra pueden ser consideradas auténticas soluciones. Europa debería empezar a cuestionarse los problemas reales que acucian a esos vecinos tan poderosos como son Estados Unidos y Rusia, que pretenden embarcarla en empresas para las que no está preparada, ni seriamente interesada y dedicarse a cuidar a su población. Lo dije en mi blog “Europa, Europa”. Europa no es rica. Lo único que le salva es la virtud de sus habitantes. Los espectáculos veraniegos en España empiezan a ser preocupantes porque los que allí participan no son sólo españoles. Son – y esto es lo terrible- Europeos. La salvaguarda de sus virtudes, a fin de garantizar su supervivencia: esto es lo que debería ocupar a Europa.
Islamismo radical. De todos los problemas internacionales éste, sin duda, es el que más profundamente afecta a Europa, especialmente porque la afecta en su propia piel. Los kurdos están allí. La organización Is está allí. Los islamistas radicales están allí y aquí. Y éste, justamente éste, es el problema al que se enfrenta Europa. El enemigo en casa.

El lema “os ganaremos con vuestras leyes y os gobernaremos con las nuestras” empieza a resonar con fuerza en los oídos de más de uno. Pese a ello convendría no olvidar que se trata de una cuestión extremadamente complicada incluso – o tal vez, sobre todo- para los propios musulmanes.

Denominar a la organización Is “grupo terrorista” como leo en algunos periódicos, significa infravalorar su significado. La organización Is no es un “grupo terrorista”. Es un ejército. Algunas informaciones aseguran que han obtenido su dinero del intercambio de rehenes y ofrecen como dato que España e Italia ha pagado 15 millones de Euros por el rescate de los cooperantes de Mali. En virtud del conocido refrán “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”, no dudo que eso haya supuesto un incremento de sus cuentas bancarias. No obstante no creo que su fuente de ingresos se haya abastecido únicamente del pago de rehenes ni del saqueo. Esas, tal vez, son las más espectaculares cara al público pero ha habido otras muchas. En estos momentos controlan un par de pozos de petróleo que aumentarán, sin duda alguna, sus recursos y tampoco debería olvidarse la más que probable ayuda patrocinada desde el exterior.

En cualquier caso, el mayor problema que presenta el ejército Is no son sus recursos armamentísticos. Estados Unidos, que dice haber iniciado una acción para liberar a su rehén ha reconocido su fracaso. Puede que se trate de una estrategia para aparecer más débil ante el enemigo o de una excusa ante el electorado americano dirigida a mostrar que las autoridades han hecho todo lo posible por rescatar al prisionero. Pero caso de que lo que han dicho sea cierto, la cuestión toma tintes aún más oscuros. Dos son los problemas internos que acucian a Occidente: Uno,  la droga. El otro, la desmotivación. Ayer hablé de la droga. Intenté que no pareciera ni un sermón eclesiástico ni un sermón psico-pedagógico de los que antaño solían impartirse en las escuelas. Lo cierto es que la droga está haciendo mella en casi todos los ejércitos de este mundo. Las noticias al respecto son pocas e insuficientes. Tradicionalmente rige el imperativo de discreción y sólo se hace público lo que, debido a su volumen, rompe las puertas de contención.

El segundo, el que se refiere a la desmotivación occidental, es innegable que constituye un grave problema. La cuestión que nadie se plantea es dónde tiene su origen dicha apatía. Suele explicarse recurriendo al hedonismo y al exceso de bienestar. Es cierto que dichos elementos forman parte de la desmotivación, pero no son los únicos.  Hemos sido formados en los valores de una Europa laica, plural, tolerante, generosa e igualitaria. La idea inicial del principio de igualdad por el cual se trataba de conseguir las mismas condiciones de posibilidad para todos, se transformó con el tiempo en un empeño en ser iguales. Y como en general los más se dedican a hacer menos, se bajaron los listones, se menospreció el esfuerzo y el mérito y las clases que siempre habían estado arriba en función de sus relaciones y no en función de sus capacidades se mantuvieron arriba sin que pudieran ser sustituidas por una nueva élite. Se ha jugado a la estrategia de desanimar a los que querían llegar, desvalorando y desprestigiando sus esfuerzos y entreteniendo a la masa con espectáculos dignos de tabernas medievales.

Lo cierto es que esta vez, y por primera vez,  el aviso de “viene el lobo” que los  Estados Unidos suelen lanzar tan a la ligera, es cierto. Y es cierto porque en primer lugar, los islamistas – no tienen nada que perder salvo la vida y su vida – enemigos aquí, enemigos allá - está sentenciada a morir. En segundo lugar, a los islamistas radicales les mueve la Fe (y olvidémonos, por favor, de los discursos teológicos sobre lo que la verdadera “Fe” supone). En tercer lugar, los ideales que promueven trascienden la religión y se introducen en una política absolutamente contraria al imperio Estadounidense. En cuarto lugar, los americanos están sumidos en una crisis que no sólo tiene que ver con la crisis económica, sino con una crisis de identidad que los hace lanzarse a un exceso de autocrítica.
En quinto lugar ellos, los americanos, también tienen el enemigo metido en casa. No hay que olvidar que una gran parte de los musulmanes estadounidenses son Afroamericanos  y que  algunos de ellos, influidos por los problemas raciales,  podrían simpatizar con las ideas islamistas radicales. En este sentido, los problemas raciales se complican. En sexto lugar, si algún líder de izquierdas ha invitado a la izquierda a unirse para conseguir el Poder, es cuestión de tiempo que los islamistas radicales llamen a la unión. El éxito es siempre atrayente.
Cuando el éxito viene "generado" por "ideales eternos"  su fuerza entre la gente joven, desocupada, desmotivada, y con ganas de luchar y morir por "salvar un mundo asqueroso" es imparable. En séptimo lugar, los islamistas radicales han “roto” el círculo. El “ars belli” ha retrocedido a prácticas salvajes, que se consideraban superadas – por lo menos, en lo que cara al exterior se refiere. El salvajismo contra la civilización. Pero como hoy va de humor negro diremos: “El salvajismo salvaje versus el salvajismo civilizado”.

Y Europa, la pacífica – a fuerza de derramar sangre durante siglos- Europa, ha tratado durante años de erradicar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, incluso como juguetes para niños. La crisis económica ha dejado al descubierto nuestras debilidades y andamos como fantasmas errantes buscando nuestras fuerzas. A veces me parece que somos como esas mujeres entradas en los cincuenta que han dedicado su vida a su marido y a sus hijos y que ahora ven con tristeza que no pueden llamar “suyo” ese camino recorrido porque en esa construcción de “la familia”, en ese deseo de “integrar” distintas generaciones y concepciones, se han olvidado de sí mismas. Es entonces cuando se hace más fuerte que nunca “reinventarse o morir”. Y el dilema: ¿tiene sentido reinventarse a los cincuenta?

¿Tiene sentido el camino que Europa ha hecho? ¿Han permitido sus ideales que el enemigo se introduzca en casa? ¿Eran realmente ideales o sólo debilidad o sólo, tal vez,  un deseo narcisista de no verse tan cruel, tan brutal como las guerras civiles y mundiales han mostrado que era? ¿Tiene sentido que Europa se reinvente o es preferible tenderse y esperar a morir? Pueblos que vinieron, pueblos que se fueron. Civilizaciones que nacieron. Civilizaciones que murieron. ¿Es mejor dar paso a la nueva sangre que arrolla (¡Y cómo arrolla!)?

 Hete aquí que la pobre Europa no sabe qué hacer ni cómo hacerlo.

-          Lancémonos a la guerra.

 Y acabará como acabó la primera cruzada. Ya no nos mueve la Fe religiosa. Eso quién mejor lo sabe es el Vaticano y por eso de lo más que se atreve a hablar es de “Guerra Justa”. Pero ¿nos siguen moviendo los ideales? ¿Nos sigue moviendo la Fe en la Justicia? Déjenme que lo ponga en duda.

-          Sigamos jugando la partida de ajedrez contra Rusia.

Al menos, hemos sido capaces de mantenerla durante décadas.

-          Ignoremos los problemas emocionales y concentrémonos en los problemas racionales. O sea, la crisis.

¿De verdad pueden deslindarse ambos con tanta facilidad? ¡Ah! Aquélla canción de Battiato que decía ¡qué difícil es estar quieto cuando todo a nuestro alrededor hace ruido!

-          Sentémonos a esperar

¿A cielo despegado o a resguardo? ¿A resguardo? ¿Dónde?

                         El humor negro suele desenmascarar lo que el simple humor obvia.


Isabel Viñado Gascón.