Noticia
Traducción de parte del blog de Rainer Hermann. Puede leerse en el Frankfurter Allgemeine Zeitung del día 8 de Agosto de 2014, en la sección de Política. No me ha sido permitido copiarlo. O al menos yo no lo he conseguido.
"Durante
largo tiempo la política y las asociaciones, sobre todo las musulmanas, han visto como la cultura del odio de los
salafistas- yihadistas se expandía sin hacer nada debido a la errónea presunción
que ello no suponía peligro alguno. Era
absurdo ver cómo banalizaban los políticos locales un peligro con el que las
autoridades de seguridad no dan abasto. Mirar a otro lado no ha empequeñecido
el peligro.
Tampoco
las asociaciones musulmanas se han mojado en el tema. En vez de decir
claramente, que los bárbaros en Irak del Norte no son musulmanes, se dedican a
silbar que el Islam sólo es paz. Esto no va a servir en el futuro si los
musulmanes que aceptan la Constitución (alemana) quieren evitar que se les
corresponsabilice por la matanza."
Comentario.
Mientras Europa y
Rusia se dedican a jugar al ajedrez, otros prefieren dedicar su tiempo a las
cruzadas. No pretendo ser graciosa; más bien cínica aunque ésto, políticamente considerado, resulte incorrecto. Y es que en una guerra sólo caben dos papeles: el de
la víctima y el del cínico. Puesto que gracias al Cielo hasta ahora me he salvado del primero, he
de atenerme al segundo: al papel de cínico. Ése que ante el sinsentido de las
acciones humanas no sabe si reír o llorar y decide finalmente reírse de la
forma más ácida posible de todos y de todo. Inclusive de él mismo. En lo que a determinados temas se refiere, el de la radicalidad religiosa, por ejemplo, el cinismo resulta casi inevitable y ello porque en cualquier Estado de
Derecho que se precie resulta sumamente difícil discernir entre derecho a las
propias creencias y a la propia cultura por un lado e ideas extremistas por
el otro. ¿Cuándo puede ser calificadas
las ideas de ideas extremistas? ¿Qué pasa con las utopías? ¿No son ellas
bastante extremas? ¿Qué pasa con Sarracin? ¿Es él un bocazas o un extremista?
¿Constituye el extremismo verbal un delito? ¿Sí? ¿En serio? No me hagan reír.
Si voy a la calle e insulto a alguien en virtud de su raza o de su religión
tengo bastantes posibilidades de tener un disgusto con la justicia pero si voy
a la calle y llamo a mi vecina “bruja”, las consecuencias no pasan de ser
irrisorias. Unas cuantas palabritas de las instituciones para que nos demos un
apretón de manos y hasta pronto. Eso sí, la factura del apretón de manos no se
hará esperar.
¿Por qué el insulto a un
individuo en virtud de su pertenencia a un grupo es más terrible que el insulto
de un individuo a otro individuo en virtud de su individualidad?
Porque en nuestros días el honor lo profesa
el grupo y no el individuo y por eso
desvirtuar y destrozar al individuo nunca fue tan sencillo. Un
ejemplo: una amiga mía, española como yo, se cambia de vivienda e invita a
comer a sus vecinos a los que tan apenas conoce. Uno de los vecinos le dice que
su comida siempre huele muy bien y otra de las vecinas, pura amabilidad,
remata: “Sí, siempre huele a ajo”. Lo mismo le hubieran dicho a un turco, a un
portugués, a un griego o a cualquier otro mediterráneo. Pero como se lo dicen
a mi amiga y no a su nacionalidad, mi amiga no se da por ofendida. Aunque se
hubiera dado, no hubiera servido de gran cosa. ” ¡Por Dios Santo!, ¿Cómo podía
mi amiga enfadarse?" - hubiera preguntado la vecina con voz de inocente
indignada por el simple hecho de que su inocencia se ponga en duda- "¡con lo que
a ella le gusta el ajo…!”
Sin embargo,
si esa misma vecina hubiera dicho algo como “las casas de los españoles huelen
a ajo”, todos hubieran admitido que se trataba de una afirmación plena de
prejuicios infundados, por no decir otra cosa, y hubieran concedido a mi amiga el
derecho de réplica. Por lo menos eso. La desvergüenza verbal contra el grupo está,
como mínimo, socialmente mal vista y por tanto el grupo tiene derecho a
protestar contra la afrenta a su honor y a su dignidad. La desvergüenza verbal
contra el individuo, no. Así que el individuo únicamente en casos muy contados y aun a
riesgo de ser el hazmerreír de los otros, puede enfadarse. En estos casos suele decirse que lo mejor es “tragarse
el orgullo” y “hacer la vista gorda” “Pequeñas cosas” “Pelillos a la mar” o como mucho contrarrestar el enfado con una dosis de humor.
¿Y esto he de entenderlo? ¿Han leído ustedes
“Hotel Savoy”? Si no lo han leído, háganlo. Descubrirán lo mucho que el grupo
ayuda al individuo cuando el individuo lo necesita. En fin… Grupo e individuo. Los fascismos nos metieron en el respeto al
grupo y no hemos sabido salir de él. Eso sí, lo hemos transformado. Le hemos
dado al grupo las señas de identidad que tradicionalmente pertenecían al
individuo…
Pero no era de
esto de lo que yo quería hablar. Al menos no únicamente. Lo que iba diciendo
era que es difícil que las instituciones puedan hacer algo en contra el extremismo
cuando de éste no se ha derivado ningún delito. Y si las instituciones no pueden hacer gran
cosa, la sociedad - por aquello de lo
política y no políticamente correcto, tampoco. Resulta sumamente complicado
distinguir cuándo nos encontramos ante un discurso racista y cuándo ante la
protección de la propia cultura; cuándo es nuestra actitud signo de tolerancia
y cuándo de debilidad; cuándo un comportamiento es fruto de la intolerancia y cuándo nace de la auto-afirmación de las
propias tradiciones ante las nuevas que aparecen. Los problemas de Europa con
respecto a este tema tienen que ver mucho con la hipocresía y no tanto con
“hacer la vista gorda”, mucho con la falta de confianza en nuestros propios
valores debido consecuencia del pasado más inmediato – no soy capaz de
dilucidar si con razón o sin ella – y poco con la famosa tolerancia que, como
ya he dicho en otros blogs, se ha convertido más en un pacto de no agresión que
en un puente a la intercomunicación.
Extremistas, radicales… Extremistas hay en
todas las religiones, en todos los grupos políticos, en todas las propuestas
sociales y en todas las tendencias artísticas. ¿Cuándo se convierte el extremismo
es un peligro? ¿En el momento en que lo sostiene un grupo? No. Se convierte en
peligro cuando ese extremismo se convierte en delito. Resulta que algunos
jóvenes deciden marcharse a la Tierra Santa en la que parece haberse convertido
el Irak a luchar – o sea a matar y a morir- por sus ideales religiosos. Al
volver – suponiendo que vuelvan- son más radicales que cuando se fueron.
¿Constituye esto un delito? No a menos que se les juzgue por asesinato y se
demuestre que en efecto los han cometido. Salir de Alemania y regresar a ella
no constituye en sí mismo ningún delito.
En ese caso no es que las autoridades y la
sociedad alemana consideren el tema un asuntillo sin importancia. Es que
sencillamente no pueden hacer nada. Lo mismo que tampoco pueden hacer nada
especial contra el NPD salvo actuar como corresponde en caso de delito. El
señor Hermann dice que los musulmanes alemanes deberían distanciarse de los
extremistas para no ser responsabilizados de los resultados que la violencia de los radicales musulmanes en
Irak engendra. ¿Realmente deberían?
Si los
representantes musulmanes expresaran su rechazo ante los radicales musulmanes ¿estarían expresando realmente la opinión de todos los miembros musulmanes de su
asociación o sólo la suya propia? ¿o simplemente estarían haciendo una
declaración de principios porque así se les ha pedido que lo hagan y no porque
realmente lo creen? Estoy convencida de que si hasta ahora no lo han hecho es sencillamente porque entre
los propios grupos de musulmanes existen grandes diferencias de opiniones. Las
asociaciones no pueden manifestarse al respecto porque sencillamente existen diferentes tendencias y
casi tantos criterios como miembros. Muchos no apoyan a los salafistas pero
detestan a los Estados Unidos. Otros no detestan a los Estados Unidos pero
creen que los salafistas han conseguido que se respete a los musulmanes aunque
sea a través de la violencia. Algunos les prestan apoyo aunque sólo a nivel
moral como protesta ante una sociedad que según ellos les discrimina y les
considera ciudadanos de segunda categoría. ¿Cómo pueden actuar honestamente los
representantes de las asociaciones musulmanas rechazando categóricamente algo
que los miembros que las componen no rechazan categóricamente? ¿Es que en el
momento en que el representante de esa asociación niegue su apoyo a los
salafistas quedarán supeditados los individuos a esa decisión de su
representante?
Es lo de siempre. Receta para una dictadura: cójase al individuo, tritúrese su
derecho al honor y únalo a los otros individuos triturados. Amase hasta formar
una masa homogénea. Déjese reposar la masa en lugar seco y frio. Pasadas un par
de horas, tome un poco de la masa y calibre su consistencia. Si no se despega
puede formar los pastelillos y meterlos
en el horno. Caso de que la masa aún no esté del todo consistente vuelva a
amasar.
Receta para hacer
un individuo libre. Hay dos variantes.
Variante número 1. Coja al individuo. Métalo
en una botella llena de líquido, cierre la botella y espere. Si el individuo
puede respirar dentro del líquido déjelo macerar dentro. Obtendrá un licor
exquisito. Tómelo con cuidado. El licor proporciona conocimientos científicos,
filosóficos y literarios sumamente difíciles de digerir.
Variante número 2. Coja al individuo. Métalo
en una botella llena de líquido, cierre la botella y espere. Si el individuo no
puede respirar dentro del líquido no tardará en echar burbujas. Cuando éstas
empiecen a salir, abra la botella con cuidado. Seguramente las burbujas
generarán una explosión revolucionaria cuyo alcance dependerá del tiempo que el
individuo libre haya permanecido encerrado dentro de la botella.
Receta para un
Estado democrático industrial que se precie: Prepare una mesa en la que haya un tercio
de pastelillos, un tercio de botellas de licor macerado y un tercio de botellas
de champán. Cuide de que nadie tome más de la cuenta. No es conveniente que los
asistentes se indigesten en medio de la comida.
Cuando el señor Hermann alienta a que
los políticos alemanes consideren el tema con mayor seriedad,
debería explicar también en qué –según él- consiste esta seriedad. No vaya a
ser que al final, de tanto pedir a las instituciones que actúen, tengamos un empacho de pastel y no
haya bastante licor y champán con que poder tragarlo. En vez de pedir a las
instituciones sociales actuaciones que sobrepasan sus funciones, deberíamos ser cada uno de nosotros mismos los
encargados de limitar a los que se extralimitan. Una primera idea, sólo una
primera, sería respetar al individuo. Una segunda, sólo una segunda, no apoyar
ninguna idea que no sea nuestra aunque la apoye ese desconocido pero penetrante
“todo el mundo.” Para eso se necesita sentido crítico que está empezando a
escasear tanto como el sentido común.
Buen provecho.
Isabel Viñado Gascón
Nota: Me declaro en contra de cualquier
asesinato, ya sea en masa o individual salvo en el caso en que se trate de
legítima defensa y no me gustaría que las tesis que sostengo en este blog fueran malinterpretadas. Un asesinato raramente tiene excusa. Pero una cosa es eso y otra muy diferente exigir declaraciones de principios a un grupo, cuando dichas declaraciones de principios corresponde hacerlas a un individuo. Exigir que el grupo se manifieste cuando no tiene competencia moral para hacerlo significa pretender convertir al grupo en individuo, otorgarle sus rasgos. Justamente a eso es a lo que me niego tajantemente. A eso y a que se hable tan alegremente de "corresponsabilidad" en la matanza llevada a cabo a miles de kilómetros, en un lugar en el que todos parecen estar locos desde hace largo tiempo. Y cuando digo "desde hace largo tiempo" quiero decir exactamente eso: "desde hace largo tiempo." Y cuando digo "todos" me refiero igualmente a eso: a todos.
Lo dicho. En una guerra siempre hay dos bandos: el de las víctimas, que son las que participan y el de los cínicos, que son los que permanecemos fuera y nos dedicamos a lanzar a diestro y siniestro nuestras observaciones. El propio concepto de guerra entraña el componente de la violencia por tanto no se puede esperar que unos y otros vayan a comportarse como angelitos venidos del cielo. En una guerra, aunque nos duela aceptarlo, no hay ni buenos ni malos. Eso es cosa de novelas y películas. En una guerra sea cual sea, aunque se trate de una guerra de guerrillas y no de ejércitos, hay bandos de enemigos y cada uno de esos bandos pretende vencer al otro.
Es algo que no debemos olvidar. En los últimos tiempos, en los que parece que se ha desatado el virus de la guerra porque a un conflicto bélico se suma otro, los medios de información utilizan con demasiada alegría los conceptos 'buenos" "malos" "masacre" "matanza". Puesto que hay diversas corrientes y tendencias, quiénes son los buenos y quiénes los malos cambia dependiendo de la información a la que los lectores acceden. Así que al final ninguno de ellos se aclara. Lo cual es lógico porque , siguiendo con mi discurso cínico, se olvida que la finalidad de una guerra es ganar utilizando la violencia. Este punto la diferencia -fíjense bien- de los juegos de ajedrez.
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