Friday, August 22, 2014

Humor negro.


Dedicado a Jorge Iranzo.

Y me escribe Jorge Iranzo, el tranquilo Jorge, en uno de sus días “revolucionarios” y me dice que ya es hora de que me posicione en política exterior.” ¿Qué me posicione? ¡Ni que yo fuera un peón de ajedrez!” – le contesto enfadada. Y él, sosegado incluso en sus momentos más agitados, me explica que si yo fuera un peón de ajedrez no me podría posicionar. “Te posicionarían” –replica.

Pero ¿acerca de qué asuntos me he de posicionar? y sobre todo ¿cómo me he de posicionar? La ministra de defensa alemana, Von den Leyen,  hace un chiste en “Die Zeit” nacido a todas luces del “humor negro” y a la pregunta de si el próximo Mundial de Fútbol puede de verdad tener lugar en Rusia y en Catar, contesta que se celebre donde se celebre, Alemania enviará “tiradores”. Con ello se refiere, claro, a los futbolistas. A muchos serios y cabales lectores este comentario les parece fuera de contexto y se apresuran a amonestar a la ministra insensata. Ni por un minuto se  detienen a considerar que tal vez los insensatos sean ellos. En este momento el panorama internacional es tan delicado, tan difícil, tan peligroso, que lo único que puede hacer sostenible la situación para los que se encuentran realmente inmersos en ella es, justamente, el humor negro.

De todas formas, acepto el reto de Jorge. Lo acepto porque sé que si no tendré que soportar sus incisivos comentarios una buena temporada. Así que entre Guate”mala” y Guate “peor” me decanto por lo primero. Es un mal chiste, lo reconozco y pido perdón a los que puedan sentirse ofendidos. Nada más lejos de mi intención. Es simplemente un juego de palabras. Hoy va de humor. Aunque  se trate de un mal humor (¡ups! ¡Otro mal chiste!)

Comencemos, pues.

Gaza. En un blog escribí: “Sin comentarios”. Bien. He aquí mi comentario.  No sé por qué luchan en Gaza y no sé quién tiene la razón. En conflictos de larga duración y numerosos tratados de paz de por medio, los pecados de los unos y de los otros terminan confundiéndose, pero también –estoy segura- quedan entremezcladas las ideas y los sentimientos de ambas partes. En este sentido fuerza es admitir que las actividades conjuntas, los matrimonios mixtos y la cooperación ante determinadas cuestiones coexisten con los enfrentamientos. Que los observadores externos sean “pro-palestinos” o “pro-israelíes” no significa nada y oculta mucho: una determinada simpatía por una ideología y por una cultura. ¿Por una religión? Eso ya no lo sé. Para unos pocos, tal vez. En las últimas contiendas, laicos y religiosos han estado jugando al corro y es difícil determinar hasta qué punto Dios juega un papel en un sitio en el que, permítanme mi humor negro: “no hay Dios que se ponga de acuerdo.”

Sin embargo, he de hacer una anotación. Una cosa es el cinismo de los observadores; otra, muy distinta, la necedad. Cuando esos “sesudos” comentaristas llaman a los israelíes “nazis”, cuando califican sus acciones de “genocidio”, cuando identifican a “Israel” - que es un Estado laico - con “Judaísmo’ - que es una religión- a mí , la verdad, se me contrae el alma y me quedo helada ante tanta insensatez, ante tanto absurdo. El silencio helado es lo único que me invade ante semejante necedad. Un silencio frío ante aquéllos empeñados en dirigir la historia mediante el Principio de Identidad, olvidando los verdaderos sucesos y obviando los conceptos subyacentes. Convirtiendo, como suele ser costumbre de muchos, el Todo en Uno y el Uno en todo. Olvidando, o fingiendo olvidar, que una guerra es una guerra. O sea, un modo de solucionar las diferencias por medios violentos. Gana el fuerte. Pierde el débil. La guerra es un juego sangriento en el que los refuerzos y la estrategia tienen tanta relevancia como la técnica militar propiamente dicha. Un ejército dotado de los últimos adelantos pero con un personal humano degenerado y desmotivado, sirve de muy poco. Por eso la disciplina y la propaganda son instrumentos tan importantes. Ese es el primer punto que hay que aceptar. El segundo punto que algunos parecen haber olvidado es que la guerra tiene lugar en Gaza, no en Europa.

Rusia. Bien. Rusia. ¿Qué decir de Rusia? Siempre que pienso en los Estados Unidos y en Rusia me viene al pensamiento aquélla canción de Don Mclean, titulada “American Pie” que Hernaldo Zúñiga tradujo al español con el nombre de “Siglo XX” y que decía: “By, by, siglo XX te vas. No te acerques al puerto porque el mar ya no está.  Amigos y enemigos beben para olvidar y se dicen entre dientes: adiós, mañana moriremos los dos.”  Es lo de siempre. Los largos conflictos – y éste, hay que reconocerlo dura bastante -, estrechan los lazos espirituales de los beligerantes.

Tanto dentro de sus propias fronteras como fuera de ellas Rusia y los Estados Unidos se enfrentan a problemas similares y aspiran a los mismos objetivos. De ahí, los follones. Pero nadie quiere ser “el malo” de la película. En vez de andar organizando partidas de ajedrez en la que cualquiera de ellos puede un día perder los estribos y arrojar el tablero por los aires, deberían concentrarse en arreglar conjuntos la grave –realmente grave- situación en la que se encuentran las clases socialmente más desprotegidas en general y las jóvenes generaciones en concreto de sus respectivos países. La droga y el alcohol están literalmente destrozando no sólo a las clases bajas sino también a las altas. No sólo al proletariado. También a las élites. La suciedad no puede ocultarse por más tiempo. La pregunta es si la prohibición, las duras medidas carcelarias y la guerra pueden ser consideradas auténticas soluciones. Europa debería empezar a cuestionarse los problemas reales que acucian a esos vecinos tan poderosos como son Estados Unidos y Rusia, que pretenden embarcarla en empresas para las que no está preparada, ni seriamente interesada y dedicarse a cuidar a su población. Lo dije en mi blog “Europa, Europa”. Europa no es rica. Lo único que le salva es la virtud de sus habitantes. Los espectáculos veraniegos en España empiezan a ser preocupantes porque los que allí participan no son sólo españoles. Son – y esto es lo terrible- Europeos. La salvaguarda de sus virtudes, a fin de garantizar su supervivencia: esto es lo que debería ocupar a Europa.
Islamismo radical. De todos los problemas internacionales éste, sin duda, es el que más profundamente afecta a Europa, especialmente porque la afecta en su propia piel. Los kurdos están allí. La organización Is está allí. Los islamistas radicales están allí y aquí. Y éste, justamente éste, es el problema al que se enfrenta Europa. El enemigo en casa.

El lema “os ganaremos con vuestras leyes y os gobernaremos con las nuestras” empieza a resonar con fuerza en los oídos de más de uno. Pese a ello convendría no olvidar que se trata de una cuestión extremadamente complicada incluso – o tal vez, sobre todo- para los propios musulmanes.

Denominar a la organización Is “grupo terrorista” como leo en algunos periódicos, significa infravalorar su significado. La organización Is no es un “grupo terrorista”. Es un ejército. Algunas informaciones aseguran que han obtenido su dinero del intercambio de rehenes y ofrecen como dato que España e Italia ha pagado 15 millones de Euros por el rescate de los cooperantes de Mali. En virtud del conocido refrán “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”, no dudo que eso haya supuesto un incremento de sus cuentas bancarias. No obstante no creo que su fuente de ingresos se haya abastecido únicamente del pago de rehenes ni del saqueo. Esas, tal vez, son las más espectaculares cara al público pero ha habido otras muchas. En estos momentos controlan un par de pozos de petróleo que aumentarán, sin duda alguna, sus recursos y tampoco debería olvidarse la más que probable ayuda patrocinada desde el exterior.

En cualquier caso, el mayor problema que presenta el ejército Is no son sus recursos armamentísticos. Estados Unidos, que dice haber iniciado una acción para liberar a su rehén ha reconocido su fracaso. Puede que se trate de una estrategia para aparecer más débil ante el enemigo o de una excusa ante el electorado americano dirigida a mostrar que las autoridades han hecho todo lo posible por rescatar al prisionero. Pero caso de que lo que han dicho sea cierto, la cuestión toma tintes aún más oscuros. Dos son los problemas internos que acucian a Occidente: Uno,  la droga. El otro, la desmotivación. Ayer hablé de la droga. Intenté que no pareciera ni un sermón eclesiástico ni un sermón psico-pedagógico de los que antaño solían impartirse en las escuelas. Lo cierto es que la droga está haciendo mella en casi todos los ejércitos de este mundo. Las noticias al respecto son pocas e insuficientes. Tradicionalmente rige el imperativo de discreción y sólo se hace público lo que, debido a su volumen, rompe las puertas de contención.

El segundo, el que se refiere a la desmotivación occidental, es innegable que constituye un grave problema. La cuestión que nadie se plantea es dónde tiene su origen dicha apatía. Suele explicarse recurriendo al hedonismo y al exceso de bienestar. Es cierto que dichos elementos forman parte de la desmotivación, pero no son los únicos.  Hemos sido formados en los valores de una Europa laica, plural, tolerante, generosa e igualitaria. La idea inicial del principio de igualdad por el cual se trataba de conseguir las mismas condiciones de posibilidad para todos, se transformó con el tiempo en un empeño en ser iguales. Y como en general los más se dedican a hacer menos, se bajaron los listones, se menospreció el esfuerzo y el mérito y las clases que siempre habían estado arriba en función de sus relaciones y no en función de sus capacidades se mantuvieron arriba sin que pudieran ser sustituidas por una nueva élite. Se ha jugado a la estrategia de desanimar a los que querían llegar, desvalorando y desprestigiando sus esfuerzos y entreteniendo a la masa con espectáculos dignos de tabernas medievales.

Lo cierto es que esta vez, y por primera vez,  el aviso de “viene el lobo” que los  Estados Unidos suelen lanzar tan a la ligera, es cierto. Y es cierto porque en primer lugar, los islamistas – no tienen nada que perder salvo la vida y su vida – enemigos aquí, enemigos allá - está sentenciada a morir. En segundo lugar, a los islamistas radicales les mueve la Fe (y olvidémonos, por favor, de los discursos teológicos sobre lo que la verdadera “Fe” supone). En tercer lugar, los ideales que promueven trascienden la religión y se introducen en una política absolutamente contraria al imperio Estadounidense. En cuarto lugar, los americanos están sumidos en una crisis que no sólo tiene que ver con la crisis económica, sino con una crisis de identidad que los hace lanzarse a un exceso de autocrítica.
En quinto lugar ellos, los americanos, también tienen el enemigo metido en casa. No hay que olvidar que una gran parte de los musulmanes estadounidenses son Afroamericanos  y que  algunos de ellos, influidos por los problemas raciales,  podrían simpatizar con las ideas islamistas radicales. En este sentido, los problemas raciales se complican. En sexto lugar, si algún líder de izquierdas ha invitado a la izquierda a unirse para conseguir el Poder, es cuestión de tiempo que los islamistas radicales llamen a la unión. El éxito es siempre atrayente.
Cuando el éxito viene "generado" por "ideales eternos"  su fuerza entre la gente joven, desocupada, desmotivada, y con ganas de luchar y morir por "salvar un mundo asqueroso" es imparable. En séptimo lugar, los islamistas radicales han “roto” el círculo. El “ars belli” ha retrocedido a prácticas salvajes, que se consideraban superadas – por lo menos, en lo que cara al exterior se refiere. El salvajismo contra la civilización. Pero como hoy va de humor negro diremos: “El salvajismo salvaje versus el salvajismo civilizado”.

Y Europa, la pacífica – a fuerza de derramar sangre durante siglos- Europa, ha tratado durante años de erradicar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, incluso como juguetes para niños. La crisis económica ha dejado al descubierto nuestras debilidades y andamos como fantasmas errantes buscando nuestras fuerzas. A veces me parece que somos como esas mujeres entradas en los cincuenta que han dedicado su vida a su marido y a sus hijos y que ahora ven con tristeza que no pueden llamar “suyo” ese camino recorrido porque en esa construcción de “la familia”, en ese deseo de “integrar” distintas generaciones y concepciones, se han olvidado de sí mismas. Es entonces cuando se hace más fuerte que nunca “reinventarse o morir”. Y el dilema: ¿tiene sentido reinventarse a los cincuenta?

¿Tiene sentido el camino que Europa ha hecho? ¿Han permitido sus ideales que el enemigo se introduzca en casa? ¿Eran realmente ideales o sólo debilidad o sólo, tal vez,  un deseo narcisista de no verse tan cruel, tan brutal como las guerras civiles y mundiales han mostrado que era? ¿Tiene sentido que Europa se reinvente o es preferible tenderse y esperar a morir? Pueblos que vinieron, pueblos que se fueron. Civilizaciones que nacieron. Civilizaciones que murieron. ¿Es mejor dar paso a la nueva sangre que arrolla (¡Y cómo arrolla!)?

 Hete aquí que la pobre Europa no sabe qué hacer ni cómo hacerlo.

-          Lancémonos a la guerra.

 Y acabará como acabó la primera cruzada. Ya no nos mueve la Fe religiosa. Eso quién mejor lo sabe es el Vaticano y por eso de lo más que se atreve a hablar es de “Guerra Justa”. Pero ¿nos siguen moviendo los ideales? ¿Nos sigue moviendo la Fe en la Justicia? Déjenme que lo ponga en duda.

-          Sigamos jugando la partida de ajedrez contra Rusia.

Al menos, hemos sido capaces de mantenerla durante décadas.

-          Ignoremos los problemas emocionales y concentrémonos en los problemas racionales. O sea, la crisis.

¿De verdad pueden deslindarse ambos con tanta facilidad? ¡Ah! Aquélla canción de Battiato que decía ¡qué difícil es estar quieto cuando todo a nuestro alrededor hace ruido!

-          Sentémonos a esperar

¿A cielo despegado o a resguardo? ¿A resguardo? ¿Dónde?

                         El humor negro suele desenmascarar lo que el simple humor obvia.


Isabel Viñado Gascón.

 

 

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