Noticia de la agencia de información Europa Press,
recogida en ABC el día 1 de Agosto de 2014
ep / abc
Día 01/08/2014 - 02.35h
Científicos sugieren el diseño de
satélites y naves espaciales para estar mejor protegidos ante aumentos de la
radiación como consecuencia de estas tormentas
abc
Según el investigador Ashley Dale, la llegada de una tormenta solar a la
tierra es «inminente»
El peligro de una «súper tormenta solar» sobre la Tierra es «inminente»,
según advirtió el investigador de la Universidad
de Bristol, Ashley Dale, en unas
declaraciones a la revista Physics
World difundidas por la Sociedad Astronómica
Estadounidense (AAS, según sus siglas en inglés.
(…)
«Sin
electricidad, la gente tendría dificultades para rellenar el depósito de sus
coches o sacar dinero del banco. Además, los sistemas de aguas y alcantarillado
se verían afectados también, lo que crearía epidemias en las áreas urbanizadas,
con el regreso de enfermedades que pensábamos que habíamos dejado atrás hace
siglos», aseguró.
(…)
«Como especie,
jamás hemos sido más vulnerables a los estallidos de nuestra estrella más
próxima, pero protegernos frente a ellos entra dentro de los límites de la
habilidad, conocimiento y experiencia humana», concluyó Dale.
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Comentario
Una de las muchas teorías de la conspiración
que constantemente pueden leerse en Youtube es la de que determinados grupos de
poder pretenden diezmar a la población y hacerla volver a sus raíces
originarias, al lugar de donde la especie humana salió y de donde nunca debería
haber salido: la Naturaleza. Para algunas corrientes este regreso sería tanto
de orden espiritual como material; para otras, en cambio, significaría
simplemente una unión espiritual pero no un abandono de las posibilidades
tecnológicas que estarían al alcance de todos los habitantes de manera
eficiente y equitativa gracias al desarrollo de energías caracterizadas por no
ser contaminantes y por no poner en peligro el ecosistema terráqueo.
La teoría, por más que se la llame “de la
conspiración”, no es nueva. Los maltusianos expresaron su preocupación por la
escasez de los recursos del planeta; las teorías marxistas no sólo implicaban
un nuevo sistema político. Eran ante todo una revolución económica que exigía
un reparto equitativo de las ganancias que la producción industrial generaba;
novelas como “El Talón de hierro”, de Jack London dejaban entrever escenarios
apocalípticos causados por las injusticias sociales. Este panorama desolador
alcanzaba su punto álgido en una tercera guerra nuclear, en una guerra
bacteriológica, en las invasiones de extraterrestres en sus más variadas
versiones o en la colisión de un cometa con el planeta Tierra. Las
posibilidades eran interminables. Eso sí: sus portadores aseguraban que nada
más lejos de su intención que asustar a la población. Lo que buscaban era
simplemente prevenirle y mostrarle lo importante que es vivir. “Quiero vivir”,
sería posiblemente la inscripción con la que los realizadores calificarían sus
videos.
Lo que hasta no hace mucho tiempo era considerado
una simple retahíla de alucionaciones va adquiriendo formas cada vez más
delineadas y tal vez por eso, también más alarmantes.
¿Es el mundo el que está loco o son grupos de
poder en la sombra la que lo vuelven loco?No lo sé ¿Se deja volver loco el mundo o es
el mundo víctima de la manipulación de su cerebro? No lo sé. Guerra en Irak. Hace unos
cuantos años el problema era Sadam Hussein, ahora el problema son los
islamistas radicales. Follón en Libia. Antes el problema era Gadaffi, ahora ya
no lo sé. Follón en Egipto. Antes el problema era Mubarak. Ahora, francamente,
tampoco lo sé. Follón en Ucrania ¿o es una guerra? No lo sé. Sanciones a Rusia.
Contra-sanciones de Rusia a los Estados Unidos y a Europa. Guerra en Gaza. Sin
comentario. Ébola en África. Antes fue el Sida ¿Virus súbitamente despertados o
escapados de un laboratorio? ¿Virus inocentes o soldados de una guerra bacteriológica?
No lo sé. Los Estados Unidos se quedan sin agua subterránea y sin agua, en
general. ¿Sequía puntual o producto del “fracking”, fracturación hidráulica? No
lo sé. Las acciones suben. Las acciones bajan ¿Hay que comprar acciones? No lo
sé. Las empresas se abren. Las empresas se cierran ¿Expansión o crisis? No lo
sé ¿Hay que subir los tipos de interés? ¿Hay que bajar los tipos de interés? No
lo sé. Problema demográfico ¿Hay demasiada gente o demasiado poca? ¿Hay que
incentivar la natalidad o frenarla? No lo sé ¿Siempre ha sido así de complicado
el mundo? ¿Vivimos una crisis político-económico-moral como nunca antes ha
existido? No lo sé. He de reconocer que la cantidad de información de que dispongo acerca de los temas llamados de actualidad es inversamente proporcional a mi propio conocimiento sobre ellos. Todo lo que sé lo sé no por mi experiencia sino por los grandes medios de la comunicación y éstos ofrecen constantemente nuevos datos, nuevas perspectivas, nuevas ideas, nuevos conflictos.
Encima, por si no fuera ya bastante con el jaleo que
tenemos “dentro de casa”, los científicos deciden venir a visitarnos. Cuando
les abrimos la puerta no nos dan tiempo ni a excusarnos por no poder atenderles en ese preciso momento. Antes
de que podamos proferir una sola palabra nos cogen las manos y con rostro
preocupado nos advierten que una “inminente” tormenta solar nos amenaza pero
que no debemos preocuparnos porque a pesar de todos los innumerables daños que
podría causar, protegernos de ella está dentro de nuestras habilidades como seres humanos. El
entrecomillado de “inminente” nos lleva a sospechar que lo que ellos llaman “inminente” tal vez no sea tan inminente y que a lo mejor, lo
único que pretenden es intentar que olvidemos las inminentes desgracias a las
que sin duda alguna debemos hacer frente. Inminentes desgracias en las que inminente se escribe sin entrecomillados,
sobre todo porque a una gran parte de la humanidad ya les han caído encima y no
saben ni cómo salir.
En estas circunstancias, no sé, - ¿Se han fijado ustedes cuántas veces a lo largo de este artículo he escrito “no lo sé”? - si saber que podemos solventar los peligros de las tormentas solares
con nuestras propias habilidades ofrece un gran consuelo. Lo más seguro es que cuando finalmente llegue esa “inminente”
tormenta solar no quede ni rastro de nuestra casa y la Edad de Piedra nos parezca
la Edad Dorada de la Humanidad en comparación con los que tendremos.
Y es que de las tormentas políticas que nos asolan en este momento muchos, lamentablemente,
no podrán salir nunca más, otros volverán a ser asolados por ellas y los que
finalmente logren salir no sabrán ni cómo lo han conseguido.
Vistas así las cosas ¿tiene sentido preocuparnos por lo que pasa en
el mundo? ¿De verdad es tan relevante para nuestras existencias saber lo que
pasa en él? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Realmente nos hace la información de los
acontecimientos más cultos, mejores hombres?
Yo, la otrora optimista sempiterna, veo acercarse una ola cuyo tamaño
aumenta a medida que se va aproximando. Poco importa si la envían
los grupos ocultos de poder, los extraterrestres o la tormenta solar. La veo yo
y la ven unos cuantos más. ¿Es una ola auténtica? ¿Es un espejismo? ¿Es el
producto de la misma información que cada día leemos contada de forma diferente
en los periódicos? ¿Los follones: son puntuales o el principio de un gran
colapso? Veo a unos cuantos correr en busca de sus tablas de surf para
"ir a jugar con la ola" y a otros correr en dirección contraria a ver si encuentran un
lugar seguro. Algunos curiosos se han parado en la playa a observar el fenómeno
y a comentarlo. Algunos incluso proponen lanzarse a la acción política. Cada
uno de ellos se esfuerza en parecer ingenioso, cuando no inteligente. Otros
mientras tanto aprovechan la ocasión para pescar “in fraganti” a la vecinita.
Sin olvidar a los que se deciden a instalar un chiringuito de sardinas envueltas
en una foto de la ola gigante; sardinas que son compradas sobre todo por los
productores de cine y televisión que se dedican a divertir a los “morituri te salutant”
proponiéndoles de las más rocambolescas maneras olvidarse de la que se aproxima.
A rezar el rosario, lo que se dice rezar el rosario, no se dedica nadie. Las
cruzadas se organizan ahora en otras lindes del planeta.
Aún recuerdo la conversación que mantuve con mi amigo Carlos Saldaña la última
vez que nos vimos.
-“¿Sigues leyendo los periódicos?”, me
preguntó.
-“Sí” – le contesté- “¿Y tú?”
-“Ya
no” –contestó.
-“¿Por qué no?” – volví a preguntar.
-“Demasiada información.”
-“De eso se trata.”
-“Sí, cuando tienes tiempo para ordenar,
estructurar y reflexionar sobre esa información. No, cuando el exceso de información
te quema las neuronas.”
-“¿Te quema las neuronas? ¿Cómo es posible?”
-“Porque la información se ha convertido en
una especie de realidad virtual. Realidad, sí. Pero una realidad que no es
verdadera aunque lo parezca y eso no es lo peor”
-‘¿No?”
-“No. Lo peor es cuando la atmósfera que
impregna la realidad virtual empieza a contagiar a la realidad en la que uno
mismo se encuentra, de manera que incluso su propia realidad le parece
extraña.”
-“¿Enajenada?”
- “Peor aún. La enajenación nos traslada fuera de la situación en la que
realmente nos encontramos. Hay una fractura entre nuestro yo y nuestro mundo.
En función de dicha fractura el yo y la cosa se encuentran separadas, desunidas
por un abismo. La realidad virtual, en cambio, nos mantiene dentro de ella. El yo y la cosa están en
el mismo plano. Sin embargo ni el yo ni la cosa son considerados como
verdaderamente reales sino simplemente como apariencias que pueden cambiar en
cualquier momento. En ello justamente consiste su esencia: en cambiar constantemente.
Fíjate Isabel, en el siglo pasado la palabra mortal era “bacteria”. En este
instante la palabra más peligrosa es “virus”. Contra la bacteria puedes
organizar una vacuna. Contra el virus, no. No para siempre. Los virus mutan.
Ese es el término que los define: mutación. Y para conseguir superarlos lo
mejor que puedes hacer es meterte en cama y no hacer nada. A algunos, como al
virus de la gripe, la inactividad les agota. La actividad, por el contrario,
les hace resistentes. La actividad les obliga a mutar. La inactividad les
mantiene en su ser que es, justamente, lo único que no pueden hacer los virus:
ser. Su esencia consiste en estar y cambiar. Estar y cambiar: esa es su esencia. Y para conseguirlo deben permanecer en
constante, en frenética actividad. Constantemente tienen que olvidar la
información recibida y establecer otra. Pero olvidar información significa al mismo
tiempo banalizar esa información. Lo mismo pasa con las noticias. Los análisis que sobre esa información se
hacen pasan sin pena ni gloria por los periódicos y sus lectores. Nada es lo
bastante importante para ser retenido en otra cosa que no sean los ordenadores.
Los ordenadores se han convertido en la memoria de nuestra realidad virtual.
Estamos dentro de ella igual que estamos dentro de los ordenadores pero
¿realmente significa ese “estar dentro”, estar dentro?”
- “Carlos, me he perdido”
- “Nos hemos perdido todos” – Sonrió Carlos –
“Precisamente por eso, para no perderme más, he decidido dedicarme única y
exclusivamente a mi trabajo. Eso lo puedo controlar yo solito. ”
- “¿Y la ola?”
- “¿Qué ola?”
-“La que se nos avecina.”
- “Ignórala. Lo más seguro es que se trate de
un virus: Mutará.”
Y Carlos se marchó en busca del tranquilo Jorge
Iranzo, que es el único que le comprende.
O tal vez sea sólo amabilidad.
Con Jorge nunca se sabe.
Hasta la semana que viene
(Si no he mutado)
Isabel Viñado Gascón.
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