Tuesday, August 26, 2014

¡Qué viene el lobo!


Todos hemos oído contar alguna vez la historia del pastorcillo travieso que gritaba que un lobo atacaba a sus ovejas para burlarse de sus vecinos. El pastorcillo consiguió engañarles unas cuantas veces. Sin embargo cuando el lobo atacó de verdad a sus ovejas no hubo nadie que le ayudara. Y aunque  el cuento no lo dice, no cabe duda de que el final hubiera sido el mismo si en vez de tratarse de un pastorcito bromista, hubiera sido uno de esos pastorcitos miedosos que hasta de su sombra tiene miedo.

La moraleja que de todo ello se desprende es que hay que ser sumamente cauteloso a la hora de solicitar ayuda y de dramatizar los hechos.  A nadie le gusta perder su tiempo ni sus energías en problemas inexistentes o de poca relevancia.

Esta vez, los americanos han vuelto a gritar ¡que viene el lobo! Pero como estamos acostumbrados a que lo hagan por cualquier cosa que sucede en este mundo, incluso cuando no sucede nada, el mundo occidental, ocupado en sus problemas, no parece hacer mucho caso de sus advertencias.

Y hete aquí que a pesar de la pereza que da el “meterse en camisa de once varas” y sabiendo además que diga lo que diga “lo que haya de ser será”, me he propuesto escribir un blog sobre la guerra de los Estados Unidos contra el ejército de Is. No es tarea fácil. Los informes de los periódicos además de carecer de la profundidad necesaria para hacerse una idea de lo que sucede realmente, se repiten los unos a los otros. No existe una gran diferencia de trato ni en los periódicos de distinta ideología, ni en los de distinta nacionalidad. Tampoco las conclusiones varían demasiado. Al parecer son los Estados Unidos los que luchan contra los terroristas. Ellos les llaman terroristas. Yo me reafirmo en denominar “guerra” a ese conflicto y “ejército” a los hombres que llevan a cabo esas acciones armadas. Es una guerra porque no se trata de ataques esporádicos tendentes a asustar a la población, sino que se trata de una lucha que tiene como objetivo conquistar territorio y Poder. Es un ejército por la estructura que ha adquirido y por las armas de que dispone a pesar de que desde un punto de vista jurídico no se le pueda considerar ejército ya que no lo respalda ningún Estado.

Los periódicos del día de hoy se preguntan si Obama ha infravalorado a este grupo y si va a verse obligado a pactar con el presidente sirio, hasta ahora declarado enemigo de los Estados Unidos, Al Assad. Curiosamente ninguno se detiene a considerar el papel de Rusia en una posible intervención y tampoco se deciden a cuestionar los problemas que una participación o una no participación de Europa podría generar.

La cuestión no es fácil y sí, en cambio, sumamente delicada. No, no es fácil.

En primer lugar, tal y como se está planteando por  los de allá, esta guerra corre el peligro de convertirse en una guerra de Oriente contra Occidente. Lo cual originaría, seguramente, una situación muy parecida a la existente en la Península Ibérica hasta 1492: un permanente Estado de Taifas, donde hoy se está con unos y mañana con otros.  Ni siquiera el gran Cid Campeador se libra de haber cambiado de bandera por su enfrentamiento con el rey cristiano Alfonso VI y haberse ido a servir al rey musulmán Al Mutamán.

En segundo lugar, y a efectos estratégicos, Oriente conoce a Occidente mejor que Occidente a Oriente. Ello se debe al esfuerzo que Occidente ha dedicado a llevar sus formas de vida y de pensamiento hasta los lugares más recónditos del Planeta. Este plan se ha visto truncado por varios motivos.

1. El hedonismo occidental cuesta dinero. Los placeres han estado reservados al alcance de unos pocos: los más privilegiados de la sociedades.

2. En las sociedades occidentales, la religión ha ido perdiendo influencia. Éste es un riesgo que las comunidades religiosas del Oriente no están dispuestas a correr. Sobre todo porque en su caso la pérdida de dominio en el aspecto religioso corre pareja al detrimento de su autoridad en los asuntos políticos.

3. Aunque la crisis de valores que atraviesa el mundo Occidental no se diferencie gran cosa de la crisis de valores que atraviesa el mundo Oriental, si lo hace en cuanto al modo. El mundo oriental, acostumbra a llorar sus penas en los herméticamente cerrados harenes. El mundo occidental en las abiertas posadas. De lo que sucede en los unos no se entera nadie. De lo que pasa en las otras, todos. Y encima, para aquéllos que se han quedado dormidos, hacen fotos y lo publican en los periódicos con grandes titulares. “Hablad de mí, aunque sea mal”, es el lema. En una época en la que rige el Principio de Identidad, no es de extrañar que Occidente y Sodoma y Gomorra sean considerados por algunos como una y la misma cosa.

4. Gran parte de la élite oriental se ha educado en Occidente y domina su lengua franca: el inglés. Así pues, conocen su fuerza tanto como sus debilidades. En cambio, pocos son los Occidentales que conozcan ni las virtudes ni los defectos del Oriente. La mayoría de los que se han adentrado en sus fronteras lo han hecho como turistas, muy pocos como viajeros. E incluso éstos no han sido inmunes a sus propios prejuicios. O han descrito en sus relatos el mundo lujoso y fantástico de “Las mil y una noches”; o se han centrado en los sufrimientos de una población prácticamente analfabeta y sin recursos, que padece los abusos de sus dirigentes; o han rememorado con nostalgia la convivencia pacífica de las tres religiones que existió en el Toledo medieval. Algunos han escrito largos y aburridos tratados sobre el papel –más bien el nulo papel - que la mujer desempeña en la sociedad, sin llegar a profundizar sobre el tema y obviando por tanto un hecho esencial: que tradicionalmente aparezca en público el dirigente y no su consejero, no debería llevar a menospreciar la influencia del consejero en los asuntos de Estado. Lo mismo sucede con la mujer y su relevancia en la toma de decisiones. Pocos son los especialistas en el tema.

5. Ni siquiera los hijos de emigrantes criados en Occidente conocen con profundidad el Oriente. Conocen las historias de la familia por lo que les han contado y sólo se acercan a la patria de sus padres un par de semanas durante las vacaciones. En cualquier caso no asisten a las transformaciones internas que tienen lugar en aquél mundo. Estar entre dos aguas significa muchas veces no pertenecer a ninguna de ellas y esto no es un problema específico suyo. Le sucede a cualquier emigrante que se precie. Por eso, no es de extrañar, que obras como “El volcán”, de Klaus Mann y “Exilio” de Feuchtwanger aparezca la figura del ruso que tuvo que salir de su país debido a la Revolución Bolchevique y que vive, como otros muchos rusos, exilado en París, cuyo hijo lo abandona para unirse al movimiento comunista. Seguramente ha compartido desde pequeño la nostalgia por la patria perdida que sus padres. París no es su patria. Francia no es su lengua. Y los jóvenes necesitan tanto de un hogar que les proporcione calor, de un mundo que le ofrezca cobijo… La primera generación de inmigrantes sabe que no pertenece al lugar al que acaba de llegar. La segunda, aunque haya nacido en el nuevo lugar, crece con la etiqueta de inmigrante. Es a partir de la tercera generación cuando esa etiqueta empieza a difuminarse. Los guetos o las comunidades cerradas de exilados imposibilitan que la tercera generación pueda llamar al país de acogida “patria”. La facilidad para los viajes y las comunicaciones mantienen viva la llama de la nostalgia y se repite lo que ya en el siglo XV señalaba Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre: “como a nuestro parecer/cualquier tiempo pasado fue mejor.”

En tercer lugar, la posible participación en el conflicto, se ve detenida por el deseo de paz de unos ciudadanos europeos que –digan lo que digan-  todavía no se han recuperado de las heridas dejadas por los fascismos, las guerras civiles y las guerras mundiales. Los conflictos ideológicos que “la memoria histórica” ha generado en España, es muestra de ello. Pero también las advertencias del historiador Enmanuel Todd contra de Alemania, o las tradicionales suspicacias entre los isleños británicos y sus socios continentales.

En cuarto lugar, las constantes llamadas de auxilio de los Estados Unidos a Europa en los tiempos pasados más inmediatos, para entrometerse en asuntos que al final, y digan lo que digan, no pasaban de ser locales y en los que, por tanto, la acción exterior ha complicado más que ayudado a la situación interior o, por lo menos, no ha resuelto los problemas más acuciantes que han tenido que ser solucionados finalmente – y como la razón dicta- por las partes en conflicto, ha terminado por mermar las pocas ganas de que se disponían para luchar en otro sitio que no fuera en los juegos de ordenador. La excusa de las guerras por el petróleo tampoco ha causado impacto en los europeos, que nunca han visto peligrar realmente sus recursos energéticos. Lo que sí, en cambio, ha comprobado Europa es que la soluciones diplomáticas resultan en muchas ocasiones más eficaces que los ataques bélicos.

En quinto lugar, Aun en el caso de que quisiera ¿Podría Europa unirse realmente a una guerra armada? Ejércitos en mal estado. A fuerza de no usarlos y no modernizarlos, la armada Europea parece uno de esos anuncios en los que se anima al comprador a adquirir una casa medio derruida porque o bien se trata de una tarea para valientes o bien para profesionales de las chapuzas. (De todos es sabido que los trabajadores de la construcción llegan a tiempo a todas las construcciones menos a las suyas. “En casa del herrero, sartén de palo.”)

 En sexto lugar, la crisis económica europea impide a Europa concentrarse adecuadamente en los asuntos de política exterior. Al menos por el momento. Todavía confiamos en salir de la crisis. Lo cual – y pese a los análisis optimistas de muchos – se complica día a día. Cómo pagar una deuda impagable que hay que pagar entre todos, cuando la mayoría está – nunca mejor dicho – en paro. Y esto se refiere no sólo a las personas individuales sino a todo lo que conforma la actividad de un país. Las empresas, incluso las que participan en la bolsa, acumulan más deudas que beneficios. Lamentablemente, el envolver las deudas en papel de celofán no varía su naturaleza. Las empresas individuales tienen a fracasar a menos que se disponga de un gran capital. Los bancos se ven obligados a trasladar la Imaginación al Poder. Esto es, a ser creativos. Las reestructuraciones internas que hacen resultan, a veces, tan extravagantes como los negocios de alto riesgo en los que se ven obligados a embarcarse para recuperar el dinero perdido. El Estado sube los impuestos y al mismo tiempo se ve obligado a emplearlo en prestaciones para el desempleo, para mantener, al menos eso, la paz social. El gobierno socialista francés viendo que llega con retraso a la política de austeridad retira del gobierno a todos aquéllos que se muestren en contra. El problema es que en contra de tal política no están sólo los ministros cesados sino otros muchos. En realidad, la mayor parte de la sociedad francesa. Desde mi punto de vista, ha sido un grave error político de Valls retirarlos. La crisis interna del partido socialista está servida. La crisis social, también. Curiosamente, en Mónaco se planea la construcción de un edificio cuyo ático –repartidos en tres plantas- costarán cuatrocientos millones de Euros. Uno no se pregunta qué fortuna Europea lo puede comprar. Uno se pregunta a qué fortuna Europa se lo dejarían comprar y no encuentro ninguna que pudiera hacerlo sin originar una revolución. Sospecho que caso de que haya un comprador no pertenecerá al viejo continente.

En séptimo lugar Resulta importante determinar contra quién lucharía Europa caso de unirse a los americanos. ¿Contra el islamismo radical? ¿Contra Is? ¿Son ambos conceptos sinónimos? ¿Seguro? ¿Sabemos que sólo existe una corriente radical islámica: la representada por el Is? ¿Podría haber más/

En octavo lugar ¿Se ayuda a los kurdos y no al PKK? Perdonen ustedes. Eso vuelve a crearme un gran problema. ¿Cómo se va a ayudar a los kurdos si no se da armas a los que saben usarlas? Es una pregunta que nadie me va a contestar. Así que voy a Wikipedia y leo que “El Partido de los Trabajadores de Kurdistán (en kurdo: Partiya Karkerên Kurdistan, PKK), de tendencia independentista, es un partido político fundado en Turquía en 1978. Su brazo armado se denomina Fuerzas de Defensa Popular (HPG en Turquía). El presidente del partido es Abdullah Öcalan, condenado a cadena perpetua por delitos de terrorismo y separatismo por la justicia turca, que permanece preso desde 1999. Luchaba por la independencia del Kurdistán, territorio que comprende partes de Irak, Siria, Irán y Turquía.

El partido, conocido por sus siglas en kurdo (PKK), luchaba por la independencia de Kurdistán como un Estado socialista y es considerado como organización terrorista tanto por el estado turco como por Estados Unidos y la Unión Europea, que incluyó al PKK en el listado de organizaciones terroristas a petición de Turquía, a pesar de no haber amenazado ningún interés de EEUU o la UE. Hoy día lucha por lograr autonomías democráticas en las diferentes partes donde existe el pueblo kurdo, manteniendo un ideal de construcción de una sociedad comunitaria y socialista desde las propias tradiciones de su pueblo.

Desde hace algunos años, el PKK ha desarrollado a sus ideas marxistas leninistas incorporando elementos ecologistas y confederalistas, inspirados en ideólogos como el norteamericano Murray Bookchin. Esta nueva teoría ha tomado el nombre de "confederalismo democrático", y su principal impulsor ha sido Öcalan.[1]”” 
 (Fin de la cita de Wikipedia.)

Así que me pregunto si los escrúpulos de Europa en general, y de Alemania en concreto, para dar armas a una organización kurdo nacionalista descansan en la ideología marxista del Pkk, en el respeto de Europa y Alemania a Turquía, o al respeto de Europa y Alemania a los turcos que viven dentro de las fronteras alemanas.

Sea cual sea la respuesta lo cierto es que el envío de cuatro mil chalecos de la armada alemana a los kurdos, anunciadas en Der Spiegel no les va a servir de mucho. Dada la gravedad del tema, me he obligado a autocensurarme los numerosos pensamientos cínicos que mi posición de observador facilita.

En noveno lugar ¿Qué papel le corresponde jugar a Rusia? ¿Y a Turquía? Los turcos están en contra del PKK pero ¿están a favor o en contra del Is? ¿Hay grupos de islamistas radicales en Turquía? ¿Cuánta influencia tienen? ¿Ayudaría Turquía a los Estados Unidos a lanzarse en una guerra armada contra Is? ¿Bajo qué condiciones? ¿La entrada en la Unión Europea?

En décimo lugar. ¿Qué consecuencias tiene la neutralidad en Europa? En las calles de más de un país europeo rige la sharía. Hoy mismo, la prensa española anunciaba que un grupo compuesto por veinte, cuarenta o sesenta personas - (las cifras son inciertas )-  con pasaporte español, había partido para unirse a las fuerzas de Is.
La crisis impide a muchos jóvenes trabajar y ven en la guerra la solución a todos sus problemas de identidad. Todavía no se sabe si los que regresan a Europa lo hacen asqueados de lo que es la guerra real o para hacer adeptos.
¿Debe dejarse salir a los que quieren unirse a Is? ¿Se les ha de prohibir la salida?
Un momento. Pensemos. Se pide legalizar la marihuana porque los cigarrillos y el alcohol son legales ¿y no se va a permitir salir del país a quién lo quiera? ¿Qué pasa con esos turistas del sexo, que salen para tener relaciones sexuales de todo tipo, niños incuídos? Si no se permite la salida a los unos, tampoco a los otros. A partir de ahora hay que empezar a controlar los motivos de salida de aquéllos que pretendan salir del país. ¿Dónde estamos?

Estamos en Tierra Miedo. De ahí la prohibición a salir. El prohibir las salidas en una dirección concreta muestra el miedo que existe a que media población de repente decida a unirse. Ese miedo, racional o irracional, debilita a Europa y fortalece a los contrarios. Ni siquiera prohibir entrar a los que salgan resulta sensato. Por lo menos, cuando regresaran, se les podría interrogar qué han hecho y qué han visto en tan lejanos lugares. La prohibición a salir sólo va a ayudar a alimentar el fundamentalismo islamista y a generar conflictos armados internos. En cualquier caso no deberían infravalorarse los sueños de gloria de la gente joven y su deseo de luchar por valores nuevos que ellos creen auténticos, sobre todo cuando en casa no tienen ninguna perspectiva de futuro.

Una cosa es segura. Europa tiene que plantearse seria, serena y, por una vez, sinceramente su posición. El riesgo de que aumente la xenofobia y la intolerancia  religiosa dentro de las fronteras del viejo continente, corre parejo con el riesgo de que los deseos de expansión territorial de Is vayan más allá de las fronteras de Siria e Irak. En realidad, todos los movimientos fundamentalistas radicales islámicos abrigan sueños expansionistas más o menos confesados que alcanzan hasta la Península Ibérica inclusive. Digo “todos” porque no debe olvidarse el hecho de que Is no es el único movimiento fundamentalista radical existente.
En cualquier caso y de un modo u otro, los  principios absolutos y universales en los cuales se apoya el espíritu europeo ilustrado, necesitan ser concretizados en virtud de las circunstancias a que han de hacer frente para que aquella frase de: "Os venceremos con vuestras normas y os gobernaremos con las nuestras" no pueda hacerse realidad.

Tempus fugit

Isabel Viñado Gascón

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