Todos hemos
oído contar alguna vez la historia del pastorcillo travieso que gritaba que un
lobo atacaba a sus ovejas para burlarse de sus vecinos. El pastorcillo
consiguió engañarles unas cuantas veces. Sin embargo cuando el lobo atacó de
verdad a sus ovejas no hubo nadie que le ayudara. Y aunque el cuento no lo dice, no cabe duda de que el
final hubiera sido el mismo si en vez de tratarse de un pastorcito bromista,
hubiera sido uno de esos pastorcitos miedosos que hasta de su sombra tiene
miedo.
La moraleja
que de todo ello se desprende es que hay que ser sumamente cauteloso a la hora
de solicitar ayuda y de dramatizar los hechos. A nadie le gusta perder su tiempo ni sus
energías en problemas inexistentes o de poca relevancia.
Esta vez,
los americanos han vuelto a gritar ¡que viene el lobo! Pero como estamos
acostumbrados a que lo hagan por cualquier cosa que sucede en este mundo, incluso
cuando no sucede nada, el mundo occidental, ocupado en sus problemas, no parece
hacer mucho caso de sus advertencias.
Y hete aquí
que a pesar de la pereza que da el “meterse en camisa de once varas” y sabiendo
además que diga lo que diga “lo que haya de ser será”, me he propuesto escribir
un blog sobre la guerra de los Estados Unidos contra el ejército de Is. No es
tarea fácil. Los informes de los periódicos además de carecer de la profundidad
necesaria para hacerse una idea de lo que sucede realmente, se repiten los unos
a los otros. No existe una gran diferencia de trato ni en los periódicos de
distinta ideología, ni en los de distinta nacionalidad. Tampoco las conclusiones
varían demasiado. Al parecer son los Estados Unidos los que luchan contra los
terroristas. Ellos les llaman terroristas. Yo me reafirmo en denominar “guerra”
a ese conflicto y “ejército” a los hombres que llevan a cabo esas acciones
armadas. Es una guerra porque no se trata de ataques esporádicos tendentes a
asustar a la población, sino que se trata de una lucha que tiene como objetivo
conquistar territorio y Poder. Es un ejército por la estructura que ha
adquirido y por las armas de que dispone a pesar de que desde un punto de vista
jurídico no se le pueda considerar ejército ya que no lo respalda ningún
Estado.
Los
periódicos del día de hoy se preguntan si Obama ha infravalorado a este grupo y
si va a verse obligado a pactar con el presidente sirio, hasta ahora declarado
enemigo de los Estados Unidos, Al Assad. Curiosamente ninguno se detiene a
considerar el papel de Rusia en una posible intervención y tampoco se deciden a
cuestionar los problemas que una participación o una no participación de Europa
podría generar.
La cuestión
no es fácil y sí, en cambio, sumamente delicada. No, no es fácil.
En primer lugar, tal y
como se está planteando por los de allá,
esta guerra corre el peligro de convertirse en una guerra de Oriente contra
Occidente. Lo cual originaría, seguramente, una situación muy parecida a la
existente en la Península Ibérica hasta 1492: un permanente Estado de Taifas,
donde hoy se está con unos y mañana con otros.
Ni siquiera el gran Cid Campeador se libra de haber cambiado de bandera
por su enfrentamiento con el rey cristiano Alfonso VI y haberse ido a servir al
rey musulmán Al Mutamán.
En segundo lugar, y a
efectos estratégicos, Oriente conoce a Occidente mejor que Occidente a Oriente.
Ello se debe al esfuerzo que Occidente ha dedicado a llevar sus formas de vida
y de pensamiento hasta los lugares más recónditos del Planeta. Este plan se ha
visto truncado por varios motivos.
1. El hedonismo occidental cuesta dinero. Los
placeres han estado reservados al alcance de unos pocos: los más privilegiados
de la sociedades.
2. En las sociedades occidentales, la religión ha
ido perdiendo influencia. Éste es un riesgo que las comunidades religiosas del
Oriente no están dispuestas a correr. Sobre todo porque en su caso la pérdida
de dominio en el aspecto religioso corre pareja al detrimento de su autoridad en los asuntos
políticos.
3. Aunque la crisis de valores que atraviesa el
mundo Occidental no se diferencie gran cosa de la crisis de valores que atraviesa
el mundo Oriental, si lo hace en cuanto al modo. El mundo oriental, acostumbra
a llorar sus penas en los herméticamente cerrados harenes. El mundo occidental
en las abiertas posadas. De lo que sucede en los unos no se entera nadie. De lo
que pasa en las otras, todos. Y encima, para aquéllos que se han quedado
dormidos, hacen fotos y lo publican en los periódicos con grandes titulares.
“Hablad de mí, aunque sea mal”, es el lema. En una época en la que rige el
Principio de Identidad, no es de extrañar que Occidente y Sodoma y Gomorra sean
considerados por algunos como una y la misma cosa.
4. Gran parte de la élite oriental se ha educado
en Occidente y domina su lengua franca: el inglés. Así pues, conocen su fuerza
tanto como sus debilidades. En cambio, pocos son los Occidentales que conozcan
ni las virtudes ni los defectos del Oriente. La mayoría de los que se han
adentrado en sus fronteras lo han hecho como turistas, muy pocos como viajeros.
E incluso éstos no han sido inmunes a sus propios prejuicios. O han descrito en
sus relatos el mundo lujoso y fantástico de “Las mil y una noches”; o se han
centrado en los sufrimientos de una población prácticamente analfabeta y sin
recursos, que padece los abusos de sus dirigentes; o han rememorado con
nostalgia la convivencia pacífica de las tres religiones que existió en el
Toledo medieval. Algunos han escrito largos y aburridos tratados sobre el papel
–más bien el nulo papel - que la mujer desempeña en la sociedad, sin llegar a
profundizar sobre el tema y obviando por tanto un hecho esencial: que
tradicionalmente aparezca en público el dirigente y no su consejero, no debería
llevar a menospreciar la influencia del consejero en los asuntos de Estado.
Lo mismo sucede con la mujer y su relevancia en la toma de decisiones. Pocos son los especialistas en el tema.
5. Ni siquiera los hijos de emigrantes criados en
Occidente conocen con profundidad el Oriente. Conocen las historias de la familia por lo que les han contado y
sólo se acercan a la patria de sus padres un par de semanas durante las vacaciones. En cualquier caso no asisten a las
transformaciones internas que tienen lugar en aquél mundo. Estar entre dos aguas
significa muchas veces no pertenecer a ninguna de ellas y esto no es un
problema específico suyo. Le sucede a cualquier emigrante que se precie.
Por eso, no es de extrañar, que obras como “El volcán”, de Klaus Mann y
“Exilio” de Feuchtwanger aparezca la figura del ruso que tuvo que salir de su
país debido a la Revolución Bolchevique y que vive, como otros muchos rusos,
exilado en París, cuyo hijo lo abandona para unirse al movimiento comunista.
Seguramente ha compartido desde pequeño la nostalgia por la patria perdida que
sus padres. París no es su patria. Francia no es su lengua. Y los jóvenes
necesitan tanto de un hogar que les proporcione calor, de un mundo que le
ofrezca cobijo… La primera generación de inmigrantes sabe que no pertenece al lugar al que acaba de llegar. La segunda,
aunque haya nacido en el nuevo lugar, crece con la etiqueta de inmigrante. Es a
partir de la tercera generación cuando esa etiqueta empieza a difuminarse. Los
guetos o las comunidades cerradas de exilados imposibilitan que la tercera
generación pueda llamar al país de acogida “patria”. La facilidad para los
viajes y las comunicaciones mantienen viva la llama de la nostalgia y se repite
lo que ya en el siglo XV señalaba Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de
su padre: “como a nuestro parecer/cualquier tiempo pasado fue mejor.”
En tercer lugar, la posible
participación en el conflicto, se ve detenida por el deseo de paz de unos
ciudadanos europeos que –digan lo que digan-
todavía no se han recuperado de las heridas dejadas por los fascismos,
las guerras civiles y las guerras mundiales. Los conflictos ideológicos que “la
memoria histórica” ha generado en España, es muestra de ello. Pero también las
advertencias del historiador Enmanuel Todd contra de Alemania, o las tradicionales
suspicacias entre los isleños británicos y sus socios continentales.
En cuarto lugar, las
constantes llamadas de auxilio de los Estados Unidos a Europa en los tiempos
pasados más inmediatos, para entrometerse en asuntos que al final, y digan lo que
digan, no pasaban de ser locales y en los que, por tanto, la acción exterior ha
complicado más que ayudado a la situación interior o, por lo menos, no ha
resuelto los problemas más acuciantes que han tenido que ser solucionados
finalmente – y como la razón dicta- por las partes en conflicto, ha terminado
por mermar las pocas ganas de que se disponían para luchar en otro sitio que no
fuera en los juegos de ordenador. La excusa de las guerras por el petróleo
tampoco ha causado impacto en los europeos, que nunca han visto peligrar
realmente sus recursos energéticos. Lo que sí, en cambio, ha comprobado Europa es que la soluciones diplomáticas resultan en muchas ocasiones más eficaces que los ataques bélicos.
En quinto lugar, Aun en el
caso de que quisiera ¿Podría Europa unirse realmente a una guerra armada?
Ejércitos en mal estado. A fuerza de no usarlos y no modernizarlos, la armada
Europea parece uno de esos anuncios en los que se anima al comprador a adquirir una casa
medio derruida porque o bien se trata de una tarea para valientes o bien para
profesionales de las chapuzas. (De todos es sabido que los trabajadores de la
construcción llegan a tiempo a todas las construcciones menos a las suyas. “En
casa del herrero, sartén de palo.”)
En séptimo lugar Resulta importante
determinar contra quién lucharía Europa caso de unirse a los americanos.
¿Contra el islamismo radical? ¿Contra Is? ¿Son ambos conceptos sinónimos?
¿Seguro? ¿Sabemos que sólo existe una corriente radical islámica: la
representada por el Is? ¿Podría haber más/
En octavo lugar ¿Se ayuda a los
kurdos y no al PKK? Perdonen ustedes. Eso vuelve a crearme un gran problema.
¿Cómo se va a ayudar a los kurdos si no se da armas a los que saben usarlas? Es
una pregunta que nadie me va a contestar. Así que voy a Wikipedia y leo que “El Partido
de los Trabajadores de Kurdistán (en kurdo: Partiya
Karkerên Kurdistan, PKK), de tendencia independentista, es un partido
político fundado en Turquía en 1978. Su brazo
armado se denomina Fuerzas de Defensa Popular (HPG en Turquía). El
presidente del partido es Abdullah
Öcalan, condenado a cadena perpetua por delitos de terrorismo y separatismo por la
justicia turca, que
permanece preso desde 1999. Luchaba
por la independencia del Kurdistán, territorio
que comprende partes de Irak, Siria, Irán y Turquía.
El partido, conocido por sus siglas en kurdo
(PKK), luchaba por la independencia de Kurdistán como un Estado socialista y es
considerado como organización terrorista tanto por el estado turco como por Estados Unidos y la Unión Europea, que
incluyó al PKK en el listado de organizaciones terroristas a petición de
Turquía, a pesar de no haber amenazado ningún interés de EEUU o la UE. Hoy día
lucha por lograr autonomías democráticas en las diferentes partes donde existe
el pueblo kurdo, manteniendo un ideal de construcción de una sociedad
comunitaria y socialista desde las propias tradiciones de su pueblo.
Desde hace algunos años, el PKK ha
desarrollado a sus ideas marxistas
leninistas incorporando elementos ecologistas y confederalistas, inspirados
en ideólogos como el norteamericano Murray
Bookchin. Esta nueva teoría ha tomado el nombre de
"confederalismo
democrático", y su principal impulsor ha sido
Öcalan.[1]””
(Fin de la cita de Wikipedia.)
(Fin de la cita de Wikipedia.)
Así que me
pregunto si los escrúpulos de Europa en general, y de Alemania en concreto,
para dar armas a una organización kurdo nacionalista descansan en la ideología
marxista del Pkk, en el respeto de Europa y Alemania a Turquía, o al respeto de
Europa y Alemania a los turcos que viven dentro de las fronteras alemanas.
Sea cual
sea la respuesta lo cierto es que el envío de cuatro mil chalecos de la armada
alemana a los kurdos, anunciadas en Der Spiegel no les va a servir de mucho. Dada la gravedad del tema,
me he obligado a autocensurarme los numerosos
pensamientos cínicos que mi posición de observador facilita.
En noveno lugar ¿Qué papel
le corresponde jugar a Rusia? ¿Y a Turquía? Los turcos están en contra del PKK
pero ¿están a favor o en contra del Is? ¿Hay grupos de islamistas radicales en
Turquía? ¿Cuánta influencia tienen? ¿Ayudaría Turquía a los Estados Unidos a
lanzarse en una guerra armada contra Is? ¿Bajo qué condiciones? ¿La entrada en
la Unión Europea?
En décimo lugar. ¿Qué
consecuencias tiene la neutralidad en Europa? En las calles de más de un país
europeo rige la sharía. Hoy mismo, la prensa española anunciaba que un grupo compuesto por veinte, cuarenta o sesenta personas - (las cifras son inciertas )-
con pasaporte
español, había partido para unirse a las fuerzas de Is.
La crisis impide a muchos jóvenes trabajar y ven en la guerra la solución a todos sus problemas de identidad. Todavía no se sabe si los que regresan a Europa lo hacen asqueados de lo que es la guerra real o para hacer adeptos.
¿Debe dejarse salir a los que quieren unirse a Is? ¿Se les ha de prohibir la salida?
Un momento. Pensemos. Se pide legalizar la marihuana porque los cigarrillos y el alcohol son legales ¿y no se va a permitir salir del país a quién lo quiera? ¿Qué pasa con esos turistas del sexo, que salen para tener relaciones sexuales de todo tipo, niños incuídos? Si no se permite la salida a los unos, tampoco a los otros. A partir de ahora hay que empezar a controlar los motivos de salida de aquéllos que pretendan salir del país. ¿Dónde estamos?
La crisis impide a muchos jóvenes trabajar y ven en la guerra la solución a todos sus problemas de identidad. Todavía no se sabe si los que regresan a Europa lo hacen asqueados de lo que es la guerra real o para hacer adeptos.
¿Debe dejarse salir a los que quieren unirse a Is? ¿Se les ha de prohibir la salida?
Un momento. Pensemos. Se pide legalizar la marihuana porque los cigarrillos y el alcohol son legales ¿y no se va a permitir salir del país a quién lo quiera? ¿Qué pasa con esos turistas del sexo, que salen para tener relaciones sexuales de todo tipo, niños incuídos? Si no se permite la salida a los unos, tampoco a los otros. A partir de ahora hay que empezar a controlar los motivos de salida de aquéllos que pretendan salir del país. ¿Dónde estamos?
Estamos en
Tierra Miedo. De ahí la prohibición a salir. El prohibir las salidas en una
dirección concreta muestra el miedo que existe a que media población de repente
decida a unirse. Ese miedo, racional o irracional, debilita a Europa y
fortalece a los contrarios. Ni siquiera prohibir entrar a los que salgan resulta sensato. Por lo menos, cuando regresaran, se les podría interrogar qué han
hecho y qué han visto en tan lejanos lugares. La prohibición a salir sólo va a
ayudar a alimentar el fundamentalismo islamista y a generar conflictos armados
internos. En cualquier caso no deberían infravalorarse los sueños de gloria de la gente joven y su deseo de luchar por valores nuevos que ellos creen auténticos, sobre todo cuando en casa no tienen ninguna perspectiva de futuro.
Una cosa es
segura. Europa tiene que plantearse seria, serena y, por una vez, sinceramente
su posición. El riesgo de que aumente la xenofobia y la intolerancia religiosa dentro de las fronteras del viejo continente,
corre parejo con el riesgo de que los deseos de expansión territorial de Is
vayan más allá de las fronteras de Siria e Irak. En realidad, todos los
movimientos fundamentalistas radicales islámicos abrigan sueños expansionistas más o menos confesados
que alcanzan hasta la Península Ibérica inclusive. Digo “todos” porque no debe olvidarse
el hecho de que Is no es el único movimiento fundamentalista radical existente.
En cualquier caso y de un modo u otro, los principios absolutos y universales en los cuales se apoya el espíritu europeo ilustrado, necesitan ser concretizados en virtud de las circunstancias a que han de hacer frente para que aquella frase de: "Os venceremos con vuestras normas y os gobernaremos con las nuestras" no pueda hacerse realidad.
Tempus
fugit
Isabel
Viñado Gascón
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