Normalmente uno habla sobre lo que sabe. Cuando no
sabe, lo mejor es aprender y mientras tanto, callar.
Sabio consejo.
Si se siguiera, este mundo sería mucho más silencioso.
Mis conocimientos sobre el Israel moderno son
escasos, por no decir nulos.
Pero en este caso, informarse no tiene sentido.
La polarización de los diferentes medios de
comunicación es demasiado radical.
Las noticias que al respecto me llegan son ecos
confusos y superpuestos de voces lejanas.
Por eso tal vez, tampoco callarse tenga sentido.
Un eco más.
Divaguemos, pues.
Es lo que todos hacen.
Netanyahu ha ganado las elecciones en Israel.
Otra vez.
“Der Spiegel” está convencido de que en Israel ha
ganado el miedo, el miedo a la constitución de un estado Palestino, de que Netanyahu
conducirá a Israel al aislamiento, en política internacional y a la división
interna, en política nacional.
¿Cómo puede atreverse a contradecir al Spiegel
alguien que, como yo, no tiene ni idea del asunto?
Es de necios, soy consciente de ello.
Pero tampoco lo es menos creer que lo que los
periodistas del “Der Spiegel” han considerado en su artículo, no ha sido considerado ya previamente por los propios electores israelíes que son, al fin y al cabo, los que van a sobrellevar el resultado de las votaciones.
Nietzsche señalaba en su obra “ Sobre la Utilidad
y Perjuicio de la Historia para la vida”, que el olvido era importante en el
proceso histórico. Entre otras cosas, porque ello permitía continuar el camino
hacia delante. Si uno se quedaba en el pasado – tanto glorioso, como humillante
– no podía concentrarse en la realización del presente. Para comprenderlo en su
justa medida, hay que recordar que tales palabras fueron escritas antes de las
dos Guerras Mundiales. El “olvido” en Nietzsche va encaminado a facilitar la
acción del individuo y a liberarse del sentimiento sea de orgullo inactivo, porque
los méritos logrados han creado la ilusión de que ya todo se ha conseguido y ya
no es necesario seguir, sea del fracaso derrotista, que considera inútil el
inicio de cualquier proyecto porque, anclado como se encuentra en los errores
cometidos anteriormente, está convencido de que ninguno alcanzará el éxito. Nietzsche,
en cambio, afirma que la acción no se acaba en un punto. Hace falta seguir y
hace falta seguir cargando con lo que nos resulte ventajoso, no con lo que nos
obstaculize.
Y bien, pase lo que pase, hay que seguir adelante.
Los nómadas lo sabemos bien: cuanto menos
equipaje, mejor.
El recuerdo es un pesado equipaje.
Tan pesado y peligroso como lo era el Arca de la Alianza.
Es el recuerdo lo que llevan transportando los
judíos desde los más remotos tiempos.
Y ¡oh sí!
Ellos también han intentado olvidar ¿qué se creen?
Tantas veces que ya han perdido la cuenta.
A veces abandonan su memoria histórica aquí y
allá, como si de una billetera se tratara, a ver si cuela.
Pero al contrario de lo que ha sucedido con el
Arca, que ya nadie sabe dónde está, a los judíos israelíes siempre les es
devuelta su memoria. A veces de buena fe; a veces rota y sucia y en ese caso - ¡qué
remedio!- hay que limpiar la billetera y rellenarla de nuevo.
Es justamente esa memoria, creo yo, su memoria – y no el miedo – lo que ha llevado
a Israel a votar nuevamente a Netanyahu.
¿Aislamiento internacional, dicen los periodistas? ¿Cuándo no han estado los judíos solos? Israel no se constituyó como plataforma internacional sino como refugio para el pueblo hebreo. Los que allí fueron no iban pensando en establecer contactos con el exterior, ni siquiera con los que les rodeaban. Lo que querían era poder descansar y que de una vez por todas les dejaran en paz. Para eso necesitaban una patria a la que poder llamar suya. Igual que el hombre que quiere un trozo de tierra al que poder considerar propio. Sí, claro, uno ha sufrido tantas atrocidades que cuando llega a un nuevo lugar, lo último en lo que piensa es en los problemas que puedan surgir con los vecinos.
Pero los problemas surgen.
¿Disgregación interna? “Cinco judíos, cinco
opiniones”, suele decirse. La vida en los guetos nunca fue fácil. No sólo por
las amenazas del exterior. Los hombres nunca son santos; las luchas de poder,
la divergencia de opiniones, las rencillas, las envidias están presentes en
cualquier sociedad. También en los guetos. Sólo que allí los conflictos se
hacen más visibles, más presentes. Difícilmente puede uno decir “me marcho”. Ni
siquiera la conversión le libra a uno de ser lo que es. Hacen falta para eso
muchas generaciones. La comunicación es siempre necesaria, imprescindible. Al
final lo que nace es una cultura que tiene que hacer malabarismos para no
autodestruirse.
¿Miedo? ¿Miedo a qué? ¿Qué es lo que todavía no
les ha pasado?
No. Unos hombres que llevan tanto tiempo luchando
por sus vidas, mucho antes de que Israel fuera Israel, tienen tiempo para
pensar cómo quieren vivir y – sobre todo- cómo quieren morir. La crisis
económica, el hedonismo, la ciencia... son sólo diferentes modos y maneras de
considerar ese “Cómo”, que es lo realmente importante.
Los israelíes han decidido cómo quieren vivir y
cómo quieren morir. Y la respuesta a esa pregunta es que lo quieren hacer de
pie. Lo que dicho vulgarmente significa que quieren vivir y quieren morir cómo
a ellos les da la real gana, le pese a quien le pese.
Los israelíes han votado a Netanyahu porque han
decidido que vivirán o morirán pero vivirán o morirán sin concesiones,
radicalmente.
Isabel Viñado Gascón
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