Al parecer el hecho de que los
Republicanos hayan obtenido mayoria en el Senado de los Estados Unidos ha
sentenciado al país a la parálisis política durante los próximos dos años. Los
analistas están convencidos de que las posiciones radicales que mantienen cada
uno de los dos partidos mayoritarios, les impedirá trabajar juntos.
A mí, en cambio, me da la impresión de que este análisis no va a coincidir
con la realidad. La situación nacional e internacional impide el mantenerse
inmóvil. Incluso en España, país en el que tradicionalmente ha dominado un
bipartidismo exasperado, casi fanático, ya se había abierto la puerta a la
posibilidad de una gran coalición, antes incluso de que apareciera el tercero
en discordia: “Podemos”. Imagínense ustedes, pues, cuántas circunstancias
internas y externas no obligarán a las distintas fuerzas políticas de los Estados
Unidos a negociar y a pactar acuerdos que superen sus respectivas divergencias.
Soy, lo sé, una opinión aislada. Los pocos periodistas que han planteado esta eventualidad, lo han hecho
para a reglón seguido negarla. Pese a todo insisto: la situación actual a la que la política
estadounidense se enfrenta en estos momentos es sumamente compleja. El dilema
primero que han de resolver demócratas y republicanos, no lo pongo en duda, es
el de si permanecer leales a la ideología de su partido o al país. Y este
dilema no consiste en decidir entre la fidelidad a sus firmes convicciones
políticas o su consagración a la política pragmática. De lo que se trata es de
elegir entre la adhesión fanática a sus ideas o la construccion consensuada de la
visión que todos ellos tienen sobre los Estados Unidos.
Si se decantan por la primera opción: la ideología del partido - , muchos proyectos
quedarán, en efecto, estancados. A mi juicio, ello conducirá irremediablemente
a un aumento de las actividades mafiosas, que no tardarán en ver extenderse su
dominio de acción gracias al terreno libre que la inactividad política ha
dejado. Ya conocen aquéllo de que “cuando dos discuten, un tercero gana”. En
efecto, lo que la política no regule, lo regularán los privados; normalmente
los privados “más fuertes” porque en la jungla el león es el rey.
En segundo lugar, aumentarán
las revueltas populares. Los ciudadanos no protestarán solamente por no ver
cumplidas las promesas electorales hechas durante la campaña electoral - a eso
ya están acostumbrados- sino por no recibir ninguna respuesta a los problemas
que les acucian: paro, sanidad, educación, justicia.
El pueblo soporta mucho, únicamente la apatía ante sus problemas de aquél
que exige sus impuestos, no. Fuenteovejuna espera (y exige) respuestas a sus
necesidades y a sus preocupaciones. No puedo imaginarme a la tripulación
americana asistiendo pacientemente al lamentable espectáculo que piensan
ofrecer los varios capitanes que ahora dirigen el barco y que consiste
básicamente en estar peleándose mientras dejan al navío anclado, a la deriva, o
en manos de cualquier timonel que de forma desapercibida se decida a dirigir el
rumbo sin ser visto. Lo más probable es que o bien se produzca un motín, esto
es: una revuelta popular contra los dirigentes o empiece el tiroteo, al estilo
del salón del salvaje oeste, de todos contra todos.
En tercer lugar, esta inestabilidad –tanto en las finanzas como en la población-
dejará las puertas abiertas a la ya de por sí masiva propaganda antiamericana.
Un imperio que mantiene la política de la “calma chicha” en época de tormentas
es, a qué negarlo, un imperio indeciso. Y la indecisión, si dura demasiado,
genera debilidad. Los rusos, los integrantes del IS, e incluso los aliados del
imperio deben estar frotándose las manos por aquéllo de que “cuando el gato no
está, los ratones juegan”. Y en el caso americano es todavía peor porque el gato estar, está;
pero atado y bien atado y los ratones no van a tardar en “subírsele a las
narices”.
Reconozco que no soy una experta en política americana. Tal vez los
americanos sean capaces de mantener el equilibrio y la calma, aunque todo a su
alrededor haga un ruido infernal. Tal vez la lealtad a las premisas ideológicas
sea valorado positivamente por los votantes que prefieren morir antes que
cambiar no ya sus ideas, ¡ni siquiera sus posiciones! Tal vez...
Yo, sin embargo, lo veo difícil y en un mundo de virus que mutan y
realidades virtuales y dimensiones cuánticas, me decanto por apostar por el obligado consenso:
“No está el horno para bollos...”
Isabel Viñado Gascón
No comments:
Post a Comment