Monday, November 24, 2014

El estafador estafado.


Me pregunto si debe preocuparme el hecho de que con frecuencia aquéllo que a los otros les trae de cabeza no consigue asombrarme lo más mínimo mientras que por el contrario lo que a la mayoría le parece obvio me resulta a mí sumamente extraño. Es en estos casos cuando se hace preciso responder a la cuestión por el valor que contiene la opinión generalizada justamente por ser generalizada. Es cierto que a veces muchos ojos, sobre todo tratándose de los agudos ojos de los periodistas, ven con mayor precisión que unos ojos a los que la miopía escasamente les permite ver más allá de su nariz.

Y sin embargo...

Sin embargo.

Los medios de comunicación llevan días ocupándose de un tal Francisco Nicolás Gómez Iglesias alias “el pequeño Nicolás”. La noticia saltó a la luz bajo titulares que no dejaban lugar a dudas: el chico de veinte años era un redomado estafador que había conseguido hacerse fotos con las personas más representativas del panorama político-económico del país. Su descaro no había conocido límites e incluso se había “colado” en la recepción de la coronación del rey Felipe VI ayudado, aseguraban, por una empresaria. Todo lo que cuenta es falso; tiene aires de grandeza; es un megalómano y lo mejor que podría hacer es dedicarse a terminar sus estudios en la Universidad privada en la que cursa sus estudios en vez de jugar a ser espía.

Mi sentido del humor, ya lo conocen, es como el de la mayoría de los aragoneses: un tanto surrealista. Por eso no puedo impedir que mi mente reúna al joven Francisco Nicolás y al joven Errejón: uno como alumno, el otro como profesor. Están juntos en un aula vacía de una Universidad cualquiera. Ambos  conversan con cara de circunstancias.
- “Ya” – dice el uno- “Mucho me temo que no voy poder asistir a clase. El deber de ayudar a la patria se impone.”
- “Lo comprendo” – responde el otro- “A mí me sucede lo mismo. Lástima que juguemos en equipos distintos. Los obstáculos son muchos y los enemigos innumerables. Uno de nosotros tiene que conseguir salvar a España de los malvados que la quieren destrozar. Hay que librar a la patria de los farsantes. Que gane el mejor”
-  “Lo mismo digo” – responde el primero.

Ambos se estrechan la mano y sin abandonar sus caras de circunstancias, abandonan el aula en la que se encontraban.   

La visión surrealista se difumina. La realidad se impone. Y la realidad es que España ha sido siempre un país de pícaros. Que Francisco Nicolás Gómez Iglesias alias “el pequeño Nicolás” haya pasado a engrosar una lista ya de por sí enormemente larga, carecería, francamente, de interés. Es hora de ser sinceros y admitir que en la política en general, y en la española en particular, el teatro de la picaresca es siempre el más importante. ¿O qué otra cosa son si no son todas esas historias sobre donaciones no declaradas a partidos políticos y negadas repetidamente por los  beneficiados? Tesoreros en la cárcel a espera de juicio, mientras los altos representantes de los partidos a los que pertenecen aseguran serios y sin mover una pestaña que ellos no tenía ni idea de esos trapicheos. Y eso, que a ellos y a otros muchos les parece una excusa, ¡qué digo excusa!, una justificación plenamente racional, a mí me asombra (y me asusta). Si un presidente de un partido no tiene ni idea de los “chanchullos” que lleva a cabo su tesorero ¿cómo puede gobernar un país que está configurado, sin duda alguna, por estructuras mucho más complejas que las de un partido? Y si puede gobernar un país porque debido precisamente a esa complejidad ha de ocuparse sólo y exclusivamente de los problemas de la nación y no de los problemas de su partido ¿cómo puede permanecer a la cabeza de dicha formación política?

Muy fácilmente: pidiendo perdón.
“Y a otra cosa, mariposa”.

El grave conflicto que ha generado este muchacho de veinte años es de dimensiones tan descomunales que muchos prefieren negarlas y otros – que las intuyen- prefieren relativizarlas. Desde hace una semana espero alguna opinión irreverente que se decida a opinar de forma distinta a los demás y que afirme que Francisco Nicolas no miente  con la misma contudencia, al menos, con la que los otros afirman tajantemente que Francisco Nicolas miente cual bellaco. Nada de eso he encontrado. Lo más que he podido leer son voces tímidas que se aventuran a reconocer que tal vez en su historia haya un poco, un grano quizás, de verdad.

Yo sigo asombrada.

Asombrada de que la prensa en bloque le “sentenciara” desde el primer momento como estafador. Que todos los medios de comunicación sacaran a relucir el paralelismo entre él y el protagonista de la película “Atrápame si puedes”. Ese empeño de unir la realidad con la realidad virtual, de modo que al final la realidad virtual se convierte en realidad y la realidad toma tintes de virtualidad me origina terribles dolores de cabeza, ya lo saben.

Una, que soy yo, se pregunta cómo es posible tomar una historia de ese calibre con la hilaridad con la que se la ha tomado. Los periodistas más conocidos hacían chistes sobre su foto con el estafador de la nación y animaban a intentar conseguirlo a quién todavía no tuviera una con él. Hacerse fotos con ese chico de veinte años era el gran reto que lanzaban esos sesudos, inteligentes y más importantes representantes de los medios de comunicación.

A mí, como de costumbre, el asombro ante lo que a nadie más parecía asombrar, no me dejaba pronunciar palabra.

No conozco a este joven. No tengo una foto con él. A decir verdad, no lo he visto en mi vida y no tengo ningún interés especial en que nos presenten. Lo único que digo es que no miente. Al menos no en lo fundamental. Y lo fundamental es que ha tenido relaciones con todos aquéllos con los que asegura haber tenido relaciones. No sólo eso. También está la prueba fotográfica cuya importancia hay que destruir, deformar, descalificar.  ¡Ah!  ¡Se me olvidaba! De repente  que “una imagen vale más que mil palabras” ya no es válido: ¡Todos tienen una foto con él!

Con ello se olvidan o quieren olvidar de que eso no es lo importante.
Lo esencial no es la foto con Nicolás, sino al contrario: la foto con los que aparecen a su lado y con los que fotografiarse no resulta tan fácil como ellos pretenden hacer creer porque en general aman la discreción. ¡Qué más quisiera tener yo una foto con esos importantes hombres y mujeres que aparecen junto a Francisco Nicolas! Eso y no la foto con el muchacho es lo relevante. Ese deseo de darle la vuelta a las cosas despierta en mi la duda. Y me pregunto si no será que realmente existe el deseo de ocultar asuntos tan oscuros como enredados y por eso se hace tan difícil encontrar en la madeja el principio y el fin. Hay una frase que el joven Francisco Nicolás no para de repetir y que nadie ha tomado en consideración, salvo para burlarse de ella: “Todo está interrelacionado”.

Y vuelvo a asombrarme de que esta frase les parezca, a los pocos que se han ocupado de ella, tan extraña. “Todo está interrelacionado”. Porque a mí me parece que es más sincero hablar de interrelación que de identificación, que es lo que curiosamente, hace normalmente la mayoría. Interrelación no es lo mismo que decir que Todo es Uno y Uno es Todo. Interrelación significa que todo tiene una conexión con todo. Eso, y no otra cosa, es la ciencia. Eso, y no otra cosa, es la globalización bien entendida. Eso, y no otra cosa es el ser humano y todo lo que se refiere a él. Y esto, justamente esto, es – mi asombro no conoce límites- lo que los periodistas más celebrados del panorama nacional pretenden negar. Periodistas – y periódicos-  a los que, todo hay que decir, les unen estrechos lazos con la misma clase dirigente con la que hasta hace muy poco tiempo se codeaba este chico de veinte años.
Por su parte, los periodistas de la oposición, es decir, de la izquierda, como andan ocupados tratando de detener los ataques hacia sus ahijados  no disponen de mucho tiempo ni demasiadas energías que dedicar a las guerras internas del partido dominante. Ni a ellos ni a Francisco Nicolás les interesa entrar juntos en escena. De hacerlo, transformarían  la frase “Todo está interrelacionado”, en la frase del Principio de Identidad: “a es a”. En dos días Francisco Nicolás habría pasado de ser el estafador nacional a convertirse en el agente de la extrema izquierda que intenta desestabilizar al gobierno.

Así pues ningún comentario desde la izquierda, nada de fotos con ella. Son los conservadores los que tienen el problema. Son ellos los que lo han de resolver. Y lo resolverán a la manera en la que se resuelven últimamente los problemas: obviando la diferencia entre la Verdad y la Mentira, obviando las diferencias entre el Bien y el Mal. Tomando un punto de verdad y envolviéndolo en un bello papel de falsedades. Convirtiendo al que tiene algo que decir en una atracción de feria, en un majadero, de tal manera que nada de lo que diga será tomado en serio.

Risas por aquí, risas por allá. El mundo gira.

Miro a través de la ventana. Cinco rosas rojas lucen en el jardín en un día especialmente oscuro. Es un viejo rosal que ha sobrevivido durante décadas al calor, al frío e incluso a la indiferencia. En cambio, la rosa del rosal que planté hace dos meses no termina de abrirse, como si tuviera miedo de que el incipiente frío le produjera un fuerte resfriado. El cielo gris, casi negro. No llueve. En días así uno debe aprovechar para trabajar al máximo. Es la única manera posible de sobrevivir. “Nunca te pares a descansar en medio de una helada: te congelarás. Camina, camina siempre.” – ese es el consejo que los nórdicos, los rusos y los alemanes dan a sus hijos.
Camina también cuando no veas el sol. No esperes a verlo para caminar. Ya aparecerá. Y aunque no aparezca, sigue, sigue siempre. No te pares. Ese el el consejo que incansable le repito a mi rosa ¿Me escuchará?

Francisco Nicolas un estafador.

Media España no puede caminar porque le faltan zapatos y la otra media porque las risas se lo impiden.

A la primera mitad unos les dicen que descalza también se puede caminar, que es cuestión de proponérselo, otros les están intentando buscar algún remedio, aunque sean unas alpargatas y algunos gritan que ya está bien, que todos somos mayorcitos y que si quieren zapatos que se los fabriquen, que ya están hartos de tanto lamento, que a ellos nadie les ha ayudado a conseguir lo que tienen. “Propuestas socio-económicas” es como se denomina a este tipo de opiniones diversas.

A la segunda mitad, unos les alaban su buen humor y  otros les reprochan su falta de seriedad, de inconsistencia. Este tipo de consideraciones son calificadas de “Análisis político”.

¿En qué media España situamos a Francisco Nicolás?

Un chico que perteneciendo a la primera mitad decide integrarse en la segunda. Un chico que no tiene zapatos y que, no obstante, consigue convencer de que se los ha dejado en el armario de su casa porque tiene tantos que no sabía cuál elegir. Más aún: consigue que se los regalen.

Es un estafador, dicen, porque su caso únicamente puede observarse desde el plano socioeconómico, jamás desde el político. Se trata de un joven ambicioso que utilizando el engaño había conseguido contactar con la élite socio-económica de este país para beneficiarse económicamente. Uno de esos para los que el consejo de “consigue tus propios zapatos” también incluye el “entra en una tienda y convence a la propietaria para que te los regale.” Y eso - dicen- es ser un estafador.

No es algo que debiera provocar a rasgarse las vestiduras. Vistas así las cosas,  los políticos son igualmente estafadores. En cualquier país que se precie las campañas electorales están dirigidas a pedir votos a sus electores a base de promesas que saben, de antemano, que no van a poder cumplir. Ya lo hemos explicado: Media nación ríe. Para los interesados eso es  signo de optimismo; para la oposición de insensatez.

La diferencia con respecto a Francisco Nicolas es que en el caso de las elecciones, el término “estafa” permanece dentro del plano del análisis político. Por eso a la estafa no se le denomina “estafa” sino “promesas electorales incumplidas”. Es lo que tienen los eufemismos: ocupan mucho más espacio.

Lo grave, lo terrible, es cuando los planos se unen. De repente, en un mundo en el que Todo es Uno y  Uno es Todo, aparecen planos cuya relación intentan evitar unos cuantos. De este modo niegan la posibilidad de que uno pueda saltar del plano de los “sin zapatos” al plano de “las risas”. ¡Habrése visto la osadía del niñato!, protestan. Y como siempre, los que más alto gritan “niñato” son los que en su día más y más tiempo lo fueron y los que ni siquiera de viejos podrían explicar muy bien en qué basan su fuerza moral para calificar de “niñato” a alguien a quien no conocen.

¿Son necesarias todas estas apreciaciones?

Lo son. O al menos a mí me lo parecen. He estado esperando una reflexión honesta sobre el tema, honesta – que no significa necesariamente acertada. Lo único que he leído son sentencias mediáticas sobre la conducta de Francisco Nicolás. “El pequeño Nicolás”, le han apodado. Y así han conseguido ridiculizar aún más un tema que a mí me parece sinceramente terrible.

Es terrible.

No tiene nada de cómico.

Y si alguien se siente estafado, ese alguien soy yo.

¿Cómo pueden saber los periodistas a ciencia cierta, más en un país como el nuestro, que ese chico miente? ¿Cómo pueden estar tan seguros? ¿Cómo pueden salir riéndose a carcajada limpia de una noticia que debería haber provocado a reflexionar, por lo menos a eso, cómo es posible que se hayan podido originar con tanta facilidad las situaciones rocambolescas, caso de que sean rocambolescas, que se han originado?

Analicemos:

Un chico de veinte años convence a empresarios, ¡empresarios!, para que le costeen un piso de cinco mil euros de alquiler con personal de servicio con la simple promesa de que les va a proporcionar nuevos negocios.
¿Conocen ustedes el mundo empresarial? Mi amiga Carlota es, gracias a su marido, una experta en el tema. Allí nadie suelta un duro a no ser que se vea el negocio atado y bien atado y a veces, ni entonces. Si algo caracteriza  a un empresario eso es la desconfianza. Un empresario no se fia ni de su madre. Menos aún de su esposa. ¿Creen ustedes que de verdad se va a fiar de que un joven al que apenas conoce le ofrezca futuros negocios y a cambio de esos futuros contratos aún no obtenidos se compromete al pago del alquiler de un piso de lujo que no es futuro sino presente y bien presente? ¿Desde cuando se paga en adelantado por intercambios comerciales que ni siquiera se pueden cerrar porque no existen?

 Sí. Es cierto, hace años alguien intentó sanear las arcas con un método parecido. Ese alguien fue ¡la duquesa de York! Pero ustedes comprendan: era ¡la duquesa de York!. Arruinada y divorciada pero ¡duquesa de York! Y pese a todo, bien fueran los empresarios afectados por el desembolso o bien los no distinguidos con la suerte de sus favores, lo cierto es que no tardaron en tenderle una trampa de modo que las miserias salieran a la luz. Y este chico, que no es duque, ni de apellidos de alcurnia, logra que los empresarios abran su maltrecha bolsa y confíen en un joven “sin oficio ni beneficio.”

Una de dos: o los empresarios de este país no tienen ningún sentido empresarial o ese chico tenía más contactos verdaderos y útiles de los que ningún periodista está dispuesto a admitir.

Y tampoco logro comprender cómo es posible que un chico tan joven, tan visiblemente joven consiga introducirse en las altas esferas del país: organizar las reuniones de la fundación para análisis y estudios sociales (FAES), presididas por el expresidente Aznar. No entiendo nada.

Pero sigamos con nuestras disquisiciones: ese mismo chico consigue utilizar coches del Estado y ser acompañado por fuerzas de seguridad. No se trata de una película. Se trata de los coches del Estado. Para usarlos es necesario una serie de acreditaciones. Además están los conductores, que saben perfectamente quién es quién. Por no hablar de las fuerzas de seguridad, que son unos “mandaos” porque sirven al que les manda. Sin embargo hay un detalle que no se debe pasar por alto: que sirvan al que les manda no significa que cualquiera les pueda mandar. Mucho menos el primero que llegue. El que les imparta órdenes ha de reunir las competencias necesarias.

El joven Francisco Nicolás tiene tal capacidad de sugestión que es capaz de lograr repetidamente que dichas personas le consigan los coches, los chóferes y las fuerzas de seguridad que necesitan. En un mundo de pillos y pillerías – y no lo digo yo, sino los últimos acontecimientos- un chico de veinte años consigue engañarlos a todos y hacerse con las riendas de media cúpula del poder para beneficiarse él solito. ¿No creen ustedes ahora que mi asombro es comprensible por racional y juicioso?

No termina ahí el asunto. De repente – asombro de asombros- en un mundo de viejos pícaros, las extraordinarias facultades para el engaño del joven los aventaja a todos y por eso obtiene sin grandes esfuerzos los que otros de más rancio y distinguido abolengo no han conseguido: una invitación para asistir nada más y nada menos que a la recepción que el nuevo rey Felipe VI ofrece. ¿Han asistido ustedes a alguna recepción? En la entrada están apostados los servicios de seguridad que en ocasiones señaladas incluso se ayudan de un scanner. El invitado muestra su invitación. Si tiene dicha invitación pero no aparece en la lista, ha de dar la media vuelta “sintiéndolo mucho”. Si está en la lista pero no tiene la carta de invitación, ha de acreditar su identidad; se repiten las llamadas y puede ser que le permitan entrar o no.
En una recepción como la de Felipe VI cuya subida al trono estaba siendo enturbiada por las voces republicanas, el control tuvo que ser – me imagino- exhaustivo.
En tales situaciones o alguien te ha proporcionado una invitación o no hay hada madrina que valga.

Admitamóslo: la historia de Francisco Nicolás tiene bastantes puntos en los que apoyar su verosimilitud. En vez de afirmar con tanta contudencia su calidad de estafador desde el minuto número uno de su detención, los medios de comunicación deberían empezar a elaborar un dictamen apoyado en el juicio crítico y no sólo en las risotadas de la media España que ríe y que confieso que no sé, francamente, qué encuentra de gracioso en el asunto. Aún en el supuesto de que este chico fuera realmente un estafador, cosa que ya digo que dudo, lo único que vendría a confirmar es el estado de miseria y provincialismo en el que se encuentra la clase política y empresarial del país. Una situación de falta de profesionalidad, de falta del sentido del deber y hasta del sentido común, que deja que cualquier muchacho que resulte simpático pueda introducirse en dicho mundo y codearse con los más importantes del sistema. Ello lejos de demostrar la ingenuidad de los grandes, que algunos quieren hacer ver únicamente constata que hoy en día para llegar a ser importante no se necesita ni oficio ni beneficio. Ni siquiera experiencia. Sólo se necesita “caer bien”.

No es la ingenuidad de los poderosos lo que este caso mostraría si fuera mentira, sino justamente su mediocridad. La misma mediocridad que se manifestaría caso de que fuera verdad, porque ello supondría que la nación está devorada por la ambición y por las guerras internas y evidenciaría que muy probablemente los casos de corrupción que han salido a la luz, no se deba a una recomposición moral-profesional del sistema, sino a ajustes de cuentas entre diversos organismos. Pero ¿cómo puede pensarse en una recomposición del sistema si lo único que se han limitado a hacer los que nombraron a los corruptos ha sido pedir perdón y proponer una serie de medidas para el futuro que ya nadie recuerda?

En mi no sé si larga pero sí intensa vida, he conocido a gente de todo tipo y condición. Sé, ya lo conté en otro blog, de revolucionarios que fueron – gracias a las revoluciones- los primeros estudiantes en conseguir adquirir un coche propio, con el beneplácito –además- de las fuerzas no revolucionarias; sé de guardas de fincas que han llegado a ser subdirectores de empresas privadas y sé incluso de algunos que accedieron a una plaza en la Universidad que fue especialmente ajustada a su perfil para que sólo pudiera ser ocupada por ellos, a pesar de no haber terminado los estudios universitarios y no estar, por tanto, en disposición de ningún título académico. Y todo porque fueron capaces, durante sus correrías nocturnas, de “vender” su hobby como su profesión. Imagínense mi sonrisa cuando leo que al doctor Errejón un amigo le ha proporcionado una beca. Hombre, es que de otro modo, nunca la hubiera conseguido. No es el doctor Errejón. Es el sistema. Y para entrar en él sólo hay una puerta: la del sistema.

Lo sabemos todos. Incluso sus enemigos. Lo saben los políticos y también lo sabe, diga lo que diga, Fuenteovejuna. El maniqueísmo me molesta tanto como “El Todo en el Uno y el Uno en el Todo”. El mundo no se divide entre Políticos y Fuenteovejuna, no se divide entre malos y buenos. El mundo es como es. Y ese ser como es, es lo que hay que cambiar para conseguir que sea de otro modo. Hasta donde se pueda. Y desde luego ni el maniqueismo ni el la teoría de la unidad-identidad lo consiguen. El maniqueismo porque propone sustituir el gobierno de los malos por el de los buenos cuando esto es imposible porque no hay ni buenos ni malos, sino individuos con la voluntad de vivir, de sobrevivir, y de poder. El Todo en el Uno y el Uno en el Todo porque determina estructuras inamovibles donde nada de lo que se haga va a poder transformar algo de la situación existente. Así que es mejor echarse a dormir. A lo mejor cuando despertemos seremos de los pocos afortunados que hayamos logrado alcanzar el Nirvana mientras los otros pobres desgraciados siguen anclados a la rueda del Karma.

Pero hay algo que sí es importante considerar.

Tanto si Francisco Nicolás miente como si no, lo que urge analizar y comprobar son las estructuras del Estado, no la integridad moral de un joven. Me parece realmente terrible que los medios de comunicación se hayan dedicado a ridiculizarlo, a vilipendiarlo, a desprestigiarlo desde el mismo instante en que saltó la noticia. Pero aún me parece que se hayan dedicado a negar cualquiera de sus palabras con términos que pertenecen al mundo de la psiquiatría pero no al del periodismos,  en vez de reflexionar sobre las pruebas que hasta el momento ha presentado.

Estoy sinceramente convencida de que los viejos trúhanes que, al igual que pasa con los viejos rockeros, nunca mueren, se han aprovechado de su ambición y que lo “han largado” cuando no les daba el resultado apetecido. No creo que quisieran hacerle daño. No creo que le teman. Lo que para el chico supone una información tan importante, resulta para ellos, acostumbrados a tantas lidias, una bagatela de fin de semana. Seguramente su intención era desprestigiarlo, un susto ante los tribunales, un baño de humildad y ¡hala! Vuelta a las aulas. El chico, herido en su orgullo, ha querido hacer del tema un escándalo y se ha convertido en una piedra en el zapato. No mucho más. Todo sigue siendo una menudencia.

Y seguirá siéndolo a menos que alguien se pregunte cómo es posible que – estafador  o no- cualquiera pueda servirse de los favores del Estado y cualquiera – caso de que lo que afirma sea verdad- pueda ser usado y tirado por el Estado.

En todo caso esta historia da profunda cuenta del espírtu que en estos momentos guía a España y muestra con bastante nitidez el funcionamiento de las sociedades cínicas. He dicho bien: sociedades y cínicas.

Ello incluye a la clase política, a los medios de comunicación y tanto si le parece bien como si no, también a Fuenteovejuna.


Isabel Viñado Gascón.

 

 

 

 

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