Yo he sido una nómada toda mi vida. Practicamente desde que nací. Sin
embargo nunca he sido una nómada triste. He llegado a un punto en el que estar
demasiado tiempo en un sitio, sea cual sea, incluso una fiesta, me abruma. No me pregunten por qué. He conocido a
personas a las que les resultaba tremendamente insufrible salir de sus jardines,
aunque fuera para llevar a sus hijos a jugar al parque. Antes preferían adquirir todo los útiles que se
necesitan para convertir un jardín en un parque infantil o en una Piscina que avenirse a compartir un banco con extraños. A
mí, en cambio, un jardín me asfixia. Los extraños no me dan miedo. Miedo me dan,
si acaso, los conocidos. Esos que aun sabiendo de nuestras vidas, se encuentran
en una zona difusa con respecto a ella y juzgan y creen ver cuando es, en
realidad, la niebla lo que les envuelve.
Al mismo tiempo, he de confesar que siempre he sido una nómada bastante
ingenua y que por eso, tal vez, sigue
asombrándome que alguien, en apariencia tan normal como yo- sea tratado como un
marciano en cualquier nuevo lugar en el que aparece. Algunos intentan
disimularlo y guardan las mínimas normas de educación. Otros, en cambio, ni lo
intentan. Unos cuantos se dedican a
poner todo tipo de obstáculos al recién llegado. A todos éstos los he
calificado como “grupos difíciles”. Observarlos me resulta divertido. Mucho más
aún, ampliar la lista.
Grupos difíciles con los que un nómada se encuentra.
1.
Los
interesados.
Aquí conviven dos subgrupos: el de los curiosos y el de los interesados.
Ambos grupos se caracterizan porque en cuanto ven asomar a un desconocido por el horizonte, se acercan a él con suma amabilidad. Se muestran cordiales y abiertos y parecen decididos a ayudar al nómada a integrarse en su nueva etapa.
Los curiosos desaparecen raudos como el viento en cuanto el recién llegado les explica su vida. Los interesados mantienen su extraordinaria relación con el nómada el tiempo que dura conseguir sus propósitos: practicar el idioma extranjero, cocinar platos exóticos, introducirlos en nuevos grupos...
En cualquier caso cuando el curioso ya conoce los detalles de lal existencia del recién llegado y el interesado ya ha obtenido lo que pretendía, desaparecen sin dejar rastro. Al día siguiente, si el nómada los encuentra por la calle, siguen su paso como si jamás se hubieran visto. Si aún así el nómada se decide a saludarlo, le miran igual que se mira a un loco que va saludando a todo aquél que se cruza en su camino.
Eviten dos tipos de emociones: el del sentimiento de culpabilidad y el de creer que esas cosas sólo le pasan a usted.
Ambos grupos se caracterizan porque en cuanto ven asomar a un desconocido por el horizonte, se acercan a él con suma amabilidad. Se muestran cordiales y abiertos y parecen decididos a ayudar al nómada a integrarse en su nueva etapa.
Los curiosos desaparecen raudos como el viento en cuanto el recién llegado les explica su vida. Los interesados mantienen su extraordinaria relación con el nómada el tiempo que dura conseguir sus propósitos: practicar el idioma extranjero, cocinar platos exóticos, introducirlos en nuevos grupos...
En cualquier caso cuando el curioso ya conoce los detalles de lal existencia del recién llegado y el interesado ya ha obtenido lo que pretendía, desaparecen sin dejar rastro. Al día siguiente, si el nómada los encuentra por la calle, siguen su paso como si jamás se hubieran visto. Si aún así el nómada se decide a saludarlo, le miran igual que se mira a un loco que va saludando a todo aquél que se cruza en su camino.
Eviten dos tipos de emociones: el del sentimiento de culpabilidad y el de creer que esas cosas sólo le pasan a usted.
2.
Los
perros guardianes.
Algunos son reacios a cualquier forastero que se les acerque. Para ese tipo
de personas un forastero es cualquiera que no vive en su misma acera. Yo los
denomino “los perros guardianes”. Pese a su apariencia pequeña burguesa son
sumamente peligrosos. Algunos se limitan a enseñar los dientes en actitud
amenazante y no bajan la guardia hasta que el recién llegado no ha desaparecido
de su vista. Otros, en cambio, atacan directamente. Si el extraño no corre
bastante o no se esconde a tiempo, no dudará en morder a base de chismes, dires
y diretes que deforman cualquier personalidad que se precie. Son ellos los que
a lo largo de la historia han impulsado las quemas de brujas. El mayor riesgo,
sin embargo, no lo sufre el nómada sino el vecino, el compañero de oficina...
En definitiva, cualquiera que se acerca demasiado a lo que él considera su
propiedad.
3.
Los
lingüistas.
Se caracterizan por rechazar a todos los que no hablen como ellos. Están más
extendidos de lo que parece. Existen tres subgrupos. Uno es el “underground”.
Aquí se encuentran los grupos de jóvenes. En efecto, muchos de ellos levantan fronteras
a base de una construcción propia del lenguaje que es necesario aprender y practicar
antes de ser admitidos. Otro subgrupo es el de los regionalistas. Para este
colectivo, lo más importante es su dialecto. Sólo aceptan a aquéllos que
utilicen sus mismos fonemas y sus mismas faltas gramaticales. El último grupo
es el de los lingüistas cultos. Se caracterizan por considerar inculto a
cualquiera que no domine suficientemente el lenguaje. Desprecian a los nómadas
extranjeros que están aprendiendo el idioma y sólo se prestan a relacionarse
con ellos para practicar el par de palabras que conocen del idioma del nómada.
Pero no lo hacen para aprender dicho idioma sino para que el otro comprenda lo “terrible”
que es oir un idioma mal hablado. Los lingüistas cultos sufren indeciblemente
cuando alguien se expresa inadecuadamente o tiene un acento incorrecto. Para
ellos el lenguaje no es simplemente un modo de comunicación. Es también una experiencia
estética y en este sentido, todo aquél que habla inapropiadamente representa un
insulto a la belleza.
4.
Los
clasistas.
Se conocía el subgrupo de los clasistas interesados en los apellidos
ilustres y el subgrupo atraído por la posición económica holgada. En el último
tiempo, entre las mujeres, ha aparecido un nuevo subgrupo: el preocupado por la
actividad laboral de la mujer. A la mujer nómada y de profesión “sus labores”,
se la “condena” a integrarse en los grupos de mujeres nómadas de profesión “sus
labores”. Como nómadas que son, estas mujeres se alegran de encontrarse y se
intercambian información de gran utilidad con respecto al nuevo lugar pero tras
un par de encuentros no tienen grandes cosas que decirse. Todas ellas saben que
el nomadismo es, sobre todo, individualismo. Así que se separan con cordialidad,
pero se separan. A la mujer nómada de profesión “sus labores”, sólo le resta ir
a los grupos parroquiales, a las actividades culturales o a la actividad
freelance que no sólo consiste en escribir libros, también en diseñar joyas,
realizar fotos artísticas, pintar... Tales actividaes no la integrarán en el
grupo de las mujeres trabajadoras pero al menos no quedará socialmente aislada.
5.
Los
comunitaristas
Este grupo admite sólo y exclusivamente a los que comparten sus mismas
características. Dentro de este grupo se encuentran, claro, los racistas; pero
también los nacionalistas; las comunidades religiosas cerradas , las ideologías
políticas extremas y los fans radicales de los clubs, ya sean de un club
deportivo o de algún famoso. A todos ellos les une el mismo esquema: o eres
como yo y compartes mis mismos rasgos o estás fuera. Estos grupos, en contra de
lo que se cree, significan una gran ayuda para el recién llegado. Un grupo de
racistas basado en tener ojos azules, piel blanca y cabello rubio admitirá sin
gran dificultad a un nuevo miembro que posea tales características. Y cualquier
grupo de hooligans admitirá a cualquiera que esté dispuesto a luchar por
defender el honor de su grupo favorito. Lo mismo con los extremismos. Muchos
nómadas cansados de peregrinar y deseosos de poder llamar a algo “hogar”
terminan por introducirse en estos grupos. Algunos – los que no saben lo duro
que a veces es ser nómada- les recriminan que acepten un hogar a cambio de
perder su alma...
6.
El de
los hipócritas
Uno de los grupos más extendidos es el de los
hipócritas. Esos son los más peligrosos. Más aún que los perros guardianes. Los
hipócritas no aceptan a ningún nomada. Recuérdenlo. No aceptan a ningún nómada.
Y no lo aceptan porque, sencillamente, se trata de un nómada. Pero como no
quiere ser tachado de racista ni de clasista ni de perro guardián, decide
invertir los valores.
Normalmente suele gemir que el nómada no le
acepta, que no se ha comportado bien, que no ha sido agradecido. El nómada,
claro, no sabe de qué se trata e intenta ser todavía aún más amable de lo que
los nómadas, justo por su condición de nómadas, tienden a ser. A veces hasta
puntos extremos que rebasan el límite de su dignidad. Cuando el nómada se da
cuenta de que se trata de un engaño basado en aludir a una carencia individual
para justificar un rechazo general a todos los nómadas, se enfada. Y es en este
momento donde el hipócrita encuentra una justificación real a su postura. “¿Se
dan cuenta?”, pregunta consternado, “no soy yo el culpable. ¡Es el nómada el
que no me acepta!”.
Otro recurso que utilizan los hipócritas consiste
en tomar un defecto de ese nómada y convertirlo en “el” defecto que le hace
imposible admitirlo. O el nómada habla muy alto, o muy bajo, o cocina con ajo,
o sin sal. El motivo poco importa. Lo importante para el hipócrita es que
rechaza al nómada por sus deficiencias personales, no por su pertenencia al
grupo del nómada.
El hipócrita resulta más peligroso que el racista
porque es más cínico. El racista no acepta a un determinado tipo de nómada en
virtud de su raza pero con ello, curiosamente, respeta su individualidad.
Decirle a un nómada que es tan inferior como cualquiera de los pertenencientes
a su raza no es decirle gran cosa, la verdad. En vez de acomplejarlo, despierta
en el nómada los instintos de lucha y superación.
Por el contrario, el hipócrita guarda las
convenciones sociales. Lejos de estancar al nómada en su grupo, lo deja
aislado de él. El hipócrita nunca reconocerá que tiene problemas con el nomadismo en general y con el grupo del nómada que tiene delante, en particular.
¿Cómo se reconoce a un hipócrita? Cuando al mismo tiempo que está mancillando la individualidad de un nómada, hace alarde de su internacionalidad nombrando a su cuñado africano, a su amigo turco, o a su primo nómada. Ninguna persona honesta disculpa su desagrado por un nómada afirmando que con otros nómadas no tiene problemas. Pero como ya digo, este grupo es sumamente complicado. Mi consejo: no sean narcisistas. No se paren a divagar sobre un posible mejoramiento personal. Abandonen el lugar lo antes posible y tengan con tales tipos, por más que parezcan sumamente simpáticos y abiertos, los menos contactos posibles.
¿Cómo se reconoce a un hipócrita? Cuando al mismo tiempo que está mancillando la individualidad de un nómada, hace alarde de su internacionalidad nombrando a su cuñado africano, a su amigo turco, o a su primo nómada. Ninguna persona honesta disculpa su desagrado por un nómada afirmando que con otros nómadas no tiene problemas. Pero como ya digo, este grupo es sumamente complicado. Mi consejo: no sean narcisistas. No se paren a divagar sobre un posible mejoramiento personal. Abandonen el lugar lo antes posible y tengan con tales tipos, por más que parezcan sumamente simpáticos y abiertos, los menos contactos posibles.
7.
El
grupo de los piadosos.
No lo hacen con mala voluntad. De hecho, ellos
están convencidos de que prestan una gran ayuda al nómada. Y la mayoría de las
veces esto es cierto. El único problema es que un piadoso sólo se acerca a los
nómadas que se encuentran en dificultades no tanto por asisitirlos como para de
esa manera alimentar su propia autoestima. Piadoso es todo aquél que cuando
camina al lado del nómada no puede evitar mirarlo, suspirar y exclamar ¡pobre!
Y el nómada que por mucho dinero que tenga, como Bloomfield, el personaje de Joseph Roth en "Hotel Savoy", siempre es pobre porque nunca tiene
un hogar, mira asombrado al piadoso sin entender por qué algo tan natural como
es la pobreza, pueda causarle a una persona tanta angustia.
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Con tantos grupos difíciles como existen,
comprenderán ustedes la dificultad del nómada para integrarse. Si además de
esto el nómada carece una mínima capacidad de mimetismo, la situación se
complica enormemente y suele introducirlo en un pasillo gris bastante cómodo,
aunque un poco frío, por solitario. Tampoco es tan terrible. Allí se encuentran
los personajes de Joseph Roth, de Remarque y de Singer que muestran que uno
nunca es donde está. Sin embargo y pese a todo, hay que seguir adelante. Lo
importante no es la integración, ni la asimilación, ni nada que se le parezca.
Lo importante, ya lo dijo Descartes es: “Cogito ergo sum.”
Isabel Viñado Gascón.
Nota: He hablado de los nómadas, porque es el tema que yo conozco. Esto es,
de los viajeros individualistas. Los grupos de recién llegados que quieren
asentarse en un nuevo lugar tienen que hacer frente a otras dificultades que a
mí, hasta el momento, me son desconocidas. Algunos me han contado que en ese
caso se trata de perro guardian contra perro guardian, comunitarista contra comunitarista,
lingüista contra lingüista... No lo sé. Quizás sólo sean rumores.
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