Para mi amigo Jorge Iranzo, el término “inconsistencia” y el término “política”
son dos palabras imposibles de unir. La política no es inconsistente. La
política es, como la vida misma, un constante elegir y decidir. No existe un
camino. El camino, como ya dijo el poeta, se hace al andar, lo cual permite el
ir hacia delante, hacia atrás e incluso en círculo. La política, afirma Jorge,
consiste en el arte de solucionar los problemas prácticos y eso excluye el
pensamiento monolítico.
Yo no tendría nada que objetar a Jorge si los políticos, que son los que a
fin de cuentas construyen la política, tuvieran como objetivo principal resolver
las dificultades a las que cualquier sociedad se encuentra, sin pensar en su
beneficio personal. Mi experiencia, sin embargo, me dice que la intención de
una gran parte de ellos es la de mantenerse en el ejercicio del poder y que, al
igual que sucede con el anillo de Tolkien, cuanto más tiempo lo portan, más les
cuesta desprenderse de dicho poder y más profundamente olvidan los dignos propósitos
que les llevaron a la actividad política. Justamente por ese motivo, las
luchas políticas no son, en general, luchas por el bien de la sociedad sino que son, la mayor parte de las veces, luchas de poder. Las escisiones que tienen lugar dentro de los propios
partidos políticos suelen encubrir conflictos entre distintas fracciones, cada
una de las cuales intenta imponerse sobre la otra. No se trata tanto de apoyar un
determinado proyecto como la de respaldar a un determinado candidato para
lograr la sustitución de un dirigente, o grupo de dirigentes, por otro.
Así pues, la desconfianza a la que los políticos inducen, lleva a unos ciudadanos a ignorar los
asuntos políticos, y a otros a intentar encontrar por sí mismos soluciones
concretas a sus problemas concretos.
Todos ellos están
convencidos de que la política es inefectiva. Y lo es, dicen, porque el
político, entre otras cosas, tiende a eludir los problemas de dos formas:
-
Una
de ellas, se basa en resolver los
problemas, al estilo "choc" de Till Eulenspiegel.
Este pícaro alemán se hizo pasar por médico genial en Nüremberg. Eulenspiegel
utilizó sus dotes como orador ante los enfermos y les explicó que del último en
abandonar la sala fabricaría un polvo capaz de curar a todos los demás. Como
ustedes pueden imaginar, los enfermos no dudaron en salir a toda prisa del hospital,
declarando que se encontraban en perfectas condiciones. La ciudad le pagó la
recompensa prometida y a pesar de sus ruegos para que se quedara, Till Eulenspiegel
siguió su camino. Dos días más tarde, los pacientes regresaron nuevamente al
hospital. Seguían enfermos. Estoy segura de que de haber estado todavía Till en
la ciudad hubiera dicho sin pestañear que se trataba de una recaída y que,
contra eso, él, no podía hacer nada.
-
La
otra forma de eludir los problemas se basa en “el no hacer nada”que en política
a veces se denomina “periodo de reflexión” y otras “paciencia para aguardar
resultados”.
Esta segunda estrategia consiste en esperar a que los problemas se
resuelvan por sí mismos, en virtud de una frase que se ha terminado
por convertirse en un slogan de moda: “el tiempo pone todo en su sitio”. (Y lo
que no pone en su sitio, se cae, se rompe, y ya no merece la pena ocuparse de
eso.)
Todo esto, unido a otros factores como son el individualismo y la
intromisión de los poderes económicos en la política, ha determinado que las ideologías - tanto
marxistas como liberales, tanto de izquierdas como de derechas- se encuentren
en una grave crisis conceptual de la que difícilmente van a poder salir.
Tampoco parece que haya muchas manos dispuestas a ni siquiera intentarlo y las
que se prestan a hacerlo carecen de fuerza y genio suficiente.
Hace un par de años, en uno
de mis blogs sobre una obra de Huxley titulada “Contrapunto”, escribí que los
partidos actuales tendían, en general, a olvidar la cuestión de las ideologías
para, en su lugar, centrarse en aspectos concretos.
Más que de partidos se
trataba de plataformas ciudadanas de opinión. El partido alemán “Los piratas”
fue uno de los ejemplos que nombré. Lo positivo de dicha agrupación es que
conseguía reunir a los ciudadanos en su lucha por un tema de interés concreto, con
independencia de sus posiciones políticas y de sus circunstancias
socioeconómicas. Lo negativo era la ineficacia que demostraban en el parlamento
a la hora de enfrentarse a las cuestiones generales que afectan a un país y que
ni siquiera se habían cuestionado antes de formar parte del parlamento.
Tales dificultades han propiciado que dicho sistema haya sido abandonado o,
como está sucediendo en España, transformado. En efecto, el sistema de
plataformas ha dado lugar a que se celebren una serie de consultas a los
ciudadanos sin ninguna relevancia política ni jurídica. Lo ha hecho un pueblo
vasco y seguramente lo hará Cataluña el próximo día 9 de Noviembre.
Distinto es el caso de los nuevos partidos que están apareciendo en Europa.
Lejos de luchar por un tema concreto, se dedican a denunciar los aspectos
negativos que rigen en sus respectivos países y se declaran euroescépticos. A
pesar de que cada uno de ellos nació de una determinada ideología, la mayor
parte ha cortado – o está intentando cortar- el cordón umbilical que todavía le
une a ella. Esto ha provocado que cada vez se escuche más frecuentemente que dichos
partidos no son ni de izquierdas, ni de derechas, ni de ninguna ideología que
se precie.
Según Jorge, dichos partidos están en periodo de desarrollo y el desarrollo
permite decir hoy una cosa y mañana, otra. La flexibilidad es parte de la vida
y elemento inherente a la política. A mí
me gustaría creer que tiene razón y que todos estos nuevos partidos que asoman
por Europa carecen de ideología y sólo se rigen por el pragmatismo.
¿Mi miedo? Que Jorge se equivoque. Que la afirmación de que estos partidos
no son ni de izquierdas ni de derechas no les conduzca al necesario pragmatismo
sino al terrible fascismo.
¿Y qué pasaría si en vez de afirmar que no son ni de derechas ni de
izquierdas, se afirmara que son de
izquierdas y de derechas?
¡Ah! Entonces eso...
Eso sería nuevamente: el Todo en el Uno, el Uno en el Todo. O sea: para unos,
los más, el círculo y para otros, los menos, la sopa.... (del Nirvana, se entiende)
Y pese a todo...
Pese a todo, hay algo que ningún comentarista, ningún analista, deberíamos
olvidar: el hecho de que los partidos no son entidades con una naturaleza
propia sino que están formados por ciudadanos que, en una sociedad plural como
la nuestra, asisten o tienen la posibilidad de asistir a distintas opiniones y
formarse su propio juicio. Para algunos rige en cualquier sitio y bajo
cualquier circunstancia el: “no sólo de pan vive el hombre”; otros proclaman
que “el hombre es lo que come”; otros sentencian que “primero el comer y luego
la moral” y otros, finalmente, no dudan en afirmar: “como, luego existo.”
Lo usual sin embargo, es que todas estas
premisas coexistan dentro de cada individuo. Que una impere sobre la otra depende
en gran medida tanto de la fortaleza moral de ese individuo como de su
situación económica. Se habla de memoria histórica y a muchos se les
olvida - o ignoran- cuántos de sus abuelos fueron voluntariamente a los campamentos
de juventudes falangistas porque allí les daban de comer.
¿Y aún se critica a Esaú por haber vendido su progenitura a Jacob a cambio
de un plato de lentejas?
¿Aún nos atrevemos a acusarlo por materialista?
¡Mejor debería criticarse a Jacob por no querer dárselas libremente,
primero; y venderlas a un precio tan alto, después!
Isabel Viñado Gascón
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Nota 1: No creo que sea necesario advertirlo. Pero por si acaso: Olviden
cualquier posible interpretación antisemita. Después de 2000 años no creo que
quepa duda alguna respecto a que el Antiguo Testamento y el derecho a intepretarlo
pertenece también a los cristianos. Cuando hablo de Jacob no me refiero a
Jacob-Israel-nación judía. Me refiero a Jacob-persona-hermano.
Nota 2: Lamento si mi comentario les resulta confuso. Hasta cierto punto es
comprensible. Como el mismo Jorge reconoce confusos son, en este momento, los
planteamientos de los partidos políticos, tanto de los ya establecidos como de los
que están en proceso de consolidarse; confusos son los comportamientos de las
empresas, la bolsa y la economía, en general; confusas son también las
actitudes de los ciudadanos.
"Confusos", les llama Jorge. Como ustedes ya saben, yo les llamo, “cínicos”.
La corrección política nunca fue mi fuerte.
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