Monday, November 3, 2014

¿Ni de izquierdas ni de derechas?


Para mi amigo Jorge Iranzo, el término “inconsistencia” y el término “política” son dos palabras imposibles de unir. La política no es inconsistente. La política es, como la vida misma, un constante elegir y decidir. No existe un camino. El camino, como ya dijo el poeta, se hace al andar, lo cual permite el ir hacia delante, hacia atrás e incluso en círculo. La política, afirma Jorge, consiste en el arte de solucionar los problemas prácticos y eso excluye el pensamiento monolítico.

Yo no tendría nada que objetar a Jorge si los políticos, que son los que a fin de cuentas construyen la política, tuvieran como objetivo principal resolver las dificultades a las que cualquier sociedad se encuentra, sin pensar en su beneficio personal. Mi experiencia, sin embargo, me dice que la intención de una gran parte de ellos es la de mantenerse en el ejercicio del poder y que, al igual que sucede con el anillo de Tolkien, cuanto más tiempo lo portan, más les cuesta desprenderse de dicho poder y más profundamente olvidan los dignos propósitos que les llevaron a la actividad política. Justamente por ese motivo, las luchas políticas no son, en general, luchas por el bien de la sociedad sino que son, la mayor parte de las veces, luchas de poder. Las escisiones que tienen lugar dentro de los propios partidos políticos suelen encubrir conflictos entre distintas fracciones, cada una de las cuales intenta imponerse sobre la otra. No se trata tanto de apoyar un determinado proyecto como la de respaldar a un determinado candidato para lograr la sustitución de un dirigente, o grupo de dirigentes, por otro.  

Así pues, la desconfianza a la que los políticos inducen, lleva a unos ciudadanos a ignorar los asuntos políticos, y a otros a intentar encontrar por sí mismos soluciones concretas a sus problemas concretos.

Todos ellos están convencidos de que la política es inefectiva. Y lo es, dicen, porque el político, entre otras cosas, tiende a eludir los problemas de dos formas:

-          Una de ellas,  se basa en resolver los problemas, al estilo "choc" de Till Eulenspiegel.

Este pícaro alemán se hizo pasar por médico genial en Nüremberg. Eulenspiegel utilizó sus dotes como orador ante los enfermos y les explicó que del último en abandonar la sala fabricaría un polvo capaz de curar a todos los demás. Como ustedes pueden imaginar, los enfermos no dudaron en salir a toda prisa del hospital, declarando que se encontraban en perfectas condiciones. La ciudad le pagó la recompensa prometida y a pesar de sus ruegos para que se quedara, Till Eulenspiegel siguió su camino. Dos días más tarde, los pacientes regresaron nuevamente al hospital. Seguían enfermos. Estoy segura de que de haber estado todavía Till en la ciudad hubiera dicho sin pestañear que se trataba de una recaída y que, contra eso, él, no podía hacer nada.

-          La otra forma de eludir los problemas se basa en “el no hacer nada”que en política a veces se denomina “periodo de reflexión” y otras “paciencia para aguardar resultados”.

Esta segunda estrategia consiste en esperar a que los problemas se resuelvan por sí mismos, en virtud de una frase que se ha terminado por convertirse en un slogan de moda: “el tiempo pone todo en su sitio”. (Y lo que no pone en su sitio, se cae, se rompe, y ya no merece la pena ocuparse de eso.)

Todo esto, unido a otros factores como son el individualismo y la intromisión de los poderes económicos en la política,  ha determinado que las ideologías - tanto marxistas como liberales, tanto de izquierdas como de derechas- se encuentren en una grave crisis conceptual de la que difícilmente van a poder salir. Tampoco parece que haya muchas manos dispuestas a ni siquiera intentarlo y las que se prestan a hacerlo carecen de fuerza y genio suficiente.

Hace un par de años, en uno de mis blogs sobre una obra de Huxley titulada “Contrapunto”, escribí que los partidos actuales tendían, en general, a olvidar la cuestión de las ideologías para, en su lugar, centrarse en aspectos concretos.

Más que de partidos se trataba de plataformas ciudadanas de opinión. El partido alemán “Los piratas” fue uno de los ejemplos que nombré. Lo positivo de dicha agrupación es que conseguía reunir a los ciudadanos en su lucha por un tema de interés concreto, con independencia de sus posiciones políticas y de sus circunstancias socioeconómicas. Lo negativo era la ineficacia que demostraban en el parlamento a la hora de enfrentarse a las cuestiones generales que afectan a un país y que ni siquiera se habían cuestionado antes de formar parte del parlamento.

Tales dificultades han propiciado que dicho sistema haya sido abandonado o, como está sucediendo en España, transformado. En efecto, el sistema de plataformas ha dado lugar a que se celebren una serie de consultas a los ciudadanos sin ninguna relevancia política ni jurídica. Lo ha hecho un pueblo vasco y seguramente lo hará Cataluña el próximo día 9 de Noviembre.

Distinto es el caso de los nuevos partidos que están apareciendo en Europa. Lejos de luchar por un tema concreto, se dedican a denunciar los aspectos negativos que rigen en sus respectivos países y se declaran euroescépticos. A pesar de que cada uno de ellos nació de una determinada ideología, la mayor parte ha cortado – o está intentando cortar- el cordón umbilical que todavía le une a ella. Esto ha provocado que cada vez se escuche más frecuentemente que dichos partidos no son ni de izquierdas, ni de derechas, ni de ninguna ideología que se precie.

Según Jorge, dichos partidos están en periodo de desarrollo y el desarrollo permite decir hoy una cosa y mañana, otra. La flexibilidad es parte de la vida y elemento inherente a la política.  A mí me gustaría creer que tiene razón y que todos estos nuevos partidos que asoman por Europa carecen de ideología y sólo se rigen por el pragmatismo.

¿Mi miedo? Que Jorge se equivoque. Que la afirmación de que estos partidos no son ni de izquierdas ni de derechas no les conduzca al necesario pragmatismo sino al terrible fascismo.

¿Y qué pasaría si en vez de afirmar que no son ni de derechas ni de izquierdas, se afirmara que son de izquierdas y de derechas?

¡Ah! Entonces eso...

Eso sería nuevamente: el Todo en el Uno, el Uno en el Todo. O sea: para unos, los más, el círculo y para otros, los menos, la sopa.... (del Nirvana, se entiende)

Y pese a todo...

Pese a todo, hay algo que ningún comentarista, ningún analista, deberíamos olvidar: el hecho de que los partidos no son entidades con una naturaleza propia sino que están formados por ciudadanos que, en una sociedad plural como la nuestra, asisten o tienen la posibilidad de asistir a distintas opiniones y formarse su propio juicio. Para algunos rige en cualquier sitio y bajo cualquier circunstancia el: “no sólo de pan vive el hombre”; otros proclaman que “el hombre es lo que come”; otros sentencian que “primero el comer y luego la moral” y otros, finalmente, no dudan en afirmar: “como, luego existo.”

Lo usual  sin embargo, es que todas estas premisas coexistan dentro de cada individuo. Que una impere sobre la otra depende en gran medida tanto de la fortaleza moral de ese individuo como de su situación económica. Se habla de memoria histórica y a muchos se les olvida - o ignoran-  cuántos de sus abuelos fueron voluntariamente a los campamentos de juventudes falangistas porque allí les daban de comer.

¿Y aún se critica a Esaú por haber vendido su progenitura a Jacob a cambio de un plato de lentejas?

¿Aún nos atrevemos a acusarlo por materialista?

¡Mejor debería criticarse a Jacob por no querer dárselas libremente, primero; y venderlas a un precio tan alto, después!

Isabel Viñado Gascón

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Nota 1: No creo que sea necesario advertirlo. Pero por si acaso: Olviden cualquier posible interpretación antisemita. Después de 2000 años no creo que quepa duda alguna respecto a que el Antiguo Testamento y el derecho a intepretarlo pertenece también a los cristianos. Cuando hablo de Jacob no me refiero a Jacob-Israel-nación judía. Me refiero a Jacob-persona-hermano.

Nota 2: Lamento si mi comentario les resulta confuso. Hasta cierto punto es comprensible. Como el mismo Jorge reconoce confusos son, en este momento, los planteamientos de los partidos políticos, tanto de los ya establecidos como de los que están en proceso de consolidarse; confusos son los comportamientos de las empresas, la bolsa y la economía, en general; confusas son también las actitudes de los ciudadanos.

"Confusos", les llama Jorge. Como ustedes ya saben, yo les llamo, “cínicos”.

La corrección política nunca fue mi fuerte.

 
 

 

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