Georg Diez, comentarista de “Der Spiegel”
afirma que liberarse de las ataduras de la religión constituye para muchos
individuos una cuestión prioritaria. De repente y casi sin saber por qué, la
famosa frase de Wittgenstein resuena en mis oídos: “De lo que no se puede
hablar es mejor no hablar.” Tal vez Carlota tenga razón y lo más sensato que una
persona pueda hacer para mantener la paz social sea guardar sus opiniones
privadas sobre las cuestiones privadas en la caja fuerte de su privacidad. El
problema es que para las personas como mi amiga, incluso la política entra
dentro del campo de lo privado a no ser que uno decida dedicar sus esfuerzos a
la política. “En ese caso,- afirma Carlota categórica-, ha de trabajar en el
momento y en la situación que para ello se han precisado, pero desde luego no en el salón
de mi casa y no delante de otros invitados.”
…….
Carlota acaba de llamarme. Sus hijos le han
comentado que en las redes sociales están circulando dos mensajes completamente
diferentes. Uno afirma: “Yo soy Charlie”. El otro, por el
contrario, asegura tajante “Yo no soy Charlie”.
El primer mensaje reivindica la libertad de
expresión. El segundo, no defiende las muertes sino el respeto a la religión. O
sea, a lo sagrado. A lo eternamente sagrado. Los que están insertando el “Yo no
soy Charlie” rechazan los asesinatos. Se muestran contrarios a la violencia.
Afirman que todo el que quiere matar, mata y para eso utiliza la razón que sea.
Por eso rechazan los asesinatos cometidos en nombre de su Dios, porque esos
asesinatos han utilizado a su Dios para matar por matar. Si no hubieran sido
las viñetas habría encontrado otra excusa. No
defienden a los asesinos. Ellos mismos tienen problemas con tales elementos
radicales, con tales terroristas que sólo pretenden implantar el terror. Y
ellos temen el terror. Huyen de él desde hace siglos. El policía musulmán
asesinado se ha convertido para mucho de ellos en un símbolo: los terroristas
no respetan a nadie; ni siquiera a las creencias en nombre de las cuales asesinan. Los terroristan no quieren nada.
Quieren asesinar. Simplemente eso.
Y sin embargo, y a pesar de afirmar todo eso,
no dejan de repetir una y otra vez: “Yo no soy Charlie”.
…….
Llueve
……
Confrontación de valores.
Confrontación porque como no hay ningún axioma
superior, todo vale lo mismo y cada uno de esos valores lucha por afirmar su superioridad sobre los otros; confrontación porque el Todo está en el Uno y el Uno en
el Todo, porque Todo es Todo o Nada tiene que ver con Nada, según el caso y surge la lucha por la clarificación, por la distinción;
porque basta con que se pida perdón para que todo vuelva a la normalidad;
porque ni las palabras ni el discurso tienen ya sentido, porque todo depende de
lo políticamente correcto y lo políticamente correcto –lo sabemos todos-, -lo
hemos visto todos- cambia como cambia el tiempo: enemigos eternos de ayer
afirman hoy en las redes sociales ser “Mejores Amigos”. Lo que ayer se
consideraba tolerancia, se considera hoy debilidad; lo que ayer se consideraba
inadmisible, es hoy absolutamente comprensible. Los que ayer eran calificados como xenófobos son
hoy considerados defensores de su identidad…
Confrontación de
valores.
Libertad de
expresión, que en estos días se ha convertido en el valor sagrado del Occidente
por excelencia, contra Respeto a lo Sagrado, que sigue siendo el valor sagrado
del Oriente.
Ningún Occidental entiende esta confrontación.
La religión para el hombre occidental es sinónimo de oscurantismo, de
ignorancia, de violencia física y espiritual y ha necesitado de siglos para
liberarse de ella. Y sin embargo, seamos sinceros: la inquisición no murió con
la inquisición, se mantuvo y se mantiene en muchos pueblos. La inquisición se
mantiene en ese constante “qué dirán”. La inquisición religiosa ha sido
sustituida por la inquisición que practican muchos medios de comunicación con
sus comentarios. Los programas como “Sálvame” son programas temidos porque en
ellos se glorifica o se humilla a placer a distintas personas por los mismos
comportamientos. Es un nuevo tipo de inquisición que quema o perdona en función
de un nuevo dios que ya no es el Dios cristiano sino el dios de las cuotas de audiencia. El esquema inquisitorial
fue introducido por programas parecidos a “Sálvame” y a la vista del éxito
obtenido ha sido seguido por otros programas serios de debates políticos. El resultado
es que los espectadores asisten a tertulias de gallinero, a insultos, a gritos,
a menosprecios, a bromas de amiguetes de bar. Lo dicho el Todo en el Uno y el
Uno en el Todo. Sólo que incluso en ese plano existe la Rueda, el círculo del
sufrimiento, por un lado y la Sopa del Nirvana, por el otro. ¡Pobre del que se crea libre estando en la
Rueda! ¡Pobre del que crea que puede hacer y decir lo que quiera estando en el
círculo del sufrimiento!
No tardará en ser acribillado por los de la sopa.
No tardará en ser acribillado por los de la sopa.
Pero los periodistas nos obsesionan con esa
libertad de expresión y nos hacen olvidar la cantidad de censura y autocensura
que tienen que efectuar diariamente si quieren seguir ejerciendo su profesión,
si quieren seguir conservando su puesto de trabajo; se olvidan del “Mainstream”
que rige muchas veces sus análisis; se olvidan de los caricaturistas que
decidieron abandonar al periódico “El Jueves” porque se negaban a aceptar la
censura que se les imponía; se olvidan de que ellos también sirven no a un dios
sino a una diosa llamada Cuota de Audiencia y a un dios que se llama "Concentración de los Medios de Comunicación", que son los que dictan las reglas. El periodista que quiere trabajar trabaja para defender un determinado punto de vista. Para que se pueda llamar libertad de expresión lo mejor es que ese determinado punto de vista coincida con el suyo.
El periodismo corre el peligro de que cuando los profesionales que lo ejercen quieran reaccionar en contra este fenómeno tan actual como real, sea demasiado tarde.
Hubiera sido practicar la auto critica antes, mucho antes.
Confrontación de valores, traicionados ambos por los mismos que los defienden
El periodismo corre el peligro de que cuando los profesionales que lo ejercen quieran reaccionar en contra este fenómeno tan actual como real, sea demasiado tarde.
Hubiera sido practicar la auto critica antes, mucho antes.
Confrontación de valores, traicionados ambos por los mismos que los defienden
El valor de la Libertad de expresión – triste y traicionada
por sus propios representantes- contra el valor del respeto hacia una Religión a la que
igualmente muchos de sus componentes traicionan.
En cualquier caso se trata de una confrontación
de valores que ningún occidental occidentalizado puede comprender.
Y sin embargo, intentemos pensar en otra
confrontación de valores que no deja de ocupar titulares de los periódicos y
teorías de la conspiración: la
confrontación entre Libertad y Seguridad.
¿Qué valor es más
importante? ¿El de la libertad o el de la seguridad?
Preguntemos a esos periodistas y ciudadanos
qué opinan de las escuchas de teléfono de la NSA, qué opinan de los controles
de la CIA, qué opinan de las medidas de seguridad introducidas por Bush después
de los atentados a las torres gemelas y contestarán indignados que eso es un
recorte a las libertades ciudadanas, una limitación de la democracia, la
instauración de un Estado espía y totalitario. Su enojo no se apaciguará fácilmente.
Especialmente el tema de la NSA y el
sistema de control que ejercen las fuerzas de seguridad de los Estados Unidos
sigue produciendo grandes iras en los ánimos europeos.
¿Cómo reaccionarían esos europeos si de
repente un asesino a sueldo, o sea, un asesino de esos que pertenece a una
banda terrorista que mata por matar, por introducir el caos, el miedo, el
terror, la oscuridad, destrozara la Unidad de la CIA y unos cuantos agentes
encargados de llevar operaciones de la NSA murieran?
Se declararían – qué duda cabe- consternados
por los asesinatos. Se declararían en contra de dichos atentados. Los
considerarían una aberración y manifestarían su absoluto y total desacuerdo con
tales formas de salvaguardar de la democracia, la libertad que entrañan la violencia. Es decir, separarían
tales actuaciones de lo que es la democracia y calificarían tal acción de indigna
y despreciable, que es justamente la misma forma en que se han manifestado los
grandes Imanes de París y Francia con respecto a los atentados de París.
Pero ¿Se lanzarían esos periodistas y
ciudadanos a la calle para manifestarse en masa en contra de los asesinatos? ¿Se
precipitarían con carteles que dijeran: “Yo soy la CIA”, “Yo soy la NSA”?
Esa es la gran cuestión.
Confrontación de valores.
¿Libertad o seguridad?
Al día de hoy no hay criterios claros al
respecto. De hecho y a raíz de lo acontecido muchos de los que hoy claman y
abogan por la libertad de expresión respiraran aliviados cuando lean las nuevas
medidas de seguridad (o sea: de control) que se van a establecer en la mayor
parte de Europa. Los mismos que se manifiestan por la libertad de expresión se
manifiestan igualmente a favor de un
incremento de la seguridad. No quieren sufrir ningún peligro. Y esos mismos ciudadanos
respetables mirarán con desconfianza a todo aquél que parezca pertenecer a la religión musulmana porque sus rasgos físicos
así lo señalan. En este momento – estoy convencida- esos demócratas de a pie se
sentirán legitimados para observar e incluso llegado el caso para interrogar
debido a su similar apariencia física tanto a los árabes, como a los judíos, como a los especialmente ciudadanos morenos, aceitunados
y similares. La histeria colectiva va a provocar momentos tan divertidos como
surrealistas. El control social en aras de la defensa de una libertad de
expresión, que como ya he dicho, no deja ella misma de censurarse diariamente
por los motivos más anodinos.
Esos mismos ciudadanos y periodistas preguntan una y otra vez por los refuerzos de las medidas de seguridad, que –
no lo olvidemos, incrementan el control y recortan – por tanto- la libertad, lo
cual – admitámoslo- no deja de ser una contradicción en todos sus términos –
por no llamarlo absurdo y disparate.
Esos sesudos periodistas y ciudadanos reclaman
un refuerzo de la seguridad y preguntan a los máximos representantes de sus
Estados si están preparados para defender a ataques terroristas – lo cual es
todavía una pregunta aún más terrible porque si el Estado contesta que sí, eso
significa que el control de los ciudadanos es minucioso y digo ciudadanos
porque ante un Estado que tiene miedo de ser atacado cualquier ciudadano es
sospechoso porque el que esté libre de culpa que tire la primera piedra, porque
la culpa es siempre abstracta, porque cualquier acción puede ser culpabilizada
y cualquier no-acción también, porque ni siquiera los muertos están libres de
culpa…, etc, etc, etc.
Al final, comprobamos que de la libertad de
expresión se pierde el primer término y sólo termina quedando el segundo. O
sea: “expresión”. Una expresión que tiene que ver muy poco con la reflexión
sincera y mucho con el momento, con la oportunidad, con el instante.
Vivimos en tiempos postmodernos. No hemos
salido de ellos. El ayer ha dejado de existir. El hoy es un absurdo sin sentido.
El mañana no existe. El individuo es una construcción de momentos que no
constituyen ninguna unidad, la comunicación se hace por tanto imposible,
incluso aquélla del individuo consigo mismo. Y a estos tiempos postmodernos se
les han añadido las teorías sociales originadas a partir de las teorías científicas
de la relatividad: mundos paralelos, mundos infinitos abiertos a una infinitud
de posibilidades de ser y sentir y a esto, la posibilidad de crear mundos con
la fuerza de la mente.
El final de todo ello es una sociedad
confusa, caótica, que grita en la plaza del pueblo hoy un valor y mañana otro,
que no razona sino que justifica, que no trata de encontrar la verdad porque la
verdad no existe, dicen, porque la verdad se crea. Y se crea con argumentos.
Los mismos que advierten contra el lavado de cerebros al que las élites nos
someten, luchan con todas las armas de que disponen para convencer a los otros
de su punto de vista.
Al final, los moderados, esos que somos
recibidos con desgana y desprecio en todos los grupos, somos conscientes de que
el conflicto entre valores hace tiempo que ha sido solucionado. No se trata de
un conflicto entre libertad de expresión o respeto a las creencias religiosas,
no se trata de un conflicto entre libertad y seguridad; no se trata de un
conflicto entre sociedad plural o sociedad comunitaria; no se trata de un
conflicto entre integración o mantenimiento de la libertad; ni siquiera se
trata de un conflicto entre diversas culturas.
Todos esos son valores menores. Pelean entre
ellos justamente porque ninguno de ellos es el Axioma Primero.
¿Cuál es el axioma primero?
¿Cuál es el valor supremo?
El mismo que ha sido desde siempre.
El mismo en nombre del cual bajo denominaciones distintas
tantos pueblos han muerto:
El Poder.
¿Comprenden ahora por qué la reflexión
solitaria y sincera es tan importante?
¿Comprenden ahora por qué los moderados no
gustan a nadie?
¿Comprenden ahora por qué los nómadas mucho menos aún?
¿Comprenden ahora por qué los nómadas mucho menos aún?
Isabel Viñado Gascón
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