¿Representan los guetos una manifestación de la discriminación social que
algunos grupos sufren o son los guetos una forma de defensa con respecto del
tenebroso mundo de “afuera”, un modo de salvaguarda de la propia cultura, de
los propios modos de vida?
Olvidémonos por un momento
de los musulmanes y acudamos a otros ejemplos: el de los judíos ortodoxos en
Israel, el de los chinos en Nueva York y el de los gitanos en España.
Todos estos grupos viven en comunidades cerradas y apartadas del resto de
la sociedad, con la cual sólo entran en contacto “cuando no les queda más
remedio”. Pese a las grandes diferencias que les separan, lo cierto es que
todos estos grupos tienen en común su desconfianza, su rechazo incluso, hacia
los esquemas que priman en el mundo exterior. Un gitano seguramente diría que
por culpa de los payos pero si siguiéramos conversando no tardaríamos en
descubrir (al menos, sospechar) que esa “culpa”, casi pecado, se deriva del
hecho de que la cultura del payo no se adapta a la del gitano. El payo “no
puede entender” al gitano. El gitano, de cultura milenaria, lucha por
sobrevivir en un mundo de payos, por no ser “absorbido” por la cultura del
payo. La falta de integración corre pareja al deseo de conservación. El gueto
constituye su aislamiento y su defensa. Que impere uno u otro rasgo depende, en
gran medida, de las condiciones materiales del momento.
En el caso del barrio chino de Nueva York, prima el mantenimiento de la
cultura pero sobre todo, la ventaja de la independencia de acción (prioritariamente la
comercial) que la dificultad del lenguaje otorga. El comerciante de la comunidad china cuida con
esmero su independencia, tanto como los trasteros de sus tiendas: lo que allí
se guarda no es incumbencia de nadie, salvo de él mismo.
En cuanto a los ortodoxos judíos de Israel, su aislamiento obedece a varias
causas. En su caso no es simplemente que se aislen de la sociedad para no ser
contaminada por sus pecados. A decir verdad, ésta ha de considerarse –pese a
las apariencias y a lo que muchos digan- como la razón más nimia. El hombre
bueno huye del mal y cuando no puede huir, lo resiste con dignidad. Dios está
con él. Así pues, el auténtico motive de su aislamiento obedece a una misión: ellos son la salvaguarda
moral de Israel. Sobre ellos descansa la obligación de oración, de plegaria y
de la defensa moral de su pueblo. Lo que esta defensa moral signifique y hasta dónde pueda jurídica, política y socialmente
llegar, es otro tema. Como me gusta meterme donde no me llaman y a pesar de no
ser ni judía ni israelí, no me resisto a decir que considero un tremendo error
que los ortodoxos judíos que viven en Israel tengan que cumplir el servicio
militar. Israel necesita de una salvaguarda moral, mucho más aún viviendo en el
caos violento en el que vive.
En cualquier caso, y como vemos todas estas tres comunidades conviven
aisladamente y en lo que podríamos calificar “guetos”.
¿Y las comunidades musulmanas?
Al contrario que los chinos, las comunidades musulmanas francesas dominan
el idioma del país en el que viven. Al contrario que los judíos ortodoxos,
ellos no constituyen el grupo religioso ortodoxo dentro de su propio país, practicante de esa misma religión aunque de modo menos severo. Al contrario que los
gitanos, ellos no simbolizan una cultura nómada.
Los musulmanes hablan el francés en Francia, que es un país laico y que
defiende la libertad de expresión y de religión. Los niños musulmanes acuden a
las mismas escuelas públicas que los otros niños no musulmanes. Si viven en
barrios desprotegidos, también otros niños no musulmanes lo hacen. Si viven en barrios con
conflictos sociales, también otros niños cristianos los sufren. ¿Qué es pues,
lo que ha fallado?
Valls reconoce la falta de integración. Valls reconoce los guetos. Valls no
sabe qué va a hacer. Valls sabe que no hace falta ser musulmán para no estar
integrado. Los míseros, los “sin hogar”, los “recién llegados”, tampoco están
integrados.
La falta de integración de los habitantes de determinados barrios es
universal. No sólo en Francia, no sólo en Europa. Pero incluso en los barrios
de “no integrados” hay algunos más integrados que otros.
La integración de estos ciudadanos se incrementa o decrece según las
condiciones económicas del país.
Del mismo modo, la
integración de los grupos musulmanes aumentará o disminuirá según las condiciones
económicas del país, pero en cualquier caso se acentuará a medida que
crezcan los ataques terroristas. Esto no puede considerarse ni racismo ni
discrimación del Occidente: es una consecuencia racional y cabal. La
islamofobia se multiplicará a medida que los ataques terroristas lo hagan.
La Islamofobia y la “occidentofobia”, por llamarla de alguna manera, van de la mano. Y los artífices de esta genial manipulación no son otros que los terroristas
¿Qué terroristas? Aquéllos que costean desde hace décadas los entrenamientos de los kamikazes prestos a matarse por “la causa”.
La Islamofobia y la “occidentofobia”, por llamarla de alguna manera, van de la mano. Y los artífices de esta genial manipulación no son otros que los terroristas
¿Qué terroristas? Aquéllos que costean desde hace décadas los entrenamientos de los kamikazes prestos a matarse por “la causa”.
Es una lástima que la relación entre las comunidades musulmanas y las
comunidades judías sean tan negativas. Las comunidades musulmanas deberían
preguntar a las comunidades judías acerca del tema de los guetos. Los judíos son expertos en la
cuestión de la falta de aceptación. No han sido aceptados nunca. Tampoco lo
intentan. A veces creo que ser aceptados despierta en ellos una desconfianza
mayor aún. Las comunidades judías vivieron en guetos durante siglos. En Rusia y
Polonia sufrían constantes “pogroms”, cada vez que alguien de los de “afuera”
se aburría o se emborrachaba. Como esto solía suceder con relativa frecuencia,
con relativa frecuencia también, debían esperar los ataques. Defenderse
resultaba imposible debido a la magnitud desmedida de los atacantes y de sus
represalias. Se trataba pues, de campear el temporal lo mejor posible. Eso
incluía traiciones y engaños internos, dentro de la propia comunidad. Eso
demostraba la maldad que los atacantes les achacaban: habían vendido a los
suyos para sobrevivir. Así, el “sentimiento de culpa” corre parejo a su rabia.
En este sentido no es extraño que fuera Freud el que estableciera la teoría de
los instintos sublimados ¡Hombre! ¿Qué otra cosa se puede hacer en esos casos?
La debilidad les impedía defenderse, a veces incluso les impedía mantener su
integridad, pero no les impedía pensar. Y es lo que hicieron. Cuando llegó la
política de integración-asimilación que consistía en obligarles a aprender el
idioma del país (polaco, alemán) y acudir a las escuelas públicas, vieron el
cielo abierto. Al fin podían mostrar y demostrar su valía. Eso les reportó el
éxito tanto como la envidia del exterior. Lo que después pasó lo conocemos
todos. Su emigración a los Estados Unidos supuso la salvación del cuerpo y la
pérdida de sus lazos religiosos y lingüísticos. Los hijos aprendieron el
inglés, idioma que muchos padres casi no dominaban. La ruptura generacional se
manifestó en esos grupos con más virulencia que en el resto de la sociedad. Y
si no, que se lo pregunten al escritor Singer.
Pero los musulmanes no preguntan a los judíos, que son una comunidad
minoritaria igual que lo es su comunidad. ¿Por qué? ¿Porque no quieren escuchar
“las mismas batallitas de siempre de los abuelos”?¿Por el problema de Israel?
Pero los judios no son Israel. Y si los musulmanes están convencidos de que los
judíos son Israel ¿podemos entonces pensar nosotros que ellos son Arabia Saudí,
Afganistán, Irak y todos esos países en los que impera la ley islámica y en los
que al día de hoy se siguen impartiendo latigazos a todo aquél cuyas opiniones
no concuerden con la opinión infalible de la autoridad que rige?
¿Podemos pensar que ellos son los terroristas?
¿Podemos pensar que ellos son los terroristas?
Aquí comienza el problema. El terrible problema del Principio de
Identificación. ¿Es “a” igual a “a”?
Si los musulmanes sostienen que los judíos franceses son Israel y por tanto
un enemigo a liquidar, eso determina que se pueda pensar que los musulmanes franceses
sean islamistas radicales y en ese caso, ciertamente, lo mejor que podrían
hacer es ir a vivir a aquéllos países en los que las estructuras sociales mejor se adaptan a sus creencias religiosas. Eso resultaría más fácil que pretender
reformar la sociedad corrupta en la que se encuentran. Eso justamente es lo que
hacen muchos judíos: emigrar a Israel porque, Francia, sencillamente, no les
ofrece la necesaria seguridad. Los judíos franceses no viven en guetos, pero
viven con miedo. ¿No constituye también esto un problema?
Soluciones para escapar de
la manipulación´y de los guetos no deseados.
-
No
creer que el mundo se divide en “buenos” y “malos”
-
Si se
cree que el mundo se divide en “buenos” y “malos”, entonces hay que admitir que
existen dos posibilidades: la de dialogar con el diablo y la de no dialogar. Matar al diablo es imposible. Al
diablo no se le puede matar. Al diablo sólo lo puede matar Dios y si lo ha
dejado ahí, por algo será.
-
No
fiarte de lo que te dice el otro. Preguntar primero por qué te lo puede decir.
O sea, juicio crítico. Y eso determina: aprender, aprender, aprender.
A todos aquéllos que no están integrados pero quieren integrarse: tal vez
ustedes no lo consigan, pero luchen porque sus hijos lo hagan. Promuevan el
estudio en vez de el consumo. Eviten el victimismo. Eviten a los quejicosos.
Luchen. Luchen con todas sus fuerzas. No con la espada. Sí con el cerebro.
Consigan que sus hijos se introduzcan en la política europea, en las
universidades europeas. Consigan que la religión del Islam sea sinónimo de
“saber”, de “conocimiento” y no simplemente de “petro dinero”, “terror” y
muerte.
O trabajamos todos juntos en una misma dirección o el carro se para. El
Estado no puede solucionar cada uno de nuestros problemas si nosotros mismos no
estamos dispuestos a hacer algo. En mis oídos resuenan las voces de miles de
españoles quejándose del aumento del IVA, mientras las bibliotecas municipales
permanecen cada vez menos visitadas porque el número de adolescentes que lee no
para de descender. De nada sirven ya las lecturas obligatorias. Los jóvenes
consultan blogs que les detallen el argumento y de paso les ofrezcan un
comentario al respecto, wikipedia y se sienten sumamente felices si hay alguna
película filmada de la obra.
El victimismo por la cultura es también un modo de manipulación. Nunca como
hoy en día ha habido tantas posibilidades de acceder a la cultura. El que estas
posibilidades no se aprovechen adecuadamente no significa que la cultura sea
cara ni elitista. Significa que la cultura –hoy como ayer- es cosa de pocos.
Las dos manipulaciones a las que estamos siendo sometidos por parte de los
terroristas son dos:
-
El
sentido de culpa – dentro de los grupos europeos
-
El
victimismo – dentro de los grupos musulmanes que intentan abrirse paso en la
sociedad.
A los habitantes de Europa corresponde, independientemente del grupo de pertenencia,
o superarlos o admitir, igual que admite Carlos, que nada del mundo externo, salvo lo estrictamente necesario, es digno de interés y que por tanto, no se dialogará con nadie con quien previamente no se haya concertado una
cita.
Isabel Viñado Gascón.
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