Wednesday, January 21, 2015

Métodos de manipulación. Guetos. Primera Parte.


A lo largo de nuestra existencia todos nosotros hemos sido manipulados, al mismo tiempo que manipulábamos. La manipulación constituye el fundamento esencial de cualquier relación humana. “Cada hombre tiene un precio”, suele decirse, “sólo hay que buscarlo”. El problema, sin embargo, es que muy pocos están dispuestos a pagar por el hecho de que alguien actúe cómo se pretende que actúe. Al fin y al cabo “pagar” significa, que esa adhesión tiene un valor y por tanto, uno nunca está seguro de que ante los embates “económicos” el precio sufra grandes alteraciones al alza o a la baja.

 “Convencer” y “persuadir”, por el contrario, son términos que aluden a la intención del interlocutor de que el oyente acepte libre (y gratuitamente) los argumentos que se le plantean ya sea a través de esquemas racionales, en el caso de “convencer”, o de esquemas emocionales, cuando se aplica la “persuasión”.

A partir de ahí las posibilidades son prácticamente infinitas.

Uno de los más utilizados es el del complejo de culpabilidad. A la persona manipulada se le hace sentir “malvada”, “cruel”, “injusta”. Como en general ninguna persona normal desea ser así, el afectado o afectada suele esmerarse en sus acciones, considera en cada momento qué puede dañar al otro y lo evita atentando incluso contra sus propios intereses. La manipulación sin embargo, no acaba aquí. El segundo estadio es que el manipulado no considere sus buenas acciones como dignas de ser tenidas en cuenta. Cuando alguna vez el manipulado se siente orgulloso de sí mismo y lo expresa en voz alta.  el manipulador recurre al consabido “no es para tanto” o indignado pregunta: “¿se tienen que enterar todos de lo que haces?”. Si el manipulado denuncia una injusticia, las frases, sin duda, que escuchará serán: “los celos te matan”, “la envidia te corroe”. Y si alguna vez pierde los estribos tendrá que hacer frente a reproches parecidos a: “es un mal bicho”, “no te soportas ni tú”.

La última fase consiste en no dar importancia a sus sufrimientos y dolencias por aquéllo de que “no es para tanto”.

Una vez terminado este proceso, que dura como ustedes habrán comprendido, muchos años, el manipulado se convierte en un esclavo autómata a las órdenes del manipulador. El complejo de culpa hace de él un ser débil en cada momento y en cada situación.

No sé dónde terminan los niños que desde pequeños sufren este tipo de manipulación. A Ifigenia, como les dije, la salvó el irse fuera de casa y aún así no le quedó más remedio que cortar cualquier tipo de relación una vez que la madurez le hizo comprender el abuso psicológico que durante tanto tiempo había sufrido y que se basa en la sentencia: “Eres mala. Tu naturaleza es malvada. Para conseguir ser buena, tienes que hacer todo lo que nosotros queramos sin quejarte.”

Ifigenia se salvó. No obstante, el odio a sí misma la acompaña cada instante de su vida. Intenté presentársela a Carlos, pero éste se negó en rotundo. “El odio a uno mismo, el odio al otro – en eso y nada más consiste el glorificado mundo humano. Incluso la indiferencia es otro tipo de odio, otro tipo de manipulación, consistente en ignorar lo valioso de la acción de otra persona. El más divertido es el de aquéllos que se pasan la vida diciendo lo mucho que valen. Es la única terapia que serviría a tu amiga. Se la aconsejo: “Me tomo un helado. El helado es especial porque es mi helado. ¡Y qué bien me lo sé comer! No hay nadie que lo haga con tanta elegancia, con tanta delicadeza como yo...” Y que lo diga en voz alta, a sus amigos: Facebook, twitter, Instagram, Whatsapp, teléfono... ¿En qué otra cosa crees si no  que radica el éxito de todas esas nuevas tecnologías? Selfi-marketing. El individuo comunica al mundo, a su mundo, lo mucho que vale, lo estupendo que sabe hacer las cosas, lo bien que le va la vida, sus viajes, sus restaurantes... El problema es que los otros también lo hacen. La guerra  está nuevamente declarada. Lo dicho: el hombre es malo y estúpido. Malo y estúpido sin solución.”

Muchos afirman que Occidente, al igual que mi amiga Ifigenia, está sufriendo la manipulación del complejo de culpabilidad desde hace tiempo. Yo, en cambio, sigo pensando que Occidente no es Ifigenia. El Occidente moderno ha pretendido extender sus territorios, primero y su influencia después, tan lejos como le ha sido posible. El Islam, como potencia política y militar, está haciendo lo mismo.  Cada una de las dos fuerzas dispone de sus peones.
Para unas élites, la integración determina el mantenimiento de la paz; para los estamentos dominantes de la otra parte, la sumisión. Los unos tienen sus políticos democráticamente elegidos, sus estructuras laicas y tolerantes; los otros tienen sus Libros Sagrados que les confieren la facultad de expresar verdades absolutas y decisiones infalibles. De ahí que su autoridad sea irrevocable e incontestable.

En una relación así no hay manipulación que valga, hay oposición de fuerzas.

¿Quiénes son, pues, los manipulados?

Los manipulados son todos aquellos que se encuentran en una situación de inferioridad y se ven obligados a luchar “convencidos” o “persuadidos” por las causas de los poderosos. Los manipulados son los  peones del tablero en el que diferentes piezas, con diferentes posibilidades de actuación se mueven hasta dónde dichas posibilidades les permiten.

Los peones de Occidente están convencidos de que la libertad de expresión es uno de los pilares fundamentales de su civilización. Ironías de la vida, ellos que están absolutamente convencidos de que la libertad es uno de los grandes estandartes de su cultura, aceptan encantados que las cámaras de seguridad les graben y  que se recopilen sus datos para evitar que los terroristas les ataquen. Ellos, afirman tajantes, no tienen nada que temer puesto que son inocentes y por tanto aceptan una limitación de la libertad, de su libertad, en función de la seguridad, de su seguridad. ¿Quiénes les han manipulado? ¿Los gobernantes de sus países? No. No han sido los gobernantes. Han sido los terroristas. Los terroristas serán igualmente los que no tardarán en echarnos en cara nuestra falta de libertad real y tendremos que callar porque seguramente será verdad y encima – y eso es lo peor- ¡la habremos pedido nosotros mismos!

Los peones del Islam han sido también manipulados por los terroristas islamistas fundamentalistas radicales –ya no se sabe ni cómo llamarlos. Los terroristas  han manipulado a las comunidades musulmanas haciéndoles creer que ellos eran víctimas de la pobreza, de la miseria, de las clases gobernantes del país. Los terroristas los han manipulado a través de imanes fanáticos que únicamente piensan en la extensión de su religión. Seguramente es más cómodo pensar esto que pensar que la pobreza, lamentablemente, es un mal que afecta a una gran parte de la sociedad. Que se lo pregunten si no, a los millones de españoles que hay en paro; es más fácil pensar que la sociedad de afuera introduce la droga para matar a tus hijos que admitir que la misma enfermedad es la causa de la muerte de la sociedad de afuera. Se lo han hecho creer los imanes, sí. Pero también se lo han hecho creer los políticos de la extrema izquierda, resueltos a ganar votos y popularidad sea como sea. Y el victimismo es, admitámoslo, una de las formas de manipulación más fáciles y más rentable que existen. El “pobre de mí” es uno de los lamentos más universales que existen. Determinados políticos juegan con este sentimiento. En vez de decirles: "vuestras penas son reales pero son las penas de muchos otros ciudadanos franceses porque es una pena que descansa en una sociedad que es injusta no porque seáis musulmanes sino porque las sociedades siempre son injustas"; en vez de decirles: "Francia es injusta, sí, pero no sólo con vosotros, también lo es con otros muchos ciudadanos. Por eso es necesario que todos juntos trabajemos codo a codo para denunciar esas injusticas y solventarlas, el camino es largo y no está terminado pero ya hemos conseguido mucho y seguiremos consiguiéndolo"; en vez de eso, prefieren utilizer la demagogia y gritar: "¡Pobres maltratados, os desprecian por vuestra religión, unámonos contra el fuerte, juntos les venceremos, fuera la discriminación!"

A medida que las protestas se radicalizan, a medida que los atentados terroristas se suceden, mayores dificultades son las dificultades de los musulmanes para integrarse.

-          Por un lado, los terroristas y determinadas corrientes políticas les han manipulado para que ellos se sientan víctimas y reivindiquen sus derechos en una sociedad carente de latigazos.

-          Paralelamente, los atentados terroristas han provocado que el resto de la población  identifique sus protestas sociales, sus deseos de practicar su religión como amenazas encubiertas: “O haces lo que pido, o hay una bomba”.
La gente no musulmana “les tiene miedo” y ello provoca el rechazo y la desconfianza, como medida de autodefensa.

Ante el miedo y la precaución que los terroristas, primero y los musulmanes ,despues, despiertan hay diferentes reacciones. A algunos musulmanes, este “dar miedo”  les envalentona porque ven en el miedo un modo de conseguir sus propósitos;  a una minoría de musulmanes el rechazo que el miedo provoca los arrastra incluso a la radicalización y a establecer sus territorios de dominación. Sin embargo, la mayor parte de los musulmanes es moderada y no comprenden el temor que provocan. Ellos - explican-  son musulmanes, no terroristas.
No obstante a medida que el odio se intensifique, los moderados, como dice Carlos, sufrirán el desprecio tanto de los no musulmanes, que aprovecharán su moderación para arrojar sobre ellos su ira, como el de los otros musulmanes, que los considerarán débiles. Es posible que muchos, sintiéndose rechazados, decidan paulatinamente tomar partido por las tesis radicales como forma de integración  socio-cultural.

Es así como el fundamentalismo se expande.

Así pues, los terroristas han conseguido manipular a la población europea en su totalidad. Son los terroristas también los que están manipulando a la población para que entremos en el juego del “bueno” y el “malo”.¿Quiénes son los que podrían salvarse de esa manipulación?

Los jóvenes. Pero no cualquier tipo de jóvenes. Los góticos, los pijos, los punkies, las it-it- girls, los rockers satánicos y los frikis radicales... O sea, los extremos ¿Por qué? Porque ellos llevan aprendiendo en el Instituto lo que muchos todavía no han entendido: la tolerancia no es conversar sobre los problemas comunes; la tolerancia consiste básicamente en el pacto silencioso de no agresión y para eso: lo mejor es mantenerse alejados los unos de los otros y cambiar de Instituto cuando un único grupo domina sobre los otros. Un gótico en un Instituto donde sólo hay “pijos”, debería solicitar el traslado inmediato a no ser que existiera un pequeño grupo de “afines” y estuviera dispuesto a hacer presión. (Lo mismo si se trata del caso contrario) Hablar sólo hablan cuando no hay más remedio.

Esos grupos quieren su libertad y su independencia a toda costa y cuando les hablan de cámaras para visualizar a los terroristas murmullan un: “no me jodas” y piden una cerveza para reponerse del disgusto.

En estos grupos la tolerancia significa sobre todo: delimitación y separación del territorio en el que se opera. Una “invasión” del territorio significa una declaración de guerra. Una “conversación” entre grupos requiere el cumplimiento de una serie de formalidades.
Mal que nos pese, la Tolerancia hace referencia a un pacto de no agresión con los los que no pertenecen al grupo. Y este pacto de no agresión no significa otra cosa que: Incomunicación con los otros, con los distintos.

Esto nos introduce en un segundo tipo de problema:

El de los guetos.


Isabel Viñado Gascón

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