A lo largo de nuestra existencia todos nosotros hemos sido manipulados, al
mismo tiempo que manipulábamos. La manipulación constituye el fundamento
esencial de cualquier relación humana. “Cada hombre tiene un precio”, suele
decirse, “sólo hay que buscarlo”. El problema, sin embargo, es que muy pocos
están dispuestos a pagar por el hecho de que alguien actúe cómo se pretende que
actúe. Al fin y al cabo “pagar” significa, que esa adhesión tiene un valor y
por tanto, uno nunca está seguro de que ante los embates “económicos” el precio
sufra grandes alteraciones al alza o a la baja.
“Convencer” y “persuadir”, por el
contrario, son términos que aluden a la intención del interlocutor de que el
oyente acepte libre (y gratuitamente) los argumentos que se le plantean ya sea
a través de esquemas racionales, en el caso de “convencer”, o de esquemas
emocionales, cuando se aplica la “persuasión”.
A partir de ahí las posibilidades son prácticamente infinitas.
Uno de los más utilizados
es el del complejo de culpabilidad. A la persona manipulada se le hace sentir
“malvada”, “cruel”, “injusta”. Como en general ninguna persona normal desea ser
así, el afectado o afectada suele esmerarse en sus acciones, considera en cada
momento qué puede dañar al otro y lo evita atentando incluso contra sus propios
intereses. La manipulación sin embargo, no acaba aquí. El segundo estadio es
que el manipulado no considere sus buenas acciones como dignas de ser tenidas
en cuenta. Cuando alguna vez el manipulado se siente orgulloso de sí mismo y lo
expresa en voz alta. el manipulador
recurre al consabido “no es para tanto” o indignado pregunta: “¿se tienen que
enterar todos de lo que haces?”. Si el manipulado denuncia una injusticia, las
frases, sin duda, que escuchará serán: “los celos te matan”, “la envidia te
corroe”. Y si alguna vez pierde los estribos tendrá que hacer frente a
reproches parecidos a: “es un mal bicho”, “no te soportas ni tú”.
La última fase consiste en no dar importancia a sus sufrimientos y dolencias
por aquéllo de que “no es para tanto”.
Una vez terminado este proceso, que dura como ustedes habrán comprendido,
muchos años, el manipulado se convierte en un esclavo autómata a las órdenes
del manipulador. El complejo de culpa hace de él un ser débil en cada momento y
en cada situación.
No sé dónde terminan los niños que desde pequeños sufren este tipo de manipulación.
A Ifigenia, como les dije, la salvó el irse fuera de casa y aún así no le quedó
más remedio que cortar cualquier tipo de relación una vez que la madurez le
hizo comprender el abuso psicológico que durante tanto tiempo había sufrido y
que se basa en la sentencia: “Eres mala. Tu naturaleza es malvada. Para
conseguir ser buena, tienes que hacer todo lo que nosotros queramos sin
quejarte.”
Ifigenia se salvó. No obstante, el odio a sí misma la acompaña cada
instante de su vida. Intenté presentársela a Carlos, pero éste se negó en
rotundo. “El odio a uno mismo, el odio al otro – en eso y nada más consiste el
glorificado mundo humano. Incluso la indiferencia es otro tipo de odio, otro
tipo de manipulación, consistente en ignorar lo valioso de la acción de otra
persona. El más divertido es el de aquéllos que se pasan la vida diciendo lo
mucho que valen. Es la única terapia que serviría a tu amiga. Se la aconsejo: “Me
tomo un helado. El helado es especial porque es mi helado. ¡Y qué bien me lo sé comer! No hay nadie que lo haga con
tanta elegancia, con tanta delicadeza como yo...” Y que lo diga en voz alta, a
sus amigos: Facebook, twitter, Instagram, Whatsapp, teléfono... ¿En qué otra
cosa crees si no que radica el éxito de
todas esas nuevas tecnologías? Selfi-marketing. El individuo comunica al mundo,
a su mundo, lo mucho que vale, lo estupendo que sabe hacer las cosas, lo bien
que le va la vida, sus viajes, sus restaurantes... El problema es que los otros
también lo hacen. La guerra está
nuevamente declarada. Lo dicho: el hombre es malo y estúpido. Malo y estúpido
sin solución.”
Muchos afirman que Occidente, al igual que mi amiga Ifigenia, está sufriendo la manipulación del complejo de
culpabilidad desde hace tiempo. Yo, en cambio, sigo pensando que Occidente no
es Ifigenia. El Occidente moderno ha pretendido extender sus territorios,
primero y su influencia después, tan lejos como le ha sido posible. El Islam,
como potencia política y militar, está haciendo lo mismo. Cada una de las dos fuerzas dispone de sus
peones.
Para unas élites, la integración determina el mantenimiento de la paz; para los estamentos dominantes de la otra parte, la sumisión. Los unos tienen sus políticos democráticamente elegidos, sus estructuras laicas y tolerantes; los otros tienen sus Libros Sagrados que les confieren la facultad de expresar verdades absolutas y decisiones infalibles. De ahí que su autoridad sea irrevocable e incontestable.
Para unas élites, la integración determina el mantenimiento de la paz; para los estamentos dominantes de la otra parte, la sumisión. Los unos tienen sus políticos democráticamente elegidos, sus estructuras laicas y tolerantes; los otros tienen sus Libros Sagrados que les confieren la facultad de expresar verdades absolutas y decisiones infalibles. De ahí que su autoridad sea irrevocable e incontestable.
En una relación así no hay manipulación que valga, hay oposición de
fuerzas.
¿Quiénes son, pues, los manipulados?
Los manipulados son todos aquellos que se encuentran en una situación de inferioridad y se ven obligados a luchar
“convencidos” o “persuadidos” por las causas de los poderosos. Los manipulados son los peones del tablero en el que diferentes piezas, con diferentes posibilidades de actuación
se mueven hasta dónde dichas posibilidades les permiten.
Los peones de Occidente están convencidos de que la libertad de expresión
es uno de los pilares fundamentales de su civilización. Ironías de la vida, ellos que están absolutamente convencidos de que la libertad es uno de los
grandes estandartes de su cultura, aceptan encantados que las cámaras de
seguridad les graben y que se recopilen sus datos para evitar que los terroristas les ataquen. Ellos, afirman tajantes, no
tienen nada que temer puesto que son inocentes y por tanto aceptan una
limitación de la libertad, de su
libertad, en función de la seguridad, de su
seguridad. ¿Quiénes les han manipulado? ¿Los gobernantes de sus países? No. No
han sido los gobernantes. Han sido los terroristas. Los terroristas serán
igualmente los que no tardarán en echarnos en cara nuestra falta de libertad
real y tendremos que callar porque seguramente será verdad y encima – y eso es
lo peor- ¡la habremos pedido nosotros mismos!
Los peones del Islam han sido también manipulados por los terroristas
islamistas fundamentalistas radicales –ya no se sabe ni cómo llamarlos. Los terroristas han
manipulado a las comunidades musulmanas haciéndoles creer que ellos eran
víctimas de la pobreza, de la miseria, de las clases gobernantes del
país. Los terroristas los han manipulado a través de imanes fanáticos que únicamente piensan
en la extensión de su religión. Seguramente es más cómodo pensar esto que
pensar que la pobreza, lamentablemente, es un mal que afecta a una gran parte
de la sociedad. Que se lo pregunten si no, a los millones de españoles que hay
en paro; es más fácil pensar que la sociedad de afuera introduce la droga para
matar a tus hijos que admitir que la misma enfermedad es la causa de la muerte de la sociedad de afuera. Se lo han hecho creer los imanes, sí. Pero también se lo han
hecho creer los políticos de la extrema izquierda, resueltos a ganar votos y
popularidad sea como sea. Y el victimismo es, admitámoslo, una de las formas de
manipulación más fáciles y más rentable que existen. El “pobre de mí” es uno de
los lamentos más universales que existen. Determinados políticos juegan con
este sentimiento. En vez de decirles: "vuestras penas son reales pero son las
penas de muchos otros ciudadanos franceses porque es una pena que descansa en
una sociedad que es injusta no porque seáis musulmanes sino porque las
sociedades siempre son injustas"; en vez de decirles: "Francia es injusta, sí,
pero no sólo con vosotros, también lo es con otros muchos ciudadanos. Por eso es necesario que todos juntos trabajemos codo a codo para denunciar esas
injusticas y solventarlas, el camino es largo y no está terminado pero ya hemos
conseguido mucho y seguiremos consiguiéndolo"; en vez de eso, prefieren utilizer la demagogia y gritar: "¡Pobres
maltratados, os desprecian por vuestra religión, unámonos contra el fuerte, juntos les venceremos,
fuera la discriminación!"
A medida que las protestas se radicalizan, a medida que los atentados
terroristas se suceden, mayores dificultades son las dificultades de los
musulmanes para integrarse.
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Por
un lado, los terroristas y determinadas corrientes políticas les han manipulado
para que ellos se sientan víctimas y reivindiquen sus derechos en una sociedad
carente de latigazos.
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Paralelamente,
los atentados terroristas han provocado que el resto de la población identifique sus protestas sociales, sus
deseos de practicar su religión como amenazas encubiertas: “O haces lo que
pido, o hay una bomba”.
La gente no musulmana “les tiene miedo” y ello provoca el rechazo y la desconfianza, como medida de autodefensa.
La gente no musulmana “les tiene miedo” y ello provoca el rechazo y la desconfianza, como medida de autodefensa.
Ante el miedo y la precaución que los terroristas, primero y los musulmanes ,despues, despiertan hay diferentes
reacciones. A algunos musulmanes, este “dar miedo”
les envalentona porque ven en el miedo un modo de conseguir sus
propósitos; a una minoría de musulmanes el rechazo que
el miedo provoca los arrastra incluso a la radicalización y a establecer sus
territorios de dominación. Sin embargo, la mayor parte de los musulmanes es moderada y no comprenden el temor
que provocan. Ellos - explican- son musulmanes, no terroristas.
No obstante a medida que el odio se intensifique, los moderados, como dice Carlos, sufrirán el desprecio tanto de los no musulmanes, que aprovecharán su moderación para arrojar sobre ellos su ira, como el de los otros musulmanes, que los considerarán débiles. Es posible que muchos, sintiéndose rechazados, decidan paulatinamente tomar partido por las tesis radicales como forma de integración socio-cultural.
No obstante a medida que el odio se intensifique, los moderados, como dice Carlos, sufrirán el desprecio tanto de los no musulmanes, que aprovecharán su moderación para arrojar sobre ellos su ira, como el de los otros musulmanes, que los considerarán débiles. Es posible que muchos, sintiéndose rechazados, decidan paulatinamente tomar partido por las tesis radicales como forma de integración socio-cultural.
Es así como el fundamentalismo se expande.
Así pues, los terroristas han conseguido manipular a la población europea
en su totalidad. Son los terroristas también los que están manipulando a la
población para que entremos en el juego del “bueno” y el “malo”.¿Quiénes son
los que podrían salvarse de esa manipulación?
Los jóvenes. Pero no cualquier tipo de jóvenes. Los góticos, los pijos, los
punkies, las it-it- girls, los rockers satánicos y los frikis radicales... O
sea, los extremos ¿Por qué? Porque ellos llevan aprendiendo en el Instituto lo
que muchos todavía no han entendido: la tolerancia no es conversar sobre los
problemas comunes; la tolerancia consiste básicamente en el pacto silencioso de
no agresión y para eso: lo mejor es mantenerse alejados los unos de los otros y
cambiar de Instituto cuando un único grupo domina sobre los otros. Un gótico en
un Instituto donde sólo hay “pijos”, debería solicitar el traslado inmediato a
no ser que existiera un pequeño grupo de “afines” y estuviera dispuesto a hacer
presión. (Lo mismo si se trata del caso contrario) Hablar sólo hablan cuando no
hay más remedio.
Esos grupos quieren su libertad y su independencia a toda costa y cuando
les hablan de cámaras para visualizar a los terroristas murmullan un: “no me
jodas” y piden una cerveza para reponerse del disgusto.
En estos grupos la tolerancia significa sobre todo: delimitación y
separación del territorio en el que se opera. Una “invasión” del territorio
significa una declaración de guerra. Una “conversación” entre grupos requiere
el cumplimiento de una serie de formalidades.
Mal que nos pese, la Tolerancia hace referencia a un pacto de no agresión con los los que no pertenecen al grupo. Y este pacto de no agresión no significa otra cosa que: Incomunicación con los otros, con los distintos.
Mal que nos pese, la Tolerancia hace referencia a un pacto de no agresión con los los que no pertenecen al grupo. Y este pacto de no agresión no significa otra cosa que: Incomunicación con los otros, con los distintos.
Esto nos introduce en un segundo tipo de problema:
El de los guetos.
Isabel Viñado Gascón
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