Thursday, October 30, 2014

Elucubraciones otoñales


Convendrán conmigo que, en general, no suelo jactarme mucho de la certeza de mis análisis. Sobre todo porque como mi amigo Carlos me dijo, la ola muta y más que de tener o no tener razón, de lo que se trata es de conservar la calma, o sea: el sentido común, que ha de ser individual, crítico y sincero.

Pero es que esta vez, esta vez...

No me digan que no han pensado en mí cuando Rajoy lo primero que ha hecho a la hora de enfrentarse al tema de la corrupción ha sido pedir perdón. No me digan que no han pensado en mi comentario “Elucubraciones veraniegas”. Allí les anunciaba que me iba a ir con Lutero porque una de las cuestiones que me separan en la actualidad de la Iglesia Católica es la posición tan extraña que mantienen con el tema del perdón. A nivel teológico lo tienen perfectamente delineado. Siempre es así. A nivel práctico, no.

Escribir una cosa y decir que hay que hacer otra,  provoca la esquizofrenia en el alma del "lector-oyente" porque el lector ni oye ni ve aquéllo que ha leído. A la confusión que envuelve a los párrocos católicos en el tema del perdón hay que añadir esa extraña tesis del Todo en el Uno y el Uno en el Todo, por el cual todos tenemos una naturaleza divina que, en nuestros días, sólo el hedonismo permite desarrollar adecuadamente por aquéllo de que yo me merezco todo. Este conjunto de factores ha propiciado, como digo, la expasión del cinismo en una sociedad decidida a que las frases eclesiáticas que aprendió en su infancia y que inconscientemente sigue transmitiendo se unan indisolublemente con  el placer voluptuoso y sibarita de los nuevos tiempos.

El resultado de esta asombrosa mezcla es que una de las frases de mayor éxito en España consiste en afirmar que se quiere mucho a una persona, acto seguido apuñalarla y a continuación pedir (cuando se pide, porque ultimamente ya ni eso)  un perdón que se espera recibir automáticamente. Doctor Jekill und Mister Hyde en uno: imagínense los peligros de una fusión semejante.

¡Ah! Digánme ¿No lo encuentran divertido? ¿Excitante? ¿Tragicómico? Yo siento esa felicidad sarcástica que envuelve a todos los que ven cómo los hechos respaldan su crítica y su irritación ante la necedad. Desde hace dos días mi rostro pasea una sonrisa de autosuficiencia burlona sin que yo haga grandes esfuerzos por esconderla.

¡Lo sabía! ¡Lo sabía! , grita mi inteligencia satisfecha de sí misma.

Ya sé, a ustedes seguramente les resulta indiferente. No tienen los problemas que yo tengo con el “a” y el “no a”, con el Todo en el Uno y el Uno en el Todo, con el Perdón gratuito.... Yo sí los tengo. Y además grandes porque mi experiencia me muestra que no generan más que cinismo. Y el cinismo,  de ello estoy absolutamente convencida, es la peor de las desgracias que puede sufrir una sociedad. Peor que la envidia, peor que la corrupción.

El cinismo socaba las relaciones sociales más aún que la hipocresía y que la mentira. La mentira niega la verdad; es su contrario. El cínico no miente. Coge un punto de verdad y lo transforma en algo distinto. Algo que no tiene que ver ni con la verdad ni con la mentira. Un producto nuevo. Un derivado.

El cinismo permite convertir la realidad en una “no realidad real”, cualquier cosa resulta indiferente porque el Todo se puede transformar en Uno y se puede hacer del Uno, el Todo. Y si en alguna situación esto no puede llevarse a cabo, siempre queda el recurso de la petición de perdón, gratuito, claro,  que más que una petición es una exigencia.

Se descubre una trama tras otra de corrupción ¿Y qué se le ocurre al gobierno?

¡Pedir Perdón!

¡Pedir Perdón!

¡Pedir Perdón!
 
¡¿Lo único que se les ocurre es pedir perdón?!
 
¿Pero y de las responsabilidades políticas, cuándo van a hablar?

¿Van a asumir alguna?

Lo que estamos viendo no es una mosca en la sopa

Lo que estamos viendo es una sopa envenenada.

“a” no es lo mismo que “no a”

A veces ni siquiera “a” es lo mismo que “a”.

Ese dichoso Principio de Identidad me va a matar.

Nos va a matar.

Y encima, lo ya dicho: como esta vez resulta imposible aplicar el “Todo está en el Uno y el Uno está en el Todo”por los motivos que ustedes mismos se pueden imaginar, piden perdón y todo resuelto.

Pedir perdón en este caso no es suficiente.

Lo sería si se tratara de una mosca en la sopa pero, como estamos viendo, es mucho más que eso.

Rajoy debería dimitir.

El pleno entero del gobierno debería dimitir.

No lo verán mis ojos.

Parece que España ha decidido jugar a ladrones y policías y que los policías ganan. Lo que todavia no está claro es si ello se debe al éxito de sus investigaciones o a un ajuste de cuentas entre mafiosos. Porque una cosa es cierta, al margen de todo este tipo de operaciones, nadie puede creer que la corrupción sea asunto exclusivo de un único partido. ¿Quién lleva a cabo tales operaciones?¿Por qué se hace ahora lo que cuando gobernaba otro partido no se hizo? ¿Es que no había corruptos entre los cargos del anterior partido en el Poder? ¿Qué va a pasar con los casos de corrupción en Andalucía? Fuenteovejuna se ríe, claro.
¿Qué va a pasar? Lo de siempre: “Te quiero. Te apuñalo. Te pido perdón. Y me perdonas porque te quiero.” El círculo se cierra.  ¿Acaso cabía esperar algo distinto?

Y a perdonar toca. Porque si no perdonas eres un radical y un resentido y no tienes sentido del humor. ¡Olé!

Esta noche he tenido una pesadilla.

He soñado que en Grecia gobernará “Syriza”

En Francia, el “Frente Nacional”, con Marie Le Pen.

En España, “Podemos”

En Alemania, “Alternative für Deutschland”

En Italia, el caos.

Y he soñado que ya no se pedía perdón.

Se imploraba.

Las teorías conspiracionistas habían demostrado su validez.

Me he despertando gritando.

En realidad no sé de qué me asombro.

Al fin y al cabo, las sociedades cínicas terminan siempre por devorarse a sí mismas.

Isabel Viñado Gascón.

 

 

 

Saturday, October 25, 2014

Uniones y desuniones


¿Para qué escribir cuándo todos sabemos que las últimas noticias son, en realidad, variaciones sobre el único tema que interesa, o sea: la falta de dinero?

-          Primer problema: Unión de Länder en Alemania

Parece ser que ahora en Alemania una serie de Länder proponen unirse. A algunos les asombra que este proyecto surja  justo cuando en Europa una serie de regiones están luchando por conseguir independizarse de los países a los que han estado unidas durante siglos.

¿Fenómenos contrarios?

En absoluto. Simplemente distintas respuestas para intentar solucionar un mismo problema: la deuda y el endeudamiento.

Ya expliqué en mi blog “El libro de la semana”, en el post “Benito Cereno” que no es que los alemanes, al contrario de lo que les pasa a los pueblos de carácter postmoderno (por llamarlos de algún modo), no estén preocupados por la cuestión de la existencia. Pero desde su perspectiva, la existencia constituye un problema, no una tragedia. Y –como todos los problemas de este mundo- tiene una solución. Puede ser que su búsqueda les suma en profundas disquisiciones, en complicados razonamientos o en laberintos irracionales y monstruosos. Puede ser que sus esfuerzos les conduzcan al agotamiento mental y espiritual o al más profundo de los enfados. Pero nunca aceptarán la premisa de que la existencia carece de sentido. Los alemanes albergan la absoluta e irrebatible convicción de que la solución está ahí y de que simplemente hay que descubrirla.  En cuanto a la colectividad se refiere,  no conozco a ningún alemán que soporte a su vecino. Ello le insta a dictar un sinfín de normas jurídicas dedicadas a regular sus relaciones hasta el más mínimo detalle, de manera que para cada pequeño conflicto exista una solución. Así pues, la comunicación con el de al lado se reduce a saludos sumamente corteses y a un par de pequeñas observaciones acerca del tiempo, del jardín o de las vacaciones. El alemán es un hombre práctico por naturaleza y tradicional por costumbre.

Así pues, el alemán ama su independencia tanto como su libertad. La libertad cuesta dinero. La independencia exige un carácter fuerte y disciplinado. La falta de dinero impiden ejercitar la una y desarrollar la otra.

Es necesario remarcar que  “falta de dinero” no es lo mismo que “no tener dinero”. Una persona puede no tener dinero para ir al cine, para hacer un viaje o para comer en un restaurante, pero eso no implica que no pueda cubrir sus necesidades mínimas. Sólo en el caso de que no pueda cubrir es cuando se puede hablar de falta de dinero. No es simplemente que la cuenta bancaria esté en cero. Es que está en números rojos. Urge entonces determinar qué gastos se pueden reducir o incluso eliminar. Pero cuando eso ya no es posible, es cuando hay que unir fuerzas o, por el contrario, buscar la suerte por separado.

¿De qué depende que se siga una u otra opción?

De la confianza que tengamos en las fuerzas de nuestro vecino. A nadie le gusta ser utilizado.

En España sabemos que la figura del pícaro sigue dominando la esfera. Así que el unirse obliga a detenerse a considerar primero quién de ellos se va a llevar “más tajada”. Y no es infrecuente encontrar que la comunicación se torna imposible por aquéllo de “donde dije digo, digo Diego”. Así pues, ante una posible unión, la desconfianza es mutua. Con esto no estoy tratando de afirmar que el alemán no tenga defectos. El más importante de todos es, sin dudal alguna, su falta de memoria. En general, no suele acordarse de nada. Por eso, seguramente, lo anota todo. No sólo lo que él dice y hace. También lo que dicen y hacen los demás. A partir de ahí, la única labor es la de la interpretación. Pero de eso ya se ocupan los juristas.

El alemán ha de poner, sin embargo, un especial cuidado en elegir a sus socios. Al motivo anteriormente enunciado, hay que sumar el hecho de que sus recursos – no nos cansaremos de repetirlo- son especialmente limitados. El clima es frío, la tierra pobre. Ama a sus bosques porque sabe que ellos constituyen su único refugio en caso de necesidad. Son los bosques los que históricamente le han calentado y los bosques los que le han alimentado e incluso protegido del enemigo. Esa escasez habitual a la que constantemente ha tenido que hacer frente ha hecho de él un hombre austero en el gasto, parco en palabras, y activo en el hacer. Por eso al alemán, salvo que sea absolutamente necesario, le molesta utilizar retóricas vacías, como la de la solidaridad y otras lindezas. Él prefiere ir al grano. Y a este respecto hay que reconocer que cuando está en su casa y no tiene que preocuparse de las susceptibilidades ajenas, es incluso aún todavía más directo.

La proposición que plantea la unión de una serie de vecinos significa en primer lugar, que saben que se encuentran dentro de una situación tan sumamente difícil que resulta imposible superarla con sus posibilidades individuales. Y en segundo lugar, que son conscientes de que de superar dicha situación depende su propia supervivencia. La conclusión es que quizás la única medida a adoptar sea la de la cooperación. Y si la cooperación se vislumbra como alternativa es porque están absolutamente seguros de que cada uno de ellos van a remar al mismo tiempo, en la misma dirección y con las mismas fuerzas.

¿Lo llevarán a cabo?

Yo, francamente, espero que no.

Esa unión significaría que las cosas van mal, realmente mal.

-          Segundo Problema: Gran Bretaña tiene que aportar más dinero del acostumbrado a la UE.

Y claro, Gran Bretaña no quiere. Nigel Farange se frota las manos. Él y todos los otros partidos que, al igual que el suyo, están defendiendo en sus respectivos países la salida del euro y el abandono del sueño europeo.

Al parecer, la cooperación entre los distintos Estados europeos sólo ha sido posible en tiempo de ventura. Cuando la tormenta arrecia, prefiere lanzarse el grito de “!sálvese quién pueda!”.

En cierto modo es comprensible. Se ha abusado del empleo del término “solidaridad” hasta un punto en que ha pasado a ser sinónimo de “beneficencia”, para los unos y de “ayuda pagada”, para los otros. Unos se niegan a que sus fuerzas sean utilizadas para alimentar a los vagos que durante años han vivido por encima de sus posibilidades. Los otros se oponen firmemente a conventirse en los esclavos de los que les quieren tiranizar con inaceptables condiciones económicas para de este modo conseguir el éxito de las economías de sus naciones.

¿La desunión de Europa?

Espero que no.

Dicha desunión significaría que las cosas van mal, realmente mal.

-          Tercer problema: Los bancos.

Parece ser que los Estados Unidos quieren dejar de inyectar estímulos en la economía del país en forma de dinero y hacer lo que en Europa no se atreven a hacer: subir los tipos de interés. ¿Por qué no? Porque los europeos andan comprando deuda por aquí y por allá, lo cual –claro- les impide, por la cuenta que les trae, subir los tipos. Algunos barajan incluso la posibilidad de que a partir de una determinada cantidad, las personas privadas estén obligadas a pagar por los depósitos que las personas privadas guardan en los bancos.

Uno de los principales juristas del “Deutsche Bank”, se ha suicidado y parece que no es el primero. ¿Y? Francamente ¿A quién puede asombrarle tal hecho? Que el Deutsche Bank tiene problemas, graves problemas, es un secreto a voces. Los esfuerzos por salvar la vida de un gigante que sufre de cáncer han resultado infructuosos. Ahora sólo queda determinar cuándo se va a anunciar su muerte. El acta de defunción todavía no se ha firmado. Se trata de ganar tiempo. ¿Para qué? Nadie lo sabe. Los optimistas piensan que pretenden repartir tantos impermeables como sean posibles para protegernos de la que se nos avecina. Los pesimistas, en cambio, predicen que la tormenta va a ser de tal calibre que los impermeables no van a servir de gran cosa y que quieren salvar lo único que realmente les preocupa: su propio pellejo.

Ante la crisis que sufren los bancos, la fusión parece inevitable.

¿La unión bancaria?

Espero que no.

Ello propiciaría el que los bancos dejaran de ser los ladrones de guante blanco que todos conocemos para pasar a convertirse en mafias organizadas internacionalmente. Algunos aseguran que ya lo son.

-          Cuarto problema: Los jóvenes que quieren ir a alistarse al IS

Los medios de comunicación no cesan de preguntarse por qué tantos jóvenes están intentando unirse al IS.

En un mundo de locos como en el que actualmente vivimos, que algunos jóvenes quieran ir a luchar por causas que constituyen a todas luces una locura es, tal vez, lo menos asombroso. Ya no sé ni cuántas veces lo he escrito, ni cuántas veces lo he dicho. Los jóvenes no quieren tolerancia. La tolerancia juvenil actual se ha convertido en un pacto de no agresión de unos grupos a otros y no tiene nada que ver con ninguna forma de comunicación que se precie. Los jóvenes anhelan la virtud, es cierto. Pero desean algo aún más importante que las virtud: la fe, los sueños vivos, la aventura.

Se les ha acostumbrado a ver películas en las que los héroes ya no son guapos y bien vestidos con una clara visión de dónde acaba el bien y empieza el mal. Sus héroes han sido en general antihéroes: mal vestidos, malolientes, rudos en sus maneras, contrarios a los esquemas establecidos...

Se les repite que las organizaciones son corruptas, que los políticos roban a los ciudadanos, que provocan el paro, que las empresas se nutren de esclavos a los que pagan salarios insuficientes para cubrir los gastos mínimos,  que las estructuras están caducas, que los medios de comunicación les mienten, que la información no es información sino manipulación.

Se despiertan en un mundo real en el que las palabras no sirven para buscar la verdad sino para reflejar el cinismo de los caracteres de quiénes las usan. El silencio se ha convertido en la única defensa del justo.

La Iglesia predica el perdón pero ¿cómo perdonar al que ni siquiera se siente en la obligación de pedir perdón porque pedir perdón significa rebajarse al enemigo? La consecuencia de ese amor universal del que habla la Iglesia implica el perdón universal ¿pero qué pasa con el perdón al malvado de turno del aquí y ahora? ¿Qué pasa con ése que está a mi lado, ése que me ha hecho tanto daño tantas veces y al que he perdonado tantas veces que ni siquiera se considera obligado a arrepentirse de su conducta, de modo que yo he terminado por debilitarme, mientras él ganaba la arrogancia del vencedor insensato? ¿Qué pasa con ese que destroza a diestro y siniestro por twitter, por facebook y confunde bondad con debilidad y fuerza con despotismo?

En ese estado de locura general, unos jóvenes se mimetizan con los cínicos y se integran en el sistema; otros, se refugian en la soledad de su habitación, otros se lanzan al suicidio y a la autodestrucción, otros acribillan a balazos a sus compañeros y otros se largan a tierras lejanas a luchar por principios por los que morir.

Aunque parezca asombroso: la unión y la desunión no juegan en este caso ningún papel relevante.

Por si acaso todavía no lo han comprendido: lo importante aquí es el morir, no los principios.

Isabel Viñado Gascón.

 

 

 

 

 

Monday, October 20, 2014

El peligro de la barbarie.


Como hoy va de películas, tomaré otra como referencia : “Maze Runner”. En esa película un grupo de científicos utilizan a un grupo de jóvenes como conejillos de indias para llevar a cabo sus experimentos. Lo peor del caso es que el espectador no es capaz, yo al menos no lo fuí, de dilucidar para qué sirven dichos experimentos. Uno de los científicos hace una pequeña observación acerca de un nuevo Adán y Eva, pero no explica el por qué ni el para qué. El espectador tiene la sensación de que se trata de experimentar por el mero placer de experimentar. Es como si estuvieran jugando un juego que consiste en preguntar: ¿Qué pasaría si a estos individuos los sometiésemos a tales y a tales pruebas? Y a continuación llevan esa idea a la práctica para, en efecto, saber qué pasa. Mi famoso “hagan sus apuestas” también forma parte del juego. Así que los científicos se dedican a calcular cuántos van a conseguirlo y cuántos no. Todo muy sensato. Todo muy científico.

Todo de locos.

Y ahí justamente radica el problema. En los últimos cincuenta años el mundo occidental, que es el que yo conozco, se ha deshecho alegremente de la carga de las palabras de la esfera de las Humanidades, por considerarlas obsoletas, aburridas y vacías de contenido, para en su lugar ir a caer en las garras de la palabrería psicopática e insensata que consiste en creer que cualquier discusión es una confrontación dialéctica en la que vale mentir y engañar porque no se busca la verdad racional ni la empatía emocional, sino sólo ganar y que además está convencida de que, en virtud de la igualdad y la tolerancia, una simple opinión está al mismo nivel que una reflexión crítica y meditada sobre ese tema.

En los próximos cincuenta años mucho me temo que si la situación sigue desarrollándose en la misma línea que ahora, lo más seguro es que la humanidad termine desvinculándose igualmente de la ciencia, de la verdadera ciencia que exige largos periodos de esfuerzo y dedicación, para correr a abrazar al cientifismo, a los científicos locos, a la psicopatía que se ayuda de la ciencia para ocultar su anormalidad psicológica y en vez de eso, hacerla aparecer como brillantez cerebral, a la superstición cientificista, a los juegos de experimentación con individuos que, por más que se adhieran voluntariamente, no djearán de ser simples juegos de experimentación. Juegos que no conducen a nada, salvo a divertir a unos cuántos. Juegos que contestarán a preguntas tales cómo ¿cuántas veces hay que masticar antes de tragar? ¿cuántas veces se cierra y se abre el párpado en un mínuto? ¿Cuánto tiempo puede aguantar un hombre de pie sin caerse? Y cosas por el estilo.

Carlota tiene razón. Ha educado a sus hijos para un mundo en extinción. Lo que afuera les espera es la barbarie. Tal vez Bertrand Russel tuviera razón, después de todo, y la humanidad tenga que caer en la barbarie antes de poder alcanzar un estadio superior en el edificio de la civilización. ¡Quién sabe!

Isabel Viñado Gascón

Nota: En mi blog “El libro de la semana”, he escrito varias entradas referidas al libro de Aldous Huxley: “Contrapunto”. Las entradas V y VI, están dedicadas a considerar los temas de la limitación de la Razón (V) y de la limitación y peligros que unas emociones desbordadas entrañan (VI).

 

 

Hipocresía social y el ébola


Ayer por la noche me llamó mi amiga Carlota. Había ido al cine con su marido a ver una película. Al terminar de verla, me dijo, en lo único que pensaba su marido era en tomarse una aspirina. Ella, en cambio, estaba sumamente enfadada. Enfadada con la sociedad y con la hipocresía que la suele caracterizar. Enfadada por haber sido tan ingenua. Enfadada por haber creído en los constantemente proclamados ideales de paz y justicia...

Debo confesar que al principio no entendía a qué se estaba refiriendo.

“Desde que me casé”, explicó, “sólo he oído advertencias en contra de los juguetes que tuvieran que ver algo con la guerra. Nada de tanques para los niños, nada de pistolas. Hubo una época en la que incluso las pistolas de agua estaban mal vistas en determinados círculos. Para los niños, todo lo que tuviera que ver con la violencia era nocivo. Para las niñas, todo lo que pudiera despertar los instintos sexuales. No te puedes ni imaginar, Isabel,  la discusión que se originó en nuestro grupo de amigos cuando una de la veces que les invitamos a comer, nuestras dos hijas se presentaron a saludarles acompañadas de sus nuevas muñecas: unas barbies.
Las barbies fueron motivo de conversación el resto de la tarde que, debido a este motivo, se alargó más de lo acostumbrado. Las barbies sexualizaban a las niñas, aseguraban; las barbies simbolizaban un modelo femenino orientado a convertir a la mujer en un objeto sexual, pendiente únicamente de la moda... La conclusión fue que yo, Carlota Gautier, asustada por los perniciosos efectos que me auguraban, aproveché la primera oportunidad que tuve para esconder las barbies sin dejar huella.”

“Y ahora ¿qué?”, preguntaba encolerizada, “¿Con qué crees que me encuentro ahora? ¡Las películas no son películas! ¡Son un curso de carnicería a distancia! ¡Carne, carne, carne! Es lo único que ves. Ya no hay películas ni de acción ni de amor. Ahora sólo hay películas de violencia y sexo. Ya no hay películas que sirvan de excusa para que los actores mantengan conversaciones interesantes y amenas. Ahora los diálogos sólo muestran la manipulación psicológica que unos personajes tratan de ejercer sobre los otros. ¿Y yo? Yo no he preparado a mis hijos para que sean capaces de integrarse en un mundo de psicópatas. Ahora comprendo por qué en cada clase, en cada curso, pertenecen siempre al grupo de los “raros”. Claro. Están con los otros dos o tres que, al igual que los míos, no han tenido acceso a internet hasta los trece o catorce años y siempre con seguimiento paterno. Los juegos de ordenador que les he comprado a mis hijos han sido de fútbol o de estrategia comercial y ni siquiera aún así hemos dejado de jugar  los domingos, después de comer, a algún juego de mesa, todos juntos. ¿Y qué me dices de las niñas? Clase de música y clase de deporte. Baloncesto, la una; atletismo, la otra. En baloncesto, un simple roce ya significa una falta y en atletismo, ni te cuento...

¡Vivir para ver! Y yo ¡Yo he sido tan ingenua que en vez de preparar a mis hijos para que sean capaces de integrarse en el mundo de psicópatas que les espera, lo único que he hecho ha sido hacerles creer que los sacrosantos valores de la Ilustración, la palabra incluida, seguían conservando vigencia! ¡Cómo he podido estar tan ciega!”

No sé cuánto tiempo le durará el enfado. Tampoco sé cuándo ella y su marido volverán a pisar una sala de cine. Al menos en un punto le doy la razón: la sociedad es hipócrita. Y lo es, no sólo en lo que a educación se refiere. También en lo que se refiere a sus miedos. A mí, por ejemplo, me asombra el tratamiento mediático que se está haciendo del problema del ébola. Hasta un grado en que la hipocresía de la que se queja Carlota me parece más que hipocresía, cinismo.

Hace poco menos de dos meses se nos avisaba de la gravedad de la epidemia, de la facilidad con la que se transmitía, tanto, que parecía que un simple roce bastaba para que se produjera el contagio; de los altos índices de mortalidad, de la rapidez con la que se extendía...

Entonces se tranquilizaba a la población afirmando que las posibilidades de que llegara a Europa eran sumamente escasas. Sin embargo, ya ha llegado. Y no sólo a Europa. También a los Estados Unidos. Fuenteovejuna, entonces, piensa en esos lugares repletos de gente extraña con los que se está en continuo contacto, sin ni siquiera notarlo: aeropuertos, estaciones, aviones, trenes, autobuses, centros comerciales... Y Fuenteovejuna, tiembla.

La respuesta que recibe de la sociedad, vía periódicos y demás medios de información, no se hace esperar: Fuenteovejuna no tiene que preocuparse ni caer en el histerismo. El contagio no es tan fácil como en un principio a causa del desconocimiento sobre esta enfermedad, se dijo. Además los laboratorios están trabajando para conseguir una vacuna que no tardará en ver la luz. De hecho, ya existen unos primeros ensayos. Es una cuestión de paciencia. Unas pocas semanas y todo resuelto. No hay que angustiarse por tan poca cosa...

Y yo, como de costumbre, me asombro.

Como todos sabemos el virus del ébola no es nuevo y tampoco era desconocida la magnitud de los efectos que provocaba. Al menos desde mediados de los años 70 se sabía de su existencia y ya había habido, dicen, un primer brote que había logrado ser controlado. A muchos les extraña aquél  primer éxito de las autoridades sanitarias en África, sobre todo teniendo en cuenta que  las personas se regían por las mismas costumbres que en la actualidad  a la hora de visitar a los heridos y de enterrar a los muertos y que son, se dice, las responsables de que no se haya podido detener ésta nueva epidemia.

Mi pregunta, sin embargo, es de distinta índole. Si elaborar una vacuna era cuestión de semanas ¿por qué precisamete ahora y no antes? ¿Por qué se asumió el posible peligro que se ha vislumbrado como real, de dejar morir a más de 4000 personas amén de su expansión por el resto de la superficie terráquea e incluso en un crucero, en vez de dedicarse a investigar una solución a la que es posible llegar en un par de meses?

En definitiva: ¿Por qué ahora y no antes? ¿Es tal vez, porque alguien – no sé quién- se beneficia de ello? ¿Tal vez porque económicamente resulta más rentable vender diez mil, cien mil vacunas, que  vender sólo cuatro? ¿Más rentable vender diez mil jeringuillas, diez mil guantes, diez mil trajes anti-contagio, que vender sólo cinco?

Son preguntas que a mí me gustaría que alguien me ayudara a resolver. Pero en vez de eso, se tranquiliza a la población, se la tacha de histérica, se le dice que las enfermedades que provoca su sistema de vida -cáncer, diabetes, infartos- han causado y causan más muertes que el ébola. A los que así argumentan se les olvida que la diferencia estriba en  que unas enfermedades no son contagiosas y la otra, sí. Se les olvida que hasta hace dos meses se nos ha repetido hasta la saciedd lo contagioso y mortal que es el virus del ébola, hasta el punto de que se ha llegado incluso a afirmar que los enfermos morían en un noventa por ciento de los casos. Se les olvida que se aseguró que era practicamente imposible que llegara y ha llegado. Así pues, el miedo de Fuenteovejuna no me asombra. Lo que me asombra es que la sociedad y su portavoz: los medios de información, se asombren de su miedo.

Hay otro motivo por el que toda esta historia me asombra. Constantemente se nos asusta con el calentamiento global, con las terribles consecuencias para la supervivencia de la Tierra. Se nos insta a actuar porque ahora – se repite una y otra vez- es el momento de actuar. Hemos llegado tarde pero todavía, con esfuerzo, se puede resolver la situación a nuestro favor. El éxito no es seguro pero hay que intentarlo. Todos tenemos que colaborar. Es una tarea que pertenece a la Humanidad y que cada generación a partir de ahora va a verse obligada en cumplir.

Para muchos, el calentamiento global es la antesala del fin del mundo. Para otros, lo es la inversión de los Polos magnéticos. Nuevamente escenarios apocalípticos a los que Fuenteovejuna asiste sin saber muy bien qué decir ni qué hacer. Y a ese no saber qué decir ni qué hacer le llaman apatía, indecisión, falta de concienciación y qué se yo.

No. El miedo por el ébola no es injustificado ni histérico. El miedo por el ébola es un miedo sensato y cabal porque es un miedo y una preocupación ante un hecho que está ahí y al que hay que hacer frente. La enfermera española parece ser que, gracias a Dios, se ha curado. A ella hay que agradecerle que sospechara que se había contagiado y que se mantuviera alejada de su marido y de sus vecinos durante el periodo de incubación. De no haber dado importancia a sus décimas de fiebre, de haber ido saludando y dando besos a diestro y siniestro, con el calor que hace en Madrid y con lo que a veces se suda, a esta hora estarían enfermos unos cuantos más. Se ha afirmado que fue al médico de familia sin revelar que había estado en contacto con un enfermo de ébola. En vez de utilizar este dato para reprocharle subliminarmente su irresponsabilidad, debería servir para introducir un nuevo  motivo de preocupación en el tema. En efecto, lo que el silencio de la enfermera ha demostrado es que los médicos de familia no saben diagnosticar esta enfermedad. Aquél que acuda sin sospechar que un enfermo le ha contagiado porque por ignorar incluso ignora que esa persona estaba enferma, no será correctamente tratado. Ése, y no el problema del silencio, es el que debería haberse reflejado en los medios de comunicación. En vez de eso, España sigue pareciendo un patio de vecinas: “que lo ha dicho; que no; que donde dije digo, digo Diego.”

Es la sensatez de esa enfermera la que ha impedido el contagio en masa. Y es esa sensatez, precisamente, la que hay que agradecer.

¿Buscar culpables? Eso ya no es hipócrita. Es cínico. Se acusa a los políticos de haber trasladado a Madrid desde África a los misioneros. Si no lo hubieran hecho, hubieran sido, al decir de muchos, inhumanos. Lo han hecho, y son inconscientes.

En casos como estos, si el contagio no se extiende, al miedo se le denomina “histeria”. Y si el contagio se extiende, se denomina a la tranquilidad “falta de precaución” e “insensatez”.

La verdad es que los adjetivos de “histeria” o “falta de precaución”, no son adjetivos que puedan utilizarse a priori, sino únicamente cuando la enfermedad se ha controlado o, por el contrario, cuando ésta se ha propagado en exceso.

Isabel Viñado Gascón

 

Friday, October 17, 2014

Reflexiones sobre unas cuantas partidas de ajedrez.


Mi amigo Jorge Iranzo suele reprocharme mis simpatías por Rusia-Putin. En su opinión Rusia no es más que una escombrera de chatarra de la que todos quieren marcharse y en la que nadie quiere entrar porque aquéllo no tiene solución. A mí, en cambio, me parece que exagera. No debemos olvidar lo difícil que resulta salir de cualquier sistema dictatorial mucho más del uno tan duro como el bolchevique.  Hasta el mismo Putin lo reconoció: ¡qué sistema!, exclamó. De los efectos de las dictaduras ya hablé en mi blog “El libro de la semana”, cuando analicé el libro de Tabucchi “Aclara Pereira”. En Rusia, las estructuras autoritarias del tiempo de los zares no desaparecieron, únicamente fueron sustituidas y apuntaladas con unos métodos de opresión salvajes e inhumanos. Así pues, la población rusa ha vivido sometida al silencio y la desconfianza mutua a la que el miedo obliga. Los valores han sido deformados; la organización política, carcomida por la corrupción. Cualquier dictadura genera estas consecuencias, consecuencias cuya gravedad aumenta en progresión proporcional al tiempo que una sociedad la ha padecido y Rusia la ha sufrido a lo largo de toda su historia con escasas y tímidas excepciones. También ha habido repetidos intentos por introducir reformas. Tolstoi, por ejemplo,  no dudó en desheredar a toda su familia para donar sus bienes al Estado, y  no han faltado tampoco los analistas que han elaborado inteligentes propuestas para poder ser llevados a cabo. Pero una cosa es la teoría y otra la praxis. La praxis falló porque los hombres que hubieran podido llevar a cabo la tarea prefirieron asegurarse el poder antes que dedicarse a la construcción de una nueva sociedad de hombres libres. No es que su imperialismo representara un peligro mundial, es que traicionaron a su propio pueblo. Esto y no otra cosa, es lo que a mí me parece terrible e imperdonable.
¿Expansión? Todas las naciones fuertes aspiran a expandirse, a conquistar territorios, a aumentar su círculo de influencia. Pero lo que diferencia a las unas de las otras son los sacrificios a los que someten a su propia población para conseguirlo. A la antigua URSS no le importó asesinar a la suya.

Recomponer todo ese estado de cosas va a llevar décadas, si no siglos. Pero hay que hacerlo. Al menos hay que intentarlo. Yo estoy convencida de que Putin lo está intentando. También creo que ama sinceramente a Rusia y que se comporta como un déspota ilustrado, por lo mismo que a un enfermo drogadicto no se le puede cortar radicalmente el suministro de droga. En definitiva, estoy convencida de sus buenas intenciones en lo que a su pueblo respecto y eso, le pese a quien le pese, me alegra. Otra cosa es que lo consiga. Solo, no puede. ¿Cómo conseguir que Rusia sea cómo la segunda parte de  “Almas muertas”, de Gogol y no cómo la primera? ¿Cómo solucionar la corrupción no sólo de los oligarcas sino de Fuenteovejuna? Es una empresa ardua que requerirá de mucha ilusión y de muchas generaciones. Pero también la construcción de las catedrales exigió de tales elementos y ahora disfrutamos de la inteligencia y belleza que en ellas subyace. El "fast-do" no suele reportar buenos resultados. Lo importante es ponerse manos a la obra. Y eso, creo yo, es lo que está intentando hacer Putin.

En cuanto a la política exterior... Eso es una partida de póker en la que pierde el primero que enseña las cartas y gana el que Dios quiere. Hace dos días Rusia y Estados Unidos parecía que iban a colaborar contra el IS. Los americanos confiaban en la tradicional enemistad entre Rusia y Turquía. Escribí entonces que se había iniciado una nueva partida de ajedrez entre las dos potencias y que esa partida de ajedrez nada tenía que ver con las partidas de ajedrez que Alemania está llevando simultáneamente con cada uno de ellos.

En efecto. Al parecer, Rusia no está dispuesto a ayudar mientras los Estados Unidos mantengan los precios del petróleo a la baja. Para lograrlo han utilizado varias medidas. Una de ellas la de convencer a Polonia que haga uso de la técnia del fracking para no depender energéticamente de Rusia.

Aquí, justamente, es donde yo – lo siento, por mi amigo Jorge- me desbanco de los americanos.  ¿Por simpatías hacia Putin? No. Por desprecio hacia la hipocresía americana.

La hipocresía, en sociedades como la nuestra, en que estamos acostumbrados a que todo se nos muestre “al desnudo”: desde los cadáveres hasta a los amantes pasando por las emociones, me asombra. Ante todo, he de confesar que no me siento orgullosa de mi propensión al asombro. Al contrario: me resulta sumamente molesto porque suele ser la forma de reacción a situaciones que carecen de lógica. Es como si de repente ante  “a” y “no a”, el ordenador – que es mi cerebro- se quedara inmóvil a la búsqueda de una solución que pueda hacer compatibles a los contrarios y que caso de no conseguirlo, se apaga automáticamente.

Los americanos llevan años hablando de un calentamiento de la Tierra, cuyos datos varían con cada nueva estación anual. En primavera ofrecen unos determinados datos, que suben – o bajan- en verano y que no tienen nada que ver con los del otoño. Cada invierno es el más caluroso o el más frío del siglo. Si es el más frío, eso también tiene una explicación científica: al calentamiento le precederá un descenso de las temperaturas...

En fin, que en Suecia están aterrorizados con el calentamiento de la Tierra, no vaya a ser que les aumenten las temperaturas y ya no tengan ninguna excusa para ir a Mallorca y han decidido cerrar sus centrales de carbón por considerar que, además de contaminar, contribuyen al calentamiento terráqueo. Supongo que están convencidos de que ya no las van a necesitar. ¡Total! ¡Con el calor que se avecina!
Por si esto del calentamiento fuera poco problema, se nos dice durante décadas que el agua va a ser un bien más valioso que el mundo y que tenemos que controlar su uso. Se gastan enormes sumas en programas encargados de  convencer a la población de que tomar una ducha es mejor que darse un baño e incluso fabrican nuevos wáteres con doble salida de agua: más y menos, según se necesite. Lo mismo sucede con los lavabos, fregaderos, electrodomésticos. Todo está pensado para reducir el consumo de un bien escaso como es el agua. Hace poco unos extravagantes estudiantes ingleses proponían que uno fuera al water al mismo tiempo que se duchaba. Habían demostrado que haciéndolo se ahorraban enormes cantidades de agua. En fin, a qué seguir...

Y de repente, vuelven a llegar los mismos que lanzan todos estos mensajes y nos quieren introducir a nosotros, los europeos, lo que ellos ya tienen: el fracking. 
¿Comprenden ahora por qué me asombro?

Dejando aparte que Europa no tiene ninguna región, por pobre que sea, que pueda compararse al salvaje Oeste, uno se pregunta cómo pueden querer introducir una técnica que es tan peligrosa – si no más – que la atómica, y que además consume ingentes cantidades de agua. ¿Quieren salvar a la Tierra del calentamiento global y no lo quieren salvar de la aridez terráquea? ¿Quieren salvarla del calentamiento y no tienen miedo de convertirla en un desierto?

Yo me asombro. Putin, parece ser que también. Por distintos motivos, claro. A él le preocupa las pérdidas de ingresos que va a generar una bajada en los precios del petróleo y los consiguientes recortes económicos que va a padecer el pueblo ruso, ya de por sí empobrecido y le asombra la necedad del resto de los estados europeos por no comprenderlo. A mí me asombra que los alemanes, que han paralizado las centrales atómicas a pesar de los costes que ello supone, estén pensando en introducir el fracking, a pesar de la densidad de población que tiene Alemania. ¿Quién o quiénes están detrás del fracking? “Determinadas” empresas, desde luego. Pero ¿tan locos estamos como para aceptar de un modo lo mismo que rechazamos de otro? Ya lo dije en mi blog: “Buenos días, señor Putin”: Central nuclear o fracking, las consecuencias para la población, en caso de accidente son catastrofales. Europa no quiere depender energéticamente de Rusia y no le importa depender de los dioses del azar, de lo común tan imprevisibles como bromistas...

Todo esto me asombra y hace que mis simpatías se acerquen al señor Putin. Por su parte, Obama está bastante ocupado en controlar la expansión en Europa no sólo en lo que al aspecto militar sino también al político-económico de un rival sumamente poderoso. Así que los dos Presidentes andan enfrascados en una interesante partida en la que cada uno trata de proteger fieramente sus intereses.

Además de Putín y Obama, hay otra gran jugadora que participa en el torneo actual: Merkel que, como no podía ser menos, juega una partida contra Obama y otra contra Putin.

A pesar de las apariencias, lo cierto es que la partida contra Obama es más complicada de lo que a primera vista deja entrever, hasta un extremo que su desarrollo  podría influir en la partida que Merkel mantiene en este instante contra Putin, logrando, incluso, que ésta dejara de jugarse.
La dificultad de la partida contra Obama se asienta sobre todo en el hecho de que se trata de una cuestión de dinero.

Hay naciones, como la alemana que históricamente ha podido establecer reformas desde arriba porque tradicionalmente ha tenido una población organizada racionalmente y poco proclive a la corrupción. Hasta cierto punto hay que admitir que no le queda más remedio.  Alemania en sí no posee grandes riquezas y cada uno de sus ciudadanos sabe lo difícil que resulta ganar un euro. Por eso no está dispuesto a permitir que nadie, sea quién sea, se lo quite. E incluso cuando se lo piden de buenas maneras, antes quiere enterarse para qué fin. No es que no sea generoso; es que sabe el esfuerzo que a él le ha costado conseguir lo que tiene. Si ni siquiera él mismo está dispuesto a derrocharlo en lujos para sí mismo y practica la austeridad, no por la crisis actual, sino por costumbre, mucho menos va a donárselo a otro para que sea ese otro el que lo dilapide. No es por tanto casual que fuera Lutero, alemán, el que empezara su protesta contra la Iglesia Católica por un asunto que tenía precisamente que ver con el dinero.

Es importante hacer esta observación, para poder comprender por qué Alemania ve con preocupación que los depósitos americanos empiecen a resultar más atractivos que los alemanes. Los americanos han sido sumamente inteligentes. En un primer momento, han hecho creer que los inversores podían decidir entre los fondos americanos y los alemanes. Lo cierto, sin embargo, es que la crisis europea, los test de stress de los bancos europeos, la crisis de Ucrania y un par de asuntos más, han mermado la capacidad de competividad de los fondos alemanes. No hay nada nuevo bajo el sol. Una  economista de habla francesa, Miret Zaki ,ya había denunciado esta intención hace tiempo.


No digo que esté de acuerdo con todos sus análisis, a lo que me refiero es que si ella ya lo había  sospechado, imagínense ustedes los alemanes. Los alemanes llevan años jugando una partida de ajedrez a la que muy pocos han prestado atención porque más que una competición parece una partida cordial entre dos amigos. Pero las nubes son cada vez más negras y muchos aconsejan a Merkel que acerque posiciones a Putin.
El juego de ajedrez no es fácil para la canciller alemana. Las sanciones y las contra-sanciones se suceden. Ella, mejor que otros, conoce perfectamente en qué consistió ese “sistema”. Las heridas siguen abiertas y el miedo de media Europa continúan estando presente. El apoyo a los separatistas en Ucrania ha servido para que muchos teman el regreso del horror que creían dejado atrás para siempre. No puede confiarse a la ligera en quién hasta ahora sólo se ha dedicado a destruir la libertad.

Así están las Cosas: cada vez más complicadas. Si lo están para los dirigentes, imagínense para el resto de los mortales.

Viernes. Jorge Iranzo y su mujer Paula Tierra van a ir a comer a un restaurante ruso en señal de buena voluntad. El marido de Carlota cuyo hobby consiste en ganar dinero, está planeando irse a vivir a Estados Unidos. Las nubes cubren Berlin pero no ha llovido.

 En mi jardín ha florecido una rosa roja.

La más bella rosa roja que nunca ha existido.

Isabel Viñado Gascón

 

 

 

Thursday, October 16, 2014

Bolsas bursátiles y Casinos


Llueve.

Ayer anunciaban en el Spiegel alemán que los servicios secretos de Estados Unidos y Rusia estaban dispuestos a colaborar contra el IS. Hoy, también en el Spiegel, aparece la noticia de que Putin acusa a Obama de hacer chantaje a Rusia. Veo que Estados Unidos y Rusia siguen jugando al ajedrez. Eso me alegra. Lo que sí me gustaría señalar es que el ajedrez es cosa de dos y no de tres. Se pueden realizar, eso sí, partidas simultáneas pero, repito,  no con más de dos jugadores. No es que tres representen una pesadilla. Es que, en el caso del ajedrez, constituyen una imposibilidad. Conviene no olvidarlo si se desea comprender que justamente  por este motivo la partida que juegan el señor Putin y el señor Obama no es la misma que la que en estos momentos juegan la señora Merkel y el señor Putin y tampoco la misma que la que están disputando la señora Merkel y el señor Obama.

En los periódicos españoles el mayor problema es el colapso que hubo ayer en el mercado bursátil. La bolsa, dicen, se desplomó. La crisis económica mundial se agudiza y en algunos países como España, especialmente. Los turistas extranjeros que visitan la Península siguen sin notar nada. Bares y cafeterías en las que encontrar sitio resulta difícil, hombres y mujeres sonrientes, gente guapa... “¡Ah!” - les digo- “¡Es que la procesión va por dentro!” Pero como Alemania no es lugar de procesiones, ni lo entienden. Ellos prefieren dedicar sus energías a sacar agua del Titanic, mientras los franceses parecen decididos a morir con la copa de champán en la mano, al par que se pisan los unos a los otros en el callo que más les duele.
Cada cual se adhiere a un grupo u otro en virtud de su carácter. El mío, qué se le va a hacer, pertenece al primero. Primero, porque la esperanza es lo último que se pierde. Y segundo porque, como dice la canción, “solo le pido a Dios que la reseca muerte no me encuentre vacio y solo sin haber hecho lo suficiente”. Ni los alemanes ni los franceses son optimistas. Simplemente reaccionan a su modo y manera. Los optimistas, por su parte, dicen que esta caída de los valores bursátiles no es una crisis real, únicamente se trata de una corrección del mercado. Yo me pregunto qué es “real” hoy en día. Y sobre todo ¿qué es “real” en bolsa?

 Aunque sé que lo que voy a decir escandalizará a muchos, la Bolsa y el Casino me parecen lugares muy parecidos: en ambos resuena en mis oídos una alegre voz que exclama: “¡Hagan sus apuestas!”

Tres son los puntos en común que, en mi opinión, les caracteriza.

-          Tanto a la Bolsa, (antiguamente se llamaba jugar en bolsa) como al Casino les une el riesgo, la incertidumbre y el azar.

-          Da igual que se trate de un novato, de un aficionado o de un jugador profesional, la banca siempre gana. Todos los jugadores son remisos a aceptar este punto así que muchos de ellos se dedican a elaborar complejos modelos matemáticos que demuestren que hay una “ley” que les va a garantizar el éxito.

-          Esto, el que la banca siempre gana, es algo en lo que raramente piensan todos ellos mientras van ganando y que no tardan en olvidar cuando pierden.

No me cabe duda de que ambos –bolsa y casino- mueven cantidades ingentes de dinero pero generar beneficios, lo que se dice generar beneficios, sólo genera a unos pocos: generalmente a los propietarios, que para ello necesitan de un gran número de participantes. Cuantos más participantes, mayor es el beneficio a recaudar. No es extraño, por tanto, que todos estos propietarios traten de convencer e incluso demostrar a Fuenteovejuna lo rentable que es participar en bolsa o jugar en el casino. No sólo es rentable. También reviste al jugador de una gran categoría social.

Así, un individuo que no conocemos nos asegura que si le compramos participaciones en su empresa – sea del tipo que sea- participaremos en los beneficios que recoja sin necesidad de involucrarnos en los problemas de la empresa. No habremos de enfrentarnos a los problemas que surjan con los trabajadores, ni tendremos que dedicarnos a buscar clientes o nuevas vías de mercado. Sin embargo, puedo ganar grandes sumas de dinero. Los riesgos son nimios. Suena bien. Demasiado bien, para ser real.

En realidad, la compra de acciones supone una patrocinación a las empresas. No mucho más. Si el jugador  las vuelve a vender justo en el instante en que ha conseguido un pequeño beneficio, descubrirá que, después de haber pagado al banco los gastos que éste le carga por la gestión, no ha ganado mucho más de lo que le hubieran proporcionado los intereses de depósito.  Si no lo retira, que es, lo que en general recomiendan los expertos en bolsa, tiene que ser consciente de que las grandes sumas virtuales de dinero que acumule desaparecerán en una u otra crisis. Las explicaciones que reciba le podrán satisfacer más o menos, pero desde luego no le harán recuperar su dinero.

Descorramos las cortinas, dejemos traspasar la luz y volvamos a las enseñanzas de nuestros bisabuelos. Ésas que afirmaban que “nadie da duros a pesetas”. Hoy en día como ya no hay ni duros ni pesetas parece que dichas enseñanzas han perdido validez. Nada más lejos de la verdad. Nuestros bisabuelos sabían por experiencia propia que “el maná no baja del cielo”. Les bajó a quienes les bajó, cuando les bajó. O sea, a unos pocos elegidos. Pero no a nosotros, corrientes mortales. Ganar dinero resulta, por tanto, una ardua y difícil tarea y es difícil conseguirlo sin trabajar.

Hay una serie de jugadores que, en efecto, obtienen grandes sumas de dinero (y que, igualmente, las pierden). Estos jugadores se dedican profesionalmente a esta actividad, lo cual quiere decir que también ellos disponen de empresas y que están, por consiguiente, sumamente interesados tanto en que se conozca las enormes fortunas que han hecho en bolsa, como en mantener el sistema.

Igual que el de los bancos, el de la bolsa es un sistema circular y cerrado. Puede ser que unas empresas tengan participaciones en otras, que se fusionen o que se separen. La información privilegiada adquiere en este circuito una importancia esencial porque dicho tipo de información pone en peligro la confianza que ha de imperar en dicho sistema. Los jugadores novatos y aficionados no están, por más que así se los hagan creer, dentro de ese sistema. Las ganancias que reciben no son más que anzuelos para que sigan jugando. La advertencia de que no hay que darse por vencido y que hay que tener paciencia y seguir jugando, igual. La bolsa se ha desplomado porque del mismo modo que los bancos, ha llegado un momento en el que el sistema cerrado en el que se organiza se ha quebrado. Pero no ahora, mucho antes.  Los bancos como la bolsa están intentando solucionar algo que no tiene solución y eso porque los modelos matemáticos y la economía real no van de la mano. No han ido nunca.  Es curioso. Vivimos en tiempos que aseguran que Dios es sólo un constructo de la mente y de la sociedad y sin embargo nos empeñamos en negar que la mayoría de lo que tiene que ver con el mundo financiero también lo es.

Desde luego, patrocinar a las empresas beneficia, qué duda cabe, a la sociedad. Ayuda a que se mantengan los puestos de trabajo y la competitividad de las empresas que en ella existen. Pero en tiempos de crisis, los ciudadanos deberían ser conscientes de que su patrocinación va a resultar inútil. Muchas de ellas se encuentran ahogadas por las deudas y por las dificultades, no ya de expasión,  sino incluso de mantenimiento. Los acontecimientos políticos a los que tan sensibles parecen  mostrarse las bolsas, se debe, sencillamente, a que dichos acontecimientos generan consecuencias económicas. El miedo del que hablan los economistas no es un miedo sentimental, es un miedo que se puede calcular y generalmente se calcula en pérdidas. La bajada en bolsa significa no sólo que la economía va mal y que las empresas van mal. Significa, sobre todo, miedo.  Los test de stress que ha llevado a cabo el BCE en los bancos europeos es una nube demasiado negra para ser ignorada, a pesar de que muchos se empeñen en creer y hacer creer que un resultado positivo de los mismos la alejará.

Sigue lloviendo...

Isabel Viñado Gascón

Tuesday, October 14, 2014

Nota a mi blog „Europa, Europa“


Escribí esta pequeña reflexión acerca de Europa en el año 2012´y se encuentra publicado en mi blog "El libro de la semana". Lo que me sorprende no es sólo que mi análisis haya conservado su actualidad, sino que yo misma esté todavía de acuerdo con los presupuestos que sostenía en aquél entonces. Debo reconocer que mi amigo Jorge Iranzo sigue sin admitir lo referente a dejar el control de la política monetaria en manos del Estado nacional. Jorge nunca ha ocultado su escepticismo ante la posibilidad de que un Estado nacional pueda encargarse del tema sin caer en la ineficacia o en la corrupción. Yo por el contrario sigo convencida de que si el Estado no puede lograrlo, tampoco lo pueden hacer las entidades financieras privadas. Los escándalos en los que muchos de los bancos se han visto envueltos – y nos han envuelto- representan un buen ejemplo de lo que digo. En este sentido me siento sumamente orgullosa del análisis que en su día realicé acerca de la inflación y de la deflación.

La cohesión europea ha sufrido y sufre enormemente ante los embates económicos. La población está cansada. No niego que muchos han vivido seguramente “por encima de sus posibilidades”, pero hay que admitir que son justamente éstos los que también están sufriendo las consecuencias más duras. El paro sigue constituyendo en una gran parte de Europa un grave problema. No sólo el paro juvenil. También resulta terrible el paro de esos adultos de cerca de cincuenta años, que se han visto involucrados en las diferentes “mini-crisis” (¿anuncio tal vez del maremoto que se nos avecina?) aparecidas sobre todo en los llamados “países del Sur”, desde principios de la década de los ochenta y que les ha obligado a retornar a las casas de sus padres. No vuelven solos. Les acompañan sus propios hijos.

Las costumbres y las virtudes se resienten, al igual que se difumina lenta pero inexorablemente la esperanza de poder salir del túnel. Incluso en la austera y disciplinada Alemania empiezan a surgir voces, aunque tímidas y vacilantes, que se plantean la eficacia de las políticas de ajuste que se están llevando a cabo. Hoy como ayer sostengo que la deuda es impagable. Lo único que me molestaría enormemente es que para salvar a un sistema – el financiero- hubiera de perecer una sociedad –la europea. Siempre he estado a favor de recaudar impuestos. Creo que un Estado no es una empresa privada y por tanto tiene el deber de preocuparse incluso de esos ciudadanos que por unas u otras causas no son capaces de hacerse cargo de sí mismos. Sin embargo no soy comunista. Mi individualismo me lo impide. El pensar que alguien va a coger el fruto de mi trabajo y va a repartirlo sin mi consentimiento me resulta insufrible. Del mismo modo, me disgusta que los ciudadanos se vean ahogados económicamente porque hay que pagar – les dicen- las consecuencias de sus pecados, mientras veo a tanto malvado absoluto seguir haciendo de las suyas. A nosotros nos está pasando lo mismo que a Adán y a Eva: que estamos siendo expulsados del Paraíso, a pesar de que sólo se nos puede acusar de estupidez. Porque sí : es cierto que Eva aceptó la manzana, pero no es menos cierto que si en esta historia Eva es la tonta por cogerla,  la serpiente es la auténticamente malvada por ofrecerla sabiendo que pasaría lo que pasaría.
Al final, los únicos castigados son, encima, los pobres tontos. De la verdadera malvada la historia ni se preocupa. Total, no es difícil imaginarlo. Los malos ya se sabe: al infierno con ellos. Bien, bien... Pero, a ver, díganme ¿qué pasa, si como en este caso, el infierno constituye su hábitat natural?

Tanto laicismo para al final descubrir, mal que nos pese, que todavía no hemos salido de los tiempos bíblicos... En fin, ya conocen ustedes mi inclinación a elucubrar.

Dos observaciones finales.

En uno de los apartados hablo del fin de las ideologías. “Actualmente, salvo contadas excepciones, los ciudadanos “creen” tan poco en la Ideología como en la Iglesia. Tan poco en el César como en Dios. La ideología considerada como expresión pública exhaló su último aliento en las revueltas del 68. Todos los movimientos estudiantiles y protestas sindicales acaecidas desde entonces han resultado cada vez más artificiales”.

A pesar de los diferentes movimientos ciudadanos que han promovido la aparición de nuevos grupos políticos que llevan una enorme carga ideológica en sus propuestas, sigo considerando acertadas mis palabras. Estoy convencida de que una gran parte de sus seguidores lo son, no en virtud de dicha ideología, sea cual sea, sino en virtud de la denuncia que hacen tanto de la corrupción como de la pérdida de identidad que se está produciendo en su sociedad. Es la denuncia y no la carga ideológica la que lleva a sus partidarios a adherirse a dichos nuevos grupos. Me gustaría equivocarme y pensar que a esos jóvenes que integran sus filas les han dirigido sus convicciones políticas. Mucho me temo que lo que les ha impelido a unirse a tales movimientos ha sido la desesperación ante una situación actual que parece agravarse sin remedio, así como el deseo de castigar a todos los que han participado en la creación de dicha situación. Es la rabia y no la esperanza. Políticamente visto, esto es, a medio plazo, un suicidio político y promete grandes sacudidas sociales.

La segunda observación se refiere a los nacionalismos. En el 2012 escribí: “El deseo de muchos de regresar a los nacionalismos e incluso a los regionalismos, resulta sumamente peligroso ya que únicamente beneficia a los competidores: “divide et impera.”

En lo que al tema económico y político se refiere, sigo pensando lo mismo. Muchos creen que las macrosociedades son injustas cuando muchas veces las mayores injusticias y atrocidades imaginables contra un ser humano se cometen dentro de la propia familia, dentro del propio grupo.

Sin embargo, estoy igualmente convencida de que cada individuo debe poder decidir su pertenencia a un grupo y por lo mismo, que un grupo ha de tener la capacidad de decisión de pertenecer a una determinada comunidad y la comunidad a una determinada nación y la nación a una entidad supranacional. Esta voluntad de pertenecer a un grupo y no a otro, es lo que yo entiendo por libertad. Las leyes, como las normas morales, han de servir a la libertad del individuo y no al revés. Impedir que una comunidad que quiere decidir si desea pertenecer o no a una determinada nación o si quiere o no quiere continuar perteneciendo a ella, cumpla ese deseo de decidir, me parece un craso error. Justificar la prohibición recurriendo al imperio de la Ley me parece un tanto cínico. Las leyes están hechas para servir a las necesidades de los individuos y no al contrario. Precisamente por eso constantemente se reforma la legislación, derogando unas leyes y publicando otras nuevas. Es por eso por lo que en muchos países se ha introducido la posibilidad de matrimonio entre homosexuales así como la permisión del aborto, todos ellos temas tabú no hace mucho tiempo.

Aludir al imperio de la ley, aunque esa Ley sea la Constitucional, no significa solucionar el problema. Significa aportar uno nuevo al ya existente. De repente al deseo de independencia de ese grupo hay que sumar la necesidad de reformar una ley que se ha quedado obsoleta al no contemplar la nueva – o no tan nueva- situación. Y lo digo hoy, precisamente hoy, que es cuando el señor Mas ha declarado en Cataluña que no se celebrará la consulta el día 9 de Noviembre.
El problema  catalán no se quiere resolver, pero no por el imperio de la Ley Constitucional, como algunos aseguran, sino porque permitir esa consulta significaría abrir la Caja de Pandora en lo que a la unidad de España se refiere.
Éste – el de Ser o No Ser- es el verdadero problema y no el del cumplimiento de una Ley que además de prever la posibilidad de ser modificada, ya experimentó una reforma en el 2011. Lo que pasa es que como se trataba de dinero y no de grandes palabras como Unidad nacional, la cosa pudo resolverse más fácilmente. A mí,  que cada vez más me cansan las palabras, las de los otros, se entiende, porque lo que es yo, como pueden observar, no dejo de hablar, me gustaría pensar que con la declaración de Mas de no celebrar la consulta, al menos no como estaba planeada, se han resuelto las tensiones que hasta el momento se habían acumulado. Me gustaría. Algo me dice que no va a ser. Lo más racional sería que los partidos independentistas se unieran en Cataluña. Si ganaran con mayoría absoluta podrían afirmar que esa es la dirección que quieren los ciudadanos y trabajar, por tanto, en consecuencia. Lo que pasará seguramente, es lo que se está empezando a leer en los periódicos, es que las corrientes independentistas se enfrentarán las unas a las otras en su carrera por alcanzar el poder, Mas se verá relegado a un segundo plano por haber fracasado políticamente y por el problema Pujol. El deseo independentista catalán se transformará nuevamente en una petición de más dinero y de más competencias políticas a Madrid. Madrid se lo concederá hasta la medida de lo posible, que no será mucho porque las otras Autonomías estarán controlando cada céntimo y en general todo seguirá como siempre. Una tercera opción es que el deseo de los ciudadanos de constituir una nación independiente llegue a ser tan poderoso que se inicien  manifestaciones en la calle y altercados con los no nacionalistas. Lo más probable entonces es que tales protestas callejeras terminen siendo también manifestaciones contra la crisis y la corrupción.
 
Porque lo cierto es que con o  sin independencia catalana, los verdaderos desafíos en España siguen siendo, a mi juicio, la crisis y la corrupción. No nos engañemos: la corrupción no es cosa exclusiva de los políticos. La ejercen más a menudo porque están más cerca. Pero la corrupción está también en el bolsillo de Fuenteovejuna, aunque este bolsillo sea más pequeño y quepa menos.
Al fin y al cabo, para ser sinceros, fuerza es admitir que lo que llevó a Eva a coger la manzana no fue precisamente el hambre... 

Isabel Viñado Gascón