Mi amigo Jorge Iranzo suele reprocharme mis simpatías por Rusia-Putin. En
su opinión Rusia no es más que una escombrera de chatarra de la que todos
quieren marcharse y en la que nadie quiere entrar porque aquéllo no tiene
solución. A mí, en cambio, me parece que exagera. No debemos olvidar lo difícil
que resulta salir de cualquier sistema dictatorial mucho más del uno tan duro
como el bolchevique. Hasta el mismo Putin lo reconoció: ¡qué sistema!, exclamó. De los
efectos de las dictaduras ya hablé en mi blog “El libro de la semana”, cuando
analicé el libro de Tabucchi “Aclara Pereira”. En Rusia, las estructuras
autoritarias del tiempo de los zares no desaparecieron, únicamente fueron
sustituidas y apuntaladas con unos métodos de opresión salvajes e inhumanos. Así
pues, la población rusa ha vivido sometida al silencio y la desconfianza mutua a la
que el miedo obliga. Los valores han sido deformados; la organización política,
carcomida por la corrupción. Cualquier dictadura genera estas consecuencias,
consecuencias cuya gravedad aumenta en progresión proporcional al tiempo que
una sociedad la ha padecido y Rusia la ha sufrido a lo largo de toda su
historia con escasas y tímidas excepciones. También ha habido repetidos intentos
por introducir reformas. Tolstoi, por ejemplo, no dudó en desheredar a toda su
familia para donar sus bienes al Estado, y
no han faltado tampoco los analistas que han elaborado inteligentes propuestas
para poder ser llevados a cabo. Pero una cosa es la teoría y otra la praxis. La
praxis falló porque los hombres que hubieran podido llevar a cabo la tarea
prefirieron asegurarse el poder antes que dedicarse a la construcción de una
nueva sociedad de hombres libres. No es que su imperialismo representara un
peligro mundial, es que traicionaron a su propio pueblo. Esto y no otra cosa,
es lo que a mí me parece terrible e imperdonable.
¿Expansión? Todas las naciones fuertes aspiran a expandirse, a conquistar territorios, a aumentar su círculo de influencia. Pero lo que diferencia a las unas de las otras son los sacrificios a los que someten a su propia población para conseguirlo. A la antigua URSS no le importó asesinar a la suya.
¿Expansión? Todas las naciones fuertes aspiran a expandirse, a conquistar territorios, a aumentar su círculo de influencia. Pero lo que diferencia a las unas de las otras son los sacrificios a los que someten a su propia población para conseguirlo. A la antigua URSS no le importó asesinar a la suya.
Recomponer todo ese estado de cosas va a llevar décadas, si no siglos. Pero
hay que hacerlo. Al menos hay que intentarlo. Yo estoy convencida de que Putin
lo está intentando. También creo que ama sinceramente a Rusia y que se comporta
como un déspota ilustrado, por lo mismo que a un enfermo drogadicto no se le
puede cortar radicalmente el suministro de droga. En definitiva, estoy
convencida de sus buenas intenciones en lo que a su pueblo respecto y eso, le
pese a quien le pese, me alegra. Otra cosa es que lo consiga. Solo, no puede.
¿Cómo conseguir que Rusia sea cómo la segunda parte de “Almas muertas”, de Gogol y no cómo la
primera? ¿Cómo solucionar la corrupción no sólo de los oligarcas sino de Fuenteovejuna? Es una empresa ardua que requerirá de mucha ilusión y de muchas
generaciones. Pero también la construcción de las catedrales exigió de tales
elementos y ahora disfrutamos de la inteligencia y belleza que en ellas
subyace. El "fast-do" no suele reportar buenos resultados. Lo importante es
ponerse manos a la obra. Y eso, creo yo, es lo que está intentando hacer Putin.
En cuanto a la política exterior... Eso es una partida de póker en la que
pierde el primero que enseña las cartas y gana el que Dios quiere. Hace dos
días Rusia y Estados Unidos parecía que iban a colaborar contra el IS. Los
americanos confiaban en la tradicional enemistad entre Rusia y Turquía. Escribí
entonces que se había iniciado una nueva partida de ajedrez entre las dos
potencias y que esa partida de ajedrez nada tenía que ver con las partidas de
ajedrez que Alemania está llevando simultáneamente con cada uno de ellos.
En efecto. Al parecer, Rusia no está dispuesto a ayudar mientras los
Estados Unidos mantengan los precios del petróleo a la baja. Para lograrlo han
utilizado varias medidas. Una de ellas la de convencer a Polonia que haga uso
de la técnia del fracking para no depender energéticamente de Rusia.
Aquí, justamente, es donde yo – lo siento, por mi amigo Jorge- me desbanco de los
americanos. ¿Por simpatías hacia Putin?
No. Por desprecio hacia la hipocresía americana.
La hipocresía, en sociedades como la nuestra, en que estamos acostumbrados a
que todo se nos muestre “al desnudo”: desde los cadáveres hasta a los amantes
pasando por las emociones, me asombra. Ante todo, he de confesar que no me
siento orgullosa de mi propensión al asombro. Al contrario: me resulta
sumamente molesto porque suele ser la forma de reacción a situaciones que
carecen de lógica. Es como si de repente ante
“a” y “no a”, el ordenador – que es mi cerebro- se quedara inmóvil a la
búsqueda de una solución que pueda hacer compatibles a los contrarios y que
caso de no conseguirlo, se apaga automáticamente.
Los americanos llevan años hablando de un calentamiento de la Tierra, cuyos datos varían
con cada nueva estación anual. En primavera ofrecen unos determinados datos,
que suben – o bajan- en verano y que no tienen nada que ver con los del otoño.
Cada invierno es el más caluroso o el más frío del siglo. Si es el más frío,
eso también tiene una explicación científica: al calentamiento le precederá un descenso
de las temperaturas...
En fin, que en Suecia están aterrorizados con el calentamiento de la
Tierra, no vaya a ser que les aumenten las temperaturas y ya no tengan ninguna
excusa para ir a Mallorca y han decidido cerrar sus centrales de carbón por
considerar que, además de contaminar, contribuyen al calentamiento terráqueo.
Supongo que están convencidos de que ya no las van a necesitar. ¡Total! ¡Con el
calor que se avecina!
Por si esto del calentamiento fuera poco problema, se nos dice durante décadas que el agua va a ser un bien más valioso que el mundo y que tenemos que controlar su uso. Se gastan enormes sumas en programas encargados de convencer a la población de que tomar una ducha es mejor que darse un baño e incluso fabrican nuevos wáteres con doble salida de agua: más y menos, según se necesite. Lo mismo sucede con los lavabos, fregaderos, electrodomésticos. Todo está pensado para reducir el consumo de un bien escaso como es el agua. Hace poco unos extravagantes estudiantes ingleses proponían que uno fuera al water al mismo tiempo que se duchaba. Habían demostrado que haciéndolo se ahorraban enormes cantidades de agua. En fin, a qué seguir...
Por si esto del calentamiento fuera poco problema, se nos dice durante décadas que el agua va a ser un bien más valioso que el mundo y que tenemos que controlar su uso. Se gastan enormes sumas en programas encargados de convencer a la población de que tomar una ducha es mejor que darse un baño e incluso fabrican nuevos wáteres con doble salida de agua: más y menos, según se necesite. Lo mismo sucede con los lavabos, fregaderos, electrodomésticos. Todo está pensado para reducir el consumo de un bien escaso como es el agua. Hace poco unos extravagantes estudiantes ingleses proponían que uno fuera al water al mismo tiempo que se duchaba. Habían demostrado que haciéndolo se ahorraban enormes cantidades de agua. En fin, a qué seguir...
Y de repente, vuelven a llegar los mismos que lanzan todos estos mensajes y
nos quieren introducir a nosotros, los europeos, lo que ellos ya tienen: el
fracking.
¿Comprenden ahora por qué me
asombro?
Dejando aparte que Europa no tiene ninguna región, por pobre que sea, que
pueda compararse al salvaje Oeste, uno se pregunta cómo pueden querer
introducir una técnica que es tan peligrosa – si no más – que la atómica, y que
además consume ingentes cantidades de agua. ¿Quieren salvar a la Tierra del
calentamiento global y no lo quieren salvar de la aridez terráquea? ¿Quieren
salvarla del calentamiento y no tienen miedo de convertirla en un desierto?
Yo me asombro. Putin, parece ser que también. Por distintos motivos, claro.
A él le preocupa las pérdidas de ingresos que va a generar una bajada en los
precios del petróleo y los consiguientes recortes económicos que va a padecer
el pueblo ruso, ya de por sí empobrecido y le asombra la necedad del resto de
los estados europeos por no comprenderlo. A mí me asombra que los alemanes, que
han paralizado las centrales atómicas a pesar de los costes que ello supone,
estén pensando en introducir el fracking, a pesar de la densidad de población
que tiene Alemania. ¿Quién o quiénes están detrás del fracking? “Determinadas”
empresas, desde luego. Pero ¿tan locos estamos como para aceptar de un modo lo
mismo que rechazamos de otro? Ya lo dije en mi blog: “Buenos días, señor
Putin”: Central nuclear o fracking, las consecuencias para la población, en
caso de accidente son catastrofales. Europa no quiere depender energéticamente
de Rusia y no le importa depender de los dioses del azar, de lo común tan
imprevisibles como bromistas...
Todo esto me asombra y hace que mis simpatías se acerquen al señor Putin. Por
su parte, Obama está bastante ocupado en controlar la expansión en Europa no
sólo en lo que al aspecto militar sino también al político-económico de un rival
sumamente poderoso. Así que los dos Presidentes andan enfrascados en una
interesante partida en la que cada uno trata de proteger fieramente sus
intereses.
Además de Putín y Obama, hay otra gran jugadora que participa en el torneo
actual: Merkel que, como no podía ser menos, juega una partida contra Obama y
otra contra Putin.
A pesar de las apariencias, lo cierto es que la partida contra
Obama es más complicada de lo que a primera vista deja entrever, hasta un extremo que su desarrollo podría influir
en la partida que Merkel mantiene en este instante contra Putin, logrando, incluso, que ésta dejara de jugarse.
La dificultad de la partida contra Obama se asienta sobre todo en el hecho de que se trata de una cuestión de dinero.
Hay naciones, como la alemana que históricamente ha podido establecer reformas
desde arriba porque tradicionalmente ha tenido una población organizada
racionalmente y poco proclive a la corrupción. Hasta cierto punto hay que
admitir que no le queda más remedio. Alemania en sí no posee grandes riquezas y
cada uno de sus ciudadanos sabe lo difícil que resulta ganar un euro. Por eso
no está dispuesto a permitir que nadie, sea quién sea, se lo quite. E incluso
cuando se lo piden de buenas maneras, antes quiere enterarse para qué fin. No
es que no sea generoso; es que sabe el esfuerzo que a él le ha costado conseguir
lo que tiene. Si ni siquiera él mismo está dispuesto a derrocharlo en lujos
para sí mismo y practica la austeridad, no por la crisis actual, sino por
costumbre, mucho menos va a donárselo a otro para que sea ese otro el que lo
dilapide. No es por tanto casual que fuera Lutero, alemán, el que empezara su
protesta contra la Iglesia Católica por un asunto que tenía precisamente que
ver con el dinero.
Es importante hacer esta observación, para poder comprender por qué
Alemania ve con preocupación que los depósitos americanos empiecen a resultar
más atractivos que los alemanes. Los americanos han sido sumamente
inteligentes. En un primer momento, han hecho creer que los inversores podían
decidir entre los fondos americanos y los alemanes. Lo cierto, sin embargo, es
que la crisis europea, los test de stress de los bancos europeos, la crisis de
Ucrania y un par de asuntos más, han mermado la capacidad de competividad de
los fondos alemanes. No hay nada nuevo bajo el sol. Una economista de habla francesa, Miret Zaki ,ya
había denunciado esta intención hace tiempo.
No digo que esté de acuerdo con todos sus análisis, a lo que me refiero es
que si ella ya lo había sospechado,
imagínense ustedes los alemanes. Los alemanes llevan años jugando una partida
de ajedrez a la que muy pocos han prestado atención porque más que una
competición parece una partida cordial entre dos amigos. Pero las nubes son cada vez más negras y muchos aconsejan a Merkel que acerque posiciones a Putin.
El juego de ajedrez no es fácil para la canciller alemana. Las sanciones y las contra-sanciones se suceden. Ella, mejor que otros, conoce perfectamente en qué consistió ese “sistema”. Las heridas siguen abiertas y el miedo de media Europa continúan estando presente. El apoyo a los separatistas en Ucrania ha servido para que muchos teman el regreso del horror que creían dejado atrás para siempre. No puede confiarse a la ligera en quién hasta ahora sólo se ha dedicado a destruir la libertad.
El juego de ajedrez no es fácil para la canciller alemana. Las sanciones y las contra-sanciones se suceden. Ella, mejor que otros, conoce perfectamente en qué consistió ese “sistema”. Las heridas siguen abiertas y el miedo de media Europa continúan estando presente. El apoyo a los separatistas en Ucrania ha servido para que muchos teman el regreso del horror que creían dejado atrás para siempre. No puede confiarse a la ligera en quién hasta ahora sólo se ha dedicado a destruir la libertad.
Así están las Cosas: cada vez más complicadas. Si lo están para los
dirigentes, imagínense para el resto de los mortales.
Viernes. Jorge Iranzo y su mujer Paula Tierra van a ir a comer a un
restaurante ruso en señal de buena voluntad. El marido de Carlota cuyo hobby
consiste en ganar dinero, está planeando irse a vivir a Estados Unidos. Las
nubes cubren Berlin pero no ha llovido.
En mi jardín ha florecido una rosa
roja.
La más bella rosa roja que nunca ha existido.
Isabel Viñado Gascón
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