Thursday, April 30, 2015

Estudios teóricos en la escuela

Esta mañana he leído en el periódico que crece el número de chicos que repiten un curso y que sienten desinterés por los estudios. Para solucionar el problema, los jesuitas experimentan con nuevos métodos pedagógicos y en Finlandia están considerando seriamente la idea de reducir el número de asignaturas: “Menos asignaturas y más saber”, podría ser la divisa.

Sin embargo, antes que nada habría que atender a dos aspectos, a mí modo de ver esenciales:

Primero, que el estudio no es cosa de muchos sino de pocos y que la mayoría se interesa por las ventajas prácticas que le pueda aportar -  esto es, un trabajo, un ascenso social, mejor calidad de vida- más que por el enriquecimiento espiritual que tal estudio conlleva. 

Ahora a los escolares se les obliga a engullir una serie de conocimientos que nadie sabe muy bien qué les pueden aportar. El saber por el saber, sigue siendo -hoy como ayer- cosa de una reducida minoría, y lo que aprenden en la escuela no les sirve gran cosa para conseguir los objetivos reales a los que aspiran. Con los escolares se hace lo que las madres hacen con los hijos que se niegan a comerse los garbanzos: se les tiene horas y horas delante de la comida, ya fría. Unas veces, se les intenta convencer; otras, se juega con ellos y de repente la cuchara se transforma en un avión que quiere aterrizar dentro de la boca. El primer avión lo consigue y el segundo termina estrellado y con todo el equipaje desparramado por la ropa del crío. En ocasiones se les retira el plato de la mesa y se les vuelve a ofrecer a la hora de la cena y del desayuno del día siguiente hasta que el hambre, que no las ganas, le obliga comérsela. Pero ahora es un plato frío, que no sabe a nada. Y el niño, claro, no lo saborea. Lo traga incluso tapándose la nariz para sobrellevar mejor el desagradable momento.
Todo esto conserva su validez mientras los padres saben qué los garbanzos son fundamentales en la dieta del joven. El problema es cuándo hay tanta cantidad de comida que garbanzos o lentejas, francamente, lo mismo da y cuando el otrora irrebatible: "porque lo digo yo", hace tiempo que ha dejado de ser un argumento.

Con los estudios sucede que ya no se sabe qué hay que estudiar para encontrar un empleo, qué es importante saber para ser un hombre "de bien", tanto en sentido moral como social. Los planes de estudios muestran tanta confusión como los que los preparan y así al muchacho los conocimientos se le presentan como al mal comedor los garbanzos: frios y sin sabor. Se tragan porque no hay más remedio pero uno ignora el sabor porque los ha engullido con la nariz tapada, pensando en terminar cuanto antes con asunto tan desagradable y molesto.

Segundo, los chicos difícilmente pueden sentir interés por lo que a su propia sociedad le resulta completamente indiferente. Si la sociedad únicamente se interesa por los restaurantes de moda, los complejos turísticos, la última moda e ingresar dinero pero no por el buen teatro y la buena literatura es casi seguro que los jóvenes seguirán esa tendencia. Si los valores que se respetan son el culto al cuerpo y las reuniones sociales pero no la meditación y la reflexión serena, es previsible que los jóvenes también lo hagan. Los jóvenes son hijos de su tiempo. Rebelarse contra determinados valores resulta siempre difícil porque conlleva el ostracismo social que ha de convivir con las dudas que asaltan a la joven alma sobre si ha hecho lo que debía o no; si ha sido su razón o su orgullo la guía de su rebeldía...

Es curioso: antiguamente solamente se dedicaban a estudiar los que no servían para otra cosa y ahora sólo se dirigen al aprendizaje de los oficios los que de ninguna manera sirven para estudiar. Con ello no se ganan sabios sino bostezos y sí, en cambio, se pierden muchos buenos artesanos y constructores.

En vez de preocuparnos por el estudio teórico de los jóvenes – para el cual sólo unos pocos elegidos están dotados y por el cual sólo unos pocos de esos elegidos siente un verdadero interés, lo cual no es de extrañar porque sus biografías muestran que la mayor parte de ellos más que "elegidos" debería llamarse“condenados” – quizás fuera mejor encauzarles hacia el estudio práctico. Nuestros hijos no serán más sabios de lo que son, es cierto; pero desde luego sí menos ignorantes y seguramente más felices consigo mismos porque aunque siguieran desconociendo las hazañas y descubrimientos de otros hombres, sabrían de lo que ellos son capaces. Serían conscientes de sus potencias y de sus potencias potenciadas. 

¡Quién sabe! A lo mejor entonces dejaban de encerrarse en mundos virtuales para ir a colaborar en la construcción del edificio del mundo real.

Isabel Viñado Gascón



Wednesday, April 29, 2015

Baltimore no es ninguna sorpresa

El día 19 de Agosto del 2014, escribí un artículo titulado "Inspector Barnaby en Ferguson". Allí advertía de los graves problemas que podría ocasionar el ignorar la indignación de una colectividad que lleva siglos sufriendo desigualdades sociales, políticas y culturales; poco importa que una veces se trate de discrimación positiva y otra negativa.

Lo que dije en su momento pasó inadvertido, igual que terminó ocurriendo con los disturbios de Ferguson. Las consecuencias, sin embargo, son bien distintas en uno y otro caso.
Que mi artículo no fuera leído representa, en el peor de los casos, una espina clavada a mi orgullo. Que los acontecimientos de Ferguson no fueran comprendidos en su justa medida provoca y seguirá provocando graves conflictos no sólo en la calle sino en toda la sociedad estadounidense. Las repercusiones de tales enfrentamientos van a ser cada vez más violentas, más extremas, más radicales porque, al contrario de lo que muchos piensan no se trata de una simple alteración del orden callejero provocado por unos cuantos "revoltosos". Lo que empezó en Ferguson y ha continuado desde entonces es, ni más ni menos, que la explosión de la rabia que durante mucho tiempo se ha intentado contener atendiendo a los valores sociales: diálogo, paciencia, tolerancia...

Mientras el discurso es honesto, los ciudadanos intentan, procuran, atenderlo. El problema, no sólo en el discurso social, no sólo en el discurso político, también en el religioso y en el moral, surge cuando las palabras pierden su significado, se vacían de contenido y únicamente son fonemas audibles, elementos decorativos que el orador utiliza para realzar su figura ante el público. Es entonces cuando el concepto de lo políticamente correcto deja de ser sinónimo de serenidad y moderación para pasar a ser el de hipocresía y oportunismo.

No me gusta repetir lo que en su momento ya dije. Es por este motivo por el que les invito a leer "Inspector Barnaby en Ferguson" publicado en el blog "El libro de la semana" el 09/06/2015

 http://isabel-vinado.blogspot.de/2015/06/inspector-barnaby-en-ferguson.html


Isabel Viñado Gascón.

Tuesday, April 28, 2015

¡Viva el rock!

Que lo tenga que gritar yo, precisamente yo, que además de aborrecer las bandas de rock – por bandas más que por rock, debido a la alergia que me producen las asociaciones de cualquier clase - termino con dolor de cabeza cada vez que les escucho tocar la guitarra eléctrica, porque es en esos momentos en los que uno se pregunta dónde empiezan y terminan las fronteras que separan el ruido de la música...

Pues bien, no me queda más remedio que gritar una vez más y bien fuerte:

¡Viva el rock!

En primer lugar, porque los únicos buenos letristas que he encontrado en los últimos tiempos son rockeros. Y cuando digo “buenos letristas” quiero decir “geniales poetas” “extraordinarios cantautores” “inigualables conocedores de la conciencia social y del sentimiento humano”. En comparación con el estado lamentable en el que se encuentra la canción comercial, el rock introduce nuevas perspectivas incluso para los que nunca hubiéramos pensado que podría tenerlas. La desesperación obra milagros. ¡Ah! Si no fuera por esa terrible afición suya a tocar la guitarra eléctrica, a cuyo chirriante y agresivo sonido no me he acostumbrado ni me acostumbraré nunca del mismo modo que nunca he sido capaz de habituarme a determinados pasajes de las óperas, por muy burguesas que se las considere y por mucha voluntad que yo haya puesto en el empeño... De todas las bandas que conozco, mi favorita es “Subway to Sally.”

¡Viva el rock!

Viva, porque los aficionados al rock no son fácilmente clasificables. En el rock convergen la extrema derecha, la extrema izquierda, y los de la correción política;  allí se juntan los nómadas con los sedentarios; los ateos, los laicos e incluso – curiosamente – algunos buenos católicos, romanos, apostólicos que conozco. El único requisito: poseer la capacidad necesaria para aguantar horas y horas el ruido agudo, penetrante, casi obsesivo, de esas chillonas guitarras eléctricas que no tienen nada que decir y cuya tarea se reduce únicamente a “crear atmósfera”. Desde luego lo que es a mí, ya lo he dicho, lo único que me provocan es dolor de cabeza.

¡Viva el rock!

En tercer lugar “¡Viva el rock!” porque al paso que vamos nuestras hordas de jóvenes rebeldes van a necesitar lugares en los que canalizar su rebeldía y su descontento; lugares en los que buscar nuevos valores y formas de vida; y yo, francamente, prefería que se fueran a lugares híbridos como los del rock, en los que la influencia de la música folk es cada vez mayor y en los que, tal vez precisamente por eso, se ha incrementado la presencia de instrumentos que requieren conocimientos de música, como el violín, que que lo vayan a buscar a grupos radicales religiosos. No nos engañemos: la virtud, la verdadera virtud, la verdadera grandeza de la ecuanimidad virtuosa, no la van a encontrar en ninguno de los dos sitios, es cierto. Pero por lo menos, el rock no les engaña acerca del contenido. En cambio, los grupos religiosos extremos suelen basarse en aquéllo de: “consejos doy, que para mí no tengo.” Y así, esconden la misma miseria  que ellos tan radicalmente condenan.

Mientras escribo este artículo, una banda de rockeros rusos, los “Nachtwölfe” - “lobos nocturnos” – se está dirigiendo a Berlín, con la intención de unirse a la conmemoración del fin de la Segunda Guerra Mundial. El asunto no pasaría de ser una simple anécdota si no fuera porque dicho grupo de rock defiende a Putin y Putin ha traspasado con armamento y soldados la frontera de Ucrania, protegida de Europa y de los Estados Unidos.
De momento el mayor obstáculo que se le ha presentado a la banda de rockeros es cruzar la frontera polaca. Las autoridades les han puesto tantos impedimentos para proseguir su viaje que no sólo han tenido que intervenir las autoridades rusas, también han conseguido aumentar su fama y el número de adherentes a sus filas. Gracias al protagonismo que les han dado los medios de comunicación, deseosos siempre de grandes emociones, la banda de rockeros rusos motorizada se ha convertido en la gran protagonista de los próximos eventos conmemorativos antes incluso de que éstos hayan comenzado.

Putin, dicen, se ha dejado ver recorriendo el mundo en moto junto a ellos. Seguramente a Varoufakis tampoco le hubiera importado unirse a sus filas; al fin y al cabo, ya tiene el moto, el traje y el casco. Sólo le hace falta el permiso de Putin y el consentimiento de Tsipras, el nuevo favorito de los dioses del Olimpo.
Pero Varoufakis no a a obtener fácilmente el consentimiento de Tsipras para unirse a semejantes compañías. Varoufakis – igual que Putin- ha caído en desgracia y no parece que haya muchos dispuestos a tenderle una mano; ni siquiera Putin, necesitado él mismo de apoyos fuertes. A nadie le resulta desconocido que Varoufakis es peligrosamente radical; peligrosamente porque un intelectual burgués radical resulta siempre más peligroso que un intelectual radical. Si además es especialista en economía, ya ni les cuento. En cambio, Tsipras no se atreve a ser radical porque teme las terribles consecuencias que la radicalidad siempre conlleva y que sólo los más fuertes, los más necios o los más desesperados se atreven a aceptar. Varoufakis sí se atreve. Por eso prefiere ser económicamente autarca y morir de pie, antes que sacrificar a un pueblo y a las generaciones venideras para devolver las deudas que por los siglos de los siglos debe y deberá al vecino del segundo.Varoufakis se ríe cuando le llaman “jugador” los mismos que están sentados con él jugando al póker. No me extraña que haya escrito en su twitter que tales insultos le honran. Lo que me asombra es que a algunos les asombre lo que Varoufakis escribe.

Varoufakis no cree en los dioses. Varoufakis es radical y por eso también son radicales las soluciones que propone. Tsipras, en cambio, es conciliatorio y todavía cree en la misericordia de los dioses o, al menos, en un milagro en forma de indemnización por los delitos que los alemanes cometieron durante la Segunda Guerra Mundial,  que coincida con las próximas conmemoraciones. “Y que yo lo vea”, pienso. Lo cierto es que entiendo mejor el argumento de la tragedia cuando Varoufakis sale a escena que cuando lo hace Tsipras. Tsipras asegura que los diálogos con la canciller alemana Merkel han sido muy productivos pero nadie sabe en qué ha consistido la productividad de tales conversaciones. Hasta el momento los alemanes se han negado ferréamente a desembolsar un sólo euro al respecto, pero ¡quién sabe! A veces el hierro se funde. Hay rumores de que podría haber una reducción de la deuda, pero eso enojaría sumamente a los otros países deudores. No hay que olvidar que es Fuenteovejuna la que debe lo que debe y Fuenteovejuna no está dispuesta a que unos paguen más que otros. Fuenteovejuna se pelea consigo misma, mientras el vecino del segundo aguarda pacientemente a que le devuelva lo que le deben. Lo cierto es que no parece que a Tsipras se le haya ocurrido una mejor idea que a los otros: la de empezar a buscar dinero por todas partes lo antes posible. Para ello lo primero que va a hacer es explicar a sus compatriotas qué significa el término "Hacienda somos todos". Asunto nada fácil, lo reconozco. En los no tan lejanos tiempos prósperos y boyantes, el “Hacienda somos todos” se entendió en Grecia como el “Hacienda no somos nadie”. Ya saben ustedes: ese terrible principio que afirma que el Todo está en el Uno y el Uno en el Todo y que determina que al ser la calle de todos, no sea de nadie y que como Hacienda somos todos, todos nos aprovechemos de Hacienda pero nadie pague a Hacienda. Eso pensaban en los tiempos en los que "Hacienda" significaba Estado democrático y Estado del Bienestar. Imagínense ustedes ahora que "Hacienda" es sinónimo de Sherif de Nottingham y que el sacrifico ciudadano no sirve para mantener el Estado del Bienestar sino para pagar lo que se adeuda por servicios pasados de los que sólo se recuerda vagamente haber disfrutado.

Lo curioso es que como el sistema económico es un sistema cerrado, Grecia adeuda a España millones que España necesariamente le reclama porque ella también tiene que devolverlos ¿a quién? ¡Al vecino del segundo, naturalmente! ¿A quién, si no?

“Hay cosas peores” - dicen los portugueses,  más partidarios del fado que del rock.

“¿Por ejemplo?” – pregunta la incrédula Grecia, que no puede imaginar algo peor que su propia situación.

“Poder pagar antes de que plazo haya cumplido” – contesta Portugal.

Y es que para el vecino del segundo, y he ahí lo grave, los Estados no son Estados soberanos. La soberanía de los Estados es un rasgo que sólo cobra interés en las relaciones de los unos con los otros, no en las relaciones con el vecino del segundo. Para el vecino del segundo, los Estados son personas privadas y por eso han de devolver los intereses según lo estipulado, no vaya a ser que si a algún Estado le cae la lotería, lo que también le puede suceder a una persona privada, lo pueda pagar antes de tiempo y el vecino del segundo no recaude todo lo que había pensado recaudar.

Portugal estaba contenta de haber conseguido reunir el montante adeudado antes de tiempo pero he aquí que antes de aceptarlo, los dioses del Olimpo tienen que considerar la cuestión. Y Portugal con el dinero en la mano y esperando a saber si devolverlo antes de los plazos previstos le va a costar adicionales intereses de penalización o no.

De momento el vecino del segundo cuyo comportamiento, igual que el de aquéllos libreros que han vendido libros por valor de cien mil euros a una anciana ciega, puede calificarse nada más que como “marketing agresivo”, se digitaliza, cierra oficinas e incentiva el “Homeworking” que, digan lo que digan,  es una de las formas más complicadas de trabajar que existen. El “Homeworking”, al igual que las cocinas abiertas, es presentado en forma de idea genial cuando simplemente constituye un intento de solucionar los problemas que la crisis plantea. En el caso del Homeworking, la crisis de la empresa que intenta reducir gastos. Empieza por los locales y termina por los trabajadores. Desde luego no se puede negar que lo ha intentado. Y en lo que respecta a las cocinas, cuando los precios de los pisos y del servicio doméstico empezó a dispararse, se pasó de encuadrarlas en el lugar más alejado a comer en ellas, hasta que no quedó más remedio que integrarlas al comedor e incluso al salón. Estos anuncios de la persona que cocina al tiempo que se toma un vino con los amigos resultan siempre de una pesadez insoportable por falsos y falsificadores. En la cocina se trabaja y hasta se hacen confidencias al olor de un café recién hecho; puede convertirse incluso en un campo de pruebas en el que considerar la verdadera afinidad de los enamorados y en un lugar de alivio para colegiales cansados que olvidan sus penas delante de una taza de chocolate caliente pero, admitámoslo, apta para preparar una suculenta cena al tiempo que se disfruta de una agradable velada, no es.

Que se lo pregunten si no a los periodistas portugueses. En Portugal los partidos políticos mayoritarios están pensando en cocinar una ley de censura dentro de la cocina abierta que es cualquier Parlamento que se precie; de tal manera que cualquier artículo que los periódicos deseen publicar tendrán que obtener primero, la aprobación de una comisión.

Historias como éstas, que yo acabo de leer en "Der Spiegel", introducen en mi alma una gran consternación. Los periodistas tendrían que obtener la aprobación de la comisión ¿y los blogueros portugeses? ¿y los periodistas de los periódicos extranjeros? ¿Y los blogueros de los bloggs extranjeros? Sólo faltaría que la famosa dictadura mundial que las teorías de la conspiración llevan anunciando desde hace años se iniciara en Portugal, precisamente en Portugal que acaba de salir como quien dice de una dictadura parecida a la española. Como sigan por ese camino, a los políticos portugueses se les va a quemar el asado y encima va a ser a la vista de todos comensales.

El IS, ajeno al vecino del segundo, indiferente al Homeworking y a las cocinas abiertas, atentos quizás, nunca se sabe, a la suerte de los refugiados musulmanes que consiguen arribar a nuestras costas para educada pero inflexiblemente intentar convertirlos al extremismo, después de haberse encargado amablemente de sus cuestiones administrativas y de sus cuidados humanitarios, asegura victorias en su territorio y considera la posibilidad de un acercamiento a los radicales islamistas de Chechenia. El IS considera esa posibilidad, como considera otras posibilidades. Lo cierto es que si cogemos un mapa y ponemos chinchetas en cada una de esas posibilidades, encontramos que cada semana hay más chinchetas que considerar.

¿Comprenden ahora por qué cada vez me gusta más el rock?

Isabel Viñado Gascón






Los preludios de una nueva Tragedia destinada a convertirse en clásica.

Llueve. Mis geranios rojos lo agradecen. Mi estado de ánimo no tanto. Aunque para ser sincera, he de reconocer que hay días en los que el tiempo resulta indiferente. Días en los que uno está melancólico haya o no haya sol. Y lo peor no es que esté melancólico; lo peor es que uno se siente cómodo en esa melancolía y no hace ningún esfuerzo por salir de ella; mira por la ventana indiferente a lo que afuera sucede; la visión de los trabajadores cargando y descargando bultos de sus furgonetas le desagrada profundamente. Un mundo silencioso y vacío es lo que el melancólico desearía en realidad. Se sirve un café con desgana y con desgana, también, se toma la píldora diaria que le permite combatir dicho malestar espiritual y reintegrarse en el mundanal ruido. La píldora se llama Sinfonía número 44 “Fúnebre” y el farmaceútico que la ha creado es mi farmaceútico de confianza: Haydn. Después de escuchar una música como ésa que por muy “Fúnebre” que se llame es la melodía más esperanzadora que conozco, pelillos a la mar, y el día – con o sin lluvia, con o sin sol- se torna armónico y equilibrado. Ni siquiera los periódicos, con su falta de noticias interesantes y análisis profundos, consiguen alterarlo.

 ¡Ah! Mi buen Haydn ¿Que haría yo sin tí?

Los griegos siguen escribiendo la tragedia de los Nuevos Tiempos, una tragedia de la que seguirán hablando – de eso no me cabe ninguna duda- los siglos venideros, igual que nosotros seguimos hablando de las antiguas tragedias. Y es que es trágico que en tiempos en los que tanto se pronuncia la palabra “solidaridad” sean precisamente los países más endeudados – Portugal, Irlanda y España – los más severos con una Grecia que ya no se llama Grecia sino Ofelia. A mí siempre me ha parecido una soberana estupidez morir de amor. De amor no se muere; de amor, se vive. El amor ha de ser o un remedio contra las penas de este mundo o contra su aburrimiento. La muerte no es un remedio, es un final y encima sumamente aburrido. Sin embargo, las Ofelias de este mundo vagabundean sin rumbo en busca de un Hamlet que lo único que sabe hacer es gritar al viento su miseria porque siente una terrible lástima por sí mismo y su destino, hasta el punto de que es incapaz de comprender cuán cruel y cuán inhumana puede llegar a resultar dicha autocompasión. No es que sea improductiva: es que a causa de ella termina muriendo media humanidad. Hamlet blande la espada pero su indecisión, su incomprensible afición a deshojar margaritas,  le impide alcanzar a los verdaderos culpables.

¿Y qué hacen estos mientras tanto?

¡Obligarle a recaudar impuestos, claro!

¡Faltaría más!

“Te quiero”, “me quiere”, “te quiere”, “os quiero”, “nos quiere” – se escucha susurrar.

-“¿Estamos en algún programa del corazón?” – pregunto asombrada.

- “¡No me seas ingenua!” – me recrimina la voz de mi conciencia.

“Estamos en el Edificio de la Recaudación más importante de los últimos tiempos” – indica satisfecha de sí misma.

“Esta voz de la conciencia, cada día más orgullosa” , pienso. Pero lo pienso en voz baja, para que no me escuche, no vaya a ser que se enfade. Aplacar la ira de una conciencia enojada es siempre tarea difícil...

¡Ah! Gran tema ése de la política y los impuestos – le digo. La mayoría de los ciudadanos odia tener que pagarlos tanto como los gobiernos aman recaudarlos. A los primeros cualquier cantidad les parece mucho y a los otros nada les resulta suficiente. Desde el punto de vista histórico constituye, sin duda alguna,  uno de los mayores motivos de discordia entre ambos grupos; hasta el punto de que muchas veces termina generando grandes fracturas, cuando no rebeliones, dentro de las comunidades humanas. El problema se acentúa en progresión proporcional a la complejidad de la organización social  – obviemos la cuestión, en temas monetarios siempre subjetiva, por muy objetiva que los cálculos matemáticos la presenten, de si dicha proporción es aritmética o geométrica.

Los impuestos han sido muchos y variados: directos, indirectos, en forma de donaciones más o menos voluntarias y sanciones económicas; en este sentido,  los botines de guerra – esclavos y esclavas incluidos - no pueden ser considerados más que como otro tipo de impuestos: el que ha de pagar el derrotado al vencedor. No creo pecar de exagerada si afirmo que la gran lucha de la humanidad ha sido la de los impuestos.

En la época moderna los dos grupos en litigio: ciudadanos y gobernantes, parecieron haber llegado a un acuerdo. Ello obedeció esencialmente a dos razones. En primer lugar, a la consolidación del régimen democrático que obligaba a los gobiernos a aprobar los Presupuestos de la Nación ante sus respectivos Parlamentos; en segundo lugar, a la constitución del Estado del Bienestar, que llevó a creer a los bienintencionados ciudadanos que entre todos juntos construirían la nación y que finalmente los tributos iban a destinarse a los servicios públicos: sanidad, educación, justicia, infraestructura...

“Hacienda somos todos” – repetía la famosa frase de la Transición. Lamentablemete aquélla frase fue malinterpretada; malinterpretada no sólo dentro de nuestras fronteras: en Europa entera – por no decir, en el mundo occidental.

“Hacienda somos todos” se transformó en "Fuenteovejuna". “Hacienda somos todos” implicaba “somos todos” a la hora de recaudar y de gastar. Lo público se hizo privado y lo privado se hizo público. Ustedes mismos pueden imaginarse cuándo era lo uno y cuándo lo otro. Que unas cuantas orgías vacían las arcas, no importa: - “¡La tiranía del oro ha muerto. Viva la libertad! Se fabrica más dinero y ya está. Asunto arreglado”. - “¿Inflación? ¡Viva la inflación!” –“¡Hace falta otro carro más de billetes!”. –“¡No: primero hace falta fabricar otro carro!” –“¡Viva la producción en cadena!” -“¡Más madera!” – grita Marx. (Groucho, no Karl, aunque lo mismo podría haber sido.)

Al vecino del segundo tales desmanejes no le gustan. Sus negocios no marchan nada bien con tanto barullo. Demasiado ruido, a él que lo que le gusta es la tranquilidad...

Así que llama a la puerta de Fuenteovejuna. Desairado le reprocha el ruido de sus fiestas y el desorden de su casa. Un tanto mareada, Fuenteovejuna se disculpa. El vecino del segundo afirma contundente que las cosas no pueden seguir así; Fuenteovejuna debe disciplinarse y él mismo se ofrece a ayudarla - “Te quiero” “Me quiere” “Os quiero” “Nos quiere” -  El vecino del segundo viste siempre pulcro y bien aseado, sonrisa franca, modales distinguidos. Fuenteovejuna se siente fascinada ante su presencia. El vecino del segundo se ofrece a solucionar sus problemas económicos a base de controlarlos él mismo. Antes de que el que le ha abierto la puerta pueda pensarlo, el vecino del segundo ha dejado caer en sus manos un sustancioso cheque. Y antes de que el vecino del segundo llegue abra la puerta de su vivienda, Fuenteovejuna le comunica que ha decidido someterse a una terapia de disciplina económica.

¿En qué consiste esa terapia?

El vecino del segundo le concede a Fuenteovejuna un crédito que Fuenteovejuna se obliga a devolver con intereses. Para no perder dinero, Fuenteovejuna se obliga a mantener un presupuesto que no sobrepase sus posibilidades. Ello evita la inflación y controla el gasto.

Hacienda somos todos. Fuenteovejuna somos todos. Fuenteovejuna se hace Estado y el Estado se hace privado.

El único que no tiene que preocuparse de vivir de acuerdo con sus posibilidades es el vecino del segundo, porque sus posibilidades son, sencillamente, infinitas. Como los gastos de Fuenteovejuna no dejan de superar sus ingresos, se ve obligada una y otra vez a recurrir al crédito. A Fuenteovejuna las deudas le ahogan y al vecino del segundo le ahogan los beneficios, pero como sabe nadar, no sólo nada en ellos sino que además incluso le propone nuevos negocios a Fuenteovejuna, que aumentan, claro, su deuda.

Fuenteovejuna, siempre alegre, alegre siempre, prosigue sus fiestas. Fuenteovejuna, siempre generosa, generosa siempre, da aquí y allá, sin detenerse a pensar mucho tiempo qué es “el aquí” y qué es “el allá”. Hasta que el vecino del segundo, que ha notado que ultimamente no nada en dinero sino en pagarés al portador y que aquéllo de “a río revuelto, ganancia de pescadores” sólo es cierto cuando hay peces en el río y no cuando hay plástico, coge sus pagarés y los porta al deudor que, consternado, no encuentra gran cosa en sus agujereados bolsillos.

Es en ese momento, precisamente en ese momento, cuando se alza el telón y el espectador asiste al estreno de una nueva tragedia. Es una tragedia moderna; por eso, tal vez, la puesta en escena es experimental y el espectador ha sido integrado en el guión formando parte del coro.

El telón se levanta.

El espectador carraspea para aclarar su voz.

¡Pobre! - murmura mi conciencia - Piensa que su texto es libre.

¡Pobre! -murmura mi conciencia - Piensa que va a recitar más de lo que recitará.

¡Pobre! - le digo - Piensa que los falsos profetas están muertos...

¡Ah! - suspiro- Ese erróneo laicismo suyo...

Isabel Viñado Gascón 

Friday, April 24, 2015

¿Qué es la vida? La cuestión por la existencia

A veces, en días tan bellos como hoy, días de amable sol y viento cálido, días en los que los árboles se alegran de estrenar hojas nuevas, igual que se alegran las muchachitas cuando estrenan su recién adquirido vestido aunque sepan que éste no les durará más allá de lo que a los árboles les duren sus hojas; la moda, ya saben...; en días como hoy, en los que unos preferiría no morir ni ver morir, resulta que a mí me da por pensar en la cuestión de la existencia.

“¿En qué consiste la vida?”, me pregunto. Y mientras sorbo un trago de un café ya casi frío, pienso en mis amigos:  Jorge, Carlos y Carlota, completamente distintos los unos de los otros y sin embargo, inseparables – pese a la distancia y a la incomunicación que durante meses y meses somos capaces de mantener sin que ello nos produzca el menor desasosiego porque conocemos la intensidad de los lazos espirituales que nos unen; el más fuerte de todos: el haber sido testigo de las caras que pusimos al salir del cascarón...

Para Carlota la vida siempre ha sido una excursión. Una de esas excursiones de escolares que se suelen planear para disfrutar de la naturaleza durante el buen tiempo. Todos caminan juntos, unos resultan más simpáticos que otros y con esos se habla más y se pasa más tiempo sin que ello provoque grandes conflictos. Uno presta ayuda al necesitado y es socorrido cuando la situación lo requiere. Se trabaja en grupo, se montan las tiendas de campaña, se comparte la comida y por la noche todos se reúnen alrededor del fuego, cantan y contemplan las estrellas...

Para Jorge la vida es una carrera. El lema es “que gane el mejor”. Por eso todos aquéllos que se dediquen a hacer trampas, todos los que pongan la zancadilla o se dopen, han de ser descalificados inmediatamente. Jorge está convencido de que “nobleza, obliga”, de que cada uno ha de esforzarse por sacar de sí mismo lo mejor y que la sociedad ha de ser ante todo y sobre todo una “meritocracia”.

Para mi amigo Carlos, la vida es una guerra. En la guerra no ganan ni los mejores ni los que conocen los senderos más agradables. En la guerra vence el que más muertos deja a su alrededor. Son los cadáveres los que dan la victoria. Los medios para conseguirlo poco importan. Si acaso un par de acuerdos por aquí y un par de acuerdos por allá para establecer límites a la monstruosidad humana y que no afectan en absoluto al que ha conseguido la victoria en el momento en que la obtiene y que cuando le afectan ya ha pasado demasiado tiempo para que a nadie le importe gran cosa. Tal vez un par de declaraciones por aquí y un par de declaraciones por allá mostrando la indignación por los hechos pasados. Tal vez un par de pruebas ocultadas aquí y otro par de pruebas destruídas allá.

Justamente porque Carlos está convencido de que la vida es una guerra, es por lo que ha decidido convertirse en desertor de la misma. Localizarle resulta difícil y entablar no digo ya una relación, una simple conversación con él, practicamente imposible.. Sin embargo, siendo médico resulta sumamente complicado convertirse en un desertor absoluto. Aunque lo que Jorge asegura sea verdad: que Carlos no trata con pacientes sino con enfermedades, no deja de ser menos cierto que las enfermedades representan, al fin y al cabo, otro tipo de guerra. Una guerra que mi buen Carlos, desertor  de la vida, no está dispuesto a perder de ninguna manera.

¿Qué es la vida?
¿Un hacer? ¿Un intentar?

Y mientras vuelvo a contemplar "el mundo tras el cristal", resuenan en mi mente las palabras del gran Calderón:

“¿Qué es la vida? Una ilusión
 ¿Qué es la vida? Un frenesí
 Una sombra, una ficción,
 Y el mayor bien es pequeño:
 Que toda la vida es sueño
 Y los sueños, sueños son.”

Isabel Viñado Gascón

Nota: "El mundo tras el cristal", canción del grupo musical español "La Guardia"





¡Sálvame!

No me negarán ustedes que resulta un poco extraño que sea el partido en el gobierno el que destape los casos de corrupción y corruptela de sus miembros más representativos, permita que se conozca la existencia de personas como Francisco Nicolás y ni siquiera tenga el más mínimo decoro en airear las intrigas y los conflictos internos que separan y dividen a esa gran familia, defensora en su programa de los más altos valores sociales, llamada Partido Popular.

Extraño porque estamos en época de elecciones, más extraño todavía porque en Andalucía  han desaparecido dos mil millones de euros destinados a la formación de parados y todavía no ha ido a la cárcel ningún alto cargo. Al parecer, allí  los únicos que blanquean millones son los alcaldes, sus mujeres y sus amantes folclóricas. “¡Al paredón con ellos!” Al paredón, no, que somos gente civilizada y de bien. Basta con dejarlos “a la sombra” una buena temporadita y ofrecérselos a Fuenteovejuna como víctimas expropiatorias. ¿Y los otros? Ah, los otros no se crean ustedes. Los otros están imputados. Ya se verá, ya.

Y mientras se ve y no se ve, resulta que en España sólo un partido - el de los valores eternos y sagrados,  el de misa de Domingo y religión en los colegios- tiene corruptos en sus filas. Y claro, por aquéllo de la fidelidad a los valores, no le queda más remedio que hacerlos públicos y hacerlos públicos unos pocos meses antes de las elecciones generales. ¡No me dirán que esto no es honradez! El deber es el deber, caiga quien caiga.

En mi siempre modesta opinión, pero no por modesta menos opinión, me parece que lo que muchos llaman “ajuste de cuentas” y  “guerras internas por el Poder” se trata en realidad de una operación de recaudación. Llenar las maltrechas arcas del Estado, maltrechas por vacías, se ha convertido en una cuestión de vida y muerte y uno – lo comprendemos- primero va al lugar en el que sabe o sospecha que hay dinero seguro.

En cualquier caso lo que asombra, lo que verdaderamente sorprende, es, en primer lugar, que sea ahora - ahora y no antes o después- en segundo lugar, que sea el partido en el gobierno el que no sólo eche piedras a su tejado sino que - lo nunca visto - reparta piedras a los otros partidos para que se las tiren a él y tercero, que bien porque las otras formaciones políticas andan enzarzadas en sus propias rencillas o porque no tienen muchas ganas de tirar de la manta - vete tú a saber los motivos -  no le lanzan tantas como podrían.

Uno se asombra, se sirve una taza de café humeante y mira a través de los visillos de la ventana. La mañana huele a primavera y los pájaros cantan alegres en las recién frondosas ramas de los árboles. Ninguna nube negra ensombrece el horizonte. ¿Por qué entonces todo se ha oscurecido tan de repente?

Son mis pensamientos, mis negros pensamientos, los que acaban de ensombrecer el día, tan idílico hasta el momento. Una terrible duda me asalta:

¿Será que no quieren volver a gobernar?

¿Será que quieren tirar la toalla?

¿Será que están gritando “Sálvame” y nosotros creemos que se refieren al otro “Sálvame”, a ése de las guerras de vecinos?

Hasta hace dos días veía a Hamlet pasar por delante de mi ventana deshojando margaritas. En vez de dudar entre “ser y no ser” andaba preguntándose si elegía el champán o los cubos de agua.

La cuestión de la existencia se había trasladado al Titanic.

Hoy, en cambio, lo he visto correr gritando “!sálvese quien pueda!”

¿Tan mal está la situación española, europea, occidental, global?

Isabel Viñado Gascón



"Sálvame"

En tiempos en los que todos sabemos que no hay mejor protesta que la indiferencia, me sorprenden las voces que se alzan en contra de programas como “Sálvame”, cuya audiencia sigue siendo, a pesar de los años que lleva emitiéndose y de la cantidad de horas diarias que ocupa en antena, una de las más elevadas, por no decir la que más. 
Lamentablemente y le pese a quien le pese, “Sálvame” no es el pecador al que hay que condenar y desterrar. El éxito de los programas de este tipo reflejan la naturaleza profunda de una sociedad. Es aquí donde hay que reconocer que nuestro país sigue siendo un gran patio de vecinos en el que lo único moderno es que últimamente ese “Te digo”, “te dije”, “me dijiste”, se resuelve ante las cámaras de televisión y a veces incluso en los juzgados. Los prudentes callan y no sólo aguantan carros y carretas, sino rayos y truenos. Caso de que se atrevan a exponer la verdad de los hechos aportando pruebas, son silenciados por el griterío, los insultos y las medias verdades que cada vez más son medias mentiras. En el patio de vecinos no se habla, se vocifera y cuando no se vocifera, se intriga. Fuenteovejuna vive en un corral de gallinas y de los huevos sólo salen gallitos. “¿Quién es Fuenteovejuna?”, me pregunta un viejo conocido. “Ah”, le digo con aspecto cansado, “Fuenteovejuna, como Hacienda, somos todos”. Y claro, el pobre hombre calla desconcertado porque su juventud le impide conocer aquél anuncio de los primeros tiempos de la Transición - “Hacienda somos todos”- encargado de hacernos tomar una conciencia fiscal desconocida en nuestro país, porque hasta entonces sólo se habían conocido los diezmos que había que pagar a la Iglesia Católica y que había convertido a más de un buen agricultor en pagano.

Fuenteovejuna utiliza los medios de comunicación informática más avanzados para desarrollar y perfeccionar su afición corralera y jugar a lo que todos, de niños, hemos jugado alguna vez: a los tribunales: uno es el juez, otro es el fiscal, otro el abogado. Hace falta un acusado. A ver, elijamos uno al azar. Mala suerte, te ha tocado. El público es el tribunal popular, no nos vaya a tachar alguien de antidemocráticos. ¡Faltaría más!

Justamente en esa fórmula tan infantil se basa el éxito de programas como “Sálvame”. Y Fuenteovejuna se erige en juez y verdugo. Fuenteovejuna elige al acusado y lo decapita o lo perdona a su antojo, voluble siempre, siempre cambiante. Fuenteovejuna se ha convertido en Opinión Pública y Nueva Inquisición. El Poder que los Poderes le quitan lo ejerce en las barracas de barrio. Lo que ha convertido a “Sálvame” en un programa estrella no es el espectáculo circense que sus protagonistas dicen que ofrece. No. No es el espectáculo en sí lo que interesa a Fuenteovejuna. Lo importante, lo realmente importante, es que es allí, allí justamente y no en el ruedo político- el lugar en el que Fuenteovejuna ha tomado conciencia de su Poder. Fuenteovejuna ha comprendido que el parecer es más importante que el ser, que lo importante no es lo que se lleva en la bandeja sino cómo se lleva. Los gritos no son propiamente gritos; simplemente elevan la voz  para que el otro se entere mejor, las amenazas se convierten en “maltendidos”, los insultos son simplemente “opiniones personales”. Las ofensas, “comentarios”; las medias mentiras, “medias verdades”; las traiciones, “cambios de opinión”. Ejemplos no faltan. La hipocresía es “compasión y pena por el otro”. El esquema del originario "Sálvame" se ha trasladado a las tertulias políticas, a los comentarios deportivos y ha inundado la vida cotidiana. La uniformización social tiene un nombre y el nombre es "Sálvame"

Y Fuenteovejuna se crece. Se crece en su verdulerismo y en su insaciable sed de sangre, de sangre ajena, claro. No es que el mundo haya ido a peor. Fuenteovejuna siempre fue arrabalera. Pero antes las ondas del escándalo se propagaban más lentamente y tenían un menor alcance. Hoy el desarrollo de la técnica ha mejorado los sistemas de espionaje y permiten una transmisión mucho más rápida y extensa de la vida del vecino. No deja de ser paradójico que por un lado Fuenteovejuna exija leyes de privacidad que protejan sus datos privados y por otro, no tenga el más mínimo reparo en introducir en la red los videos más íntimos sea de quien sea. No deja de ser asombroso que por un lado imponga a Google la ley del olvido y por otro se lance a sacar los trapos sucios incluso de los que hace tiempo que los lavaron.

¿Y se critica a “Salvame”? ¿Por qué? ¿Por mostrar el alma de Fuenteovejuna tal y como verdaderamente es y no como quisiéramos que fuera? Emitan obras de teatro, emitan programas de literatura clásica, emitan conciertos... Algunos lo verán, no me cabe duda, pero ¿alcanzarán records de audiencia que es de lo que se trata? Lo más seguro es que la mayoría no los pueda ver por falta de tiempo o porque lo que a ellos les gusta es ir a verlos “in situ”, o sea, al teatro.  Ajá. Lo creemos, claro. Lo dicen tan seriamente y con tanta convicción. ¿Quién se atreve a contrariarlos?

“Sálvame” y todos los programas de ese estilo desaparecerán cuando nuestra Fuenteovejuna desaparezca, lo que al día de hoy no parece que vaya a pasar.

Llamo a Carlota y le cuento mis penas con Fuenteovejuna que, por aquéllo de que “Fuenteovejuna somos todos”, tampoco me dejan libre de pecado. Carlota me consuela adoptando el tono que sé que adopta cuando tiene que consolar a uno de sus hijos. “No seas tan crítica contigo misma”, me dice con su voz dulce y aterciopelada, “cada país tiene su Fuenteovejuna y su “Sálvame”.

Por unos instantes me siento mejor. Al fin y al cabo ya se sabe:

“Mal de muchos, consuelo de tontos”


Isabel Viñado Gascón.

Wednesday, April 22, 2015

Los problemas crecen y se agudizan

Según mis últimas noticias, en Europa se ha decidido no enviar a Grecia el pago de Abril. Que lo hiciera tampoco serviría de gran cosa, si acaso para empeorar los ánimos en el resto de la Unión. De todos es sabido que Grecia no puede pagar y según el periódico español “Libertad digital”, un setenta y tres por ciento de los griegos no confía en que las cosas puedan mejorar. No es de extrañar: la mayor parte del capital privado hace tiempo que traspasó las fronteras helenas y el que queda no sirve más que para empobrecer a una ya de por sí paupérrima población. En España, visto lo visto, han decidido hacer caso de aquél famoso refrán que advertía: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Y para que “la sangre no llegue al río”, han decidido – o les han obligado desde Bruselas, ya ni se sabe – recaudar todo lo recaudable dentro y fuera de las fronteras patrias. Lo que la mayoría considera una “limpieza” del sistema, una operación “anticorrupción”, es, en realidad, una maniobra dirigida a recaudar cuanto más capital mejor. Son conscientes de que a los ciudadanos de a pie ya no les queda gran cosa en los bolsillos: sueldos de funcionarios, pensiones de ancianos que sirven – digan lo que digan sus detractores – de colchón sociofamiliar y deudas. Así pues, no les ha quedado más remedio que dirigirse a los altos capitales antes de que desaparezcan en alguna quiebra bursátil pasajera o en subvenciones a empresas a fondo perdido. El Sherif de Notting Hill ha saqueado a los más débiles y ahora le toca saquear a los nobles. Y para evitar que éstos se subleven nada mejor que seguir el “divide et impera”, que tan buen resultado ha dado a lo largo de la Historia. Lo dije hace un par de días y lo repito ahora: el hombre – quizás debido a la profunda y casi repentina admiración que siente por los habitantes del mundo natural, todavía no corrompidos por la putefracta sociedad, dice – adopta sus mismos comportamientos para conservar – al menos él está convencido de que la conservan- esa inocencia primera. Por eso, cuando tiene que cazar – y no olvidemos que el hombre es un animal omnívoro -  sigue las mismas tácticas de los carnívoros en libertad cuando tratan de cazar a las dulces gacelas: las aislan del grupo para que queden desprotegidas de éste. La masa, claro, no es capaz de enfrentarse a una manada de leones hambrientos así que se conforma con huir aterrorizado. Mientras el grupo corre espantado, la gacela – por lista y ligera que sea - es cazada sin grandes dificultades.
En Italia los problemas corren parejos a los de Grecia y España pero se acentúan con la llegada de emigrantes. Los ultra conservadores hacen chistes al respecto: Italia abierta al turismo de ocasión; las autoridades se preocupan no por la suerte de los muertos, que a esos ya se los ha tragado el mar, sino por la de los vivos. Hace tiempo que Italia pide ayuda al resto de Europa. Europa deshoja margaritas. Los que no han dudado ni un momento en ofrecérsela han sido los australianos, versados en luchar con los cocodrilos. ¿Son los emigrantes cocodrilos o simplemente turistas interesados en un turismo barato? Al paso que vamos no sería de extrañar que todos terminásemos siendo caníbales o veraneantes; en ambos casos, con un estómago vacío que espera ser llenado y sin un duro en el bolsillo.
Los alemanes anuncian preocupados el retroceso de su economía en el último periodo. Lo anuncian ahora; lo veíamos venir desde hace tiempo. Una cosa es la economía de los economistas y otra, la de los ciudadanos de a pie. El “Spiegel” desvela que más de siete millones tienen empleos parciales, empleos temporales y minijobs; tendencia en aumento. ¡Hombre! Es que “nadie da duros a pesetas”. Lo digo siempre pero tal vez por aquéllo de que ya no hay ni duros ni pesetas, pocos son los que lo toman en serio. Hay lo que hay: una deuda insalvable, una crisis de exceso de producción, de exceso de capacidad y de exceso de operarios, lo que lleva a que muchos estén dispuestos a trabajar al precio que sea aquí o en China. Alemania ha introducido el salario mínimo al tiempo que dispone que las labores realizadas sean deducibles en la declaración de la renta por los empresarios y beneficiarios de tales servicios,  para de esta forma controlar la economía sumergida.
He de decir, sin embargo, que los trabajos a tiempo parcial, los empleos temporales y los minijobs no son el problema más grave - al menos no el mayor, cuando la única alternativa que existe es el desempleo-. Desde mi punto de vista, el verdadero, el auténtico problema lo constituye la movilidad que de tales tipos de trabajo termina irremediablemente derivándose. Movilidad que no tiene nada que ver con la tan traída y llevada "flexibilidad" sino con la "inestabilidad". El hombre necesita un soporte en el que desarrollar su existencia y construir una sociedad. Si en los tiempos que corren es difícil mantener relaciones estables, imagínense ustedes lo que significa que uno encuentre un trabajo en la ciudad A. y otro en la ciudad B. Antiguamente, los pescadores se echaban a la mar pero sabían – o creían saber- que a su regreso su familia y sus amigos estarían aguardando su llegado; los jornaleros del campo que se dedicaban a tareas temporales iban a Córdoba a recoger la aceituna o a Francia, a recoger la uva, con la convicción de que pasados unos meses volverían a ver a los suyos.
Ahora, al paso que vamos, la situación va a agravarse sin remedio. Uno regresará, igual que lo hacían sus antepasados, al sitio de que partió, pero al contrario de lo que sucedía antes, quizás al volver no encuentre ni a su mujer ni a sus amigos porque su contrato de trabajo se ha acabado y los nuevos empleos los han dispersado por la faz del Planeta. Una faz cada vez más arrugada y vieja. La despoblación de los pueblos y el crecimiento de las ciudades lejos de solucionar el problema, lo empeora. Tal vez las grandes concentraciones metropolitanas ofrezcan más trabajos pero es igualmente cierto que las condiciones de vida allí resultan cada vez más costosas. Un pobre urbano es más pobre que un pobre rural.
La solución: hacerse autónomo, dicen los más optimistas. ¡Empresarios del mundo, uníos! Lo malo es que los únicos empresarios que a este paso van a quedar son los administradores de los casinos - ¡uy! Perdón, quería decir “mercados”- bursátiles y es cuestión de tiempo que ni eso.

En Estados Unidos, antaño el único lugar del mundo en el que los sueños podían hacerse realidad, se han dado cuenta de la disminución del número de jóvenes empresarios. Al menos eso dice la traducción de Miryam Lindberg  del artículo de Patrick Tyrell sobre el informe de  Heritage que apareció el 21 de Abril del 2015 y que hoy, día 22, publica el periódico “Libertad Digital”. (Espero haber citado correctamente). En fin, las causas que enumera dicho informe-artículo-traducción para explicar este descenso de jóvenes emprendedores son: el aumento de los costes universitarios y por tanto, el incremento del crédito que los estudiantes tienen que solicitar para realizar sus estudios y el consiguiente aumento de la deuda a pagar; el miedo de los bancos a proporcionar crédito para negocios a los que además del riesgo normal hay que sumar el hecho de que son empresarios noveles y la cada vez mayor regulación de la apertura de una empresa. Hay un cuarto factor: el de que los jóvenes son conscientes de que la fábrica de sueños está en crisis. Los riesgos que entraña iniciar un proyecto empresarial son cada vez mayores teniendo en cuenta de que muchos de los ya establecidos se están viendo abocados a la ruina. Si eso sucede allí, qué no pasará aquí... “Por la calle van diciendo, todos nos llevamos poco...”  ¡Ay! Aquéllos sabios refranes que todos queríamos olvidar... “La historia se repite”. Esto último no es un refrán; es una frase hecha, pero “para el caso, de tá usté”.

Los de Arabia Saudí bombardean Yemen para acabar con los rebeldes Huthi. Las noticias al respecto son variadas. Unos dicen que no ha servido de gran cosa; otros, que ha finalizado satisfactoriamente. 

Mientras tanto Turquía avisa a los Estados Unidos de que se ha convertido en un país de tránsito, de que aumentan sin cesar los yihadistas que traspasan sus fronteras. El número de islamistas extremistas crece imparablemente y cada vez más son más los voluntarios europeos y no europeos dispuestos a ir a luchar a Irak y contra Al-Assad en Siria.

A estas horas, los rusos deben estar destornillándose de risa. Sobre todo Putin, que en cuanto vea a Obama no tardará en lanzarle un misil en forma de “te lo dije”, “te lo dije”, “te lo dije”. Y es que es verdad que se lo dijo. Es verdad que el genial táctico, genial estratega o, simplemente, genial pillo que es Putin lo dijo y lo avisó tantas veces como hicieron falta. Es verdad que intentó cuanto pudo para mantener al malo Al Assad en el Poder por aquello de que por ser conocido era mejor que lo “bueno” por conocer. Es verdad que supo que lo “bueno” en una zona como aquélla no podía terminar siendo más que “peor”. Lo dijo y lo repitió hasta la saciedad y, como hoy es de día de refranes, “el que avisa, no es traidor”. Traición, desde luego, es algo que de ningún modo se puede reprochar a Putin. Él –le guste o no le guste al oyente lo que sale de su boca- avisa siempre. Igual que ha avisado que se va a lanzar a la aventura espacial, lo cual siempre conlleva, claro, una aventura militar. ¿O es que los adelantos científicos que se consigan para un área no se van a aplicar al de la guerra? 
Qué preparan en Siberia, es lo que yo me pregunto. Sí, desde luego, los extraños agujeros han sido provocados por el gas natural que hay en el subsuelo desde hace tiempos remotos y que ahora, casualidades de la vida, provoca tales fenómenos. Lo creemos, claro. Hasta que un día, en nuestro jardín aparece –pero infinitamente más pequeño- un agujero de características similares. “¿Gas subterráneo?” - me pregunto atemorizada. Y durante un año observo el hoyo, planto hortensias a ver qué pasa. Nada pasa. O sea, pasar pasa lo de siempre: que las hortensias florecen con normalidad. Hete aquí, sin embargo, que aparece una nueva cavidad, similar a la primera. El misterio continúa. Y continúa hasta que una mañana mientras me tomo el cafe, me acerco a contemplar el mundo tras los cristales – creo que es frase de canción – y veo a un conejo de ojos grandes y serenos observándome a mí. Compañero tan inesperado me sorprende. “Cuida”, le advierto telepáticamente, “que como sigan las cosas así terminarás en el caldero”.  Y como la visita no quiere terminar en la olla, coge y ¡zas!, de un salto se va. “Lástima”- me digo- “un amigo así nunca viene mal”, y casi sin querer – o tal vez queriendo- pienso en el poema de la Morsa, el carpintero y las ostras que un día Lewis Carroll compuso. Salgo al jardín temiendo que el conejo, por su parte, se haya dado un opíparo banquete a costa de mis plantas. En apariencia, todo sigue intacto. Sin embargo, al fin comprendo el origen de los agujeros del jardín. “Conejo bobo” – exclamo en silencio- alguno de tus túneles se ha hundido... Es en ese mismo instante cuando me asalta la sospecha de que tal vez a los rusos les haya sucedido lo mismo: gigantescas excavaciones bajo tierra, alguna de las cuales no ha resistido... “¡Bah!” – sonrío- “¡menuda imaginación la mía!”
En cualquier caso a Rusia, con una vecina Turquía transitada por islamistas y por un acueducto de gas ruso, no le va a quedar más remedio que precisar su política exterior. Todos sabemos que no siente ningunas ganas de hacerlo. A Rusia le resulta más cómoda la confrontación con los Estados Unidos que cualquier otra posición ideológica. En estos momentos, ser enemigo de Estados Unidos libra de más conflictos de los que conlleva. Incluso su amiga incondicional, Europa, vuelve a deshojar margaritas a la hora del ITTP.

Europa no quisiera convertirse en un continente satélite de la primera potencia mundial. Una cosa es ser aliada y socia y otra, muy diferente, caer en las redes comerciales del poderoso. Europa se acuerda del continente latino. En la actualidad, sin embargo, los esfuerzos de América del Sur y Central por deshacerse de los sistemas corruptos, de las mafias, de la repartición injusta de la riqueza conviven con un desarrollo espectacular de la cultura y de las ciencias. No conozco a nadie que haya vuelto de aquéllas tierras de allende del Atlántico siendo el que se fue. Tierra de hombres dioses: furibundos y tiernos, sabios y locos, pero siempre vivos.

China intenta conquistar Asia, que es lo que está más cerca, mientras juega al Monopoli con el resto del mundo. Ya lo he dicho otras veces: la deuda china es una incógnita que sólo se resolverá cuándo se pueda apreciar si sus inversiones dan o no dan frutos.

Africa se muere. Los motivos cambian pero la situación permanece constante. África muere. Mueren los animales, mueren las gentes, se mata a los animales, se mata a la gente, los animales se matan, se matan los hombres. Muerte es la palabra que define a un continente que debería ser rico en vida.
De todo, esto tal vez, sea lo más terrible.

Los problemas crecen y superarán el globo terráqueo. Conflictos en el espacio, sobresaturación de satélites girando alrededor de la tierra, basura espacial...

Al paso que vamos, las teorías de la conspiración van a ser cuentos para niños.


Isabel Viñado Gascón

Tuesday, April 21, 2015

La hipocresía de Fuenteovejuna y el fracaso de la educación

"La educación ha fallado", repite una y otra vez Fuenteovejuna. "Ya no se tiene respeto."

"¿Dónde pueden aprender autoridad y respeto los chicos de hoy en día?",pregunto enfadada. "¿En la añorada gran familia? ¿Con quién?" 

Los abuelitos y las abuelitas están sumamente ocupados en sujetar las mismas riendas del poder que un día les ataron a  ellos. Ahora que las tienen en sus manos no están dispuestos a soltarlas bajo ninguna circunstancia  y las mantendrán a toda costa, bien sea por la fuerza o por medio del chantaje emocional.
Antes de salir de casa camino del café, o del centro de deportes para la tercera edad o de la peluquería o el médico de turno,  los abuelitos y las abuelitas les recuerdan alegremente a sus nietecitos que sus padres son tontos y que por eso no hay que hacer demasiado caso de sus órdenes ni de sus consejos . Mientras tanto a los ocupados y pluriempleados padres les explican sin mover una pestaña que lamentándolo mucho no pueden ayudarles. “Ellos” –dicen- “ya criaron a sus hijos”.  Finalmente cierran la puerta, o cuelgan  el teléfono, o dan por finalizada la videoconferencia y desaparecen. Hacen lo que Fuenteovejuna les dice que hagan: “Mantenerse joven y en forma”. En caso contrario, la frustración es terrible. El chantaje emocional comienza cuando no consiguen salirse con la suya.  Entonces los padres de las criaturitas no sólo son tontos; también son malos.

Por su parte, los tíos solteros les llevan a todos los sitios prohibidos, para fastidiar y minar la injusta e injustificada autoridad paterna que se opone al ejercicio de la libertad infantil.. ¿Que el niño tiene cinco años y estrenan “Harry Potter”? ¡A ver Harry Potter! A ver Harry Potter, aunque los padres hayan avisado, pedido y suplicado que por favor si van al cine no entren a ver esa película. 
Y luego cuando resulta que sí que han ido a esa y no a la otra, a la adecuada, a la que los padres permitían, entonces, todos, abuelos incluidos, a reirse de las pesadillas de los pequeños y a minimizar la falta del irresponsable adulto: “él sólo quería lo mejor”, explica conciliante la abuela que no quiere ser abuela pero sigue siendo madre. 
En cuanto a los tíos que viven en pareja suspiran compasivamente antes de salir corriendo camino de una reunión con los amigos, que es más agradable y menos conflictiva.

"¿Dónde pueden aprender autoridad y respeto los chicos de hoy en día?" vuelvo  a preguntar, "¿En los programas de televisión?"

Ya no digo en los programas llamados “del corazón” ¡incluso en las tertulias políticas y en los comentarios de los eventos deportivos! ¡Menudo respeto y menuda autoridad se enseña! ¡Sí! En efecto: el respeto del que goza el que más grita, el que más tiempo insulta sin callarse.

¿Qué autoridad han de seguir los chicos?¿La autoridad de sus padres?

La autoridad paterna es bombardeada en su propia familia, cuestionada por la sociedad, impedida por los nuevos cánones hedonistas de la misma Fuenteovejuna que luego exige lo que ella misma no cumple." "Cada cual que haga lo que quiera", afirma complacida por el gran sentido de libertad que emana de sus palabras.
Con ello confunde  libertad con indiferencia además de olvidar, o fingir olvidar, que los padres -confusos, perfeccionistas y agotados- siguen los parámetros de conducta que Fuenteovejuna y la Opinión Pública dictan. ¡Hay de aquéllos que se comporten de forma diferente! Los padres pegaban latigazos cuando la Opinión Pública lo exigía "para que el árbol creciera derecho". Dejaron de hacerlo, cuando la Opinión Pública dejó de considerarlo un método de educación, tal vez debido a los nuevos aires ecológicos que instaban a "proteger a la naturaleza.", tal vez por la consigna hippy: "haz el amor y no la guerra." 
Los padres exigían que los hijos ayudaran en casa, hicieran sus tareas escolares y fueran a misa," cuando la Opinión Pública lo pedía. Dejaron de hacerlo, cuando ya no hizo falta. Total, Dios había muerto y en su lugar había aparecido un coche, una lavadora, un friegaplatos y hasta un aspirador.

En la actualidad la mujer ha de incorporarse al trabajo. Además ha de ser dinámica, socialmente activa y tener ocupaciones que le permitan desarrollarse como persona. Difícil, no cabe duda. La recompensa es la admiración de que goza en sociedad. Pobre de aquél que por una u otra causa no ejerza un trabajo remunerado. El paro puede ser un argumento admisible en algunos sectores, sin embargo la introduce en el compartimento del fracaso profesional. En lo que respecta a esas mujeres que, - bien por el trabajo de su marido, bien por decisión propia -, deciden renunciar al trabajo, quedan sentenciadas para siempre a sufrir el apelativo de “mantenidas", a no ser que estén integradas en un grupo extremadamente religioso.En mi vida había escuchado utilizar este término, el de "mantenida" tan frecuentemente como en los últimos tiempos. De poco sirve que esas mujeres planchen la ropa, frieguen los cristales, cocinen y ayuden a las tareas escolares. Nada de lo que hacen tiene valor porque todo eso también lo hacen las mujeres que trabajan, además de ir mejor vestidas y no perderse un sarao. Cuestión de organización, se afirma. Cuestión de guarderías y ayuda pagada, susurra la realidad en tono burlón.

Ya no hay amas de casa. Las mujeres que no realizan una actividad remunerada son "mantenidas". Esto es: vagas, sumisas, dependientes y sin capacidad para organizarse.

¿Alguien da más?

A los hombres Fuenteovejuna les ha concedido una importancia cada vez mayor en la cuestión educativa. Eso sí: Fuenteovejuna les permite conservar su libertad siempre y cuando dejen a sus mujeres practicar la suya. Para los hombres modernos tal requisito no constituye ningún problema. Después de todo, se han avenido a ser padres porque la mujer deseaba experimentar la maternidad. Ellos, explican ellos con modestia, son simplemente el elemento necesario para conseguirlo. Ellas, dicen ellos, querían ser madres y ellos, aseguran ellos, son tan gentiles que tras muchas dudas y meditaciones han accedido. Así pues, su responsabilidad queda minimizada por su falta de voluntad. Era Eva la que quería. 

Los tiempos no han cambiado tanto como se cree.

Los hombres les conceden a sus mujeres toda la libertad que quieren y más; eso sí: una vez que los gastos están divididos y bien divididos... 
Cuando  ella está fuera, él disfruta de su tranquilidad.Los juegos de ordenador les mantienen a  él y a sus hijos ocupados y divertidos. A través de ellos pueden conocer a personas con las que pensar estrategias para derrotar al enemigo y asuntos similares. Los conflictos generacionales han quedado erradicados para siempre.

"¿Los deberes del colegio?", pregunta alguien.

 "¿Qué deberes?" Fuenteovejuna escucha sin comprender.

Los profesores no tienen que corregir.

Los padres no tienen que gritar.

¿Un padre grita?

¡Qué ambicioso! –critica Fuenteovejuna- Quiere que sus hijos consigan lo que él no ha conseguido. ¡Valiente pretencioso!

Y quién sabe. Quizás esta vez no se equivoque en su juicio, pero desde luego de la hipocresía que le caracteriza no se libra. La misma Fuenteovejuna que exige hasta quedar afónica educación universitaria para todos, es la que se escandaliza cuando un padre se esfuerza para que su hijo lo logre. La misma Fuenteovejuna que no quería de ningún modo que sus hijos aprendieran un oficio y prefería un trabajo de oficina para ellos - costase lo que costase -, es la que se ríe burlona cuando los padres regalan libros a sus hijos, no les permiten ver la televisión, les controlan el uso de ordenadores y los llevan a actividades de deporte y música. ¡Qué exagerados! – murmura Fuenteovejuna entonces.

No. No ha fallado la educación de la tolerancia, no ha fallado la educación de la motivación, de la libertad. En absoluto. Fuenteovejuna ignora, o quiere ignorar que muchos padres y profesores siguen siendo déspotas sin que el resultado sea positivo. El despotismo, ya sea el sentimentaloide o el del garrote, nunca trae buenas consecuencias.

Aunque sea cierto que no todos los chicos quieren estudiar y no todos están dispuestos a pasar largas horas delante de los libros, sean éstos del tipo que sean, porque la lectura es un placer solitario, no social, y es comprensible que la mayoría de los alumnos posean más cultura cinematográfica que literaria, Fuenteovejuna no sabe que un tirano razonable y razonador que expone sus causas y sus motivos con argumentos llevados por el deseo de sacar lo mejor de esa persona inmadura, todavía no formada, que es su hijo, tiene más posibilidades de recoger sus frutos que el déspota que utiliza los argumentos sentimentaloides para manipular a su antojo a una persona sin preocuparse realmente por ella porque confunde tolerancia con indiferencia y clama libertad para los jóvenes para él mismo poder desentenderse de sus responsabilidades.

Lo que ha fallado en la educación es la sociedad misma. Esa sociedad que se espanta fingiendo una mojigatería trasnochada y obsoleta.
La realidad, la terrible realidad que nadie quiere aceptar es que los chicos siguen los mismos patrones de valores que ven a su alrededor. Quieren llevar las mismas vidas que ven en los adultos: el hedonismo, la desconsideración, el descaro, ropas, viajes... Y lo quieren igual que esos adultos que les rodean por todas partes: lo quieren, ya.

No han fallado ni los educadores ni los educados.

Lo que ha fallado en la educación es exactamente lo mismo que ha fallado en la sociedad: el igualitarismo, el deseo de ser todos iguales, el que conceptos como “esfuerzo”  y “mérito” hayan sido sustituidos por el de “suerte” y “relaciones”. Lo que ha fallado y sigue fallando son los valores.

Los valores no de los padres.

No de los maestros.

Los que han fallado han sido los valores de Fuenteovejuna. 

Y Fuenteovejuna somos TODOS.

Ya va siendo hora de que lo aceptemos:

Para disciplinar primero hace falta disciplinarse.

Isabel Viñado Gascón.





La hipocresía de Fuenteovejuna y la discutida reforma penal para menores.

Ayer un chico de trece años fue al colegio. Asesinó a un profesor e hirió a algunas otras personas. Hoy la “Nueva Inquisición”, o sea, la “Opinión Pública”, no sólo exige su cabeza; pide, también, una reforma de la Ley Penal de modo y manera que los menores de catorce años adquieran responsabilidad penal. Uno de los periódicos incluso convoca una votación al respecto. El resultado no puede ser más claro: Un noventa por ciento de los que han votado está a favor de la propuesta.

Mientras tanto, otros ciudadanos andan preguntándose en qué ha fracasado la educación en España. Las teorías al respecto son variadas: las instituciones, que con sus políticas de tolerancia y permisividad despojaron a los maestros de su autoridad; los maestros, que lo permitieron; los padres, que querían el aprobado para sus hijos... El denominador común a todas estas respuestas es la misma: la falta de autoridad y de respeto en la sociedad actual.

Y bien... ¿qué quieren que les diga?

¡HAY COSAS QUE CLAMAN AL CIELO!

Y esta: la hipocresía de Fuenteovejuna, es una de ellas.

A veces cuando me despierto tengo la impresión de que estoy en una pesadilla. Hoy es una de esas veces. Y es que la hipocresía de Fuenteovejuna, su necedad, no se si mental pero en cualquier caso espiritual, me hiela el alma. 

En una época de política de reinserción de los presos y de los enfermos mentales en la sociedad, en un país en el que constantemente se reivindica que los etarras encarcelados sean trasladados a prisiones cercanas a sus familias, Fuenteovejuna se dedica a considerar la posibilidad de que los menores de catorce años  vayan al mismo lugar del que se pretende que los monstruos de la sociedad salgan lo antes posible para no terminar siendo peores de lo que entraron; se pretende encerrar a chicos que no saben dónde tienen la cabeza en los mismos sitios que los expertos juran y perjuran que son simplemente escuelas de corrupción física, mental y moral.

Una de dos: o los expertos nos han estado engañando, con lo cual todas esas políticas de reinserción del delincuente no sirven para nada y hay que volver al garrote vil, o tienen razón. Si tienen razón en considerar que la cárcel no es un buen lugar para el adulto  y que hay que intentar otra vías ¿qué no habremos de intentar con chicos que aún no han empezado a vivir y ya han de cargar con un muerto a sus espaldas el resto de su vida? ¿ No es bastante castigo, ya? Aunque se reinserte, aunque se cure – en el caso de que se trata de un brote psicótico- ¿no es terrible el no poder desprenderse de ese momento de su vida? A mí, francamente, me parece aterrador que alguien quiera meterlo en la cárcel cuando la sociedad ya ha establecido lugares adecuados para tales menores. Mucho más aterrador me parece si de lo que se trata es de un enfermo mental que ni hoy ni nunca va a poder asumir responsabilidad de sus actos.

¡Ah! Esta Fuenteovejuna siempre con sus patéticos “pobrecito”, siempre con sus falsos “te quiero, te quiere”... 

 ¡Hipocresía, vil y villana hipocresía con la que ocultar su insaciable sed de sangre!

La educación ha fallado – afirma dignamente sin que nada ni nadie la enternezca. Con esa dignidad aprendida de los Césares de este mundo. Pero la de Fuenteovejuna es una dignidad tan falsa y timorata como todo lo que dice y hace. Simplemente una pose. Detrás no hay nada. Es un simple gesto. Detrás el vacío: ¿intelectual?
¡Peor aún! ¡espiritual!

Fuenteovejuna cuando no duerme, quiere espectáculo: cuanto más sangriento mejor.

¡Vivan los toros, y olé!

¿Quién está en contra de los toros?

¿Quién está en contra de la Fiesta Nacional?

¡Traición a la Patria!

¡Al patíbulo con él!

No es suficiente con la emoción de las elecciones; no es bastante con que los delitos fiscales hayan adquirido una gravedad paralela e incluso superior a la del asesinato con alevosía. No. Es necesario que los chicos menores de trece años vayan a la cárcel.

“La educación ha fallado” – repite. Y mueve la cabeza como si el asunto le preocupara mucho, como si ni siquiera le permitiera conciliar el sueño.

“Se ha perdido el respeto”, “se ha perdido la autoridad” –repite una y otra vez.

Lo repite porque suena bien, porque son esas frases, justamente, las que le hacen parecer más digna y más sensata de lo que es. Porque tales frases ocultan no sólo su necedad; también su estulticia. Diciendo tales frases, Fuenteovejuna se siente sabia.

¿Qué respeto y que autoridad? ¿Ese respeto y esa autoridad que permitía a los padres golpear a los hijos con el cinturón y a los maestros con el palo o la regla de madera? ¿Qué autoridad? ¿Esa que hacía de los jóvenes cómplices y colaboradores de los régimenes fascistas? ¿Esa que permitía a los pederastas abusar de sus alumnos? ¿Esa que obligaba al silencio para no ser expulsado del centro? ¿Esa que obligaba a callar para no ser un apestado en la familia y en la sociedad? ¿Esa basada en el diálogo manipulador y sentimentaloide del “haz lo que quiero que es por tu bien”? ¿Esa que es “por tu bien” porque si no haces lo que yo te digo, te enteras?

En vez de hablar de una autoridad que significa mi autoridad hacia el otro y de un respeto que no significa más que el respeto del otro hacia mí, sería mejor admitir que Fuenteovejuna es hipócrita en sus pretensiones y en sus comportamientos, que la Opinión Pública es necia y cuando no está dormida pide emociones. En vez de buscar culpables que justifiquen sus errores, Fuenteovejuna debería entonar el “mea culpa”. Tal vez entonces podríamos llegar a una solución distinta a la del linchamiento.

Isabel Viñado Gascón.