Según mis últimas noticias,
en Europa se ha decidido no enviar a Grecia el pago de Abril. Que lo hiciera
tampoco serviría de gran cosa, si acaso para empeorar los ánimos en el resto de
la Unión. De todos es sabido que Grecia no puede pagar y según el periódico
español “Libertad digital”, un setenta y tres por ciento de los griegos no
confía en que las cosas puedan mejorar. No es de extrañar: la mayor parte del capital privado hace
tiempo que traspasó las fronteras helenas y el que queda no sirve más que para
empobrecer a una ya de por sí paupérrima población. En España, visto lo visto,
han decidido hacer caso de aquél famoso refrán que advertía: “Cuando las barbas
de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Y para que “la sangre no
llegue al río”, han decidido – o les han obligado desde Bruselas, ya ni se sabe
– recaudar todo lo recaudable dentro y fuera de las fronteras patrias. Lo que
la mayoría considera una “limpieza” del sistema, una operación “anticorrupción”,
es, en realidad, una maniobra dirigida a recaudar cuanto más capital mejor. Son
conscientes de que a los ciudadanos de a pie ya no les queda gran cosa en los
bolsillos: sueldos de funcionarios, pensiones de ancianos que sirven – digan lo
que digan sus detractores – de colchón sociofamiliar y deudas. Así pues, no les
ha quedado más remedio que dirigirse a los altos capitales antes de que
desaparezcan en alguna quiebra bursátil pasajera o en subvenciones a empresas a
fondo perdido. El Sherif de Notting Hill ha saqueado a los más débiles y ahora
le toca saquear a los nobles. Y para evitar que éstos se subleven nada mejor
que seguir el “divide et impera”, que tan buen resultado ha dado a lo largo de
la Historia. Lo dije hace un par de días y lo repito ahora: el hombre – quizás debido
a la profunda y casi repentina admiración que siente por los habitantes del
mundo natural, todavía no corrompidos por la putefracta sociedad, dice – adopta
sus mismos comportamientos para conservar – al menos él está convencido de que
la conservan- esa inocencia primera. Por eso, cuando tiene que cazar – y no
olvidemos que el hombre es un animal omnívoro - sigue las mismas tácticas de los carnívoros en
libertad cuando tratan de cazar a las dulces gacelas: las aislan del grupo para
que queden desprotegidas de éste. La masa, claro, no es capaz de enfrentarse a
una manada de leones hambrientos así que se conforma con huir aterrorizado. Mientras
el grupo corre espantado, la gacela – por lista y ligera que sea - es cazada
sin grandes dificultades.
En Italia los problemas
corren parejos a los de Grecia y España pero se acentúan con la llegada de emigrantes.
Los ultra conservadores hacen chistes al respecto: Italia abierta al turismo de
ocasión; las autoridades se preocupan no por la suerte de los muertos, que a
esos ya se los ha tragado el mar, sino por la de los vivos. Hace tiempo que Italia
pide ayuda al resto de Europa. Europa deshoja margaritas. Los que no han dudado
ni un momento en ofrecérsela han sido los australianos, versados en luchar con
los cocodrilos. ¿Son los emigrantes cocodrilos o simplemente turistas
interesados en un turismo barato? Al paso que vamos no sería de extrañar que
todos terminásemos siendo caníbales o veraneantes; en ambos casos, con un
estómago vacío que espera ser llenado y sin un duro en el bolsillo.
Los alemanes anuncian
preocupados el retroceso de su economía en el último periodo. Lo anuncian
ahora; lo veíamos venir desde hace tiempo. Una cosa es la economía de los
economistas y otra, la de los ciudadanos de a pie. El “Spiegel” desvela que más
de siete millones tienen empleos parciales, empleos temporales y minijobs;
tendencia en aumento. ¡Hombre! Es que “nadie da duros a pesetas”. Lo digo
siempre pero tal vez por aquéllo de que ya no hay ni duros ni pesetas, pocos
son los que lo toman en serio. Hay lo que hay: una deuda insalvable, una crisis
de exceso de producción, de exceso de capacidad y de exceso de operarios, lo
que lleva a que muchos estén dispuestos a trabajar al precio que sea aquí o en
China. Alemania ha introducido el salario mínimo al tiempo que dispone que las
labores realizadas sean deducibles en la declaración de la renta por los
empresarios y beneficiarios de tales servicios, para de esta forma controlar la economía
sumergida.
He de decir, sin embargo,
que los trabajos a tiempo parcial, los empleos temporales y los minijobs no son
el problema más grave - al menos no el mayor, cuando la única alternativa que
existe es el desempleo-. Desde mi punto de vista, el verdadero, el auténtico
problema lo constituye la movilidad que de tales tipos de trabajo termina
irremediablemente derivándose. Movilidad que no tiene nada que ver con la tan traída y llevada "flexibilidad" sino con la "inestabilidad". El hombre necesita un soporte en el que desarrollar su existencia y construir una sociedad. Si en los tiempos que corren es difícil mantener
relaciones estables, imagínense ustedes lo que significa que uno encuentre un
trabajo en la ciudad A. y otro en la ciudad B. Antiguamente, los pescadores se
echaban a la mar pero sabían – o creían saber- que a su regreso su familia y
sus amigos estarían aguardando su llegado; los jornaleros del campo que se
dedicaban a tareas temporales iban a Córdoba a recoger la aceituna o a Francia,
a recoger la uva, con la convicción de que pasados unos meses volverían a ver a
los suyos.
Ahora, al paso que vamos, la situación va a agravarse sin remedio. Uno
regresará, igual que lo hacían sus antepasados, al sitio de que partió, pero al
contrario de lo que sucedía antes, quizás al volver no encuentre ni a su mujer ni
a sus amigos porque su contrato de trabajo se ha acabado y los nuevos empleos
los han dispersado por la faz del Planeta. Una faz cada vez más arrugada y
vieja. La despoblación de los pueblos y el crecimiento de las ciudades lejos de
solucionar el problema, lo empeora. Tal vez las grandes concentraciones
metropolitanas ofrezcan más trabajos pero es igualmente cierto que las
condiciones de vida allí resultan cada vez más costosas. Un pobre urbano es más
pobre que un pobre rural.
La solución: hacerse autónomo, dicen los más optimistas. ¡Empresarios del
mundo, uníos! Lo malo es que los únicos empresarios que a este paso van a
quedar son los administradores de los casinos - ¡uy! Perdón, quería decir “mercados”-
bursátiles y es cuestión de tiempo que ni eso.
En Estados Unidos, antaño el único lugar del mundo en el que los sueños podían
hacerse realidad, se han dado cuenta de la disminución del número de jóvenes
empresarios. Al menos eso dice la traducción de Miryam Lindberg del artículo de Patrick Tyrell sobre el
informe de Heritage que apareció el 21
de Abril del 2015 y que hoy, día 22, publica el periódico “Libertad Digital”.
(Espero haber citado correctamente). En fin, las causas que enumera dicho
informe-artículo-traducción para explicar este descenso de jóvenes
emprendedores son: el aumento de los costes universitarios y por tanto, el
incremento del crédito que los estudiantes tienen que solicitar para realizar
sus estudios y el consiguiente aumento de la deuda a pagar; el miedo de los
bancos a proporcionar crédito para negocios a los que además del riesgo normal
hay que sumar el hecho de que son empresarios noveles y la cada vez mayor
regulación de la apertura de una empresa. Hay un cuarto factor: el de que los
jóvenes son conscientes de que la fábrica de sueños está en crisis. Los riesgos
que entraña iniciar un proyecto empresarial son cada vez mayores teniendo en
cuenta de que muchos de los ya establecidos se están viendo abocados a la
ruina. Si eso sucede allí, qué no pasará aquí... “Por la calle van diciendo,
todos nos llevamos poco...” ¡Ay!
Aquéllos sabios refranes que todos queríamos olvidar... “La historia se repite”.
Esto último no es un refrán; es una frase hecha, pero “para el caso, de tá usté”.
Los de Arabia Saudí bombardean Yemen para acabar con los rebeldes Huthi.
Las noticias al respecto son variadas. Unos dicen que no ha servido de gran
cosa; otros, que ha finalizado satisfactoriamente.
Mientras tanto Turquía avisa
a los Estados Unidos de que se ha convertido en un país de tránsito, de que
aumentan sin cesar los yihadistas que traspasan sus fronteras. El número de
islamistas extremistas crece imparablemente y cada vez más son más los
voluntarios europeos y no europeos dispuestos a ir a luchar a Irak y contra
Al-Assad en Siria.
A estas horas, los rusos deben estar destornillándose de risa. Sobre todo
Putin, que en cuanto vea a Obama no tardará en lanzarle un misil en forma de “te
lo dije”, “te lo dije”, “te lo dije”. Y es que es verdad que se lo dijo. Es
verdad que el genial táctico, genial estratega o, simplemente, genial pillo que
es Putin lo dijo y lo avisó tantas veces como hicieron falta. Es verdad que intentó cuanto pudo para mantener al malo Al Assad en el Poder por aquello de que por ser conocido era mejor que lo “bueno”
por conocer. Es verdad que supo que lo “bueno” en una zona como aquélla no
podía terminar siendo más que “peor”. Lo dijo y lo repitió hasta la saciedad y,
como hoy es de día de refranes, “el que avisa, no es traidor”. Traición, desde
luego, es algo que de ningún modo se puede reprochar a Putin. Él –le guste
o no le guste al oyente lo que sale de su boca- avisa siempre. Igual que ha
avisado que se va a lanzar a la aventura espacial, lo cual siempre conlleva, claro, una
aventura militar. ¿O es que los adelantos científicos que se consigan para un
área no se van a aplicar al de la guerra?
Qué preparan en Siberia, es lo que yo
me pregunto. Sí, desde luego, los extraños agujeros han sido provocados por el gas
natural que hay en el subsuelo desde hace tiempos remotos y que ahora,
casualidades de la vida, provoca tales fenómenos. Lo creemos, claro. Hasta que
un día, en nuestro jardín aparece –pero infinitamente más pequeño- un agujero
de características similares. “¿Gas subterráneo?” - me pregunto atemorizada. Y
durante un año observo el hoyo, planto hortensias a ver qué pasa. Nada pasa. O
sea, pasar pasa lo de siempre: que las hortensias florecen con normalidad. Hete
aquí, sin embargo, que aparece una nueva cavidad, similar a la primera. El
misterio continúa. Y continúa hasta que una mañana mientras me tomo el cafe, me
acerco a contemplar el mundo tras los cristales – creo que es frase de canción –
y veo a un conejo de ojos grandes y serenos observándome a mí. Compañero tan
inesperado me sorprende. “Cuida”, le advierto telepáticamente, “que como sigan
las cosas así terminarás en el caldero”. Y como la visita no quiere terminar en la
olla, coge y ¡zas!, de un salto se va. “Lástima”- me digo- “un amigo así nunca
viene mal”, y casi sin querer – o tal vez queriendo- pienso en el poema de la
Morsa, el carpintero y las ostras que un día Lewis Carroll compuso. Salgo al
jardín temiendo que el conejo, por su parte, se haya dado un opíparo banquete a
costa de mis plantas. En apariencia, todo sigue intacto. Sin embargo, al fin
comprendo el origen de los agujeros del jardín. “Conejo bobo” – exclamo en silencio-
alguno de tus túneles se ha hundido... Es en ese mismo instante cuando me
asalta la sospecha de que tal vez a los rusos les haya sucedido lo mismo:
gigantescas excavaciones bajo tierra, alguna de las cuales no ha resistido... “¡Bah!”
– sonrío- “¡menuda imaginación la mía!”
En cualquier caso a Rusia, con una vecina Turquía transitada por islamistas
y por un acueducto de gas ruso, no le va a quedar más remedio que precisar
su política exterior. Todos sabemos que no siente ningunas ganas de hacerlo. A Rusia le
resulta más cómoda la confrontación con los Estados Unidos que cualquier otra posición ideológica. En estos momentos, ser enemigo de
Estados Unidos libra de más conflictos de los que conlleva. Incluso su amiga
incondicional, Europa, vuelve a deshojar margaritas a la hora del ITTP.
Europa no quisiera convertirse en un continente satélite de la primera
potencia mundial. Una cosa es ser aliada y socia y otra, muy diferente, caer en
las redes comerciales del poderoso. Europa se acuerda del continente latino. En
la actualidad, sin embargo, los esfuerzos de América del Sur y Central por
deshacerse de los sistemas corruptos, de las mafias, de la repartición injusta
de la riqueza conviven con un desarrollo espectacular de la cultura y de las
ciencias. No conozco a nadie que haya vuelto de aquéllas tierras de allende del
Atlántico siendo el que se fue. Tierra de hombres dioses: furibundos y tiernos,
sabios y locos, pero siempre vivos.
China intenta conquistar Asia, que es lo que está más cerca, mientras juega
al Monopoli con el resto del mundo. Ya lo he dicho otras veces: la deuda china
es una incógnita que sólo se resolverá cuándo se pueda apreciar si sus
inversiones dan o no dan frutos.
Africa se muere. Los motivos cambian pero la situación permanece constante. África
muere. Mueren los animales, mueren las gentes, se mata a los animales, se mata
a la gente, los animales se matan, se matan los hombres. Muerte es la palabra
que define a un continente que debería ser rico en vida.
De todo, esto tal vez, sea lo más terrible.
Los problemas crecen y superarán el globo terráqueo. Conflictos en el
espacio, sobresaturación de satélites girando alrededor de la tierra, basura
espacial...
Al paso que vamos, las teorías de la conspiración van a ser cuentos para niños.
Isabel Viñado Gascón