Que lo tenga que gritar yo, precisamente yo, que
además de aborrecer las bandas de rock – por bandas más que por rock, debido a la alergia que me producen las
asociaciones de cualquier clase - termino con
dolor de cabeza cada vez que les escucho tocar la guitarra eléctrica, porque es
en esos momentos en los que uno se pregunta dónde empiezan y terminan las
fronteras que separan el ruido de la música...
Pues bien, no me queda más remedio que gritar una vez más y bien fuerte:
¡Viva el rock!
En primer lugar, porque los únicos buenos
letristas que he encontrado en los últimos tiempos son rockeros. Y cuando digo “buenos
letristas” quiero decir “geniales poetas” “extraordinarios cantautores” “inigualables
conocedores de la conciencia social y del sentimiento humano”. En comparación
con el estado lamentable en el que se encuentra la canción comercial, el rock
introduce nuevas perspectivas incluso para los que nunca hubiéramos pensado que
podría tenerlas. La desesperación obra milagros. ¡Ah! Si no fuera por esa
terrible afición suya a tocar la guitarra eléctrica, a cuyo chirriante y
agresivo sonido no me he acostumbrado ni me acostumbraré nunca del mismo modo
que nunca he sido capaz de habituarme a determinados pasajes de las óperas, por
muy burguesas que se las considere y por mucha voluntad que yo haya puesto en
el empeño... De todas las bandas que conozco, mi favorita es “Subway to Sally.”
¡Viva el rock!
Viva, porque los aficionados al rock no son fácilmente
clasificables. En el rock convergen la extrema derecha, la extrema izquierda, y
los de la correción política; allí se
juntan los nómadas con los sedentarios; los ateos, los laicos e incluso –
curiosamente – algunos buenos católicos, romanos, apostólicos que conozco. El
único requisito: poseer la capacidad necesaria para aguantar horas y horas el
ruido agudo, penetrante, casi obsesivo, de esas chillonas guitarras eléctricas
que no tienen nada que decir y cuya tarea se reduce únicamente a “crear
atmósfera”. Desde luego lo que es a mí, ya lo he dicho, lo único que me
provocan es dolor de cabeza.
¡Viva el rock!
En
tercer lugar “¡Viva el rock!” porque al paso que vamos nuestras hordas de
jóvenes rebeldes van a necesitar lugares en los que canalizar su rebeldía y su
descontento; lugares en los que buscar nuevos valores y formas de vida; y yo,
francamente, prefería que se fueran a lugares híbridos como los del rock, en
los que la influencia de la música folk es cada vez mayor y en los que, tal vez
precisamente por eso, se ha incrementado la presencia de instrumentos que
requieren conocimientos de música, como el violín, que que lo vayan a buscar a
grupos radicales religiosos. No nos engañemos: la virtud, la verdadera virtud,
la verdadera grandeza de la ecuanimidad virtuosa, no la van a encontrar en
ninguno de los dos sitios, es cierto. Pero por lo menos, el rock no les engaña
acerca del contenido. En cambio, los grupos religiosos extremos suelen basarse
en aquéllo de: “consejos doy, que para mí no tengo.” Y así, esconden la misma
miseria que ellos tan radicalmente
condenan.
Mientras escribo este artículo, una banda de
rockeros rusos, los “Nachtwölfe” - “lobos nocturnos” – se está dirigiendo a
Berlín, con la intención de unirse a la conmemoración del fin de la Segunda Guerra Mundial. El
asunto no pasaría de ser una simple anécdota si no fuera porque dicho grupo de
rock defiende a Putin y Putin ha traspasado con armamento y soldados la frontera de Ucrania, protegida de Europa y de los Estados Unidos.
De momento el mayor obstáculo que se le ha presentado a la banda de rockeros es cruzar la frontera polaca. Las autoridades les han puesto tantos impedimentos para proseguir su viaje que no sólo han tenido que intervenir las autoridades rusas, también han conseguido aumentar su fama y el número de adherentes a sus filas. Gracias al protagonismo que les han dado los medios de comunicación, deseosos siempre de grandes emociones, la banda de rockeros rusos motorizada se ha convertido en la gran protagonista de los próximos eventos conmemorativos antes incluso de que éstos hayan comenzado.
De momento el mayor obstáculo que se le ha presentado a la banda de rockeros es cruzar la frontera polaca. Las autoridades les han puesto tantos impedimentos para proseguir su viaje que no sólo han tenido que intervenir las autoridades rusas, también han conseguido aumentar su fama y el número de adherentes a sus filas. Gracias al protagonismo que les han dado los medios de comunicación, deseosos siempre de grandes emociones, la banda de rockeros rusos motorizada se ha convertido en la gran protagonista de los próximos eventos conmemorativos antes incluso de que éstos hayan comenzado.
Putin, dicen, se ha dejado ver recorriendo el mundo en moto junto a ellos.
Seguramente a Varoufakis tampoco le hubiera importado unirse a sus filas; al
fin y al cabo, ya tiene el moto, el traje y el casco. Sólo le hace falta el
permiso de Putin y el consentimiento de Tsipras, el nuevo favorito de los
dioses del Olimpo.
Pero Varoufakis no a a obtener fácilmente el consentimiento de Tsipras para unirse a semejantes compañías. Varoufakis – igual que Putin- ha caído en
desgracia y no parece que haya muchos dispuestos a tenderle una mano; ni
siquiera Putin, necesitado él mismo de apoyos fuertes. A nadie le resulta desconocido que Varoufakis es peligrosamente radical; peligrosamente porque un intelectual burgués
radical resulta siempre más peligroso que un intelectual radical. Si además es
especialista en economía, ya ni les cuento. En cambio, Tsipras no se atreve a ser
radical porque teme las terribles consecuencias que la radicalidad siempre
conlleva y que sólo los más fuertes, los más necios o los más desesperados se
atreven a aceptar. Varoufakis sí se atreve. Por eso prefiere ser económicamente autarca y morir de
pie, antes que sacrificar a un pueblo y a las generaciones venideras para devolver
las deudas que por los siglos de los siglos debe y deberá al vecino del
segundo.Varoufakis se ríe cuando le llaman “jugador” los mismos que están sentados
con él jugando al póker. No me extraña que haya escrito en su twitter que tales
insultos le honran. Lo que me asombra es que a algunos les asombre lo que Varoufakis escribe.
Varoufakis no cree en los dioses. Varoufakis es
radical y por eso también son radicales
las soluciones que propone. Tsipras, en cambio, es conciliatorio y todavía
cree en la misericordia de los dioses o, al menos, en un milagro en forma de
indemnización por los delitos que los alemanes cometieron durante la Segunda Guerra Mundial, que coincida con las próximas conmemoraciones. “Y que yo lo vea”, pienso. Lo
cierto es que entiendo mejor el argumento de la tragedia cuando Varoufakis sale
a escena que cuando lo hace Tsipras. Tsipras asegura que los diálogos con
la canciller alemana Merkel han sido muy productivos pero nadie sabe en qué ha
consistido la productividad de tales conversaciones. Hasta el momento los
alemanes se han negado ferréamente a desembolsar un sólo euro al respecto, pero ¡quién sabe! A
veces el hierro se funde. Hay rumores de que podría haber una reducción de la
deuda, pero eso enojaría sumamente a los otros países deudores. No hay que
olvidar que es Fuenteovejuna la que debe lo que debe y Fuenteovejuna no está
dispuesta a que unos paguen más que otros. Fuenteovejuna se pelea consigo misma, mientras el vecino del segundo aguarda pacientemente a que le devuelva lo que le deben. Lo cierto es que no parece que a Tsipras se le haya ocurrido una mejor idea que a los otros: la de empezar a buscar dinero por todas partes lo antes posible. Para ello lo primero que va a hacer es explicar a sus compatriotas qué significa el término "Hacienda somos todos". Asunto nada fácil, lo reconozco. En los no tan lejanos tiempos prósperos y boyantes, el “Hacienda somos todos” se
entendió en Grecia como el “Hacienda no somos nadie”. Ya saben ustedes: ese
terrible principio que afirma que el Todo está en el Uno y el Uno en el Todo y que determina que al ser la calle de todos, no sea de nadie y que como Hacienda
somos todos, todos nos aprovechemos de Hacienda pero nadie pague a Hacienda.
Eso pensaban en los tiempos en los que "Hacienda" significaba Estado democrático y Estado del
Bienestar. Imagínense ustedes ahora que "Hacienda" es sinónimo de Sherif de
Nottingham y que el sacrifico ciudadano no sirve para
mantener el Estado del Bienestar sino para pagar lo que se adeuda por servicios
pasados de los que sólo se recuerda vagamente haber disfrutado.
Lo curioso es que como el sistema económico es un
sistema cerrado, Grecia adeuda a España millones que España necesariamente le
reclama porque ella también tiene que devolverlos ¿a quién? ¡Al vecino del
segundo, naturalmente! ¿A quién, si no?
“Hay cosas peores” - dicen los portugueses, más partidarios del fado que del rock.
“¿Por ejemplo?” – pregunta la incrédula Grecia, que no puede imaginar algo peor que su propia situación.
“Poder pagar antes de que plazo haya cumplido” –
contesta Portugal.
Y es que
para el vecino del segundo, y he ahí lo grave, los Estados no son Estados
soberanos. La soberanía de los Estados es un rasgo que sólo cobra interés en
las relaciones de los unos con los otros, no en las relaciones con el vecino
del segundo. Para el vecino del segundo, los Estados son personas privadas y por
eso han de devolver los intereses según lo estipulado, no vaya a ser que si a
algún Estado le cae la lotería, lo que también le puede suceder a una persona
privada, lo pueda pagar antes de tiempo y el vecino del segundo no recaude todo
lo que había pensado recaudar.
Portugal
estaba contenta de haber conseguido reunir el montante adeudado antes de tiempo
pero he aquí que antes de aceptarlo, los dioses del Olimpo tienen que
considerar la cuestión. Y Portugal con el dinero en la mano y esperando a saber
si devolverlo antes de los plazos previstos le va a costar adicionales
intereses de penalización o no.
De momento el vecino del segundo cuyo
comportamiento, igual que el de aquéllos libreros que han vendido libros por
valor de cien mil euros a una anciana ciega, puede calificarse nada más que
como “marketing agresivo”, se digitaliza, cierra oficinas e incentiva el “Homeworking”
que, digan lo que digan, es una de las
formas más complicadas de trabajar que existen. El “Homeworking”, al igual que las cocinas
abiertas, es presentado en forma de idea genial cuando simplemente constituye un
intento de solucionar los problemas que la crisis plantea. En el caso del
Homeworking, la crisis de la empresa que intenta reducir gastos. Empieza por
los locales y termina por los trabajadores. Desde luego no se puede negar que
lo ha intentado. Y en lo que respecta a las cocinas, cuando los precios de los
pisos y del servicio doméstico empezó a dispararse, se pasó de encuadrarlas en
el lugar más alejado a comer en ellas, hasta que no quedó más remedio
que integrarlas al comedor e incluso al salón. Estos anuncios de la
persona que cocina al tiempo que se toma un vino con los amigos resultan
siempre de una pesadez insoportable por falsos y falsificadores. En la cocina
se trabaja y hasta se hacen confidencias al olor de un café recién hecho; puede
convertirse incluso en un campo de pruebas en el que considerar la verdadera
afinidad de los enamorados y en un lugar de alivio para colegiales cansados que olvidan sus penas delante de una taza de chocolate caliente pero,
admitámoslo, apta para preparar una suculenta cena al tiempo que se disfruta de
una agradable velada, no es.
Que se lo pregunten si no a los periodistas
portugueses. En Portugal los partidos políticos mayoritarios están pensando en cocinar
una ley de censura dentro de la cocina abierta que es cualquier Parlamento que
se precie; de tal manera que cualquier artículo que los periódicos deseen
publicar tendrán que obtener primero, la aprobación de una comisión.
Historias como éstas, que yo acabo de leer en "Der
Spiegel", introducen en mi alma una gran consternación. Los periodistas tendrían
que obtener la aprobación de la comisión ¿y los blogueros portugeses? ¿y los
periodistas de los periódicos extranjeros? ¿Y los blogueros de los bloggs
extranjeros? Sólo faltaría que la famosa dictadura mundial que las teorías de la conspiración llevan anunciando desde hace años se iniciara en Portugal, precisamente en Portugal que acaba de salir como quien dice de una dictadura parecida a la española. Como sigan por ese camino, a los políticos portugueses se les va a quemar el asado y encima va a ser a la vista de todos comensales.
El IS, ajeno al vecino del segundo, indiferente al
Homeworking y a las cocinas abiertas, atentos quizás, nunca se sabe, a la
suerte de los refugiados musulmanes que consiguen arribar a nuestras costas para educada pero inflexiblemente intentar convertirlos al extremismo, después de haberse encargado amablemente de sus cuestiones
administrativas y de sus cuidados humanitarios, asegura victorias en su territorio
y considera la posibilidad de un acercamiento a los radicales islamistas de
Chechenia. El IS considera esa posibilidad, como considera otras posibilidades. Lo
cierto es que si cogemos un mapa y ponemos chinchetas en cada una de esas posibilidades,
encontramos que cada semana hay más chinchetas que considerar.
¿Comprenden ahora por qué cada vez me gusta más el
rock?
Isabel Viñado Gascón
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