Tuesday, April 21, 2015

La hipocresía de Fuenteovejuna y el fracaso de la educación

"La educación ha fallado", repite una y otra vez Fuenteovejuna. "Ya no se tiene respeto."

"¿Dónde pueden aprender autoridad y respeto los chicos de hoy en día?",pregunto enfadada. "¿En la añorada gran familia? ¿Con quién?" 

Los abuelitos y las abuelitas están sumamente ocupados en sujetar las mismas riendas del poder que un día les ataron a  ellos. Ahora que las tienen en sus manos no están dispuestos a soltarlas bajo ninguna circunstancia  y las mantendrán a toda costa, bien sea por la fuerza o por medio del chantaje emocional.
Antes de salir de casa camino del café, o del centro de deportes para la tercera edad o de la peluquería o el médico de turno,  los abuelitos y las abuelitas les recuerdan alegremente a sus nietecitos que sus padres son tontos y que por eso no hay que hacer demasiado caso de sus órdenes ni de sus consejos . Mientras tanto a los ocupados y pluriempleados padres les explican sin mover una pestaña que lamentándolo mucho no pueden ayudarles. “Ellos” –dicen- “ya criaron a sus hijos”.  Finalmente cierran la puerta, o cuelgan  el teléfono, o dan por finalizada la videoconferencia y desaparecen. Hacen lo que Fuenteovejuna les dice que hagan: “Mantenerse joven y en forma”. En caso contrario, la frustración es terrible. El chantaje emocional comienza cuando no consiguen salirse con la suya.  Entonces los padres de las criaturitas no sólo son tontos; también son malos.

Por su parte, los tíos solteros les llevan a todos los sitios prohibidos, para fastidiar y minar la injusta e injustificada autoridad paterna que se opone al ejercicio de la libertad infantil.. ¿Que el niño tiene cinco años y estrenan “Harry Potter”? ¡A ver Harry Potter! A ver Harry Potter, aunque los padres hayan avisado, pedido y suplicado que por favor si van al cine no entren a ver esa película. 
Y luego cuando resulta que sí que han ido a esa y no a la otra, a la adecuada, a la que los padres permitían, entonces, todos, abuelos incluidos, a reirse de las pesadillas de los pequeños y a minimizar la falta del irresponsable adulto: “él sólo quería lo mejor”, explica conciliante la abuela que no quiere ser abuela pero sigue siendo madre. 
En cuanto a los tíos que viven en pareja suspiran compasivamente antes de salir corriendo camino de una reunión con los amigos, que es más agradable y menos conflictiva.

"¿Dónde pueden aprender autoridad y respeto los chicos de hoy en día?" vuelvo  a preguntar, "¿En los programas de televisión?"

Ya no digo en los programas llamados “del corazón” ¡incluso en las tertulias políticas y en los comentarios de los eventos deportivos! ¡Menudo respeto y menuda autoridad se enseña! ¡Sí! En efecto: el respeto del que goza el que más grita, el que más tiempo insulta sin callarse.

¿Qué autoridad han de seguir los chicos?¿La autoridad de sus padres?

La autoridad paterna es bombardeada en su propia familia, cuestionada por la sociedad, impedida por los nuevos cánones hedonistas de la misma Fuenteovejuna que luego exige lo que ella misma no cumple." "Cada cual que haga lo que quiera", afirma complacida por el gran sentido de libertad que emana de sus palabras.
Con ello confunde  libertad con indiferencia además de olvidar, o fingir olvidar, que los padres -confusos, perfeccionistas y agotados- siguen los parámetros de conducta que Fuenteovejuna y la Opinión Pública dictan. ¡Hay de aquéllos que se comporten de forma diferente! Los padres pegaban latigazos cuando la Opinión Pública lo exigía "para que el árbol creciera derecho". Dejaron de hacerlo, cuando la Opinión Pública dejó de considerarlo un método de educación, tal vez debido a los nuevos aires ecológicos que instaban a "proteger a la naturaleza.", tal vez por la consigna hippy: "haz el amor y no la guerra." 
Los padres exigían que los hijos ayudaran en casa, hicieran sus tareas escolares y fueran a misa," cuando la Opinión Pública lo pedía. Dejaron de hacerlo, cuando ya no hizo falta. Total, Dios había muerto y en su lugar había aparecido un coche, una lavadora, un friegaplatos y hasta un aspirador.

En la actualidad la mujer ha de incorporarse al trabajo. Además ha de ser dinámica, socialmente activa y tener ocupaciones que le permitan desarrollarse como persona. Difícil, no cabe duda. La recompensa es la admiración de que goza en sociedad. Pobre de aquél que por una u otra causa no ejerza un trabajo remunerado. El paro puede ser un argumento admisible en algunos sectores, sin embargo la introduce en el compartimento del fracaso profesional. En lo que respecta a esas mujeres que, - bien por el trabajo de su marido, bien por decisión propia -, deciden renunciar al trabajo, quedan sentenciadas para siempre a sufrir el apelativo de “mantenidas", a no ser que estén integradas en un grupo extremadamente religioso.En mi vida había escuchado utilizar este término, el de "mantenida" tan frecuentemente como en los últimos tiempos. De poco sirve que esas mujeres planchen la ropa, frieguen los cristales, cocinen y ayuden a las tareas escolares. Nada de lo que hacen tiene valor porque todo eso también lo hacen las mujeres que trabajan, además de ir mejor vestidas y no perderse un sarao. Cuestión de organización, se afirma. Cuestión de guarderías y ayuda pagada, susurra la realidad en tono burlón.

Ya no hay amas de casa. Las mujeres que no realizan una actividad remunerada son "mantenidas". Esto es: vagas, sumisas, dependientes y sin capacidad para organizarse.

¿Alguien da más?

A los hombres Fuenteovejuna les ha concedido una importancia cada vez mayor en la cuestión educativa. Eso sí: Fuenteovejuna les permite conservar su libertad siempre y cuando dejen a sus mujeres practicar la suya. Para los hombres modernos tal requisito no constituye ningún problema. Después de todo, se han avenido a ser padres porque la mujer deseaba experimentar la maternidad. Ellos, explican ellos con modestia, son simplemente el elemento necesario para conseguirlo. Ellas, dicen ellos, querían ser madres y ellos, aseguran ellos, son tan gentiles que tras muchas dudas y meditaciones han accedido. Así pues, su responsabilidad queda minimizada por su falta de voluntad. Era Eva la que quería. 

Los tiempos no han cambiado tanto como se cree.

Los hombres les conceden a sus mujeres toda la libertad que quieren y más; eso sí: una vez que los gastos están divididos y bien divididos... 
Cuando  ella está fuera, él disfruta de su tranquilidad.Los juegos de ordenador les mantienen a  él y a sus hijos ocupados y divertidos. A través de ellos pueden conocer a personas con las que pensar estrategias para derrotar al enemigo y asuntos similares. Los conflictos generacionales han quedado erradicados para siempre.

"¿Los deberes del colegio?", pregunta alguien.

 "¿Qué deberes?" Fuenteovejuna escucha sin comprender.

Los profesores no tienen que corregir.

Los padres no tienen que gritar.

¿Un padre grita?

¡Qué ambicioso! –critica Fuenteovejuna- Quiere que sus hijos consigan lo que él no ha conseguido. ¡Valiente pretencioso!

Y quién sabe. Quizás esta vez no se equivoque en su juicio, pero desde luego de la hipocresía que le caracteriza no se libra. La misma Fuenteovejuna que exige hasta quedar afónica educación universitaria para todos, es la que se escandaliza cuando un padre se esfuerza para que su hijo lo logre. La misma Fuenteovejuna que no quería de ningún modo que sus hijos aprendieran un oficio y prefería un trabajo de oficina para ellos - costase lo que costase -, es la que se ríe burlona cuando los padres regalan libros a sus hijos, no les permiten ver la televisión, les controlan el uso de ordenadores y los llevan a actividades de deporte y música. ¡Qué exagerados! – murmura Fuenteovejuna entonces.

No. No ha fallado la educación de la tolerancia, no ha fallado la educación de la motivación, de la libertad. En absoluto. Fuenteovejuna ignora, o quiere ignorar que muchos padres y profesores siguen siendo déspotas sin que el resultado sea positivo. El despotismo, ya sea el sentimentaloide o el del garrote, nunca trae buenas consecuencias.

Aunque sea cierto que no todos los chicos quieren estudiar y no todos están dispuestos a pasar largas horas delante de los libros, sean éstos del tipo que sean, porque la lectura es un placer solitario, no social, y es comprensible que la mayoría de los alumnos posean más cultura cinematográfica que literaria, Fuenteovejuna no sabe que un tirano razonable y razonador que expone sus causas y sus motivos con argumentos llevados por el deseo de sacar lo mejor de esa persona inmadura, todavía no formada, que es su hijo, tiene más posibilidades de recoger sus frutos que el déspota que utiliza los argumentos sentimentaloides para manipular a su antojo a una persona sin preocuparse realmente por ella porque confunde tolerancia con indiferencia y clama libertad para los jóvenes para él mismo poder desentenderse de sus responsabilidades.

Lo que ha fallado en la educación es la sociedad misma. Esa sociedad que se espanta fingiendo una mojigatería trasnochada y obsoleta.
La realidad, la terrible realidad que nadie quiere aceptar es que los chicos siguen los mismos patrones de valores que ven a su alrededor. Quieren llevar las mismas vidas que ven en los adultos: el hedonismo, la desconsideración, el descaro, ropas, viajes... Y lo quieren igual que esos adultos que les rodean por todas partes: lo quieren, ya.

No han fallado ni los educadores ni los educados.

Lo que ha fallado en la educación es exactamente lo mismo que ha fallado en la sociedad: el igualitarismo, el deseo de ser todos iguales, el que conceptos como “esfuerzo”  y “mérito” hayan sido sustituidos por el de “suerte” y “relaciones”. Lo que ha fallado y sigue fallando son los valores.

Los valores no de los padres.

No de los maestros.

Los que han fallado han sido los valores de Fuenteovejuna. 

Y Fuenteovejuna somos TODOS.

Ya va siendo hora de que lo aceptemos:

Para disciplinar primero hace falta disciplinarse.

Isabel Viñado Gascón.





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