Monday, April 20, 2015

El caballo de Troya de Europa

El caballo de Troya de Europa se llama Grecia y fue introducido durante una de las muchas celebraciones que los dioses político-financieros solían organizar en los tiempos en los que estaban convencidos de haber encontrado la gallina de los huevos de oro; gallina –todo hay que decirlo- que algunos mortales de Fuenteovejuna también creyeron ver pero cuya existencia no ha sido confirmada hasta el día de hoy, de modo que nos resulta imposible determinar si verdaderamente hubo o no hubo una gallina de los huevos de oro y, caso de que la hubiera, qué le sucedió. ¿Fue víctima de un secuestro o murió a consecuencia de la gripe aviar? La discusión sigue abierta y sin esclarecer.

Mientras tanto el caballo de Troya sigue aquí dentro y aunque todos sabemos que su contenido es perjudicial, nadie sabe a ciencia cierta qué desagradables sorpresas nos esperan tras su apertura.

Fuerza es aceptar que las negociaciones que se están llevando a cabo no van a convertir al caballo de Troya en ningún caballito de mar. De lo que se trata, más bien,  es de evitar que se convierta en un caballo de fuego. El caballo de Troya, por su parte, no quiere ser caballo ni de mar, ni de fuego, ni de Troya y se esfuerza por buscar soluciones. En Rusia y en China no las va a encontrar, eso es seguro. Todos lo saben, pero le dejan hacer, a ver si hay suerte y entre unos y otros consiguen que se mantenga el status quo. ¡Ah! ¡Ese adorado status quo!

Fuenteovejuna, en cambio, está harta y cansada de tantas emociones.Tras la fiesta sin fin, ha de soportar y superar, mal que le pese, su propia resaca y no está dispuesta a limpiar vomitinas de nadie. ¡Faltaría más!

A Fuenteovejuna le duele la cabeza y no tiene ganas de perder el tiempo leyendo periódicos que cada vez se parecen más a esas tiendas baratas de ropa en las que lo mejor está en el escaparate y dentro no hay nada. Con los periódicos es lo mismo: lo único interesante se concentra en los titulares. 
Los ruidos y la luz le molestan; quiere un lugar en el que echarse a dormir apaciblemente. Lo malo es que tiene hambre y no tiene trabajo. Fuenteovejuna debe ser tonta - piensa Fuenteovejuna - cuando según se dice hay tantos nuevos empleos gracias a internet y a los nuevos medios de comunicación. ¿Por qué no los ha descubierto todavía? – pregunta desconcertada. Mientras tanto se entera de que los mejores informáticos del planeta se han reunido en otro de los Paraísos de este mundo - en ese llamado Silicon Valley -  y, ¡qué cosas!, a falta de apartamentos adecuados para ellos, no les ha quedado más remedio que ir a dormir en los bancos del parque...

Fuenteovejuna no quiere dormir en el parque. Prefiere la cama, que es más cómoda. Quiere trabajo pero no es exigente. Si esto no puede ser, se conforma con la renta básica.

Por eso, porque tiene miedo de perder el empleo y de no obtener la renta básica, Fuenteovejuna no quiere caballos de Troya en su casa; no quiere acuerdos comerciales con Estados Unidos; no le gustan ni los emigrantes ni los inmigrantes ni los asilados ni los asilantes; no tiene ninguna intención de arrimarse a Rusia y no se fía ni de los chinos, ni de los árabes, ni del Vaticano, ni del Islam, ni de la Iglesia Ortodoxa, ni de los masones ni de ninguna banca que se precie – ya sea occidental o islámica. Si no se atreve a manifestarlo en voz alta es por el miedo al que dirán, lo que en argot político se llama “correción política”. Así que en vez de gritar, calla. Y en vez de revolucionar, decide irse a dormir.

A eso los intelectuales le llaman “ataraxia” – dicen los intelectuales.

“Por mí cómo si le llaman falta de vitaminas” – replica Fuenteovejuna, encogiéndose de hombros.

Fuenteovejuna está harta de elecciones, de luchas internas en los partidos, de luchas por el poder, del donde dije digo digo diego; de las campañas anticorrupción que no son más que limpiezas generales en los cuarteles del poder para que entren otros, no se sabe ni quién. A Fuenteovejuna el circo le aburre y los otros espectáculos, también. Fuenteovejuna no quiere ni orgías ni guerras justas. Las fronteras le traen sin cuidado. Total, hoy están aquí y mañana allá...  En cuanto a las amenazas al planeta, como el calentamiento de la Tierra, lo único que se le ocurre decir es aquéllo de: “ y que mis nietos lo vean”, para que la dejen de una vez por todas en paz.

Lo dicho, Fuenteovejuna sólo quiere una cosa: irse a dormir.

“El último que apague la luz”, avisa antes de cerrar los ojos.

Sólo Dios sabe dónde y cómo estará Fuenteovejuna cuándo se despierte.

Isabel Viñado Gascón



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