En tiempos en los que todos sabemos que no hay mejor protesta que la
indiferencia, me sorprenden las voces que se alzan en contra de programas como “Sálvame”,
cuya audiencia sigue siendo, a pesar de los años que lleva emitiéndose y de la
cantidad de horas diarias que ocupa en antena, una de las más elevadas, por no
decir la que más.
Lamentablemente y le pese a quien le pese, “Sálvame” no es el pecador al que hay que condenar y desterrar. El éxito de los programas de este tipo reflejan la naturaleza profunda de una sociedad. Es aquí donde hay que reconocer que nuestro país sigue siendo un gran patio de vecinos en el que lo único moderno es que últimamente ese “Te digo”, “te dije”, “me dijiste”, se resuelve ante las cámaras de televisión y a veces incluso en los juzgados. Los prudentes callan y no sólo aguantan carros y carretas, sino rayos y truenos. Caso de que se atrevan a exponer la verdad de los hechos aportando pruebas, son silenciados por el griterío, los insultos y las medias verdades que cada vez más son medias mentiras. En el patio de vecinos no se habla, se vocifera y cuando no se vocifera, se intriga. Fuenteovejuna vive en un corral de gallinas y de los huevos sólo salen gallitos. “¿Quién es Fuenteovejuna?”, me pregunta un viejo conocido. “Ah”, le digo con aspecto cansado, “Fuenteovejuna, como Hacienda, somos todos”. Y claro, el pobre hombre calla desconcertado porque su juventud le impide conocer aquél anuncio de los primeros tiempos de la Transición - “Hacienda somos todos”- encargado de hacernos tomar una conciencia fiscal desconocida en nuestro país, porque hasta entonces sólo se habían conocido los diezmos que había que pagar a la Iglesia Católica y que había convertido a más de un buen agricultor en pagano.
Lamentablemente y le pese a quien le pese, “Sálvame” no es el pecador al que hay que condenar y desterrar. El éxito de los programas de este tipo reflejan la naturaleza profunda de una sociedad. Es aquí donde hay que reconocer que nuestro país sigue siendo un gran patio de vecinos en el que lo único moderno es que últimamente ese “Te digo”, “te dije”, “me dijiste”, se resuelve ante las cámaras de televisión y a veces incluso en los juzgados. Los prudentes callan y no sólo aguantan carros y carretas, sino rayos y truenos. Caso de que se atrevan a exponer la verdad de los hechos aportando pruebas, son silenciados por el griterío, los insultos y las medias verdades que cada vez más son medias mentiras. En el patio de vecinos no se habla, se vocifera y cuando no se vocifera, se intriga. Fuenteovejuna vive en un corral de gallinas y de los huevos sólo salen gallitos. “¿Quién es Fuenteovejuna?”, me pregunta un viejo conocido. “Ah”, le digo con aspecto cansado, “Fuenteovejuna, como Hacienda, somos todos”. Y claro, el pobre hombre calla desconcertado porque su juventud le impide conocer aquél anuncio de los primeros tiempos de la Transición - “Hacienda somos todos”- encargado de hacernos tomar una conciencia fiscal desconocida en nuestro país, porque hasta entonces sólo se habían conocido los diezmos que había que pagar a la Iglesia Católica y que había convertido a más de un buen agricultor en pagano.
Fuenteovejuna utiliza los medios de comunicación informática más avanzados
para desarrollar y perfeccionar su afición corralera y jugar a lo que todos, de
niños, hemos jugado alguna vez: a los tribunales: uno es el juez, otro es el
fiscal, otro el abogado. Hace falta un acusado. A ver, elijamos uno al azar.
Mala suerte, te ha tocado. El público es el tribunal popular, no nos vaya a
tachar alguien de antidemocráticos. ¡Faltaría más!
Justamente en esa fórmula tan infantil se basa el éxito de programas como “Sálvame”.
Y Fuenteovejuna se erige en juez y verdugo. Fuenteovejuna elige al acusado y lo decapita o lo perdona a su antojo, voluble siempre, siempre cambiante. Fuenteovejuna se ha convertido en Opinión Pública y Nueva
Inquisición. El Poder que los Poderes le quitan lo ejerce en las barracas de
barrio. Lo que ha convertido a “Sálvame” en un programa estrella no es el
espectáculo circense que sus protagonistas dicen que ofrece. No. No es el
espectáculo en sí lo que interesa a Fuenteovejuna. Lo importante, lo realmente
importante, es que es allí, allí justamente y no en el ruedo político- el lugar
en el que Fuenteovejuna ha tomado conciencia de su Poder. Fuenteovejuna ha
comprendido que el parecer es más importante que el ser, que lo importante no
es lo que se lleva en la bandeja sino cómo
se lleva. Los gritos no son propiamente gritos; simplemente elevan la voz para que el otro se entere mejor, las amenazas
se convierten en “maltendidos”, los insultos son simplemente “opiniones
personales”. Las ofensas, “comentarios”; las medias mentiras, “medias verdades”;
las traiciones, “cambios de opinión”. Ejemplos no faltan. La hipocresía es “compasión
y pena por el otro”. El esquema del originario "Sálvame" se ha trasladado a las tertulias políticas, a los comentarios deportivos y ha inundado la vida cotidiana. La uniformización social tiene un nombre y el nombre es "Sálvame"
Y Fuenteovejuna se crece. Se crece en su verdulerismo y en su insaciable sed
de sangre, de sangre ajena, claro. No es que el mundo haya ido a peor.
Fuenteovejuna siempre fue arrabalera. Pero antes las ondas del escándalo se
propagaban más lentamente y tenían un menor alcance. Hoy el desarrollo de la
técnica ha mejorado los sistemas de espionaje y permiten una
transmisión mucho más rápida y extensa de la vida del vecino. No deja de ser paradójico que por un lado
Fuenteovejuna exija leyes de privacidad que protejan sus datos privados y por
otro, no tenga el más mínimo reparo en introducir en la red los videos más
íntimos sea de quien sea. No deja de ser asombroso que por un lado imponga a
Google la ley del olvido y por otro se lance a sacar los trapos sucios incluso
de los que hace tiempo que los lavaron.
¿Y se critica a “Salvame”? ¿Por qué? ¿Por mostrar el alma de Fuenteovejuna
tal y como verdaderamente es y no como quisiéramos que fuera? Emitan obras de
teatro, emitan programas de literatura clásica, emitan conciertos... Algunos lo
verán, no me cabe duda, pero ¿alcanzarán records de audiencia que es de lo que
se trata? Lo más seguro es que la mayoría no los pueda ver por falta de tiempo
o porque lo que a ellos les gusta es ir a verlos “in situ”, o sea, al
teatro. Ajá. Lo creemos, claro. Lo dicen
tan seriamente y con tanta convicción. ¿Quién se atreve a contrariarlos?
“Sálvame” y todos los programas de ese estilo desaparecerán cuando nuestra
Fuenteovejuna desaparezca, lo que al día de hoy no parece que vaya a pasar.
Llamo a Carlota y le cuento mis penas con Fuenteovejuna que, por aquéllo de
que “Fuenteovejuna somos todos”, tampoco me dejan libre de pecado. Carlota me
consuela adoptando el tono que sé que adopta cuando tiene que consolar a uno de
sus hijos. “No seas tan crítica contigo misma”, me dice con su voz dulce y
aterciopelada, “cada país tiene su Fuenteovejuna y su “Sálvame”.
Por unos instantes me siento mejor. Al fin y al cabo ya se sabe:
“Mal de muchos, consuelo de tontos”
Isabel Viñado Gascón.
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