Saturday, May 23, 2015

Guerra humanitaria

Una que soy yo, se asombra de que a alguien le pueda asombrar de la brutalidad de la que hacen gala los ejércitos implicados en la guerra de Oriente Medio; esa del IS contra los demás y de la de los demás contra el IS, como si no hubiéramos visto nunca las monstruosidades de la que los hombres son capaces, como si no hubiéramos tenido noticia de la guerra de Yugoslavia, de Nigeria, de las Torres Gemelas de New York...

El IS es un movimiento que hace unos meses se encontraba todavía en un primer estadio: en ése en el que un grupo pretende construir su propio Estado o como ellos le denominan: Califato. En esa primera fase, el ius belli no está legitimado por la ley sino por la voluntad constitutiva. Dicha voluntad inicial es indómita, cruel, narcisista y desorganizada, ya se trate de un movimiento militar o de una formación política. No obstante, si consigue sobrevivir el caos que caracteriza dicho periodo originario es muy probable que consiga establecerse y expandirse.

Mi esperanza era, a qué negarlo, que el mismo IS terminara destruyéndose a sí mismo a causa de los conflictos internos, la droga y la miseria. Pero al parecer el apoyo que constantemente recibe del exterior, las ofertas de adhesión de otros grupos armados, las victorias conseguidas muchas veces por la intimidación y desmoralización que su crueldad ejercida y filmada ha provocado en las fuerzas de resistencia y, sobre todo, las disparidades que separan y enfrentan a las tropas enemigas, más ricas y mejor equipadas pero con pocas ganas de lanzarse a aventuras por las que en este momento no sienten un verdadero interés – le han terminado proporcionando grandes ventajas;  ventajas con las que en un principio no contaban y que, ciertamente, hubiera sido mejor que nunca hubieran conseguido.

Ahora el IS está en el segundo estadio: el de clarificación. Cada vez encontrará más simpatizantes: unos por interés y otros porque creerán encontrar en dicho movimiento la fuerza de la renovación del Hombre, como si el Hombre fuera un Todo en el Uno y un Uno en el Todo y por tanto, también fuera posible una renovación en masa: “la renovación del Hombre”, dicen. Dicen “la renovación del Hombre” por el mismo motivo que hablan de “la culpa del Hombre” y de “tu culpa”: porque no se atreven a decir “mi renovación”. Porque “mi renovación” y “mi culpa” son cargas demasiado pesadas y es mejor creer que uno vale demasiado como para tener que arrastrar esos sacos consigo mismo.

“Der Spiegel”  publica que el ejército iraquí y las milicias chiitas apoyadas por Irán están consiguiendo resistir y vencer al IS; sin embargo el periódico alemán teme que las tropas chiitas sean tan brutales como las del IS. También se muestra sumamente preocupado por la inhumanidad de los separatistas pro rusos en una actuación que todavía no se califica como guerra sino como un conflicto armado.

Pero ¿en qué piensan los periodistas cuando escriben tales líneas?  
La guerra es matar sin saber por qué se mata. La guerra no tiene nada que ver con un crimen por amor o con un robo por hambre. Allí, por lo menos, aún encontramos principios y deseos de un hombre, de un único hombre, por conseguir y proteger sus propios intereses. En cambio la guerra es matar, matar indiscriminadamente, matar sin ni siquiera pensar, matar al enemigo y a todos los que hagan falta, para conseguir desmoralizarlo.
La guerra es un juego sin reglas, por mucho que los políticos y las organizaciones internacionales se empeñen en recordarlas y en hacerlas cumplir. La guerra sólo tiene una norma: sobrevivir. Como desertar está prohibido, sólo queda una posibilidad: matar para no morir y en última instancia: matar para vencer. En la guerra no hay ni buenos ni malos, sólo muertos y supervivientes.

¿Violencia con reglas?  Eso no es una guerra. Eso es boxeo. Y todo lo que no sea boxeo es un “sálvese quién pueda” y un “Dios nos coja confesados”.

Tan fácil, tan sencillo.

¡Por Dios, lo vemos todos los días! La guerra no tiene nada que ver con la política.

No entiendo cómo es posible que algunos periodistas todavía no sepan que la guerra es, por definición, una práctica en la que la violencia más virulenta está permitida y costeada por la autoridad de los gobiernos, con el permiso de la ley. Los crímenes de guerra se revisan después de la contienda y siempre, cosas de la vida, por el ejército vencedor. Sí, curiosamente son siempre los vencidos los que han perpetrado crímenes contra la humanidad, nunca los vencedores. El problema de los soldados no es el problema de seguridad que tienen los ciclistas: “casco sí”, “casco, no”;  la principal cuestión que preocupa a los soldados no es la de saber qué vehículo tiene prioridad en el giro a la derecha, sino la de mantener la disciplina y las virtudes del asesino en activo. El desorden, la desidia, la apatía, el consumo de drogas incontrolado, la ausencia de mandos fuertes... todo ello son factores muchos más destructivos que el enemigo mismo.

¿Inhumano?

La gente habla de la brutalidad de la guerra y olvida lo crueles que son esos corrillos de desocupados y desocupadas que se reúnen para inventar líos, para propagar rumores falsos, para hacer culpables de los inocentes e inocentes de los culpables.

 ¿Inhumana la guerra?

No. La guerra no es inhumana.

Es el Hombre el que es inhumano.

Ese Hombre, capaz de afirmar que la guerra es el origen del progreso, el origen del desarrollo. Ese Hombre, capaz de cantar la heroicidad e idealismo de la guerra, cuando lo único que hay en ella es hedor y maldad. El mismo hedor y la misma maldad que se respira en los corrillos de desocupados y desocupadas que para entretener su tedio y su cansancio de nunca hacer nada, se dedican a sacrificar a un inocente, asesinándolo con la perversidad de sus lenguas y sus ignomiosas mentiras envueltas en sensiblería de víctima de telenovela. Y los inocentes ni siquiera tienen la posibilidad de defender su honor porque hoy día el honor encuentra poca defensa: ¡Mira que enfadarse por tan poca cosa! ¡Qué radical! Todo es una broma, cualquier insulto es una broma; o libertad de expresión; o simplemente una opinión. Esas guerras de desocupados y desocupadas que siembran de cadáveres las calles, cadáveres que nadie ve porque sus cuerpos siguen en pie aunque sus almas yacen asesinadas, sólo Dios sabe dónde...

Der Spiegel se preocupa de que la mujer sea violada y esclavizada por el IS.

A mí me preocupa que los periódicos prevean un próximo gran auge de la industria del porno. Me preocupa la sexualización de la vida diaria. Se ha convertido a la mujer en un objeto sexual y por si fuera poco muchos están convencidos de que la mujer estaba deseándolo. 
¿Cómo no van a pensarlo si ese es el mensaje que les lanzan todos los días? Mujeres liberadas para las cuales el sexo ha pasado de ser el sinónimo de “hacer el amor” a ser anunciado como una de esas cremas de las que se promete que una aplicación tres veces al día garantiza la eterna juventud. El sexo ha dejado igualmente de cumplir la función reproductiva tradicional y se ha convertido en un “aperitivo” de esos que se toman a cualquier hora del día. La nueva moda, o al menos, la nueva moda que pretenden introducir es la de que las mujeres tengan a sus hijos por fecundación artificial, asistida o como ustedes quieran, después de haber descongelado los ovarios que en su día fueron congelados y se unan a los espermatozoides igualmente congelados-descongelados.

Y en esto consiste lo que muchos denominan “el nuevo feminismo”.

En fin...

No sé ni cuántas veces lo he dicho ya.

El laicismo se ha traicionado a sí mismo.

La mujer también.

Si el IS vence, el mundo desembocará en una época de barbarie y salvajismo.

Al paso que vamos, el mundo también desembocará en el salvajismo y en la barbarie aunque el IS sea derrotado.

¿De qué me asombro?


Isabel Viñado Gascón.

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