Así se titula uno de los
artículos que publica hoy el New York Times. Se trata de una sencilla y amena explicación que enseña a confeccionar, uno mismo y en casa, la masa para la pasta italiana. El video muestra lo fácil y rápido que resulta llevar a cabo dicha tarea. No se trata de una moda simplemente americana. Hace un par de años fabricar pasta en casa estuvo en Alemania tan en boga como las habitualmente tradicionales de hacer pan, mermelada o paté.
Tales ocupaciones culinarias son, a mi modo de ver, dignas de elogio. Por si no fuera de por
sí bastante complicado trabajar fuera de casa, llegar pronto al trabajo pese a
las huelgas de metro y a los atascos de tráfico, ocuparse de las tareas del
hogar, de las actividades escolares y extraescolares de los infantes, de las
amistades e intereses de los adolescentes, de las puertas profesionales de los
jóvenes, del mantenimiento en forma del propio cuerpo a base de deporte y tratamientos
de belleza y de la estimulación del espíritu por medio de libros, visitas a
teatros y museos, viajes, reuniones sociales con amigos y conocidos... la
sociedad introduce un nuevo desafío al ciudadano metropolitano actual: la
fabricación de su propia masa para pasta. Y lo más sorprendente, lo más
asombroso de todo, es que ese habitante urbano de élite al que acabamos de
referirnos, acepta el guante. Nada de comprar bolsas de macarrones, nada de
adquirir productos prefabricados, nada que no sea consumir productos de primera
calidad. Es necesario controlar la procedencia de los ingredientes, conocer, a
ser posible, incluso al agricultor, el cual se convierte, de repente, en el “agricultor
de nuestra confianza”. Esto es: ése del que podemos estar seguros que no utiliza
pesticidas ni semillas transgénicas, que no atiborra a sus animales con
antibióticos y similares y que, llegado el cruel momento de la matanza, lo lleva
a un matadero familiar en vez de a uno industrial. Ello introduce una nueva
tarea en la vida del ciudadano moderno pero no importa. Todo sea en favor de la
salud y del bienestar.
A mí, sin embargo, lo único que me
provocan tales novedades – aparte de la admiración ya confesada- es una terrible sensación de desasosiego,
de frustración y de inutilidad personal. A mí, que no tengo que hacer frente ni
a la mitad de las tareas enumeradas arriba, introducir una ocupación más en
vidas llenas, rellenas y rellenadas me marea. No sé si entonar “el más difícil
todavía” o gritar a lo Groucho Marx “¡más madera!”. Una cosa es cocinar con
productos naturales y en vez de comprar una lata de lentejas, cocerlas y
prepararlas en casa sin ni siquiera utilizar la olla rápida de cocción por
aquéllo del purismo y otra, creo yo, es irse a sembrar lentejas, antes de
iniciar la actividad rutinaria del día.
Sin embargo, como digo, el “hágalo usted mismo” está de moda. Se empieza
por los spaguetis y se termina por la casa: “Amase su propio pan, confeccione
su propia mermelada, construya una silla, tapice un sillón, recicle una caja
de cartón, coloque un lavabo en el cuarto de aseo, cambie usted mismo los
azulejos de la cocina, levante una pared separadora en el salón, construya el
tejado de su casa... Y no se preocupe, es tan fácil, que no repercutirá en la
normalidad de su vida. Puede hacerlo en su tiempo libre y sin mancharse. Nada
de suciedad, nada de stress.”
Las empresas que se dedican a la fabricación de máquinas con las cuales lograr dichos propósitos se muestran sumamente satisfechas puesto que han visto incrementar sus ganancias considerablemente. Ello les ha llevado a producir videos en los que se muestran y se demuestran las tres características principales de los utensilios que venden: económicas, fáciles de manejar y eficaces. Por su parte, los almacenes especializados en el "hágalo usted mismo" han introducido la modalidad del alquiler para aquellas máquinas especialmente costosas para el usuario.
Todo sea por el bien del cliente.
Las empresas que se dedican a la fabricación de máquinas con las cuales lograr dichos propósitos se muestran sumamente satisfechas puesto que han visto incrementar sus ganancias considerablemente. Ello les ha llevado a producir videos en los que se muestran y se demuestran las tres características principales de los utensilios que venden: económicas, fáciles de manejar y eficaces. Por su parte, los almacenes especializados en el "hágalo usted mismo" han introducido la modalidad del alquiler para aquellas máquinas especialmente costosas para el usuario.
Todo sea por el bien del cliente.
Hubo un tiempo en que incluso yo lo creí y me lancé a la obra. Pese a las apariencias, alcanzar el éxito es más difícil de lo que unos y otros aseguran. Realizar cada una de estas “pequeñas y sencillas” ocupaciones exige conocimientos
que en ningún modo se adquieren con los trucos del “KnowHow”, además de práctica y
dedicación. O sea: una atención plena.
Los videos muestran que hacerlo es posible y que está al alcance de
cualquiera puesto que es una actividad humana y ya sabemos que nada de lo
humano nos es ajeno. Ahora bien, minimizar la importancia de la experiencia y del necesario saber, introducir el igualitarismo y la
uniformización en una sociedad hasta el punto de que cada cual está absolutamente convencido – realmente lo está - de que puede aprender cualquier cosa en unos pocos minutos y además
hacerla bien, me parece un engaño no sólo al individuo, también a la sociedad.
Sobre todo a ella. De repente la sociedad ya no es capaz de determinar quién es
el experto y quién el aficionado. En muchas ocasiones, más de las que nos imaginamos, más de las que estamos dispuestos a aceptar, todo depende únicamente de cuál de los dos elementos sepa vender mejor sus habilidades y
como normalmente el experto es consciente de todo lo que le falta por aprender,
se muestra más prudente en sus exposiciones que el recién llegado, al que los éxitos
han elevado su autoestima.
La vara de medir que ha de tener cualquier sociedad que se precie,
disminuye cada vez más de tamaño, hasta el punto de que ya no sabemos ni dónde
encontrarla ni en qué ámbito utilizarla. Se la empezó dejando de lado en el
terreno de la moral y de las costumbres, luego en el terreno del arte, después
en el de la política y de los medios de comunicación, más tarde en el terreno
de las ciencias. Ahora se ha introducido en el campo de los oficios.
¿El resultado?
El arqueólogo comenta que ha estado investigando las líneas de Cuzco y el
turista le replica muy contento que él también las estuvo considerando con suma
atención cuando las visitó durante el verano. El arqueólogo explica que ha
elaborado un par de teorías al respecto y que va a publicarlas en una revista
científica. El turista, sumamente contento de haber encontrado “un interesado
en el tema como él”, le enseña el reportaje que ha publicado en internet y que
ha sido visitado más de cincuenta mil veces. “Mucho más lectores”, afirma, “de
lo que cualquier revista científica tiene”. “Las fotos”, señala sumamente
orgulloso, “son de alta calidad y claro, eso, los expertos lo valoramos. ¿Las
teorías al respecto? Eso no es lo importante. Si ni siquiera los arqueólogos se
ponen de acuerdo...”
Un cocinero profesional prepara un plato de su creación. El invitado de
turno le dice que él también se dedica a la cocina y que ha inventado cientos de
miles de platos. La cocina – sentencia- no puede ser una actividad profesional,
limitada por el ritmo desquiciado de los clientes. La cocina tiene sobre todo
un carácter espiritual, meditativo. Rara es la vez – concluye- en la que no se
ve obligado a quejarse de los cocineros de los restaurantes y a explicarles que
la espiritualidad es el todo en la cocina y ellos claro, le dan la razón pero
conceden que no pueden observar tan honorable principio debido al enorme trabajo que tienen que sacar
adelante. El cocinero aficionado declara sus intenciones de comer en casa y agasajar a sus
amigos con sus cuidadas preparaciones e incluso está considerando –dadas las incesantes presiones de sus amistades- en abrir un restaurante “distinto”: espiritual.
Un escritor comenta que acaba de publicar una novela. El interlocutor responde que él también. Un pintor ha organizado una exposición con sus obras y atiende a los asistentes que se autodeclaran artistas y que, igualmente, han
organizado exposiciones en su restaurante habitual. El ingeniero tiene que escuchar atentamente la cantidad de patentes que ha fabricado un "manitas". Una cierta envidia le embarga, a qué negarlo porque él ya no se dedica a construir máquinas sino a luchar contra la burocracia y la competencia para tratar de venderlas. Suerte tiene si participa en algo llamado "innovación y desarrollo".
Los médicos reciben clases magistrales de los enfermos acerca de los últimos adelantos científicos de sus enfermedades, hasta el punto de que en sus consultas muchos galenos preguntan a sus pacientes qué tipo de medicamento prefieren: "a" o "b".
Los médicos reciben clases magistrales de los enfermos acerca de los últimos adelantos científicos de sus enfermedades, hasta el punto de que en sus consultas muchos galenos preguntan a sus pacientes qué tipo de medicamento prefieren: "a" o "b".
El físico escucha a un sujeto desconocido que le habla de las dimensiones
innumerables, de Einstein y de algunos más. Cuando el físico después de haber
escuchado un par de majaderías intenta sacarlo de su ignorancia escucha un
indignado “a mí qué me vas a contar”. Y si el interlocutor se encuentra frente a un filósofo entonces, en efecto, ni les cuento... Ustedes mismos pueden imaginárse el contenido de la conversación.
Un abogado oye - los abogados nunca escuchan salvo que se les abonen los horarios correspondientes - al leguleyo de turno. Oye en silencio porque es una de las primeras reglas que se aprenden en el primer curso de jurisprudencia: "Nunca discutir con un leguleyo. Conocer, conoce todas las leyes; pero no tiene ni idea de cómo se utilizan".
Ah, Sí. Desde luego. Quiénes mejor que los juristas para conocer las miserias de una sociedad...
Ah, Sí. Desde luego. Quiénes mejor que los juristas para conocer las miserias de una sociedad...
Hace unos meses ví una camiseta en la que se podían leer tres frases:
-
Yo
también he estado allí.
-
Yo
también lo sé hacer.
-
Yo
también lo tengo.
¿Qué conclusión se deriva de todo esto?
Que nuestra sociedad no es una sociedad de
hombres.
Nuestra sociedad, es una sociedad de patos:
Los patos pueden volar, pero no son águilas,
Ni tan siquiera palomas.
Pueden correr, pero no son guepardos,
Ni tan siquiera conejos.
Pueden nadar, pero no son peces...
Ni tan siquiera delfines.
Tengo la impresión, es sólo una impresión, que se hace necesario reconsiderar la situación en la que nos encontramos.
¿KnowHow?
Isabel Viñado Gascón
Una última pregunta:
¿Han notado ustedes la cantidad de personas que en los últimos tiempos están convencidas de que fabricar arsenal militar, aviones y naves espaciales con destino a Marte es una cuestión de coser y cantar?
¿No lo han notado?
Yo tampoco.
Era solo una pregunta lanzada al aire...
Isabel Viñado Gascón
Una última pregunta:
¿Han notado ustedes la cantidad de personas que en los últimos tiempos están convencidas de que fabricar arsenal militar, aviones y naves espaciales con destino a Marte es una cuestión de coser y cantar?
¿No lo han notado?
Yo tampoco.
Era solo una pregunta lanzada al aire...
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