Los periodistas alemanes del „Der Spiegel“ califican de pequeña bomba las
declaraciones del ministro de Hacienda alemán, que propone la celebración de un
referendum en Grecia para que los ciudadanos helenos decidan si están
dispuestos a aceptar las medidas imprescindibles y necesarias para seguir en la
zona euro o si, por el contrario, prefieren otras.
Resulta asombroso que denominen “pequeña bomba” a algo que a mí,
francamente, me parece una explosión atómica y no precisamente porque Grecia
vaya a salir de la zona euro. Eso se veía venir incluso en los momentos en los
que los periodistas mostraban grandes esperanzas al respecto.
En mi opinión lo realmente terrible
es que ni los representantes griegos ni los representantes europeos están
dispuestos a “cargar con el muerto”. Los responsables de la nación griega no lo
quieren y los representantes de la Unión Europea, tampoco. ¡Ah! ¡Qué cosas! Si
al parecer ni Dios ni el Infierno existen, una se pregunta asombrada cuáles son
los motivos de esta negativa a aceptar la responsabilidad sobre asuntos
mundanos y bien mundanos. Si los grandes principios y los eternos pecados han
agotado su vigencia y hoy en día nadie se mueve por grandes Ideas y Valores – y
esto donde mejor lo vemos es en los espectáculos estrellas donde una serie de
concursantes deben convivir durante una serie de semanas- una no se explica de qué pueden tener miedo
estos sesudos hombres y mujeres que dirigen los entresijos de las altas y las
bajas políticas...
Todos sabemos que nihilismo afirmaba que Dios (y en consecuencia también el
Infierno) había muerto y que ello “condenaba” al hombre a ser libre.
Lamentablemente esta libertad en vez de llevarlo a los más altos niveles
espirituales parece haberlo precipitado a los más profundos y oscuros abismos.
Todo el que puede utilizar su libertad la utiliza para hacer fuerza de su Poder
y puesto que no hay ningún axioma moral en el que éste deba sustentarse todo se
reduce al empleo de la fuerza (si no puede ser física, entonces verbal), de
estrategias de viejo truhán y de conclusiones del tipo: “esa es mi opinión” e
incluso “yo hago lo que quiero”.
Entonces ¿cuál es el motivo de que todos se muestren tan reacios a firmar
la partida de defunción de un moribundo?
¡Ah!
Ninguno de los “padres de la Patria”, ninguno de los “padres de la Unión”,
desea pasar a la posteridad como actor de “una muerte asistida”. Primero, porque tal
posibilidad está prohibida y condenada por la Ley y segundo, porque los lugares
habitados antiguamente por el Dios y el Infierno cristiano han sido ocupados en
nuestros días por un Dios mucho más implacable y un Infierno mucho más temible:
La Opinión Pública.
Y como nadie desea ser
condenado por ese Dios intransigente y ciego que es la Opinión Pública, puesto
que la condena no la sufriría en el mundo del más allá sino en el mundo del más
acá y eso sí que duele, se ha empezado a hacer en política lo mismo que se hace
en moda: reinventar.
En moda, no se sabe muy
bien si por falta de ideas, por comodidad o simplemente para asegurarse el
beneficio económico, unas veces se
desempolva el estilo de los años setenta y otras el de los cincuenta. Igualmente,
en política se ha pasado de utilizar el discurso de los tiempos de la Primera Guerra Mundial a
redescubrir y a reinterpretar el discurso medieval. Eso sí, con dioses
cambiados, como ya hemos dicho.
Consiguientemente no debe
suscitar extrañeza alguna que los representantes de uno y otro lado están
pensando en que sea la propia Fuenteovejuna la que decida.
No nos llevemos a engaños:
esto en ningún modo puede ser considerado como un juicio salomónico. ¡Qué más
quisiéramos nosotros y, sobre todo, que más quisieran los que lo proponen! No.
De eso podemos estar seguros y bien seguros: caso de que dicho referendum se
celebre no será ningún juicio salomónico. Será un Juicio de Dios, también llamado ordalía
medieval.
Los dirigentes públicos y
Fuenteovejuna dejarán que el nuevo Dios – o sea, la todopoderosa “Opinión Pública”-
decida quién tiene la razón y quién, no. Será la Opinión Pública y no
Fuenteovejuna, aunque muchos piensen y defiendan lo contrario, porque
Fuenteovejuna, ya se sabe, es buena parroquiana y sigue las directrices de ese
nuevo dios.
Los padres de la Patria respirarán aliviados, los de la Unión, también. Estos
genios de la táctica del ajedrez, de la estrategía de la retórica, y de la
fuerza del dinero, podrán reposar sus cabezas sobre la almohada y reponer
energías antes de enfrentarse a nuevas lides.
¿Y la Opinión Pública? ¿Qué será de ella en el supuesto de que fracase?
Si Fuenteovejuna, después de haber sacrificado a sus propios hijos durante
siglos por el Dios de Abraham, no ha tenido el más mínimo escrúpulo en
declararlo muerto, imagínense los pocos reparos que puede tener en acribillar a
la Opinión Pública. Decapitará a la Opinión Pública y erigirá otro dios en su
lugar o volverá al anterior o decidirá lo que cantaba aquel mejicano: no tener
trono ni reina ni nadie que bien le quiera pero, con dinero o sin dinero,
seguir siendo el rey. Fuenteovejuna, alegre y triste, siempre fiel y siempre
traidora, es eternamente libre no por elevación espiritual sino porque ni ella
misma sabe lo que va a hacer en el minuto siguiente.
Pero volviendo al tema que nos ocupa: ¿Cuáles pueden ser las consecuencias
que de dicha votación puede desprenderse?
-Si se celebra ese referendum y los griegos votan que están a favor de las
medidas, los costes sociales y personales serán sencillamente enormes. No una
generación sino varias es lo que hace falta para poner en pie un país que está
en todos y cada uno de sus aspectos, no sólo en el económico, extenuado. Si
votan que están a favor de las medidas europeas, están aceptando su muerte en
favor de la posibilidad de que sus nietos quizás vivan mejor.
-Si votan que están en contra de las medidas, el resultado no será mucho
más alentador. De Grecia ha emigrado tradicionalmente una gran parte de su población:
los mejores. Y no han vuelto. Más bien se han llevado lo que podían llevarse.
Al fin y al cabo, ni siquiera residen allí. Los que quedan son los que han
aprendido a apañarse. El problema es que el “apaño” se ha ido reduciendo hasta
condenarlos a la autarquía y no en el sentido político, sino en el más puro
sentido económico. La autarquía, ya lo dijimos, exige nobles lo suficientemente
fuertes para gobernar sobre sus súbditos sin tener contrincantes que se le
enfrenten. Pero en el momento en que uno de esos nobles se considera más
poderoso que su vecino y quiere incrementar sus ganancias a costa de apropiarse
de las riquezas del de enfrente, no hace falta ser profeta para predecir un enfrentamiento
bélico entre los que atacan y los que se defienden. De tal situación sólo la
Opinión Pública, puede ser considerada responsable puesto que los "nuevos regidores
medievales" se han limitado a seguir su dictamen.
Parecería pues que la primera opción es la más aconsejable:
Un par de generaciones se sacrifican en favor de las futuras generaciones.
Un par de generaciones se sacrifican en favor de las futuras generaciones.
Esta frase alude, sin duda, a la visión que se tiene del primer capitalismo
industrial, especialmente el inglés. Dicha concepción sostiene a grandes rasgos
que aquellos trabajadores de principios del diecinueve ayudaron con sus
esfuerzos y sufrimientos a transformar la sociedad agrícola en una moderna
sociedad industrial y que sus nietos recogieron los frutos de sus sudores.
Sin embargo por muy bien que suene y por muy frecuentemente que se sugiera,
lo cierto es que tal escenario se corresponde mejor con la atmosfera propia de los
folletines, tan en moda en aquella época, que con una exposición socio-histórica
de la realidad. Mujeres, hombres y niños que mueren de enfermedades, hambre y
cansancio difícilmente pueden servir de apoyo a generaciones futuras. Lo que
transformó para bien las condiciones de las generaciones futuras no fue la
extenuación de las anteriores, que debido a su agotamiento se habían quedado
sin fuerzas para dar el relevo a sus sucesores, sino la bonanza que dichas
generaciones futuras experimentaron en el momento concreto que les tocó vivir.
El desarrollo de la técnica tampoco influyó en la mejoría de sus condiciones.
Al menos no a priori. Pueden estar seguros de que la técnica hubiera permanecido
en manos de unos pocos, los económicamente privilegiados, de no haberse dado
dos circunstancias que propiciaron la apertura democrática de la misma. La
primera y más importante de todas fue el mercantilismo de la técnica. Las
máquinas no resultaban menos costosas que la esclavitud humana pero producían
más. La técnica y sus productos habían pasado de ser los adelantos del progreso
a los que sólo unos pocos podían optar, a convertirse en una nueva mercancía a
vender. El nuevo comercio tenía los vendedores y el producto, sólo faltaban los
compradores. Por consiguiente hacía falta potenciar este elemento. Y la única
forma era, claro, mejorar la calidad de la vida de una población que ya no era
absolutamente necesaria como esclava pero sí como consumidora. La segunda circunstancia, la guerra. En efecto, los conflictos bélicos obligan a desarrollar técnicas que difícilmente pueden quedar en manos de unos pocos, cuando de lo que se trata es de vencer al enemigo. Se necesitan, pues, numerosos expertos capaces de manejarla y capaces de entenderla y mejorarla. Ello implica la necesidad de impulsar la educación lo cual, a su vez, precisa de un número mayor de alumnos que sólo pueden asistir regularmente a las aulas si sus condiciones de vida son mínimamente soportables.
En suma: la dialéctica del liberalismo no existe. Lo que sustenta al liberalismo no es la dialéctica sino la matemática. El
axioma matemática que define el comercio es aquél que establece que para obtener un
beneficio X se necesita un vendedor, un producto y un comprador. Las complicaciones,
claro, vienen a la hora de determinar y aclarar cada uno de esos conceptos. Los sistemas económicos como el comunista – e incluso el socialista-
son en realidad antieconómicos, ya que por definición se oponen al axioma matemático
del comercio; de ahí que las reformas sociales que introducen a duras penas producirán los
resultados esperados.
Lo lamento. No es una cuestión de opinión sino de axiomas matemáticos.
Lo lamento. No es una cuestión de opinión sino de axiomas matemáticos.
Podemos, claro, afirmar contundentemente que el comercio no es requisito
indispensable en una sociedad humana. Teniendo en cuenta que el trueque es una
de las prácticas más antiguas de la Humanidad, permítanme dudarlo. Por eso me
parece más sensato pedir una renta básica que permita tanto las supervivencia del
comercio como de los incapacitados para dicha actividad, antes que pretender la implantación de un sistema comunista, contrario per se a la naturaleza humana. Los funcionarios de las Administraciones Públicas, los profesores de Universidad, los auténticos hombres de Iglesia, todos ellos han vivido en realidad, de una renta básica, ya sea la del Estado, la de la Institución Universitaria. Cuando no la ha habido, la existencia de los hombres teóricos ha sido enormemente precaria. En algunos países todavía en la actualidad, el hombre sabio vive de la caridad de los otros. Y es que los hombres especialmente espirituales no son capaces de desarrollar el espíritu darwinista que la supervivencia exige..Para ellos, se dediquen a lo que se dediquen, pido una renta básica.
A la vista de todas estas consideraciones, comprenderán ustedes mi
reticencia a admitir que el sacrificio de la actual generación griega vaya a
permitir la supervivencia de las siguientes.
Sin embargo hay un punto sobre el que si me lo permiten quisiera volver.
Se trata de la cuestión que afecta a la actitud de los dirigentes europeos y griegos que, pese a
sus diferencias, parecen mostrarse de acuerdo en dejar decidir a la Opinión
Pública. Hemos dicho que tienen miedo pero no hemos dicho de qué. ¿De
equivocarse? Dios mio, se equivocan todos los días. Errare humanum est. ¿Para ayudar a Fuenteovejuna a tomar las riendas de su propio destino? Fuenteovejuna las toma
siempre y siempre las suelta: cuando se aburre.
Quizás los dirigentes griegos pueden temer de las iras de Fuenteovejuna; es cierto, pero ¿los europeos? ¿los alemanes? ¿cuál es el verdadero motivo de su
desasosiego?
Si examinamos atentamente las frases:
Grecia yace moribunda en su
lecho de muerte
Alemania no quiere ser
declarada culpable
Observaremos que a pesar de
lo que muchos creen, no es posible establecer entre ellas ningún nexo de unión:
ninguna conjunción copulativa, ninguna conjución adversativa, ninguna
conjunción causal...
La sentencia “Grecia yace
moribunda en su lecho de muerte y
Alemania no quiere ser declarada culpable” es tan errónea como la afirmación “Grecia
yace moribunda en su lecho de muerte pero
Alemania no quiere ser declarada culpable”, o “Grecia yace moribunda en su
lecho de muerte porque Alemania no
quiere ser declarada culpable”.
Un alemán declararía muerta a Grecia sin mover una sola pestaña si ello
fuera necesario para el bien común o para su propio bien. No crean: a veces me asalta la sospecha de que los alemanes son más de horda que de sociedad y por eso la orquesta sigue al
dirigente o no sigue – que es lo que está pasando ahora en la Filarmónica.
En cualquier caso, un alemán firmaría la defunción de Grecia sin ningún tipo de
remordimiento. ¿Cómo sentir remordimiento por el fallecimiento de alguien cuando se está total y absolutamente convencido de que se le ha estado cuidando con esmerada paciencia aguardando una mejoría que todos sabían
que no iba a ocurrir?
¿A qué se debe entonces su miedo?
El motivo no es Grecia.
La razón de su miedo es Europa.
La razón de su angustia es Alemania misma.
Aunque algunos intenten hacer
creer que el origen de la próxima hecatombe que nos aguarda es externa, esto no
es cierto. Los conflictos exteriores forman parte de la vida de cualquier
individuo cuya vida transcurra en sociedad y no en una cueva aislada. Del mismo
modo, los conflictos exteriores constituyen un elemento natural en las
relaciones de los pueblos y el gran reto es lograr que dichos conflictos no se
conviertan en armados y puedan resolverse por medio de la política. Las últimas
bravuconadas de China y Rusia realizando conjuntamente maniobras militares en
el Mediterráneo es más una anécdota que una amenaza real. Algunas veces tengo
la impresión de que los hombres de Estado son como niños. ¿Y que niño se
resistiría a utilizar los barcos grandes si los tuviera? Debe ser emocionante,
desde luego. Lo cierto es que Rusia teme a China más que a los Estados Unidos y
va a tener que ser bastante habilidosa si no quiere perder Siberia en los
próximos tiempos. Siberia para empezar. Luego ya se verá... Pero ese es otro
tema.
El conclusión: el exterior hará lo que siempre hace: obligar al enemigo a
enfrentarse a sus propias debilidades, mostrarle las limitaciones e insuficiencias
que le caracterizan y provocar una desmoralización lo suficientemente grave
para mantenerlo inactivo una buena temporada o para aprovecharse de su
fragilidad e iniciar la conquista...
Incluso aun en el supuesto caso de que Grecia recibiera dinero de Rusia o de cualquier otro Estado que no pertenece a la Unión Europea ello no habría de ser considerado como una salvación de Grecia, sino como otro modo de muerte. Un prestamista que presta a un hombre ahogado en deudas no es un santo. Es un prestamista. El hombre santo no le presta el dinero: se lo regala. Así pues, cuando el exterior propone una ayuda hay que recordar sin demora alguna la Iliada; aquélla que se refiere al caballo de Troya.
Mientras Grecia agonizaba, nadie notaba el tumor que inexorablemente crecía en el resto de Europa – Alemania incluida.
El tumor que tiene Europa en estos momentos es interno y bien interno. La pregunta es si se trata de un tumor maligno o de uno que es extirpable. Grecia significa esa operación quirúrgica. Los alemanes están visiblemente asustados pero no, como ya digo, por la muerte de Grecia sino por los resultados que tal intervención ofrezca. Los alemanes sospechan y lo sospechan cada vez con más fuerza, que el tumor es maligno y que las posibilidades de curación son escasas por no decir nulas. Temen que se les haga responsables por tercera vez consecutiva de las desastrosas consecuencias a las que pronto o más pronto habremos de enfrentarnos. Alemania no quiere, de ningún modo, volver a ser “el malo de la película”. Alemania se niega a ser considerada otra vez el encendedor de una mecha que, de todas formas, ya está encendida.
Incluso aun en el supuesto caso de que Grecia recibiera dinero de Rusia o de cualquier otro Estado que no pertenece a la Unión Europea ello no habría de ser considerado como una salvación de Grecia, sino como otro modo de muerte. Un prestamista que presta a un hombre ahogado en deudas no es un santo. Es un prestamista. El hombre santo no le presta el dinero: se lo regala. Así pues, cuando el exterior propone una ayuda hay que recordar sin demora alguna la Iliada; aquélla que se refiere al caballo de Troya.
Y el tumor, por su propia naturaleza, nunca se encuentra en el exterior.
El tumor que tiene Europa en estos momentos es interno y bien interno. La pregunta es si se trata de un tumor maligno o de uno que es extirpable. Grecia significa esa operación quirúrgica. Los alemanes están visiblemente asustados pero no, como ya digo, por la muerte de Grecia sino por los resultados que tal intervención ofrezca. Los alemanes sospechan y lo sospechan cada vez con más fuerza, que el tumor es maligno y que las posibilidades de curación son escasas por no decir nulas. Temen que se les haga responsables por tercera vez consecutiva de las desastrosas consecuencias a las que pronto o más pronto habremos de enfrentarnos. Alemania no quiere, de ningún modo, volver a ser “el malo de la película”. Alemania se niega a ser considerada otra vez el encendedor de una mecha que, de todas formas, ya está encendida.
Esta vez le toca a Fuenteovejuna.
A Alemania no le importa adoptar duras medidas si esto le convierte en el reformador de Europa, en el motor de Europa. Pero la locomotora corre cada vez más el peligro de descarrilar y la gran velocidad que toma a ratos lejos de librarle de ello, agudiza el riesgo. Las empresas familiares más importantes de Alemania hacen frente a discusiones que no son meras diferencias de opinión sino crisis de ruptura. Siemens ha despedido a unos cuatro mil trabajadores; Lufthansa tiembla; las huelgas de trabajadores se suceden; los grandes almacenes y comercios más importantes del país no dejan de cerrar filiales.
El comercio, la base fundamentadora de cualquier sociedad, ha sido tocado
de muerte. Sobran vendedores, sobran productos y sobran compradores. ¿Qué es
pues lo que falla?
Lo que ha fallado no ha sido la realidad real sino la realidad virtual. La
gran pregunta es por qué y cómo se ha de pagar realmente lo que sólo ha tenido
lugar en la virtualidad.
¿Han oído ustedes hablar de las diferentes dimensiones del Universo?
¿Han oído ustedes hablar de los viajes interestelares, de los agujeros
negros como lugares de conexión entre distintos universos y distintas
dimensiones y tiempos?
¿Han oído ustedes hablar de la Guerra de los Mundos?
Pues eso.
Isabel Viñado Gascón
Isabel Viñado Gascón
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